sábado, 15 de noviembre de 2025

LAS HORAS ESTÉRILES


 

LAS HORAS ESTÉRILES

 

   No hace mucho que mi poquedad mental ha descubierto la cumplida floración de poetas prácticos. Conforma uno los sectores más valiosos de la poesía contemporánea, porque es incapaz de generar horas estériles.

  Se escribe para ganar “unas perrillas”, razona algún portavoz autorizado, mientras redondea el poblado inventario de concursos, que recibirán su manuscrito inédito. Yo no sé. Uno siempre asignó a la poesía el vuelo de murciélago de un alto designio transcendente; tampoco sé si la idea nació en mí antes, durante o después de la cerveza. 

  Agradezco muchísimo la tajante claridad de quienes piensan que la crítica es una actividad sospechosa e innecesaria. Saberlo supone un banco de tiempo para el futuro; nunca volveré a firmar una sola página de su autoría. Que emprendan un inacabable veraneo en lo invisible.

  Juan del Val, El emérito desmemoriado, la cincelada Isabel Preysler, Rajoy… La lista de esforzados escritores que aspira al canon es tan numerosa que la Real Academia ya está componiendo un canon con estrambote, para que quepan todos.

    La generacional que busca norte al ideario novísimo arranca con tres títulos referenciales: Arde el mar (1966), de Pere Gimferrer, Dibujo de la muerte (1967), de Guillermo Carnero y Tigres en el jardín (1968), de Antonio Carvajal. Son títulos emblemáticos. A ellos se unen en el discurrir del tiempo otros inolvidables como Sepulcro en Tarquinia, de Antonio Colinas. Medio siglo de su publicación y la misma frescura cuando vuelvo a sus poemas y siento de inmediato la emoción elegíaca y la armónica evocación.

    Escribe María Zambrano “escribir es defender la soledad en la que se está"


(Apuntes del diario)



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