El vigía Diego Marín Galisteo La Isla de Siltolá, Nouvelle Sevilla, 2015 |
EL VIGÍA
Comparto el optimismo de quienes afirman que en un buen microrrelato cabe
el universo, aunque sea moldeado a tamaño bolsillo. Y sospecho que esa cualidad
expansiva del género es una de las razones que han animado al poeta y editor Javier Sánchez Menéndez a
bifurcar las novedades de la Isla de Siltolá con la colección Nouvelle, que sale al camino con dos
autores, Antonio Luis Ginés y Diego Marín Galisteo.
El vigia supone la
amanecida literaria de Diego Marín Galisteo (Baena, Córdoba, 1981). Es la ópera
prima de un escritor, licenciado en Derecho, que ha impartido algunos talleres
literarios y ha anticipado algunas aportaciones en revistas digitales y
publicaciones en papel. El texto de arranque se titula “Micropoética”, y parece
un acierto que sirva de primera piedra por su insistencia en una cuestión clave para los críticos actuales: las formas de escritura se refundan; vivimos
en una sostenida indefinición genérica y en un empeño estéril de parcelación
sistemática, olvidadando que la literatura es búsqueda y afán de descubrimiento
en nuevos espacios de escritura. Hay, también, otro signo que los cuentos del
cordobés hacen suyo: la brevedad requiere una fuerte densidad resolutiva porque
el efecto final es el viraje que ubica en la dársena adecuada. El cierre
convierte el paso de la luz argumental en un destello de localización exacta.
Casi todos los textos abogan por la naturalidad expresiva, una dicción
comunicativa y realista que facilita el acercamiento al lector al introducir el
hecho insólito en la normalidad, como si fuese posible de inmediato ejercer la
voluntad de verificación. De este modo, lo imprevisto se hace presencia, se
muestra como ruta diaria, una esquina más que invita a un
recorrido previsible, como si formara parte de un hábito adquirido.
No todos los relatos generan la
misma cercanía, pero no voy a seleccionar los que han calado más en mi primera
lectura para no condicionar los gustos personales de cada lector. Sí me ha
llamado la atención el cuento que inspira el título del conjunto porque sirve para practicar cierto ludismo
con sus variables argumentales.
No pasará inadvertida la atinada arquitectura formal de esta nueva colección que incorpora a la
cubierta una fotografía hiperrealista de Jaime Sánchez Martín. Esa grata impresión visual refuerza el juicio
lector del conjunto. Diego Marín Galisteo ha escrito una carta de presentación lograda, que nunca pierde la compostura expresiva, que se sienta sin prisas para compartir intrigas en ese
brocal que dibujan juntos realidad e imaginación, para atender al paso de las
horas con la estela de un buen microrrelato.
¿Microrrelato? Estaré atento a la colección y los autores.
ResponderEliminarAsí es, La isla de Siltolá abre un sitio nuevo en sus estanterías para el microrrelato. Y lo hace con dos novedades que sorprenderán muy gratamente. Yo me he permitido comentar la de Diego Marín porque tiene una textura excelente para ser un primer libro. No hay titubeos y sí que encontramos buenos argumentos, finales brillantes y guiños al lector. Una alegría entre las manos del lector.
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