Cine mudo
V. O. Subtitulada
José Antonio Fernández Sánchez
Ediciones La Baragaña, 2014
MÁS ALLÁ DE LA RESISTENCIA
En su quehacer lírico, José Antonio Fernández Sánchez (Tarrasa,
Barcelona, 1963) recorre con frecuencia la senda introspectiva para explorar
los rincones del yo, un personaje que puede, o no, corresponderse con el sujeto
verbal, que emplea la palabra como instrumento cognitivo. En el poemario Cine mudo. V. O. Subtitulada recorre a
un género estético visual, el cine, para plantear un argumento muy
estructurado, hecho con situaciones vividas por el espectador con el
convencimiento de que son únicas y personales.
La existencia no pasa de ser una película muda, cuyo formato contiene
una sucesión de secuencias enlazadas que conducen al off definitivo
final. Y en la sala de proyección el discurrir permite a quien percibe la
representación en la gran pantalla observar el hilo frágil de causas y efectos
que dan cobijo al nudo completo. Pero también permite a los ocupantes de la
sala en penumbra tomar parte activa en el acontecer, fundirse con los actores y
cambiar los contenidos de los fotogramas para que los créditos
finales nos muestren su verdadero significado.
El pautado inicio se describe desde una poesía discursiva, en la que
resalta el aire de objetividad. La velada se inicia y el aserto del título
parece mostrar una síntesis básica de los contenidos: “Un título es el
exponente noble / que da comienzo o fin a alguna cosa. / En él veríamos / el
gesto de la mano que lo escribe / la función principal de resumir / hasta
llegar al centro del origen. “. Al cauce visual le viene bien el tono
distanciado de un lirismo omnisciente, capaz de hablar con el verbo informativo
de la tercera persona; así se velan los pormenores intimistas, y la observación
convierte al ojo en un mudo notario. También el poema se convierte en un
receptor autosuficiente sin una función específica; un elemento más de la
proyección.
El juego no dura un instante; aglutina una travesía capaz de hacer
cambiantes los estados de ánimo: quien ocupa la sala, entre las sombras, es un
ser solitario y desvalido; mientras las butacas están ahí dispuestas a recibir
nuevos espectadores como esa mujer que se sienta cerca y deja una estela misma
y deseable, que tiende un puente comunicativo entre dos. De igual
modo las palabras no son elementos aislados, abordan el pasado, dan voz al
ahora, implican en su significado a una historia real o imaginaria en la que la
escritura se hace acto y deja en la trama su razón de ser.
La oscuridad de la sala es propicia al viaje introspectivo y el
pensamiento camina en círculo por unos cuantos temas nunca tangenciales: el
devenir es uno de los núcleos reflexivos del poema; la identidad se gesta en una cronología en la que se van concretando las vivencias, siempre lastradas
por la temporalidad: lo que fuimos es pasado, leve estela que desde el ahora
parece un espejismo, un mero elemento volátil que pertenece a otro personaje. Y
entre el pasado y el ahora una leve línea fronteriza, como esa pantalla que
separa a los actores y al espectador; un tablero que contempla a la vez la
posibilidad de cambiar de papeles e iniciar otra proyección.
La prosa poética del apartado “Origen” tiene la función estructural de
la pausa. Un acorde suspendido para la contemplación de los elementos plurales
que muestra el entorno, como si quien contempla hubiese cambiado de posición al
menos por un instante hasta que recupera nuevas escenas en las que se construye
un diálogo mudo entre interlocutores que no son sino momentos distintos de
un yo desdoblado que manifiesta las mutaciones de su inconformismo.
El término de la Psiquiatría “Resiliencia” aglutina poemas filosóficos
cuya interpretación resulta compleja; en la semántica habitual define la
capacidad para sobreponerse más allá de la resistencia; esa fuerza para
recuperarse en un proceso dinámico capaz de superar la quiebra emocional. El
mismo autor clarifica en sus versos: “se trata de llegar a lo hondo del centro
de la nada”. Ese círculo desde las palabras postula una búsqueda que encadena
acciones continuas; de esa madeja que hilvana causas y efectos también
participa la escritura. Allí se yuxtaponen pensamientos e ideas que no
concluyen cuando la voz reposa en el silencio. La pantalla está ahí y el
vértigo del tiempo late intacto, dispuesto a describir en la retina tramas
nuevas, el temblor de otra secuencia en blanco y negro donde tiene acogida ese
rumor del mundo en tránsito.
Un poeta al que conozco y admiro. Me alegra que comentes un libro tan mágico como el cine. Besos,
ResponderEliminarHola Susana, la crítica me lleva cada jornada a nuevos territorios y a la penumbra mansa del cine mudo. Allí, con José Antonio Fernández comparto esa imagen de que somos un puñado de secuencias a la espera de los créditos finales. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy buena pinta tiene este libro, sí señor. Ya la portada invita a acercarse; tras tu reseña, se vuelve obligatorio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Querido Antonio, las lecturas -lo sabes muy bien- nunca tienen carácter obligatorio sino necesario... Y sé que hay tantas novedades en los estantes que mi opinión es siempre discutible. En cualquier caso, intento que cada reseña sea una invitación a la lectura. Con lectores como tú es un empeño posible. Gracias por estar, amigo.
EliminarDos artes que me encantan la Poesía y el Cine... Sin duda se me hace necesaria su lectura. Veremos si me llega la oportunidad.
ResponderEliminarGracias por la recomendación José Luis.
Un abrazo,
Sandra.
Gracias a ti por tu continua disposición a hacer de estos puentes un cafe con afectos y tarde limpia. besos.
Eliminar