domingo, 3 de agosto de 2025

ELOY SÁNCHEZ ROSILLO. VENIR DESDE TAN LEJOS

Venir desde tan lejos
Eloy Sánchez Rosillo
Tusquets editores
Colección Nuevos Textos Sagrados
Barcelona, 2025

 

CONDICIÓN DE POETA

 

   Quienes hayan seguido el recorrido poético de Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948) recordarán que su obra expande una travesía orgánica donde se yuxtaponen, sin estridencias, dos etapas, con voluntaria continuidad: una primera, definida por la inclinación evocativa y el sentimiento elegíaco, y un segundo momento estético marcado por el canto y el tono celebratorio. El tramo inicial de escritura abarca las entregas Maneras de estar solo (1978), Páginas de un diario (1981), Elegías (1984), Autorretratos (1989), La vida (1996) y La certeza (2005). Son libros habitados por un protagonista verbal reconocible en sus rasgos y actitudes, próximos a la experiencia biográfica de quien escribe. A cada paso, los contenidos muestran una terca inmersión en el intimismo y en el fluir del pensamiento. En ellos se percibe la variedad de una evolución sin rupturas, donde la reflexión humanista y el epitelio emotivo funcionan como sedimentos orbitales. Así lo reafirma el autor en El sueño cumplido (2023), libro en prosa que recoge sus escritos sobre poética y varias entrevistas, al meditar sobre su condición de poeta: “El escribir poesía es para mí una manera de entender y de considerar la vida, de acercarme a ella y de confundirme con su sustancia: un ser y un estar. Y un destino hermoso como pocos, del que hay que hacerse digno asumiéndolo hasta sus últimas consecuencias”. 
   El segundo episodio escritural germina ya en abundantes composiciones de La certeza, que puede considerarse un conjunto de transición. Aglutina los poemarios Oír la luz (2008), Sueño del origen (2011), Antes del nombre (2013), Quién lo diría (2015) y La rama verde (2020). Ahora se hace más evidente la voluntad de canto ante el patrimonio sensorial del discurrir. El tránsito de la existencia propicia la felicidad unánime de estar entre las cosas, de ser parte de su fervorosa plenitud y apacible armonía. No hay soledad en la intemperie de quien amanece a diario sino meditación ante el asombro de ser. En la claridad de lo inmediato se palpa una realidad benevolente, ofrecida como regazo y vínculo.
   En los poemas de Venir desde tan lejos (2025) parece abrirse un nuevo ciclo. No predominan la elegía ni el canto, sino una asumida disposición de la conciencia para aceptar el desbocado caminar del tiempo, la certeza de lo transitorio y la apacible consumación. La mirada interior se hace cumplimiento y aceptación, y se refuerza el trasfondo moral. Quien advierte en el espejo los laberintos de su periplo vital asume que el destino ha trazado un largo itinerario de vivencias. Advierte también que el ahora se aproxima, con sosegado andar, al lento atardecer. No hay resentimiento sino acuerdo pleno con el estar de la vida y su condición de andén transitorio. Hay una compenetración sin fisuras entre sujeto y entorno, como si hubiera una exacta correspondencia en el diálogo entre intimismo y territorio contingente.
   El abanico de tramas argumentales recobra algunos motivos recurrentes. Se percibe, por ejemplo en el poema “La herida”, un renacido homenaje al recuerdo paterno y al encuentro temprano con la ausencia y el desamparo, también presente, de forma más explícita, en el poema “Acerca del final”. El tiempo no ha cerrado esa “extraña herida que duele y da consuelo”, pero la sensación de lejanía ha mitigado el dolor y lo ha trasmutado en fortaleza y esperanza, mientras se deshoja la nostalgia, convertida en lección y conocimiento.
    Paso a paso, el sujeto verbal medita sobre la ontología cotidiana de ser y las enseñanzas de la edad. El ahora deja al protagonista lírico frente a sí mismo, con las coordenadas situacionales de estar en el centro de todo. La mirada es apropiación de colores y formas; en ella se cobija la claridad de lo vivido, mientras el pensamiento resguarda, como “centro sereno del asombro”, el pulso elemental de la existencia.
   El poeta es un maestro en construir impresiones y maneras de sentir; la observación se transforma en génesis y aglutina dentro las instantáneas exteriores. Quedan a resguardo esas sensaciones pasajeras que concede el transcurso del tiempo. Todo se hace trazo ingrávido y decurso interior, luminosas señales de quien está vivo: “La vida es esto: / tanta quietud moviéndose, / estar sin nadie y conversar con todo”.
   En los poemas de Venir desde tan lejos Eloy Sánchez Rosillo atribuye al poeta el quehacer esencial de expresar la dimensión inefable de la existencia. El misterio que encubre en lo más hondo lo aparente. La mano  del poeta deshilvana el necesario hilo de luz que una rendija guarda para que el día se ponga en pie. 
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.