miércoles, 8 de mayo de 2024

FRANCISCO FLORES PAREDES. UN TIRO AL PIE

Un tiro al pie
Francisco Flores Paredes
Edición de José Luis Trullo
Apeadero de Aforistas
Sevilla, 2024

 

OLOR A PÓLVORA

 
 
   Poco a poco emergen nuevas presencias en torno al aforismo, género que sigue mostrando una prolífica ambición expandida. Francisco Flores Paredes (Torremejía, Badajoz, 1961) cursó la licenciatura en el área de ciencias de la salud y ejerce como médico, labor que compagina con el quehacer literario. El despertar creador tiene su aurora en la novela A las ocho me visten de hombre, publicada por Círculo Rojo en 2016, apertura ficcional con continuidad en las narraciones breves de Relatos de una pandemia  (2020) y en su primera inmersión en el laconismo verbal Aforismos, anaforismos y otros artefactos, que también llega a imprenta en 2020.
   La concisión expresiva vuelve al taller de trabajo en la entrega Un tiro al pie, una propuesta editorial de José Luis Trullo, incorporada al poblado catálogo de Apeadero de Aforistas. El autor elige como gratificante compañía a dos consolidados nombres del presente conciso: Elías Moro y Miguel Ángel Arcas, dos autores que añaden al intimismo confidente de la brevedad la frescura y transparencia de la ironía, el humor y ese punto de recelo crítico que requiere la orfandad social.
   Con el paso ligero de la idea despojada, Francisco Flores Paredes busca perfilar destellos verbales siempre sentados a la diestra del sentido común; son atinadas reflexiones que se enroscan sobre sí mismas: “Todo niño contrariado se convierte en adulto por un momento”, “El silencio también puede llegar a ser erudición”, “La fe es una larga ruta que camina hacia la duda”, “Más humano que errar es fracasar”. Extraigo ejemplos en los que se hace patente el matiz filosófico, esa carta de navegación del yo pensante cuando busca dentro las persistentes interrogaciones del discurrir.
   Los buenos libros de aforismos conceden a la textura argumental enfoque abierto. El yo reflexivo se pone frente a la ventana en muchos textos, como si necesitase percibir las asimetrías del entorno. El pensamiento se desboca y amplía su radio de acción. El conjunto mezcla texturas con voluntad propia y ánimo de perderse en laberintos inexplorados. Las redes argumentales sondean lo metaliterario, ese estrato en el que la escritura indaga su naturaleza: “Del aforismo al haiku solo hay un continente de distancia”, “Hay escritores muy cultos que saben leer y escribir”, “Toda idea se asienta en el vacío previo que otra dejó”, “A muchos aforismos, ya en el último borrador del libro, les asalta el miedo escénico”, “Todo poema se sitúa en un punto equidistante entre el cielo y el olvido”, “La inspiración es la energía potencial del arte. El trabajo y la constancia, su energía cinética”. Y especial acierto tiene esta incorporación a la desaforada estela nominal del género: “Ahorismo: aforismo actual y exacto en tiempo y forma.”
   Otros breves son líneas de pensamiento con un claro carácter enunciativo. En sus contenidos reverberan los reflejos de la contemplación: “El color gris no es tan triste. Representa la oscuridad con vocación de luz”; la sombra fértil de la meditación ética: “La verdad es una preciada joya con tantas réplicas como almas cobija la tierra”, o esas puntadas de ironía que convierten la solemnidad en suelo raso: “La maldad está plagada de inconformistas”, “Las cuchilladas amorosas son una prueba de supervivencia extrema. Ni te imaginas lo que el alma puede aguantar sangrando”, “El prepotente es un blanco fácil”, “El futuro se compone de muchos presentes inexactos” o este consejo de botiquín de primeros auxilios: “Si cargas toda tu ira contra la vida corres el riesgo de pegarte un tiro al pie”
    Hablaba, al iniciar esta reseña, que a las compilaciones de aforismos les sienta bien el traje de la cordura, ese empeño del pensamiento para que las palabras respiren en armonía al romper silencios ensimismados. Para que quede cerca el ápice de sabiduría de algunas certezas. El sujeto verbal que deambula por los textos mínimos de Un tiro al pie  practica la empatía. Deja en sus palabras esa carga de aprendizaje que nos lega lo efímero, los recorridos de la vida al paso en una geografía contingente y con contornos poco definidos. Muy atinados estos monólogos comunicativos de una soledad que busca en la atardecida algo de luz en los paisajes del pensamiento.
 

 

JOSÉ LUIS MORANTE 




 

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