Agustín Porras Estrada (Antequera, Málaga, 1957) Fotografía del periódico Noticias de Cuenca |
SEMBLANZA PERSONAL
Cómo
hablar de revistas literarias sin citar el nombre de Agustín Porras Estrada. Hace
un instante –la cronología real es un espacio maleable- me entregaba el primer número
de la revista en papel Oropeles y guiñapos
(Nº 1, año 1, Madrid- febrero, 2018). El diseño, que tiene el tacto amarillo de aquellos
periódicos de principios de siglo, es sugerente, aunque el nombre me suena a chirigota gaditana de carnaval. Agustín se ha reído, sin decirme que
el marbete procede de la “Introducción sinfónica”,
aquel pórtico del Libro de los
gorriones, obra que no pasaría de ser un espejismo en el quehacer del romántico. Que Agustín haya recurrido a un referente cultural como Gustavo Adolfo Bécquer no me sorprende. Como Pascual Izquierdo, es un becqueriano convicto
y confeso, con aproximaciones al romántico repletas de lucidez y
didactismo. Ahí están las páginas biográficas de Gustavo Adolfo Bécquer (2006), el romance La mosca becqueriana (2009), Nuevas rimas de Gustavo Adolfo Bécquer (2010 y alguna entrega posterior. Son páginas que conceden a su perfil literario bifurcaciones entre el ensayo y la poesía.
Tampoco
es singular que haya creado, con su incansable grupo de amigos, una nueva
revista. Es una faceta personal que ha ido sumando a lo largo de los últimos
cuarenta años cabeceras como Acera,
La Corná, Poesía por ejemplo, La
primera piedra , El invisible anillo y
El alambique. Son activos que han
contribuido a la difusión de la literatura contemporánea y a su pluralismo creador
de manera ejemplar. En ellos duermen los nombres más representativos de
grupos, idearios y estéticas, pero también brotes desconocidos que empezaban a
germinar con las ilusiones intactas del primer libro, o de los tanteos
dubitativos de las hechuras en prosa.
De este recorrido por el pasado de un
revistero que no ha perdido la ilusión, pese a la atonía de las publicaciones
en papel, asustadas por la trinchera digital, nace su enclave más cercano, Oropeles y guiñapos. Es una revista de
poetas que irrumpe con un sumario alborotado y bullicioso. En él están los
pasos de Dionisio Cañas, Carlos Castán, Luis Alberto de Cuenca, Ángel Guinda,
Luis Martínez de Merlo, Manuel Neila, Mercedes Escolano, Dionisia García o Luis
Valdesueiro… Una excelente panorámica heterogénea que nunca pierde la
magia ni el destello creador, la ilusión construida; esa respiración pautada que expande lo real con nuevas caligrafías.
Hace unos días tuve la ocasión de dar un
abrazo al poeta revistero en el crepúsculo invernal de Moncloa. Lo hago de nuevo
aquí, tras el recinto frío del teclado, convencido de que sin el aliento de gente como Agustín y el azul abierto de su trabajo la literatura contemporánea
sería mucho más pobre, más callada, más páramo.
Un merecido reconocimiento para el gran Agustín. Abrazos muy fuertes, querido José Luis,
ResponderEliminarAbrazos, querido Antonio, y tienes toda la razón; en un mundo proclive al racaneo y a lo mezquino, Agustín Porras Estrada ha ido construyendo revistas como casas habitables. Fueron y son refugio de palabras y sueños. Así que solo cabe dar las gracias y seguir caminando cerca. Feliz día.
EliminarSí, nos llena de felicidad tanta generosidad, en un mundo tan propenso a lo contrario, sin duda... Abrazos muy fuertes, querido José Luis,
ResponderEliminarAbrazos querido Antonio y también mi gratitud por habitar estos puentes con tu amistad y tu comprensión. La literatura sin miradas es un cajón sombrío.
EliminarMe gusta
ResponderEliminarUn abrazo y muchas gracias; la concisión de tu comentario es también precisa; el trabajo de Agustín merece un "me gusta", sin más retórica.
Eliminar