Material para nunca
Francisco Díaz de Castro
Renacimiento, Sevilla, 2011.
El reconocimiento alcanzado por su faceta crítica, como estudioso de la lírica contemporánea, ha situado en retaguardia, en ocasiones, el trayecto lírico de Francisco Díaz de Castro (Valencia, 1947). De él se da cuenta en Material para nunca, una selección prologada por el poeta y profesor granadino Álvaro Salvador en la que no está representado el tramo inicial que integran Isla VI y El retorno; esta fase formativa sí aportó textos al recuento Utilidad del humo (Maillot Amarillo, Granada, 1997).
Queda, por tanto, como apertura El mapa de los años, con una decena de poemas, incluido “Material para nunca”, que presta el título general. Desde el sosiego de la cordialidad, la voz poemática desgrana las preocupaciones de una sensibilidad instalada en el devenir. Se rememoran sombras del ayer y ese tedio que erosiona la sorpresa diaria o justifica el escapismo de los sueños. El poema pórtico “Nocturno” comparte filosofía con el aserto de Neruda “nosotros los de entonces ya no somos los mismos”; la edad actúa sobre una piel mudable, se incrementan las pérdidas, nos rodea una frustrante sensación de fracaso. Son las inclemencias del tránsito, el yermo paisaje después de la batalla.
De este modo, el tiempo –un pretexto central- se define como núcleo germinativo y signo definidor de esta poesía. Parece natural que el siguiente poemario se titule La canción del presente y que ese conjunto funcione como columna vertebral. Los sueños de proverbial simbolismo, las viejas cartas que enuncian historias juveniles, los paisajes y su lenta navegación por los sentidos son despojos de un curso inabordable; las pruebas que convierten lo vivido en rendijas de luz, en recuerdos gastados que cimentan la tregua situacional del presente.
En este continuo estado de mudanza el sentimiento amoroso actúa como puerto; esa lealtad del otro concede rumbo en la deriva o en la percepción sombría de la periferia; no estamos solos, nos protege el rumor de voces de los afectos.
El poema “Amanece” abre el intenso aporte de Hasta mañana, mar. El horizonte azul se convierte en sosegada presencia, en refugio para la introspección, en coartada para recuperar vivencias, mientras se consume el camino de vuelta: “La palabra del agua entre las rocas / y la brisa tan fría de la noche / hacen salir de mí la estremecida / soledad, la rutina del temor (…) El mar es una puerta familiar, / nada extraño me inquieta, estoy aquí “.
El ámbito insular del protagonista verbal no se cierra en una intimidad solipsista; la indagación existencial comparte rasgos generacionales con idearios de voluntad comunicativa y similar educación sentimental que moldean un sujeto común como construcción colectiva. Es evidente el diálogo con las obras de Pere Rovira, Álvaro Salvador o Antonio Jiménez Millán; incluso con poetas más jóvenes como Carlos Marzal o Luis García Montero.
En el desarrollo de Material para nunca se hacen habituales algunos recursos expresivos: poemas breves, en verso libre, donde el endecasílabo es la cadencia más común; la claridad como razón literaria; un pautado desarrollo narrativo que busca una resolución marcada por el verso final. Sólo en Fotografías, cuaderno poético cuya primera edición se realizó en Málaga, en 2008, dentro de la colección Cuadernos del Inglés, se emplea el poema en prosa en doce textos que tienen como base instantáneas de prestigiosos nombres de la fotografía. Se olvida el periplo personal concreto para centrarse en el rol del testigo, para actuar de narrador omnisciente que muestra cicatrices y postales en blanco y negro de una época.
Material para nunca muestra la lógica interior de un recorrido en el que se afirma un sujeto moral asido al tiempo que verbaliza experiencias y dibuja el mapa de lo real como una topografía paradójica.
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