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23 de abril: Día del Libro |
ANTOINE DE SAINT EXUPÉRY: EL PRINCIPITO
A mis hijas,
que ocupan en las páginas de El Principito
el lugar exacto donde yo estuve.
Pasé mi infancia y adolescencia sin la rosa de los vientos de El Principito. Un asunto trágico que,
seguramente, sea causa directa de tanta patología y de mi incapacidad
manifiesta para distinguir sombreros y elefantes, onirismo y realidad porque es sabido que lo esencial es invisible a los ojos. No hubo curiosidad
intelectual ni elección clandestina. En las aulas juveniles del internado fue titulo
recomendado por el profesor de francés. También puso como ejercicio
complementario Antígona, por si
queríamos conocer cuanto antes el planeta contrahecho de la tragedia, ese lugar
donde no hay rosas ni girasoles porque es de noche. En
aquel asunto de ordeno y mando del bachillerato, yo me acurruqué en el líquido amniótico de
Antoine Saint Exupéy y desde hace décadas vio de alquiler en
sus capítulos y en sus ilustraciones.Y no
pienso salir al frescor desapacible de fuera. Alguien me ha susurrado que “los
adultos son gente muy extraña”
(De Cuentos diminutos)
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