Solo soy un hombre
Porfirio Mamani Macedo Edición bilingüe: francés y castellano Editorial L’Harmattan Colección Accent tonique Paris, 2023 |
CAMINAR DESCALZO
Antes de adentrarme en la escritura de Porfirio Mamani Macedo (Arequipa,
Perú, 1963) repaso el recorrido de su formación humanista porque conecta
directamente con el temblor del poema. Docente en ejercicio en la universidad
Panthéon-Sorbonne y en el instituto católico de París, terminó el Doctorado en
Letras en la Sorbona. Se ha graduado
también en Derecho en la Universidad Católica de Santa María, y completó estudios de Literatura en la
Universidad peruana de San Agustín (Arequipa). Como autor, cultiva la poesía y
el relato con colaboraciones en revistas europeas y de Estados Unidos, Canadá y
Latinoamérica. Tiene una larga experiencia universitaria en centros como la
Sorbonne Nouvelle-Paris III, y en la Universidad de Picadie Jules Verne.
Sólo soy un hombre impulsa en
su composición inicial ”Señor presidente, ¡Conga no va!” un decir crítico que
cuestiona la mentalidad materialista contemporánea y su ceguera política frente
a la conciencia ecológica. Tras el poema está la denuncia y una escritura
realista y de mínimo aderezo retórico que profundiza en el mensaje y hace del
protagonista verbal un testigo implicado. Lo que sucede alrededor, sea el
deterioro de la naturaleza, o las bruscas desigualdades sociales, que condenan
a los más desprotegidos, como los niños, necesita expresión y requiere que la
palabra sea una eficaz herramienta para alejar lo precario. La propuesta
poética de Porfirio Mamani Macedo se siente próxima al intimismo sentimental;
la emoción se convierte en centro del poema para moldear una elegía o una
canción de ausencia, para humanizar la palabra uniendo a la temporalidad del decir
lírico el periplo biográfico del sujeto y el cauce exploratorio del pensamiento
en su tarea de caminar descalzo.
El texto “Ser solo el hombre”, que da título a esta colección de poemas,
sirve a Porfirio Mamani Macedo como pórtico de interpretación de la propia
condición del ser. El fluir de la escritura resalta la fragilidad de nuestro
cuerpo y el empeño de amanecida auroral para
cobijar ilusiones y sueños entre las sombras de la noche: “Sólo soy un hombre /
amigo de las piedras que se mueven, / de los ríos que se van, / de las llanuras
que crecen sobre la tierra, / de los vientos y los mares, / de las plantas, los
animales y los hombres.” La condición de ser abre un tiempo que sostiene esperanza y memoria; voluntad para atravesar
la noche oscura y seguir caminando tras la amanecida.
La temática del fluir lírico en
esta indagación existencial contempla también los temas esenciales que
conforman las razones vitales. Se canta el amor, capaz de concretarse en una
identidad concreta y de trazar líneas infinitas en la estela del tiempo. Y está también el dolor que abre la piel y
hace de la muerte esa herida profunda que no se cierra. Los poemas atestiguan
la voluntad de las palabras frente al tiempo, pero también los hilos de
incertidumbre que hacen de la travesía en el devenir laberinto y sombras.
La esperanza se convierte en piedra angular de esta mirada interior del
hombre en el camino de la contingencia para que habite al sujeto una paz
interior que dure más allá del tiempo, más allá del dolor, y en la que
encuentren sitio recuerdos y sueños para superar el gélido vacío de la
ausencia.
El poemario aporta destellos de transcendencia. En la tenue encrucijada
de lo cotidiano, la fe sedimenta el discurrir ficcional. Es casa abierta que
muestra las huellas de un viaje interior y anima la inquietud de seguir, la
fuerza de quien busca un refugio en la fe: “Entonces volverán / la primavera y
la palabra, / el río y las flores de los campos; / se oirán cantar a los
pájaros / y volar las mariposas en los prados. / Serán las palabras y el
silencio / envueltos de ternuras y esperanzas”:
La dicción pensativa de Sólo soy
un hombre se expande como espacio germinal para mostrar las manos del poeta
convertidas en campo de siembra y sementera de las preocupaciones vitales. El
lenguaje pone luz en el epitelio de las cosas e intenta descubrir el misterio
de los días. El yo verbal busca una voz para alejar las sombras y confirmar con empeño sosegado y nítido que no tiene otro afán que buscarse a sí mismo
en la caligrafía del poema.
JOSÉ LUIS MORANTE
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