domingo, 24 de noviembre de 2024

AFECTOS

Estorninos
Fotografía
de
El Confidencial

 
AFECTOS
 
Son el simurg,
aquella criatura voladora
que, entre mitologías,
encarnaba la unión de cielo y tierra.
 
De su misterio aprenden los afectos
cuando respiran juntos
en cualquier dirección.
Van y vienen.
Se refugian.
               Descansan.
cierran los ojos,
                    callan,
                             se hacen ausencia y mueren.
 
Nunca sabes,
cuando te dan la mano,
si miran hacia atrás o hacia delante.
Tampoco tiene sombra su razón
cuando se aleja con pasos trasnochados.
 
No intentes comprender.
Solo camina y sigue.

            

viernes, 22 de noviembre de 2024

HÁBITOS DE SENECTUD

Palabras en vuelo
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

MEDIANOCHE

Mi cuerpo envejecía indiferente
y adquirió el hábito de la senectud.
Sentaba su cansancio ante la cristalera,
ajeno al paso asiduo de lo cotidiano.
A veces sonreía y aquel gesto
remitía de pronto a un tiempo de cerezas.
Liberaba fructífera nostalgia.
Una atenta pupila 
espiaba feliz el vuelo rezagado,
el rebrote puntual de los arbustos.
Ahora la casa huele
a fósforo sin lumbre
y gotea el reloj lentitud y pereza.
Los objetos domésticos
resaltan su desgaste,
como si presintieran
que en aquella mirada no hay retorno.
Al sol de medianoche
hilvano estas palabras mientras duermo.

         (De la antología Ahora que es tarde)


jueves, 21 de noviembre de 2024

HILOS SUELTOS

Olor a cerrado
Fotografía
de
Internet

AFORISMOS  del  MURO


Si miras con atención el lugar que ocupas, donde estás no hay nadie.

En el apagado discurrir del tiempo, adanes primigenios que aguardan todavía una manzana.

En la madeja de la gratitud se apelmazan los hilos sueltos.

En la poesía bucólica, espontánea colaboración de una coral ecológica: piedras, juncos, pájaros y nubes…

Carne tranquila. Senectud.

En las conversaciones con desconocidos los intermediarios más eficaces son la elusión y el silencio.

 La autonomía imaginativa del sueño requiere folios blancos por su inclinación a lo imposible.

El subconsciente poético confía en el potencial de los precursores. 

Punto de fuga. Nostalgia de un lugar que no existe.

Minucia interna; no encuentro en mi interior nadie en quien confiar.


 


miércoles, 20 de noviembre de 2024

LUIS MIGUEL RABANAL. POSTRIMERÍAS

Postrimerías
Luis Miguel Rabanal
Prólogo de Sergio Fernández Martínez
Epílogos de Rafael Saravia
y
Alberto R. Torices
Eolas Ediciones
Serie Azul de Metileno
León, 2024

 

UMBRAL


  El friso creador de Luis Miguel Rabanal (Riello, León, 1957) aglutina recorridos como la novela, el relato y la poesía. Un trayecto de notable fertilidad que conforma la plena dedicación al quehacer escritural, sobre todo cimentado en su obra poética. La mirada lírica ha sumado entregas agrupadas en el volumen Este cuento se ha acabado. Poesía reunida 2014-1977, editado por la editorial sevillana Renacimiento, en 2015. Aquella compilación no cerraba el taller; posteriormente, han ido apareciendo tres nuevas entregas, Los poemas de Horacio E. Cluck (2017), Matar el tiempo (2018) y Que llueva siempre (2020), ahora secuenciadas en Postrimerías, obra enriquecida con una introducción de Sergio Fernández Martínez y los epílogos de Rafael Saravia y Alberto R. Torices.
   El poeta revisa la cronología de sus poemas y enuncia un discurso, fragmentado en el tiempo, en el que la mirada sombría del presente enfila el paso hacia lo existencial, como si el umbral de una etapa crepuscular convocara, en los momentos postreros del discurso poético, pensamiento y filosofía. A la hora de percibir lo cotidiano se impone una poética del desconsuelo, un nítido pesimismo que arropa los días con el epitelio del dolor. El prólogo de Sergio Fernández Martínez recuerda las sombrías coordenadas del escritor: ”Es un libro atravesado por un profundo pesimismo existencial, un pesimismo que se integra dentro del orden poético y que condiciona los sentidos de los libros. En realidad, esta es una constante en la poética de Rabanal, donde el malestar, el cansancio, la rendición y la inmovilidad se erigen como constituyentes del sujeto.”
  Los poemas evocativos de Que llueva siempre dan rumbo al viaje con citas de MJ. Romero y Javier Esteban. Los dos textos se ajustan al pensamiento umbrío de la finitud; las sombras calladas de la intemperie guardan los despojos de la vida alegre. El yo poético se dispone a completar un recorrido en dirección contraria al mediodía, desde el ser a la nada. Intuye que hay que cumplir ese encuentro pactado, a solas con la muerte, y va dejando sus huellas más firmes en los repliegues peraltados del yo interior, hasta componer una autobiografía ficcional.
  De cuando en cuando, el imaginario asume la ironía como recurso distanciador, capaz de  abordar temas nocturnales y trastocar la comprensión interpretativa. Los sueños traen al primer plano personajes oníricos que comparten los pasos perdidos de la memoria erótica.  A su albedrío, conforman un contrapeso del patetismo y la melancolía como si,  junto al yo biográfico, existiera un yo aparente y distinto. El pasado cobra un espacio central, donde el tiempo de niñez evoca que, en ese imprevisible relato de lejanías, todavía no estaban encendidas las luces de la soledad y no se había emborronado la inocencia: “Éramos pequeños y se nos mostraba / la envoltura, la azul apariencia de las cosas. / Ningún misterio más  / que el de no haberlo comprendido”.
  En el recorrido de Que llueva siempre conviven las fluctuaciones argumentales, aunque entre los detonantes poéticos no existan itinerarios antagónicos. Juntos conviven los recuerdos, los días de infancia, la invitación al deseo y las despedidas. Los textos muestran las inclinaciones subjetivas de un pensamiento en vela en el que se agolpan las cicatrices más profundas, esos campos de análisis que requieren contemplar en silencio el horizonte desenfocado.
   Luis Miguel Rabanal ubica el libro Los poemas de Horacio E. Cluck en el espacio central de Postrimerías. La entrega recupera un viejo personaje narrativo del poeta y alumbra un pensamiento especulativo sobre la escritura: “La poesía te rodea las manos, es la amiga que sangra”. Entre las palabras se desvanecen las brumas de lo etéreo; la experiencia vital muestra su fragilidad y añoranza, exige un trazado de sensaciones, que delimite el paso del tiempo. En el prólogo del libro exento, que se publicara en 2017, Andrés González escribió una síntesis del volumen muy afortunada. El trabajo poético es “una cronología de la infamia y de la mística del amor”.
   El apartado “Desnudos” aloja en sus poemas el formato de la prosa poética, de este modo se acentúa la reflexión sobre lo transitorio y ocasional de las palabras, su luminosidad cerrada y tan llena de brumas para comprender la realidad. Se abre la intrahistoria de un sujeto verbal con los inacabables conflictos del deseo, la soledad y el transitar por los grumos de lo cotidiano. Secuelas de vida que esconden el desamparo y la incertidumbre.
   Editado en la editorial Trea en 2018, Matar el tiempo comienza con una composición que hace del tú apelativo un interlocutor de las indagaciones reflexivas del hablante lírico. Se hacen fuerte las incógnitas del tiempo, esas quebraduras hechas de memoria, alquitrán y bruma, en las que se liberan las palabras pero no su sentido, como si el verdadero cauce argumental fuera un territorio de frontera entre la realidad y la imaginación. Todo parece abocar en un entorno de sueños, que se recorre al frío de la noche y nunca pierde el olor a cerrado.
   Desde el dolor y la impotencia de la enfermedad, desde la quietud insomne de quien hace de la medicación un intervalo para no apagar el deseo o la ternura, las palabras emergen para dar cuenta de la desolación y el espanto, en el vivo desorden del silencio. 
   La epístola afectiva final de Rafael Saravia alude a la existencia como fracaso permanente. Vivir nos coloca al borde. Casi pronuncia el adiós en las postrimerías, cuando advierte que la angustia es una presencia fuerte que pide silencio a la esperanza “con la verdad ingrata del poema sublimado”. Por su parte, Alberto R. Torices establece el espacio poético como un territorio ficcional, una geografía telúrica que recorren “vientos de simbolismo y abstracción", la memoria y fantasía de un hombre en el laberinto de su identidad sentimental.

JOSÉ LUIS MORANTE



 

martes, 19 de noviembre de 2024

DESPOJOS DE LA MEMORIA

Intemperie
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia



 DESPOJOS DE LA MEMORIA

Cada vez  más, mi memoria se parece a un gran aparcamiento vacío.

La madurez contagia el síndrome de la resignación.

Sombrías y esquinadas en un rincón, con el tacto frío de la escarcha, las decepciones.

Todos los sueños se desvanecen; conforman bellezas y verdades en estado etéreo.

La prudencia resignada y penosa de quien no puede argumentar cuando le llevan la contraria.

Quise mostrar en el reencuentro daños y heridas, pero percibí de inmediato que ya era otro.

"Los recuerdos antiguos duelen, abren grietas por las que duerme dentro la intemperie. No quiero que sean palabras del ahora. Quiero que se alejen para siempre, por favor. Tomó nota en silencio y desde ese momento los convirtió en el tema predilecto de su conversación" 

(Elogio de la tristeza)



lunes, 18 de noviembre de 2024

EL OLOR DEL BOSQUE

Armonía
(California, 2024)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana


EL OLOR DEL BOSQUE

   En el bosque del sueño, un rumor de presencias fugaces. No estoy solo. Están conmigo. Descubro a diario una camaradería secreta, una armonía sensorial entre la realidad y todas mis geografías imaginarias. No te equivoques: la razón oposita cada día a magma informe. El misterio está ahí, en la hondura, bajo la calma superficie de un lago dormido.

(Pensamientos)



domingo, 17 de noviembre de 2024

ANA MARÍA BUSTAMANTE. POEMAS


Ana María Bustamante (Medellín)

   Escritora y fotógrafa nacida en Medellín, Colombia. Es socióloga y magíster en sociología; con su tesis El dolor en la poesía escrita por jóvenes de Medellín obtuvo la distinción Cum Laude por la Universidad de Antioquia. Estudió Historia del Arte en Florencia, Italia. Fue ganadora del Premio Latinoamericano de Poesía Ciro Mendía con su libro Nieve, (Valparaíso Ediciones, 2022); del Premio Nacional de Poesía Tomás Vargas Osorio con su libro Antes de ser silencio (Sílaba Editores, 2019) y del IX Concurso Nacional de Poesía Héctor Trejos Reyes. Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, italiano y árabe, y aparecen en antologías y medios físicos y virtuales de países como México, Argentina, España, Italia, Emiratos Árabes Unidos, Chile, entre otros. Actualmente es profesora e investigadora de tiempo completo y editora de la Revista Telúrica.

De Antes de ser silencio (Sílaba Ediciones, 2019)

 I

 Soy el silencio que sobrevive

tan lejos,

donde la boca del mundo desaparece

y queda solo una sombra,

 un fluir inmenso de agua

donde la soledad se yergue.

En la ceguera de mi nombre

emprendo el viaje.

 

II

Vengo al encuentro con lo antiguo,

al hondo renacer de esta ceniza.

A poblar el silencio,

el cansancio,

torpemente,

con mis huesos fundidos.


A nacer, viajera

en el indefinible milagro del alba.

 

A eso he venido.


La despedida

 

El mundo nos abandonó

                        verdaderamente

en la lluvia

 

en el agua se dijeron adiós

los cuerpos

que amaron tanto la herida

hasta secar su ardor

 

se dijeron adiós las manos

que palparon tantas veces la rasgadura

hasta entender su paisaje

 

todo lo nuestro se despidió en el agua

quedamos con el temblor apenas

con el frío desdibujando las raíces

con el miedo de nuestros ojos mojados

en el diluvio que fue una hoguera.

           (De Antes de ser silencio (Sílaba Ediciones, 2019)

 

De Nieve (Valparaíso Ediciones, 2022)

 Ser mujer

 Ser mujer es estar adentro

de la piel
y decirlo todo
con lágrimas y sangre
que es el lenguaje más sencillo

 

es ser llama al viento
que el viento apaga
y reverdece
con las primeras sombras

 

es sentir en las puertas

del corazón
el llanto
y no poder

hablar las lágrimas


es no saber decir
porque lo indecible
vale más que el tiempo
y porque hay dolores
invisibles a los hombres

 

ser mujer es sentirse una
y sentirse también

cada una de ellas

 

es pensar que algún día
las mujeres tendrán alas
y se irán volando


 Me niego


A Susana Thenon

 

Me niego a ser definida por geometrías absurdas

a ser destruida por un reloj
que no reconoce mi hambre

 

No quiero ser

este pedazo de mundo

y arrastrar mi cuerpo

colina arriba

pidiendo un poco de cielo

 

o ser nombrada por dioses

que no me pertenecen.


Me niego a febrero

y a junio

y a todos los meses.

 

Quiero no tener molde

no tener forma

 

no tener nombre
             

   -para que nadie me llame

ni nadie me busque-

 

y ser todas mis formas

y todos mis  nombres.


Ausencia

 

No hay idioma más sincero

que el frío

su ardor acaricia los huesos

como a la vida:

 

eso es lo que llamo ausencia

 

una voz temblando en la carne

un murmullo

un recuerdo estrechándose

a lo que duele

 

como el mundo se estrecha

cada noche

al silencio.

 

     ( De Nieve (Valparaíso Ediciones, 2022)


 

 

sábado, 16 de noviembre de 2024

PEDRO LÓPEZ LARA. EXPIACIÓN

Expiación
Pedro López Lara
Huerga y Fierro Editores
Colección  Graffiti
Madrid, 2024

CULPAS

  
   La amanecida poética de Pedro López Lara (Madrid, 1963), Licenciado en Filología Hispánica, queda lejos de cualquier apresuramiento juvenil. Se fecha en 2020, cuando su libro Destiempo es reconocido con el Premio Rafael Morales, convocado por el Ayuntamiento toledano de Talavera de la Reina, para conmemorar la memoria del inolvidable autor de Poemas del Toro, libro con el que se inauguraba la colección Adonais, sin duda el sello más emblemático de nuestra historia poética. Comenzaba a  ser celebrado un manantial poético, muchos años inédito, que sigue manteniendo un cauce fuerte, como ratifican las entregas Meandros (2021), Dársenas (20222), Escombros (2022), Filacterias (2023), Iconos (2023), Singladura (2023), Muestrario (2023), Incisiones (2024), Cancionero (2024) y Expiación (2024). Son rutas expresivas que comparten en sus títulos la querencia natural del sustantivo explícito, como si esa palabra guareciera el lugar sensitivo, el eje orbital que debe organizar la senda básica del poema.
   El movimiento de la pulsión poética está ligado al trayecto vital, ese cúmulo de pasos que buscan la claridad del mediodía y el ocaso cansado del atardecer y más tarde la línea difusa del vacío; por tanto el tiempo, en su semántica general, constituye la razón del libro. Las palabras rastrean nuestra condición transitoria, sondean el sentido existencial del ser, meditan sobre la superficie del discurrir, remansado en la superficie transparente de los días. La poesía es voz convulsionada por los guijarros del pensamiento. La incertidumbre del yo toma conciencia, sabe, como en la hermosa cita de Fernando Pessoa que  el polvo y la ceniza están cerca: “No soy nada. / Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada. /  Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo”. 
   El poeta une en Expiación el recorrido por cuatro secciones, muy bien definidas por el propio autor en la solapilla interior de cierre: La primera sección del libro “Sentina” hace de la introspección una enumeración de la infamia; explora ese entorno de desolación que acumula escombros, inmundicias y malos olores. La experiencia vital desazona. Descubre que la verdad está lejos del ideal, que la mentira coloniza campos enteros de la vida social y afecta a los trazos del propio sujeto que habita nuestros espejos. Las convicciones no pasan de ser una heterogénea amalgama de remiendos y la fiel compañía de los afectos, con frecuencia, se ve contaminada por la traición o la silueta entre la sombra de los que nos vendieron. La nada parece ser el destino final y sus efectos secundarios dañan la claridad de la memoria del sujeto poético. El ser hace un ominoso balance del transitar por el tiempo que justifica la decepción y la necesidad de decir “No”.
   El enunciado “Introspección” descarga en el sujeto la capacidad de ser testigo y buscar resolver por sí mismo los interrogantes existenciales con la única herramienta que tiene a su alcance: el lenguaje. El patrimonio del decir es la primera forma de objetivar el conocimiento del ser y del mundo. Como producto cultural, la actividad lingüística moldea la fisionomía del cosmos y la propia identidad. Pero nuestras capacidades cognitivas son limitadas y nuestro entendimiento insuficiente. El poeta, con una humilde poética muestra su empeño en poner luz a la incertidumbre:“Unas pocas palabras / colocadas en orden, / a manera de escolios que anotasen la vida. / Un conjuro pequeño, / ubicado en un margen, / de alcance limitado y voluntad sedante “. Quien escribe empuja su vocación descubridora para explorar la naturaleza del sujeto poético, las condiciones del poema, aun sabiendo que las variantes del texto original son infinitas.
  El tercer apartado “Exterminio” hace del precipicio un andén de llegada. La noche se repliega y expande una incontinente letanía de sombras. La voluntad de las palabras es estéril. No arraigan sus significados porque el transitar del tiempo transforma la voz en un estigma exhaustivo. Se percibe en el breve apartado un claro pesimismo, como si la presencia del sujeto verbal fuese zarandeada a cada instante por las convulsiones del desasosiego, o se viese sometida a una liquidación por derribo. Solo queda dar el último paso hacia el abismo y al imprevisible final de trayecto.
  La extensa oración de cierre “Kirie  toma su nombre de una plegaria de la liturgia cristiana. El sustantivo es una voz griega y su versión al castellano sería “Oh, Señor”; de este modo el aserto “Kirie Eleison” denominaría una frase implorativa que insta a la compasión” “Oh, Señor, ten piedad”. Con el formato de una letanía,  el poeta compone un largo monólogo sobre personajes, actitudes y secuencias de un corrosivo valle de lágrimas. La escenografía de la infamia necesita expiación y penitencia para tantos desahuciados de la felicidad. Vivir es una floración de frustraciones, un cúmulo de estaciones de paso que esperan el traquear de ese tren que no lleva a ninguna parte, salvo a los trampantojos de la esperanza, esas oquedades ilusorias de lo temporal.
  En Expiación convergen la sombra y el aullido, la  áspera sensación de que no hay regreso y además es tarde para la esperanza porque la existencia no es sino un caminar marcado por la ausencia, por esa nube cenicienta que explora un cielo turbio. 
 
JOSÉ LUIS MORANTE 


 
 
 
  

viernes, 15 de noviembre de 2024

LA EDAD DE LAS MENTIRAS

laberinto
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

INDAGACIONES



Hay interiores sórdidos, dispuestos a excretar basura a cada instante.

Hicieron del presente pulpa oscura, un relato del odio.

Le gustaba vivir en descampados de certezas, esos sitios poblados de hosquedad que prenden hogueras para consumir cualquier signo de vida.

La mala conciencia de los inquisidores es feliz en la escarcha; la convierte en ruta principal.

Miran a distancia, saben que la ternura es lugar intangible. 

(Anotaciones sin luz)


miércoles, 13 de noviembre de 2024

SONORÁMICA. PAISAJE SONORO VENEZOLANO

SONORÁMICA

(Paisaje sonoro venezolano en 11 poemas)
Coordina el disco-libro Tibisay Guerra
Ilustraciones: Starsky Brines
Producción Editorial: Alberto Sáez, Rodnei Casares
Entidades colaboradoras: @autoresVzlanos Promusik
Caracas, Venezuela, 2019


MÁS ALLÁ DEL POEMA

  
   En los días tibios del otoño de 2024 recorrió el callejero de Madrid la venezolana Tibisay Guerra, un perfil cultural bien definido por cartas de presentación como el proyecto Autores vzlanos o el Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas. El apresurado recorrido por la capital no concluyó del todo porque dejó en la librería el disco-libro SONORÁMICA, bello producto híbrido, cuya edición representa una oportunidad única para disfrutar del abrazo plural entre poesía, música y creación visual.
   La coordinadora de esta iniciativa dedica la hermosa caja a la memoria de su progenitor, el músico, instrumentista y compositor Carlos Guerra y a los integrantes de la orquesta que dirigió, en el intervalo temporal de los años sesenta en Venezuela.
  Con el respaldo de @autoresVzlanos y Promusik, y la colaboración esencial del artista Starsky Brines, se completaba en 2019 un  cálido paisaje sonoro, integrado por  once poemas. La idea tuvo su primera amanecida en 2014. Tibisay Guerra pretendía celebrar una memoria compartida, un legado cultural colectivo, hecho de imágenes, poemas y música. Crear el espacio de contemplación de “un imaginario que se deslinda en todas las posibilidades de expresión, pero dentro de un único contexto: lo que somos”.
  El largo recorrido de la poesía venezolana en el discurrir temporal ha ido sembrando las estanterías de voces esenciales. Esos magisterios y presencias del canon han permitido una pautada selección que integra frutos líricos de Andrés Eloy Blanco, Yolanda Pantin, Hesnor Rivera, María Calcaño, Eugenio Montejo, Rafael Cadenas, Santiago Acosta, Cristina Gutiérrez Leal, José Antonio Ramos Sucre y Alejandro Castro, a los que suma el poema epílogo "Canto de amasar", de Tibisay Guerra.
  Precede a cada texto un breve liminar firmado por un comentarista, que justifica la inclusión, explica la procedencia del poema o recalca su fuerza expresiva.
  La variedad rítmica, los paisajes sonoros y la riqueza de voces y cantos corren a cargo de 23 músicos que se decantan por la diversidad melódica y un completo friso de vocalistas. Salen al aire para mudar el poema en canción, para que las sensaciones se multipliquen más allá de las palabras.
  Piedras angulares de este trabajo son las ilustraciones de Starsky Brines (Caracas, Venezuela, 1977). La mirada estética del artista nace desde la observación del entorno y los estratos profundos de una realidad histórica que conjuga lo primario y lo lúdico; que busca conformar una geografía de extrañeza, ajena a cualquier realismo mimético.
  Los enriquecedores sustratos de poesía, música y expresión artística sedimentan un suelo firme, el compromiso de transmitir una profunda reflexión sobre la esencia del ser humano. El disco-libro pone voz clara a los sentimientos para que se defina en ellos la identidad del yo. Sin la dicción de lo emotivo, el sujeto se deshabita, vive a solas confinado en la gélida caverna temporal de la decepción y el desencanto. Arte, música y poesía levantan en SONORÁMICA un refugio abierto para la vigilia del pensamiento, un ancho espacio de visión que suma señales y símbolos para alumbrar la retina del día, la dormida belleza que conmueve.
 

JOSÉ LUIS MORANTE




  

martes, 12 de noviembre de 2024

EREMITAS DIGITALES

Vivir en el papel
Archivo de Internet 

EREMITAS DIGITALES

 
   Acostumbrados al paso lento de la edición tradicional que llevaba el manuscrito hasta la imprenta, el blog sorprende por su disposición e inmediatez para acoger cada uno de los escritos seleccionados, sean estos asuntos personales o impresiones lectoras. Las entradas se suceden con apremio y  la escritura no conoce descanso; nada queda del latido acompasado que, con morosidad, analizaba las pautas de un momento histórico o los estados de ánimo de una identidad concreta. Hay que aceptar un axioma de partida: lo que se publica no se somete al mutismo de la distancia para que acreciente sabores y cualidades. El blog exige una caligrafía de la urgencia que no se extravíe en digresiones; marca un itinerario sin rotondas con la promesa de una receptividad colectiva, tangible y medida con exactitud por el contador de visitas, que además nos deja una cartografía diferenciada de lectores habituales y esporádicos.
   Como en cualquier manifestación escrita, la función última del blog es caminar juntos sobre la geografía del lenguaje, superar ese nuevo formato de aquella vieja torre de marfil, de aquel exilio en lo individual, meditando la quiebra de ilusiones vitales y el aplazado viaje a tantos paraísos perdidos. La pantalla encendida del ordenador nos convierte ahora en tercos eremitas digitales.
 

                                                     JOSÉ LUIS MORANTE



 

 

                                                        

lunes, 11 de noviembre de 2024

VENTANAS DEL AFORISMO



 

  

A SORBOS

 JOSÉ LUIS MORANTE

                                                                                              Todo es siempre menos

 JRJ

 Extremó la prudencia verbal; no aventura palabras si no es en presencia de su diccionario.

 ***

Afrontar sin amargura, sin gestos de abandono,  que lo que pensamos oculta lo que somos.

 ***

Su cerebro contiene dos ideas; son tan opuestas que entre ellas cabe un sistema filosófico.

 ***

Al florecer el día  rompe la quietud del reloj un aforismo. Sorbos cortos.

***

Basta mirar la penumbra de alrededor para saber que no estoy.

***

El puño cerrado de quien corta rosas.

***

Una pobreza de hospitalidad irrefutable, capaz de ofrecer su vieja cama de faquir.

***

El silencio y su fuerza de convicción. Sabe quién responde cuando nadie llama.

***

El prudente convierte en coma cualquier punto final.

(Mínima Antología)



domingo, 10 de noviembre de 2024

HÁBITOS

Clausura
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

 

HÁBITOS

 
   Atribuyó la extraña familiaridad con los recodos del inmueble a los muchos años de práctica, al hábito crecido entre su identidad. Fue desvalijando consolas, cajones y la caja fuerte del salón principal. Consiguió un botin considerable y un estar cansado que lo depositó en el sofá. Solo entonces cayó en la cuenta de que había saqueado su propio hogar.
   Su vanidad consideró innecesario reconocer el error. Lo definió como un simple ejercicio práctico. En cambio, evaluó con recelo la seguridad de su casa. Puso un cerrojo nuevo, tras la puerta principal y adquirió una llave maestra de gran envergadura. Además pretende vivir dentro siempre,  para ahuyentar al próximo ladrón.

(Del libro de microrrelatos Fuera de guion, Lastura editorial, 2024)


sábado, 9 de noviembre de 2024

DÍA DE NIEBLA

Niebla en el bosque
Fotografía
de
Adrian Sava

 PACTO

Eres punto de luz tras el eclipse.
Al despoblar la sombra,
que retornes envuelta
en un aire de víspera
y prodigues abrazos.
Que rompas, trecho a trecho, la costumbre.
Sutura cicatrices,
encrucijadas, miedos.
Deberán confundirse nuestros pasos
en otra orilla, donde duerme el sol.
El beso de la escarcha
no roce tu epidermis con sus labios.
Que tu miedo y tu frío
-falsos techos de niebla-
sean leve rumor desdibujado
que se gestó una noche.
Nunca fue fácil conciliar el sueño.

     (De la antología Ahora que es tarde)



viernes, 8 de noviembre de 2024

TOMA DE TIERRA

Toma de tierra



 TOMA DE TIERRA

   Era un esfuerzo firme, ejercido sin tregua. Cada día se adentraba en la tinta azul del mar como si estuviese soñando. Un crepúsculo naranja el sueño, mar adentro, se prolongó demasiado. Encontró sitio en el agua y no hubo despertar. Bajo la permanencia del verano se hizo real una silla vacía, una toma de tierra. La sombrilla sin nadie marca el sitio; otro intento fallido en el vaivén mojado del regreso.

(Del libro de microrrelatos Fuera de guion, Editorial Lastura, 2024)

 

jueves, 7 de noviembre de 2024

DESDE NINGUNA PARTE

Amanecida
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

 

 

                                   QUIETUD

  

   Quebrantan el silencio
y las voces adquieren
un ritmo fatigado,
una premeditada lentitud,
como si al desplazarse tantearan
los signos del pasado;
escombros delatores
cuya extensión guarecen
cicatrices y sombras.
  
  De nuevo ante mis ojos
esa tarde sin luz de la intemperie.
No sé que responder.
Paso de largo.
Constato en mí
los miedos del cobarde,
de aquel que fosiliza
la quietud

     (De Ninguna parte, 2023)




 

miércoles, 6 de noviembre de 2024

JUAN ANTONIO MORA RUANO. LA CIUDAD Y YO

La ciudad y yo
Juan Antonio Mora Ruano
Prólogo de José Luis Morante
Editorial Corona del Sur
Málaga, 2024

 

VENTANAS CIEGAS

   
   Desde hace años, siempre que me acerco al sentir poético de Juan Antonio Mora (Andújar, Jaén, 1950) percibo sensaciones sólidas y tangibles. La escritura se hace vigilia y búsqueda. Quiere entender los amagos de una realidad desapacible, empeñada en ubicar a quien descubre las ventanas ciegas de la incertidumbre en una travesía azarosa que exige continuas miradas interiores. A la sombra de estas indagaciones ha ido naciendo toda su poesía de madurez. Un ciclo que argumenta una sencilla cimentación formal y un nítido esfuerzo personal por hacer de la confidencia subjetiva una superación de carencias y una reflexión humanista. Quedan en manos del lector los síntomas de un paisaje verbal, ajeno a cualquier vestimenta retórica; los renglones marcados de un ideario estético de rehumanización y compromiso, de oposición frontal a cualquier apariencia literaria, disfrazada de oportunismo y grandilocuencia.
   Tras el intervalo gris de la pandemia, que nos condenó a todos a un estar solitario, fueron secuenciándose los títulos Nubes (2021), La silla vacía (2022), Las flores me llaman (2022), Las ruinas del cielo (2023), El corazón del mundo (2023) y Los sitios del dolor (2024). Un despliegue poético donde se asume la condición de autor, al modo de Fernando Pessoa, como una manera de estar solo. Desde una postura intimista, con tono estremecido, se comparte la verdad humana de la conciencia; el complejo entramado de recuerdos, presencias y lugares. Mientras se despliega el mapa de la memoria, pasado y presente son esferas de reflexión, espacios donde anidan la raíz y savia del discurrir existencial. Lo vivido respira y conforma en el poema una autobiografía ficcional en la frontera de la privacidad. En esta representación simbólica, quien nos habla nunca deja de poner la realidad bajo sospecha. Desde el rumor sosegado de la razón, escucha las voces dispersas de emociones y pensamientos, y abre ángulos claros para que no se duerman en manos del silencio o del olvido, porque las vivencias cotidianas son pilares de conocimiento y revelación. La metafísica del ser encierra en su fluir los temas orbitales y las preocupaciones latentes del pensamiento libre.
  Los escuetos poemas de La ciudad y yo establecen un binomio en el que dialogan el afuera cercano y el sujeto literario que recorre las arterias urbanas, mientras el tiempo se desliza hacia el ocaso. Como es norma en el hecho creador de Juan Antonio Mora, hay un colmado abanico de citas iniciales que acerca fragmentos de Saint-John Perse, Nietzsche, Cioran, Juan Carlos Mestre, José Luis Morante, Eugenio Castro y Guadalupe Grande. Su diversidad encierra una filosofía de urgencia, una sugerente propuesta de establecer razones fronterizas entre el yo solitario y las mudanzas del entorno.
  También la dedicatoria, concisa y esencial, “A Charo”, compañera de vida en el plano laberíntico del discurrir, deja claro la relevancia que tiene lo emotivo en el discurso poético. El amor es necesidad. Un camino de acceso a la senda vital que reivindica la fidelidad a la esperanza, ahora que cada vez se hace más notorio el vuelo frágil de cualquier utopía redentora. La idea se plasma también entre los versos con luz que señalan el principio de la relación: “Tu amor loco / fue un milagro. / Yo, un forastero / que venía del olvido / y el espanto”. Mientras leía el poema y escuchaba su ritmo melódico, recordé las palabras sabias de José Mujica, dirigente político irrepetible y humanista ejemplar: “Luchen por el amor. Caminen acompañados. Nadie se salva solo”. Pleno acuerdo; en el tablero de ajedrez de la convivencia, el amor es protagonista esencial de los momentos imborrables, el faro que ilumina y libera de oscuras obsesiones.
   La ciudad, como escenario del poema, tiene el misterio de la extrañeza. Es un ámbito helado y desapacible que alza sus dimensiones frente a la figura minúscula del yo. Parece un organismo vivo, un  material de interrogantes que obliga a buscar respuestas en cada esquina. El paseante está condenado a la intemperie, afronta un recorrido de indagación y desprendimiento en el que se siente fuera de lugar. Desubicado en el deambular de lo gregario, parece que los pasos no llevan a ninguna parte; solo abren puertas al vacío y la nada. Solo la escritura es regreso. La poesía se hace luz y permite un aislamiento interior, convertido en refugio y amparo, que muestra la historia cotidiana del sujeto lírico, sus aspiraciones y sueños.
   Madrid concreta la imagen de esta ciudad deshabitada y áspera por sus disonancias entre centro y periferia, barrios ricos y barrios pobres y por la prepotencia de un poder político cuyas actuaciones neoliberales lastiman,  encogen la presencia de lo público y encaminan programas gubernamentales hacia la fingida modernidad de un urbanismo totalitario.
  La ciudad emana tristeza y aturde. En el caos inhabitable suena la voz estremecida del poeta que apenas se sosiega en la alta noche. En sus tímpanos resuenan los gritos agónicos de Gaza, la impotencia ante la barbarie que impulsa la masacre, y el dolor desgarrado de un yo que se siente “tejido subterráneo”, el mendigo que perdió la inocencia y no tiene donde cobijar su desamparo. Solo el yo más íntimo de quien guarda el recuerdo de la madre resiste en pie, anima la voluntad de andar y mantiene hilos de luz entre la niebla.
   Mecida por el cauce transparente de la coherencia, la poesía de Juan Antonio Mora muestra de manera radical una unidad indisoluble entre travesía existencial y lenguaje. A surco abierto, siembra una palabra esclarecida e iluminadora, para que consiga su eficacia expresiva y sea capaz de capturar la emoción: “No soy un poeta / oscuro. / Escribo por necesidad. / (Mi estilo es la claridad).” Sin adornos formales ni distorsiones librescas, los versos revelan el puro vivir, Una brisa de desengaño asentada en el suelo del presente. El intimismo incierto de quien sufre y hace del dolor un apunte mínimo, una pena contenida donde se alojan los límites del vuelo.

JOSÉ LUIS MORANTE