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EN BOCA CERRADA
Como certeza escrita con la caligrafía de la infancia, desde niños, los
fantasmas saben que la vida está ahí, pero no existe. Es lluvia de sombras, colgando
del cielo; un destello diluido que se debe mirar con los ojos quebrados. Aun así,
nunca comparten confidencias en balde ni
comentarios especulativos, para no derramar las migas del disentimiento.
Vitalistas y etéreos, los fantasmas rezuman trayectos sosegados y desmontan silencios. Una y otra vez tienen aspiraciones simples: sembrar de noche miedos ocasionales en los surcos del sueño, y compartir de día una baraja de temores entre practicantes habilidosos, empeñados en aplastar caracoles y hormigas por mirar detrás.
Vitalistas y etéreos, los fantasmas rezuman trayectos sosegados y desmontan silencios. Una y otra vez tienen aspiraciones simples: sembrar de noche miedos ocasionales en los surcos del sueño, y compartir de día una baraja de temores entre practicantes habilidosos, empeñados en aplastar caracoles y hormigas por mirar detrás.
(De Cuentos diminutos)
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