Verónica Aranda |
MAPAS
Épica de raíles
Verónica Aranda
Premio Internacional de Poesía
Miguel Hernández
Comunidad Valenciana 2016
Devenir, Poesía, Madrid
El transcurso literario de Verónica Aranda (Madrid, 1982) mantiene como
clave creadora del sujeto poético la función de observador, el empeño de
adentrarse en una percepción profunda
que acumula aperturas, derivaciones y descubrimientos. Así ha ido hilvanando
títulos sin divergencias, entre los que sobresalen Poeta en India, Tatuaje, Alfama, Café Hafa y Lluvias continuas. Ciento un haikus, entregas
reconocidas con importantes certámenes nacionales.
En Épica de raíles la razón
poética se apropia de un dictum de
Álvaro Cunqueiro, integrado en Las mocedades de Ulises: “Permitámosle
al héroe Ulises que comience a vagar no más nacer, y a regresar no más partir.
Démosle fecundos días, poblados de naves, palabras, fuego y sed. Y que él nos
devuelva Ítaca, y con ella el rostro de la eterna nostalgia. Todo regreso de un
hombre a Ítaca es otra creación del mundo”
Nítida y comunicativa, la lírica de Verónica Aranda comparte los
itinerarios emotivos del yo biográfico y hace del intimismo refugio y entorno
abierto, como si la realidad fuese un espacio sin lindes que hay que recorrer
también entre vislumbres. Así va creciendo una sensación de cercanía; en ella
se manifiesta un preludio que conduce el deseo hasta la plenitud. Inasequible y
fuerte, ese impulso afectivo envuelve la existencia en una cálida comunión
amorosa. El discurrir adquiere en ella un sentido transcendente, “una intensa
ebriedad de madrugada” en la que el tiempo se torna casi irreal y suspendido.
Espacio y tiempo conforman una selva azarosa y profunda, una herida densa y frondosa,
como un gran sueño sostenido en el aire.
Muchos poemas de Épica de raíles postulan
una identidad femenina, una sensibilidad que interroga sentidos y busca en la
brújula del discurrir las direcciones que traspasan el umbral calmo de lo
sedentario y hacen de la retina un mapa desplegado en el que van sumando
topónimos concretos: Goa, Panjim, Tumkur, Calcuta, estaciones de paso que
conceden a quien mira un estado de ánimo, un argumento lírico que duerme
después en la memoria. El retorno al yo elige como mirador de tantas fugaces
estaciones el rumor en tránsito del tren; desde su humilde asiento se empeña en
anotar su épica de raíles, ese estar trashumante que convierte al espacio en
marco accional en el que se desarrolla una representación, donde cobran relieve
mínimos actores entrevistos en la incertidumbre.
En el discurso poético de Verónica Aranda el viaje es una liberación. En
él se filtran las cercanas presencias de otros ámbitos que atrapan el silencio
de un yo que sale de si mismo para sondear lo cercano, para apropiarse de su
cromatismo y de la luz difusa que marca
sus contornos. Los poemas rezuman una evocación emotiva, la certeza de que el
regreso hizo suyas otras miradas, una perspectiva donde persiste la sosegada
concordia de cada estación, ese vislumbre de claridad en un mapa de niebla.
Qué ganas de leerlo...
ResponderEliminarEs un libro muy sugerente, con itinerarios abiertos que cada Ulises debe completar para volver a Ítaca. Te gustará mucho, como la poesía fértil y en tránsito de Verónica Aranda, una de las voces más limpias del ahora en castellano. Gracias por tu comentario.
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