José Luis Morante
No me gustan nada de nada.
Haz de su presencia una lectura simbólica, Tracy; están ahí como parte de un mal sueño que vuela en la amanecida. un gran abrazo.
Qué sensible la mirada de quien contempla a los estorninos mientras viaja. Qué buena compañía. Besos
Los amigos lectores me trasladan la idea de que estos espectadores son premoniciones acodadas en una esquina. Yo no lo veo así, querida Susana, están ahí haciendo de nuestra soledad un espacio de compañía. Un gran abrazo.
Ellos espectadores... A, mí observaciónE imaginación,La poesía la sigo yo...
Un gran abrazo de bienvenida a estos puentes y la esperanza de compartir buena poesía. Feliz jornada.
Estorninos en NOCHE (Hiperión, 2005)ALBERGUEMirad los estorninos de la tarde.No siembran, no trabajan;tan sólo vuelan, comen, estercolan.Y, sin embargo, Dioslos deja pernoctaren el sombrío tejo de la iglesia.Su aguda chillería me despierta en el alba.Con dos o tres palmadasprocuro espabilarlos,y, ¡hala!, a cruzar los cielos.A la tarde, regresan.
Estupendo poema, querido amigo; mi haiku es más humilde, solo percibe esa quietud de plumas que mira desde el cable nuestros pasos.Un gran abrazo.
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No me gustan nada de nada.
ResponderEliminarHaz de su presencia una lectura simbólica, Tracy; están ahí como parte de un mal sueño que vuela en la amanecida. un gran abrazo.
EliminarQué sensible la mirada de quien contempla a los estorninos mientras viaja. Qué buena compañía. Besos
ResponderEliminarLos amigos lectores me trasladan la idea de que estos espectadores son premoniciones acodadas en una esquina. Yo no lo veo así, querida Susana, están ahí haciendo de nuestra soledad un espacio de compañía. Un gran abrazo.
EliminarEllos espectadores... A, mí observación
ResponderEliminarE imaginación,
La poesía la sigo yo...
Un gran abrazo de bienvenida a estos puentes y la esperanza de compartir buena poesía. Feliz jornada.
EliminarEstorninos en NOCHE (Hiperión, 2005)
ResponderEliminarALBERGUE
Mirad los estorninos de la tarde.
No siembran, no trabajan;
tan sólo vuelan, comen, estercolan.
Y, sin embargo, Dios
los deja pernoctar
en el sombrío tejo de la iglesia.
Su aguda chillería
me despierta en el alba.
Con dos o tres palmadas
procuro espabilarlos,
y, ¡hala!, a cruzar los cielos.
A la tarde, regresan.
Estupendo poema, querido amigo; mi haiku es más humilde, solo percibe esa quietud de plumas que mira desde el cable nuestros pasos.
EliminarUn gran abrazo.