viernes, 16 de mayo de 2025

NILTON SANTIAGO. VOCACIÓN DE NÁUFRAGO

Vocación de náufrago
Nilton santiago
Premio Juan Gil-Albert
XLII Premios Ciutat de Valérncia
Editorial Visor
Colección Visor de Poesía
Madrid, 2025


 GESTOS PERECEDEROS
 

 
   La obra poética de Nilton Santiago (Lima, 1979), Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas y residente en Barcelona desde hace muchos años, ejemplifica un asentamiento sorprendente en el espacio poético contemporáneo. Desde su carta de presentación El libro de los espejos, editada en 2003, cada una de sus propuestas líricas conlleva el refrendo de un certamen literario de primera línea. Así sucede con La oscuridad de los gatos era nuestra oscuridad (Premio Internacional José Hierro de Poesía Joven 2012), El equipaje del ángel (Premio Tiflos 2014) y Las musas se han ido de copas, que consiguió en 2015 el Premio Casa de América de Poesía Hispanoamericana. El intervalo creador aglutina también las entregas Historia Universal del etcétera (Premio de Poesía Vicente Huidobro 2019), Miel para la boca del asno (Premio Emilio Alarcos, 2023) y, su último trabajo hasta la fecha, Vocación de náufrago que ha logrado el Juan Gil-Albert en el XLII Premios Ciutat de València.
  El sedimento común de estas entregas conforma una conciencia poética que entiende la escritura como una propuesta dialogal entre revelación y misterio. Las palabras se apropian de lo que sucede; superan distancias cognitivas para compartir el terreno movedizo de los significados. Este ideario fortalece el abandono de la subjetividad de los materiales confidenciales para centrarse en esos gestos vitales, perecederos y aparentemente fugaces, que nos humanizan.
   Dentro del quehacer de búsqueda de Vocación de náufrago encontramos cuatro apartados de diferente extensión, donde resalta de inmediato la abundante presencia de lo metaliterario. Los poemas aluden en sus versos a las zonas de riesgo de la escritura y desperezan su disposición para recoger indicios reflexivos. Las características del discurso lírico de Nilton Santiago hacen de la anotación estética un enunciado cercano, sin ninguna pretensión dogmática, y con una perspectiva de imágenes y símbolos que sirve de referente evocativo de sus magisterios: “Wislawa diría que también el poema / vive en ese vacío que ilumina, / en esa nada que lo contiene todo”. Lo paradójico sirve para conocer espacios de una conciencia en tránsito; mientras, el sujeto verbal acumula percepciones y sensaciones, frente al entorno. El poema acoge signos explícitos de lo cotidiano, mínimas contingencias que recrean las formas aparentes de un escenario próximo. Todo es quietud y reconocimiento de lo temporal, un inevitable sondeo en lo transitorio, donde leves signos marcan desapariciones y ocasos: “No cabe duda, / así como “escribir” es borrar palabras, / desaparecer / es la mejor forma de estar en todas partes”.
   El protagonista despliega el mapa de identidades dispersas, empeñadas en remontar la azarosa pendiente de lo gregario. Tras su insignificancia, la realidad se manifiesta con estridencia; descubre su intimismo; contempla e intenta entender los azarosos laberintos del destino, ese ánimo estacional que da vueltas y aclimata variables que traducen aceptación, soledad, percepción del paisaje o leves trazos sentimentales.
   La andadura es un viaje sin andén donde se rememora un itinerario que a cada instante reactualiza distancias. El cauce verbal aborda la manera de ser, un entrelazado de emociones y vivencias que hacen de las palabras su territorio natural. Ese clima poético propicia una crónica fragmentaria donde la voz reconstruye un relato vital, una aparente distorsión de lo real entrevista por alguien que duerme con el ojo abierto. La geografía argumental contradice el avance lineal, suma percepciones, elementos al paso y pensamiento al vuelo libre de la imaginación. Son los fragmentos del yo indefinido, donde se escucha el fluir de la conciencia y el revuelo del tiempo, reconstruyendo vivencias, acercando la memoria del pasado a un porvenir “que está ahí, a la espera de que le demos / al botón de lo que seremos”.
   Cada poema recuerda un remolino de ideas del que poco a poco emerge el sentido y sale a superficie. La situación familiar, los viajes, la presencia cercana de la muerte que nunca diluye sus huellas, los indicios de permanencia y las grafías de lo exterior conforman un tiempo de incertidumbre que, poco a poco, se vuelve inaprensible.  Desgajado de cualquier retórica, un aforismo da aliento al propósito central de la escritura, a ese caminar hacia dentro para esclarecer el sentido del hecho creador: “Los libros no hacen más que esparcir nuestras cenizas”.
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 






 

 

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