Si no veo mi rostro Juan José Martín Ramos Prólogo de José Ángel Cilleruelo Editorial Polibea Colección El Levitador Madrid, 2023 |
EN LA CALLE DEL TIEMPO
El volumen Si no veo mi rostro añade al entorno literario de Juan José Martín
Ramos (Madrid, 1961) los relieves de una nueva panorámica expresiva: el aforismo. Filólogo,
profesor de talleres, editor y persistente gestor cultural, ha publicado el
poemario Negar la luz (2007) y las ficciones La
curiosidad del espía (2006),
reconocida con el Premio Sur de Novela Corta, La
noche calma mi ansiedad (2008) y Légamo
del amor y de los libros (2016). Es
impulsor y responsable de las seis colecciones que tiene Editorial Polibea: «El Levitador» -poesía-,
«La espada en el ágata» –prosa-, «Orlando Versiones» –traducción– «Toda
la noche se oyeron…» -voces nuevas de la poesía latinoamericana más reciente, «Pasión de lo breve» -haikus, aforismos y escritura fragmentaria- y «Fuera de lugar», un intento de buscar sitio a publicaciones heterodoxas y misceláneas.
Si no veo mi rostro presenta
un escogido muestrario de aforismos en un momento en el que las teselas
verbales sentenciosas se han convertido en sólida plenitud expresiva. El
prólogo de José Ángel Cilleruelo comienza con un emotivo recorrido biográfico y
concluye con una lúcido análisis del minimalismo verbal de Juan José Martín
Ramos, a juicio del prologuista, integrado y coherente con “esta poética de lo
huidizo en la que se percibe “un claro sentido de lo gnómico” que apunta hacia
el anonimato del yo y la despersonalización expuesta en el propio título.
Poco a poco, como sucede en casi todos los
libros de aforismos, los escuetos motivos van hilvanando un caótico perfil
argumental, desde la actitud introspectiva del pensamiento. Las citas iniciales
eligen una tradición plural y canónica de voces fuertes: Miguel de Cervantes,
Francis Scott Fitzgerald, Josep Conrad y Francisco Brines. Puntos cardinales
clásicos, como si fuera necesario refrendar que la propia literatura nace como
raíz crecida bajo el suelo de un tronco centenario.
El escritor elige una dicción directa, sin hojarasca, que integra las
ideas con un deje de fatalismo aceptado: “La vida transcurre sin mí”; y que
transforma en paradoja la nostalgia crepuscular de lo no vivido: “A mí me ha
tocado ser yo”. El aforismo es una propuesta de reflexión y autoconocimiento,
una forma de sentir, un estar afectivo que comparte recuerdos y melancolías y
que hace de la rutina un aula abierta: “Bien mirado, entre las fechas de
nacimiento y muerte de una persona, el pequeño guión que las separa es toda una
vida”.
El recorrido argumental muestra un trasfondo crítico con nuestro tiempo
porque la convivencia diaria es siempre propicia a la decepción y al caminar
sobre las arenas movedizas de certezas transitorias. El balance experiencial amalgama
la intimidad del yo concreto y las huellas y reflejos de la voz colectiva: “La
desesperación y la soledad y la conciencia del fin son las condiciones de lo
verdaderamente humano. La salvación eterna: una mera añagaza de quienes no se
atreven a saltar sin red”. La escritura moldea el personaje verbal también
desde la literatura. Las refutaciones a pensamientos de escritores célebres son
frecuentes: Freud, Virginia Woolf, Joseph Conrad, Kafka… aportan reflexiones
que sirven a Juan José Martín Ramos para la reformulación verbal, como si los
espacios de la palabra necesitaran siempre componer muros nuevos, subrayados
subjetivos y autobiográfico. La sobria reflexión sobre el perfil del hablante
lo ratifica: “Condición de poeta: al papel no le interesa tu historia personal,
solo la profundidad del surco de la escritura y algún giro inesperado del
trazo”, “Depositamos en la escritura nuestra vana ilusión de supervivencia”,
“Literatura, edificio de la palabra para el silencio”, “Nada es un destino”.
En la aforística
de Juan José Martín Ramos la materia física tiene una manifiesta connotación de
fragilidad: “Vivimos como si fuéramos a acabar con un inútil fardo por cuerpo”,
“No queremos un cuerpo, apreciamos su dibujo”, “De lo superfluo en el cuerpo:
Sólo somos desgraciados de garganta hacia arriba”, “Al final nuestro cuerpo
decide por nosotros”, “El que se queda quieto ya ha llegado”.
Como escribe el autor “Ordenar los aforismos para un libro es querer
ordenar el pensamiento. Imposible “. Las frases concisas van naciendo en los
ángulos muertos de la vida cotidiana. Dejan la estela luminosa del chispazo, su
potencia verbal y los significados abiertos en la conciencia,
ese lugar apelativo donde se reflejan los trazos diluidos de alguien que no es: “Si no veo mi rostro,
¿cómo sé que soy yo?".
JOSÉ LUIS MORANTE
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