lunes, 9 de marzo de 2015

JOSÉ ANTONIO FERNÁNDEZ SÁNCHEZ. CINE MUDO

Cine mudo
V. O. Subtitulada
José Antonio Fernández Sánchez
Ediciones La Baragaña, 2014

MÁS ALLÁ DE LA RESISTENCIA

   En su quehacer lírico, José Antonio Fernández Sánchez (Tarrasa, Barcelona, 1963) recorre con frecuencia la senda introspectiva para explorar los rincones del yo, un personaje que puede, o no, corresponderse con el sujeto verbal, que emplea la palabra como instrumento cognitivo. En el poemario Cine mudo. V. O. Subtitulada recorre a un género estético visual, el cine, para plantear un argumento muy estructurado, hecho con situaciones vividas por el espectador con el convencimiento de que son únicas y personales.
  La existencia no pasa de ser una película muda, cuyo formato contiene una sucesión de secuencias enlazadas que conducen al  off definitivo final. Y en la sala de proyección el discurrir permite a quien percibe la representación en la gran pantalla observar el hilo frágil de causas y efectos que dan cobijo al nudo completo. Pero también permite a los ocupantes de la sala en penumbra tomar parte activa en el acontecer, fundirse con los actores y cambiar los contenidos de los fotogramas para que los créditos finales nos muestren su verdadero significado.
  El pautado inicio se describe desde una poesía discursiva, en la que resalta el aire de objetividad. La velada se inicia y el aserto del título parece mostrar una síntesis básica de los contenidos: “Un título es el exponente noble / que da comienzo o fin a alguna cosa. / En él veríamos / el gesto de la mano que lo escribe / la función principal de resumir / hasta llegar al centro del origen. “. Al cauce visual le viene bien el tono distanciado de un lirismo omnisciente, capaz de hablar con el verbo informativo de la tercera persona; así se velan los pormenores intimistas, y la observación convierte al ojo en un mudo notario. También el poema se convierte en un receptor autosuficiente sin una función específica; un elemento más de la proyección.
   El juego no dura un instante; aglutina una travesía capaz de hacer cambiantes los estados de ánimo: quien ocupa la sala, entre las sombras, es un ser solitario y desvalido; mientras las butacas están ahí dispuestas a recibir nuevos espectadores como esa mujer que se sienta cerca y deja una estela misma y deseable, que tiende un puente comunicativo entre dos. De igual modo las palabras no son elementos aislados, abordan el pasado, dan voz al ahora, implican en su significado a una historia real o imaginaria en la que la escritura se hace acto y deja en la trama su razón de ser.
   La oscuridad de la sala es propicia al viaje introspectivo y el pensamiento camina en círculo por unos cuantos temas nunca tangenciales: el devenir es uno de los núcleos reflexivos del poema; la identidad se gesta en una cronología en la que se van concretando las vivencias, siempre lastradas por la temporalidad: lo que fuimos es pasado, leve estela que desde el ahora parece un espejismo, un mero elemento volátil que pertenece a otro personaje. Y entre el pasado y el ahora una leve línea fronteriza, como esa pantalla que separa a los actores y al espectador; un tablero que contempla a la vez la posibilidad de cambiar de papeles e iniciar otra proyección.
   La prosa poética del apartado “Origen” tiene la función estructural de la pausa. Un acorde suspendido para la contemplación de los elementos plurales que muestra el entorno, como si quien contempla hubiese cambiado de posición al menos por un instante hasta que recupera nuevas escenas en las que se construye un diálogo mudo entre interlocutores que no son sino momentos distintos de un yo desdoblado que manifiesta las mutaciones de su inconformismo.
   El término de la Psiquiatría “Resiliencia” aglutina poemas filosóficos cuya interpretación resulta compleja; en la semántica habitual define la capacidad para sobreponerse más allá de la resistencia; esa fuerza para recuperarse en un proceso dinámico capaz de superar la quiebra emocional. El mismo autor clarifica en sus versos: “se trata de llegar a lo hondo del centro de la nada”. Ese círculo desde las palabras postula una búsqueda que encadena acciones continuas; de esa madeja que hilvana causas y efectos también participa la escritura. Allí se yuxtaponen pensamientos e ideas que no concluyen cuando la voz reposa en el silencio. La pantalla está ahí y el vértigo del tiempo late intacto, dispuesto a describir en la retina tramas nuevas, el temblor de otra secuencia en blanco y negro donde tiene acogida ese rumor del mundo en tránsito.
      


 

6 comentarios:

  1. Un poeta al que conozco y admiro. Me alegra que comentes un libro tan mágico como el cine. Besos,

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  2. Hola Susana, la crítica me lleva cada jornada a nuevos territorios y a la penumbra mansa del cine mudo. Allí, con José Antonio Fernández comparto esa imagen de que somos un puñado de secuencias a la espera de los créditos finales. Un abrazo.

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  3. Muy buena pinta tiene este libro, sí señor. Ya la portada invita a acercarse; tras tu reseña, se vuelve obligatorio.

    Un abrazo.

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    1. Querido Antonio, las lecturas -lo sabes muy bien- nunca tienen carácter obligatorio sino necesario... Y sé que hay tantas novedades en los estantes que mi opinión es siempre discutible. En cualquier caso, intento que cada reseña sea una invitación a la lectura. Con lectores como tú es un empeño posible. Gracias por estar, amigo.

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  4. Dos artes que me encantan la Poesía y el Cine... Sin duda se me hace necesaria su lectura. Veremos si me llega la oportunidad.
    Gracias por la recomendación José Luis.
    Un abrazo,
    Sandra.

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    1. Gracias a ti por tu continua disposición a hacer de estos puentes un cafe con afectos y tarde limpia. besos.

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