César Vallejo: el poeta, el cronista Fernando Albán Rodas Ediciones de la Puce Facultad de Comunicación, Lingüística y Literatura Colección Ensayo Literario Quito, Ecuador, 2023 |
MEMORIA DETENIDA
El cuerpo verbal de César Vallejo (Santiago de Yuco, Perú, 1882 - París, 1938) se enfrenta al discurrir del tiempo con insólita entereza. Dueño de una identidad literaria de contornos proteicos, su trazado poético se asoma al presente, expandido e intacto, para mostrar la profunda dimensión del ser humano que gestó la obra. Fernando Albán Rodas, profesor investigador de la PUCE, poeta, ensayista, editor y director de las recordadas revistas Trashumante y Elipsis, busca nuevos matices en la memoria detenida y sondea las características del universo vallejiano con la entrega César Vallejo: el poeta, el cronista.
El proemio alienta la sensación de cercanía, como si el personaje verbal, desdoblado entre el niño y el hombre, se desplazara en un entorno próximo y dejara contemplar un itinerario biográfico marcado por la soledad y la condición de extranjero. El gesto escritural del poeta requiere nueva epifanía en el cronista; es testimonio de un tiempo histórico que vive como testigo, para abrir ventanas reflexivas a una naturaleza muy sensible. Quien contempla se implica de forma directa, y confía en la capacidad del lenguaje para ahuyentar sombras, romper negaciones y discordancias y alejar lugares comunes. En Vallejo, arte y contexto vital van de la mano, se entrelazan de manera incesante: “el lenguaje acusa el choque de las cosas, produciendo en él una fisura que disyunta el orden de la significación” (p.13).
Fernando Albán Rodas comparte de inmediato con el lector su hipótesis de trabajo explicando el orden de composición del libro y los estratos de una escritura siempre abierta a lo real. Analiza la producción vallejiana confrontando las tesis del filósofo francés Jean-Paul Sartre en su libro ¿Qué es la literatura? y la pulsión creadora del peruano, siempre sumida en una vocación insular, en un permanente estar a la intemperie que refuerza lo oscuro. Añade el ensayista tres aproximaciones escritas en torno a los poemarios Trilce, segunda entrega, tras la carta de presentación Los Heraldos negros, publicada en 1918, y dos ensayos más sobre Poemas humanos, recopilación de su itinerario lírico, y España, aparta de mí este cáliz, su aporte más político, escrito en torno a la guerra civil española. Completan el dibujo total otros dos trabajos que indagan sobre el arte y algunas figuras del mundo contemporáneo.
A juicio del ensayista, César Vallejo “no concede a la subjetividad autoral una posición central en el juego de la escritura literaria y de este desistimiento brota un sentido de la política que no tiene como premisa la libre voluntad del sujeto”. Los objetos y seres hablan su propia lengua, recrean un tiempo interior y distinto al del ser pensante perdido en su imaginario. La realidad muestra sus nervaduras, mientras la poesía sale a su encuentro desde el cuerpo de un lenguaje que borra lo designativo para entroncar el gesto poético con la expresión representativa. Con excelente definición, Fernando Albán recuerda que “El poema es la cripta en la que yacen los restos del Sujeto, amortajados en su esencial dispersión” (p. 21).
La experiencia poética de Vallejo concede al poema un inconformismo sabio, en el que tienen sitio actitudes básicas como la inocencia y la intuición. En él se pone de manifiesto una sinceridad intacta que hace del corazón el órgano de la poesía. Las palabras palpitan, tienen ritmo, respiran orgánicamente para que aflore la pulpa de una sensibilidad en constante expansión. En la cronología del ayer crecen invisibles las raíces, el afán intacto de llegar al presente porque “todo cuanto existe digno es de entrar en la obra de arte, porque todo goza de la inmanente realidad de la existencia” (p. 46).
El yo meditativo rdesanda la estela biográfica para trasmutar los estratos existenciales. No hay sincronía entre el ser real y el protagonista lírico. La escritura busca una subjetividad universal, donde se cobija, “la irrupción intempestiva del otro”. Así sucede en Poemas humanos donde el cauce versal fluye entre la angustia y la esperanza, como escribiera Américo Ferrari, y el hablante lírico se adentra en la secreta desolación del vivir como un estar a la deriva. Por otro lado, la trágica circunstancia del conflicto cainita de la guerra civil española (1936-1939) despierta en Vallejo una fuerte empatía solidaria reflejando la heroicidad del pueblo que hace suya la causa republicana. El poeta “se hace testigo ciego del gesto de los caídos, cuyos nombres se ignora, es la renuncia al control sobre la lengua; ser extranjero en su propia lengua, solo así la palabra crea lo inexpresable”.
El ensayo “Crónicas sobre el arte” fortalece al máximo la libertad creadora, más allá de la lógica, la coherencia o el estricto control de la razón. El sistema de valores ideológicos y las ideas cívicas son ajenas al arte; el poema no es didáctico, no trasmite ni enseña una doctrina moral. La escritura impone su trayectoria esquiva, más allá de las convenciones; lucha contra el imperialismo estético, soslaya etiquetas impuestas para adentrarse en una germinación autónoma y constante, que hace de la búsqueda la razón del arte, como se percibe en la obra de Dostoievski y Proust.
El recorrido se completa con el trabajo “Crónicas del mundo contemporáneo”, donde la retina de la prosa, durante la estancia en la Rusia comunista, yuxtapone “trozos palpitantes de la vida real”. Quien explora los páramos grises de lo diario se identifica con la orfandad de su nadería, con ese tejido gastado que recubre el anonimato de la existencia. La representación social gana en realismo y lleva a un sueño de igualdad sin jerarquía. Una visión utópica que niega la disonancia y trastoca la verosimilitud de lo que cuenta.
Tras el epílogo, que recuerda aquella aspiración de “ser poeta hasta el punto de dejar de serlo”, Fernando Albán Rodas añade a su enfoque una selecta bibliografía y una pequeña compilación de poemas y textos en prosa para clausurar César Vallejo: el poeta, el cronista. Tras la lectura queda el reflejo de un itinerario canónico, contemporáneo de Vicente Huidobro, las vanguardias europeas y la generación del 27, que fraguó una registro estético singular e irrepetible, un legado único pleno de luz y subversión, "una manera de caminar por los trapecios”.
JOSÉ LUIS MORANTE
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.