Dentadura con caries Fotografía publicitaria de internet |
LAS TECLAS DEL SARCASMO
Nos hacemos más solitarios a medida
que conocemos bien a la gente.
ARTHUR SCHOPENHAUER
Convivo con un entorno amable –soy un tipo afortunado- en el que disuena de forma estrepitosa el sarcasmo. Y por eso he tardado en descubrir la razón de mi tolerancia o la quieta paciencia que me lleva a dejar sin respuesta una actitud que no soporto.
Sé cuántas razones llevan al sarcasmo: la inseguridad de quien carece de certezas y piensa que todo es relativo; la soledad, la insatisfacción personal, el fracaso afectivo, el resentimiento de quien hace culpables a los que se sientan al otro lado del yo, o los efectos secundarios de la ignorancia, la mezquindad, o la envidia… Sé también que no existe ninguna razón para soportarlo.
Pero el cansancio aflora y uno encuentra el sarcasmo, vomitivo y vulgar como un pelo en la sopa. Es el pasajero incontinente que puebla los asientos del día, cuando invitamos al viaje y se abonan todos los peajes.
El sarcasmo está en la mirada rugosa que descubre en un mural de años de trabajo la
cagada de una mosca; felicita con toses; besa con salivillas y extiende una mano sudosa si saluda. Me tortura el sarcasmo y solo aspiro a encontrar en un instante la coartada maravillosa que cambie el sarcasmo por un definitivo epitafio de bien morir.
(Notas del diario)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.