miércoles, 4 de septiembre de 2024

RAMÓN EDER. LAS ESTRELLAS SON LOS AFORISMOS DEL CIELO

Las estrellas son los aforismos del cielo
Ramón Eder
Editorial Renacimiento
Colección Los Cuatro Vientos
Sevilla, 2024 

 

HUMOR ILESO

 
         
   El diálogo de Ramón Eder (Lumbier, Navarra, 1952) con el laconismo constituye una colmada tradición que abarca varias décadas. Conforma un reconocido trayecto personal que ha convertido al navarro en uno de los nombres más celebrados del género, con un corpus general que va creciendo con sorprendente regularidad y con una envidiable coherencia estética. Hablar en el presente de aforismos es hablar de Ramón Eder. El propio autor no duda en analizar con mínimos acercamientos reflexivos las características de su voz; los propósitos de su singularidad expresiva en un intervalo histórico en el que la brevedad está protagonizando un brillante despegue, si nos atenemos a la aparición de ensayos y antologías, o al número de publicaciones de autores dedicados al decir breve.
  El texto de entrada  “El aforismo irónico”, que sirve de preámbulo, nos deja esta precisa definición por su transparencia expresiva: “El aforismo irónico es un pensamiento de una especie de filósofo con sentido del humor que está escrito con la sensibilidad de un poeta que escribe textos breves por cortesía de sus lectores”. Sin duda, el texto no requiere ningún matiz digresivo complementario, pero se me permitirá que alerte sobre dos o tres hendiduras del párrafo que considero esenciales. Eder recalca que el hecho creador del aforismo nace desde el entendimiento, busca el suelo de la certidumbre y explora con realismo pragmático algunas respuestas que ubiquen la realidad en planos diferentes para que trasciendan la mera representación. Tampoco olvida el anhelo poético, la solvencia estilística de la frase telegráfica que huye de cualquier lugar común y persigue la elegancia y la variedad de manifestaciones lingüísticas. Queda esa mirada a la condición humana desde la ironía y el humor, que hace del relato una delicada forma de la cortesía, un alejamiento de la solemnidad, un ejercicio de convencimiento y crítica exento de cualquier dogmatismo. Toda verdad por más que recalquemos el trazo acaba desdibujándose.
  Con esos signos diferenciales llegan los textos de Las estrellas son los aforismos del cielo, retazos que dibujan una sensibilidad abierta y prolongan la vasta llanura expresiva que Ramón Eder ha ido expandiendo con voluntad inquebrantable. Los libros de aforismos son fragmentarios; se expanden con esa tensión polarizada que se mueve entre lo fugaz y lo permanente, sin monopolios temáticos. La estrategia expresiva desplaza pasos en un trayecto plural cuyo recorrido, dividido en tramos por los dibujos geométricos de Ramón Eder, deja abundantes rincones temáticos, encuentros y extravíos con la existencia. La cosecha minimalista siembra sugerencias desde el asiento preferente de un observador en continua vigilia. Se habla de libros y de autores, de estados de ánimo, de esas incertidumbres que deambulan casi inadvertidas por el interior y albergan la morosa caligrafía de la ética; en definitiva de los recovecos que forja la rutina en la existencia cotidiana y los relieves de la realidad que el discurrir moldea. Al cabo “La imaginación no sirve para nada sino para darle a la realidad una lógica”. Con serenidad remansada, la reflexión comparte su voz. Fortalece una sabiduría que nunca desdeña el aporte inteligente de la experiencia y defiende una manera de pensar que, de cuando en cuando, despierta al espíritu crítico o vuelve los ojos al pasado para embellecer su heterogéneo legado de recuerdos y sombras. La escritura corrige la realidad, desde el sedentarismo reordena lo vivido y descubre un sentido nuevo. Frente a los que buscan en lo autobiográfico el venero semántico principal, Eder mira con frecuencia a la sociología y nunca desdeña buscar claves explicativas en la política, la convivencia cívica o la actualidad digital. De este modo el laconismo abraza las paradojas de lo cotidiano, o se acerca desde el pensamiento intuitivo a examinar contradicciones y asombros.
   Como gran lector, que sabe que lo importante no es leer sino releer, el escritor navarro recaba citas y preferencias lectoras, reconoce empatía por los maestros del humor o convierte a la escritura aforística en una exploración del propio taller literario: “Los que dicen dogmáticamente que dos más dos son tres y diez años más tarde dicen dogmáticamente que dos más dos son cinco no tienen un problema de inteligencia o de cultura sino de carácter.”
 En el cajón de sastre de un libro de aforismos el fondo y la forma son inseparables, pero hay aforismos que, al decir lo esencial, acentúan su carácter poético como el que da título al libro: “Los aforismos son las estrellas del cielo”. No me resisto a dejar cerca otro aforismo de impacto: “Las palabras son la música de las ideas”., o este esqueje verbal que tan bien dibuja la propia identidad: “Nuestros defectos nos hacen únicos”, o, por último, este otro que nos deja en la boca un sabor agridulce y crepuscular: “Hay amigos a los que solo nos une un imperdible”.
   En Las estrellas son los aforismos del cielo Ramón Eder sabe que “Los buenos aforismos son pórticos que nos llevan a la inminencia de una revelación que parece muy importante y ahí nos dejan, que no es poco”. Sabe también que la ironía y el humor no necesitan análisis teóricos porque sus límites exactos son los límites de la inteligencia, ese espacio mental que busca siempre más allá de lo previsible. Las cosas nunca son lo que parecen; los aforismos de Ramón Eder sí: son puntos de orientación que dialogan con la existencia, lacónicas fotografías de un paraíso de tinta.

JOSÉ LUIS MORANTE





 
 

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