Tierra Llana Francisco J. Castañón Ediciones Vitruvio Madrid, 2022 |
AZUL CON ALAS
Se cumplen dos décadas de escritura en el trayecto poético de Francisco
José Castañón (Madrid, 1961), cuya obra abarca libros de divulgación
histórica, artículos críticos y la coautoría del Diccionario de la corrupción (2015). El madrileño es colaborador habitual en
distintos medios digitales y director de la revista digital Entreletras. Retorna a la
poesía con la entrega Tierra llana.
El título se ajusta de inmediato a la realidad
geográfica de Castilla, cuya codificación canónica corresponde a las voces
señeras del 98, que hicieron del paisaje castellano una luminosa veta reflexiva.
En ella destacan las pautas escriturales de Antonio Machado, Miguel de Unamuno
y Azorín. El excelente prólogo de Alfonso Berrocal recobra los distintos
matices expresivos generacionales y moldea un análisis exhaustivo del poemario
y de sus tramos orgánicos. Se trata de expandir la semántica del paisaje y
convertirla en espacio de la conciencia y en razón de ser del pensamiento.
Con esta perspectiva que transciende la mera descripción testimonial,
Francisco J. Castañón inicia senda con el apartado “Vistas a un presente
afilado”. Esta primera mirada del poeta está marcada por topónimos e
itinerarios. Se suceden los lugares de paso que impregnan la retina con
acogedores detalles, haciendo del camino un proceso de crecimiento personal y
plenitud. Los espacios dejan sus vibraciones en los sentidos para asentarse
después en el pensamiento, transformados en cauces reflexivos y evocaciones.
En este apartado conviven el poema enunciativo y la prosa poética, que
se acerca a lo contemplado con la empatía digresiva de la contemplación. Así
sucede en el poema en prosa “Tablas de Daimiel” que reivindica el luminoso
balance visual de una garza y el despliegue de sugerencias que acredita un
tiempo colmado de belleza interior.
No solo la naturaleza tiene presencia en el hueco verbal de los poemas,
también el entorno urbano, con su fuerza monumental y su sentido histórico,
dejan signos profundos en la memoria escrita: Ávila, Toledo, Cuenca, comarcas
manchegas y elementos dormidos en el tiempo como algunas cuevas rupestres, ríos
que formulan sus preguntas al mar que es el morir en el tiempo, y distintos
pueblos de la Castilla interior, enfermos de soledad y melancolía, se
convierten en luminosas teselas en este largo itinerario de caminos y pasos.
Luis Quiñones, profesor y novelista, dejó escrito un principio
escritural exento de cualquier dogmatismo: “La prosa vive en la poesía como la
poesía en la prosa” y con esa misma filosofía Francisco J. Castañón escribe el
apartado “Pistas en el pasado” (Evocaciones calculadas)”. Es un inventario de
nombres propios de la tradición que hicieron de la biografía personal un espejo
de sabiduría y magisterio. Vuelve al presente el austero esplendor de Beatriz
Galindo “La Latina”, la memoria de Fray Luis de León, las brillantes páginas del
territorio Cervantes y sus irrepetibles personajes Don Quijote, Sancho o
Dulcinea- degradada a ser en la cambiante contingencia del ahora un club de
carretera- y retornan también los pasos maduros de Antonio Machado en Segovia o
la figura desvaída de Luisa Carnés en el Madrid republicano.
Son figuras de alcance que cuajaron itinerarios de fuerte inquietud
espiritual porque hicieron de la escritura su fuerza liberadora y permanente
hasta convertirse en arquetipos de un tiempo hecho memoria viva. Ellos nunca
renunciaron a los ojos preclaros de los sueños.
Cierra el libro la sección “Un mañana agitado de futuro” donde los sentidos
formulan preguntas inaudibles a la ontología del sujeto: se trata de ser tiempo
y circunstancia, de vivir en alerta en ese estar del ahora que aspira a buscar
sitio en el futuro, por encima de cualquier equívoco. Esta aspiración exige al
yo un compromiso fuerte con la naturaleza y un empeño en dar vida a lo
artesanal en un tiempo sacudido por la intemperie digital donde la realidad
parece diluirse camino de la nada o de la efímera existencia del metaverso.
Tierra llana es un peregrinaje
por la remansada superficie de una geografía mítica, un canto de celebración y
compromiso. Paisaje hecho memoria y sueño. Es también el verbo crítico de la
advertencia que muestra grietas y desajustes de un presente deshumanizado y en
franca oposición con una naturaleza humanista y cálida. Francisco J. Castañón
hace de la palabra semilla para que reverdezca en la mirada la identidad gozosa
de un espacio con carga significativa. Un horizonte que tiende la mano y nos
convoca a seguir caminando.
JOSÉ LUIS MORANTE
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