77 Feria del Libro de Madrid Fotografía de El País |
ANECDOTARIO PERSONAL
A Néstor Villazón,
que me enseñó a descubrir sonrisas
en las piedras
gastadas de los fósiles
Es la edición nº 77 de la Feria del Libro de Madrid. y
empieza con aguacero y suspensión de la ceremonia inaugural. Las casetas sin
público tienen ese silencio desperdigado de una armada invencible cultural: “No
he mandado mis libros a luchar contra los elementos…”
El aislamiento prolongado del escritor, mientras hilvana su
trabajo, necesita el trato con los lectores. Firmo tres días, dos con la Isla de
Siltolá para la edición de Aforismos e
ideas líricas de Juan Ramón Jiménez, y el jueves 7 de junio con Valparaíso Ediciones,
para despertar la antología Re-generación,
un paisaje plural sobre la aportación lírica de la nueva hornada, autores
nacidos entre 1980 y 1995.
Mi didactismo compulsivo sale a flote de inmediato. Son
muchos años en el aula. Alguien hojea mi edición de JRJ; yo explico sus
cualidades; tres minutos después el señor cierra el libro y me dice: “Qué
interesante lo que dice, pero mire usted, lo que yo busco es un diccionario
ilustrado para mi nieta que debe tener una portada tan bonita como este libro…”
Mis compañeros de casetas contiguas son Leticia Dolera y
Baltasar Garzón. La actriz feminista y directora de cine provoca una cola
interminable esperando firma; el magistrado también; frente a mí un
deambular de amigos y algunos lectores curiosos. Sí, voy pulsando dedicatorias poco a poco, Ítaca es un
mar paciente.
Hay nombres que se convierten en genealogía. El azar de la
feria me ha dejado sitio para dedicar libros al sobrino de Roald Dalh, al nieto
de Eugenio d’Ors, al hijo de Manuel Neila y a la ex de un poeta de cuyo
nombre no quiero acordarme…
Hago recuento de los que me dijeron que vienen, pero nunca
vienen. Están ahí, también cuando no están. Son un conjunto disgregado.
Ausencias que caminan en otra orilla.
Dos lectores me recuerdan los negros moretones de José Luis García
Martín. Ninguno me felicita por la tercera edición de Ropa de calle. Se ve más el plumaje del cuervo que la inadvertida
belleza del gorrión. Una razón para ser vehemente, eso que también critica la asepsia de quien se mantiene al margen.
Breve tiempo para conversaciones con Ricardo Virtanen, Carmen
Canet, Manuel Neila, Paolo Gatica, Ángel Manuel Gómez Espada, Rosario Troncoso.
La amistad se hace confidencia. También para la espera de María y de Concha,
solidarias sendas abiertas con tantos días de literatura en el blog y en la playa digital de
facebook. Guarda turno con una sonrisa en flor la amistad de profesores, que compartieron días de docencia conmigo, el entusiasmo desbordado de antiguos alumnos y la belleza, hecha ternura, de
mis hijas. Cuánto patrimonio para la evocación.
Tomo café y optimismo con Javier Sánchez Menéndez, al lado de Paula Vázquez. De cerca, parece otra. Como todos. Y vuelvo a casa, mientras la nostalgia se hace tentativa de regreso;
los libros escritos han formado ese largo sendero que el tiempo, como Penélope, desteje.
Madrid bosteza de cansancio; abre la pantalla de las primeras sombras.
Madrid bosteza de cansancio; abre la pantalla de las primeras sombras.
Pues no parece un mal recuento José Luis. Me gusta cómo transformas en experiencia positiva los puntos menos amables (quizás no tan importantes) de la estancia en la Feria, cómo forman también parte de ese todo.
ResponderEliminarEspero poder ir alguna vez, nunca he estado y el caso es que me apetece mucho. A ver...
Que tengas una semana bonita José Luis.
Querida Sandra, la feria de Madrid es una experiencia cognitiva y emocional. debes venir cuanto antes, es coger el autobús y buscar el fin de semana para cargar la mochila de libros y vivencias... Mis anotaciones buscan la geografía de mis estados de ánimo. Y fui muy feliz, la verdad. Gracias de corazón.
EliminarMe lo apunto para el próximo año José Luis, espero que sea posible.
EliminarGracias siempre a ti!
Buena idea, poeta, seguro que sí y además tendremos la oportunidad de compartir confidencias y refrescos con los proyectos nuevos. Hay en cada tiempo una razón de vida, y ojalá esté despierta en las casetas del Retiro. Feliz jornada.
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