Philip Roth (1933-2018) fotografía de ABC:ES |
PHILIP ROTH. HOMENAJE PERSONAL
Ayer, 22 de mayo, murió en Nueva York, de una insuficiencia cardiaca.
Tenía 85 años y una vasta producción de más de treinta títulos. Fue propuesto
al Premio Nobel en reiteradas ocasiones, pero no lo consiguió nunca, aunque se
multiplicaron los premios nacionales e internacionales y sus novelas lograron
una aceptación multitudinaria.
Dejo aquí mi modesto homenaje de lector agradecido, rescatando dos
títulos que nunca permitieron el ocaso de mi admiración por el escritor: El lamento de Pornoy (1969) y Némesis (2010).
El lamento de Portnoy
Philip Roth
Club Bruguera, Barcelona, 1980
Otra vez las líneas memoriosas de la primera página me informan que
adquirí El lamento de Portnoy, la
novela de Philip Roth que propiciara su éxito popular, en marzo de 1984. El
ejemplar, editado con las características uniformes de aquel catálogo, está
traducido por Adolfo Martín e incluye al inicio un vocabulario de palabras en
yidish que en el decurso del libro conservan su grafía original. Nada recuerdo
de aquel encuentro con la ficción de Roth y ahora regreso al libro, mientras
leo otra obra del autor, Indignación,
un título tardío, de 2008, que manifiesta notables parentescos con aquella novela,
como si El lamento de Portnoy hubiese
funcionado como compuerta argumental proporcionando tramas que auspician un
desarrollo minucioso en otras obras.
El celebrado libro es un largo soliloquio rememorativo en boca de
Alexander Portnoy, cuando el narrador ha cumplido los treinta y tres años y tiene
una posición social consolidada como abogado defensor de causas sociales. El
calendario marca 1965, pero de aquella década de profundos cambios sociales,
llegan escasos ecos ajenos. La vuelta al pasado entremezcla los primeros
recuerdos del niño en un núcleo familiar judío, atrincherado en el estricto
cumplimiento de la norma y en un canon disciplinario muchas veces
incomprensible para la mentalidad infantil. El crecimiento de Alexander genera
un cuestionamiento tácito del espacio vital que dispara el sentimiento de culpa
y desajusta la adaptación del sujeto a una sociedad abierta.
El sexo como descubrimiento del sujeto verbal constituye una auténtica
explosión emotiva, un acto de afirmación que desemboca en un azaroso onanismo,
en una patología narrada con un desparpajo hilarante que recuerda a los
procedimientos formales de Trópico de
cáncer, el libro de Henry Miller. Las escenas del desaforado despertar
erótico están plagadas de momentos hilarantes y la crudeza del vocabulario
tiene un sonido mitigado, una cadencia de autoflagelación controlada.
Más que un retrato de grupo sobre la sensibilidad comunitaria judía de
la época, El lamento de Portnoy moldea una identidad convertida por la
introspección en personaje central: los otros existen en cuanto se relacionan
con él, pero raras veces se aceptan sus posiciones. Sólo cuando se calla, como
sugiere la sugerente frase final, se puede empezar a actuar. En su enorme
parcela de egoísmo, Portnoy descarga sobre sí el estrepitoso fracaso de su vida
ética. Nos muestra la imagen más veraz de su carácter, una absoluta
indiferencia moral que todavía convalece. Su neurosis presenta una notable
variedad de ramificaciones. Es un paciente perfecto para la psiquiatría.
Némesis
Philip Roth
Mondadori, Barcelona 2011
Traducción de Jordi Fibla Feito
Editada en 2010, Némesis narra la histeria colectiva que
provoca en los barrios de Newark una epidemia de polio. La contagiosa
enfermedad aparece entre la comunidad judía en el verano de 1944 y causa estragos entre los
niños. Hasta ese momento era la guerra el estigma más temido, muchos jóvenes
americanos combaten en el frente del Pacífico o en las tierras de Europa
invadidas por Hitler, en plena segunda guerra mundial. Como otras enfermedades
infecciosas de origen desconocido, las víctimas se disparan. El calor sofocante
y la geografía de humedales propician la transmisión y se dispara la
desconfianza. Si la guerra causaba bajas heroicas, muertes dignificadas por la
defensa de un ideal, la polio es una enfermedad devastadora que se ceba en los
más desprotegidos y anula el futuro de vidas que apenas comienzan su itinerario
existencial.
Figura central de la novela es Buky Cantor. Es un joven atlético, a
quien un defecto visual, ha impedido alistarse. Contrarresta el rechazo para su
alistamiento con un esforzado servicio social, como responsable de las
actividades al aire libre del alumnado de un centro educativo en Chancellor. En
distintas ocasiones ha dado muestras de su entereza, lo que le vale la
admiración de los chicos y el respeto de las familias que ven en él un apoyo
para la confidencia y un ejemplo a seguir por sus propios hijos. Cuando saltan
las alarmas vuelve a la memoria de todos azotes anteriores como la epidemia de
polio de 1916 y de aquella nefasta experiencia se deriva una visión trágica en
la que sobresalta la serena responsabilidad de Cantor, desde el comienzo de la
epidemia y su esfuerzo por ser un sujeto útil a la colectividad que antepone el
bien común a sus miedos personales y busca alternativas para recuperar la
relajante sensación de seguridad. Pero una relación sentimental cambia su
percepción del problema y decide abandonar Newark para trabajar como monitor de
actividades acuáticas en el campamento de verano de Indian Hill, en las montañas Pocono. Parece un refugio seguro
y aislado mientras su barrio se convierte en centro de la epidemia y las
autoridades estudian su puesta en cuarentena. Sin embargo el avance del virus
destructor hace que se sienta indigno, como si hubiese abandonado a seres desprotegidos
y vulnerables.
El aislamiento en Indian Hill tampoco evita el contagio. Cantor se ve a
sí mismo como portador de la enfermedad y tras un análisis se confirma que
también él está infectado. Será el comienzo de un penoso periplo de operaciones
que diezman su cuerpo y lo convierten en un solitario abrumado por la culpa que
renuncia al consuelo de los otros.
Toda biografía está sujeta al azar de la contingencia. La de Buky Cantor
conoce los instantes más duros del sufrimiento. Se siente culpable y esa
sensación segará de raíz cualquier esperanza. La polio lo ha convertido en un
lisiado físico y en un nihilista moral.
La dramática historia que acogen las páginas de Némesis se relata en tercera persona, por un narrador omnisciente
que aporta objetividad y distancia a sus claves interpretativas. Pero el
argumento no es un suceso episódico en su voz; lo que fomenta el tono verosímil
y la exhaustiva información disponible se cifra en una herida común: también
fue víctima de la polio y supo remontar sus estragos para hacia un ahora de
aceptación y normalidad. En cambio, Buky Cantor, la figura estelar de Némesis nunca regresó de aquel trauma.
No tuvo la fortaleza suficiente e hizo de su casa autodestrucción y derrumbe.
Amigo José Luis, tu homenaje a este genial escritor, aunque lo denominas como humilde, es acertado, justo e interesante porque ubicas debidamente sus intenciones literarias y sus motivos sociales. Gracias por atinar y ubicar sus obras en el contexto adecuado. Abrazos poeta!
ResponderEliminarGracias, Luis, son dos reseñas que enlazan una obra en el tiempo. Muy agradecido por tu continuo ánimo. Y un abrazo.
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