El futuro Poesía reunida (1979-2016) Bruno Montané Krebs Prólogo de Ignacio Echevarría Editorial Candaya Avinyonet del Penedés (Barcelona, 2018) |
FIGURACIONES
Los discursos creadores están sometidos, desde el arranque de su
recorrido, al campo acotado de las etiquetas críticas y al contexto de un estar
colectivo que refuerza la realidad singular como elemento complementario,
inserto en una dinámica grupal. Por eso resulta tan complejo analizar
propuestas a trasmano, alejadas de la escenografía gregaria, que ponen en
evidencia que la arquitecturas críticas
nunca son construcciones estables. Es una reflexión que conviene tener en
cuenta al abordar la lectura de El futuro,
volumen que compila la obra poética de Bruno Montané Krebs (Valparaíso, Chile,
1957), puesto en circulación con criterio oportuno por la Editorial Candaya.
El futuro añade un umbral crítico de
Ignacio Echevarría, quien aborda la andadura de casi cuatro décadas como un
ejercicio tenaz que, sin embargo, preserva en la sombra su oculto sentido;
Bruno Montané Krebs percibe la poesía como un modo de pensar el mundo a través
de la palabra, como una búsqueda cognitiva que persigue hacer más inteligible
la dialéctica establecida entre realidad y mundo.
Tras completar un corto itinerario publicando composiciones de amanecida
en revistas del momento, el poeta publica su libro de apertura, El maletín de Stevenson, fechado en
1979, tras concluir una estancia personal en México, donde su escritura más
temprana se integra en la dinámica inquietud de la vanguardia. Estos poemas
germinales postulan un ideario atento más a los elementos visuales que al
enunciado argumental. El referente cultural, Stevenson, personifica el empeño
creador, esa espera despojada de equipaje, que hace de la intuición amanecida.
Las palabras resquebrajan su sentido para formar el humus del que nacerán otras
palabras. Los poemas recuerdan instantáneas sin conexiones aparentes, puntos de
interés que yuxtaponen su necesidad expresiva a través de fotogramas y
sugerencias conceptuales.
En sus apartados el libro muestra un activo dinamismo temático. Hay
composiciones que se acercan al microrrelato, como “El silbato de los mares” y
apartados que sorprenden por su carácter orgánico como “Las colinas interiores
del planeta”, que aporta incisiones metaliterarias o dejan la estela siniestra
de desasosiego y denuncia de la tortura policial.
Con título paradójico, El cielo de
los topos contiene composiciones fechadas entre 1987 y 1995, en torno a dos
núcleos reflexivos: voz y cuerpo. El primero acoge composiciones empeñadas en
oírla voz silenciosa del entorno, cuya naturaleza abriga un insólito pasadizo
de imágenes. Las palabras perciben, rastrean, dan fe de lo vivido como si
fuesen los latidos de una conciencia caótica que no oculta su cartografía de
rarezas, pero que siempre contiene emoción y música, el melódico compás del
tiempo con su desplegado onirismo.
El sujeto verbal persigue la utopía, esas visiones que apuntan al futuro
y preservan la ingenuidad con su perspectiva húmeda y luminosa, es caricia que
da luz a los cuerpos; sin embargo el grito sigue horadando el cerebro,
atraviesa la noche y colisiona con el sosiego.
Aparecido en 2013, el libro Mapas
de bolsillo alberga un ideario poético más descriptivo. En él las
figuraciones imaginarias contraponen los límites de la realidad aparente para
dejar sitio a un espacio onírico en el que prevalece lo nocturnal. Los poemas
recrean sueños, dibujan formas y figuras en las que afloran las señales
dispersas del asombro. La poesía refleja esas perspectivas nacidas al trasluz
que transforman la mansa apariencia de lo diario. Son hallazgos de simbología
compleja, como una sombra perdida en la oscuridad. Lo que contiene el poema son.
“Fragmentos, esquejes, / pura vibración de la materia. / Evidencias que niegan / la grandilocuencia de
toda explicación. / Breves incisiones en una superficie, / breves luminiscencias
sin traza”.
El último libro de la compilación es El futuro, entrega de 2016. Desde el marco cercano de la contingencia, un cielo al revés, donde se acoge la carencia y el barro, se buscan respuestas sobre el quehacer escritural; los poemas prodigan trazos que desaparecerán en el silencio, pero constituyen la razón de ser que nos sostiene. Tras esa inquieta reflexión sobre el para qué del largo viaje de las palabras, la escritura profesa una voluntad de estar en el entorno más allá de la mudez, para penetrar en los significados: “La realidad escribe y las emociones / riman y unen escena tras escena”. Y en ese respirar incertidumbre, borrando la paciencia del silencio la música callada del futuro, su temblor desasido e incomprensible.
El último libro de la compilación es El futuro, entrega de 2016. Desde el marco cercano de la contingencia, un cielo al revés, donde se acoge la carencia y el barro, se buscan respuestas sobre el quehacer escritural; los poemas prodigan trazos que desaparecerán en el silencio, pero constituyen la razón de ser que nos sostiene. Tras esa inquieta reflexión sobre el para qué del largo viaje de las palabras, la escritura profesa una voluntad de estar en el entorno más allá de la mudez, para penetrar en los significados: “La realidad escribe y las emociones / riman y unen escena tras escena”. Y en ese respirar incertidumbre, borrando la paciencia del silencio la música callada del futuro, su temblor desasido e incomprensible.
Bruno Montané Krebs aborda el quehacer lírico sin especulaciones
formales o semánticas, como si la escritura compusiera un largo poema inacabado
que deja su sombra en el tiempo y que no es necesario entender. Confía en las
sensaciones y en las perspectivas exentas de intencionalidad, deja en tierra
una luminosa semilla dispuesta en el silencio para dar crecida fronda en el
camino. Las palabras graban lo que se vacía, conceden ese “imperceptible vuelo que / te impulsa
hacia adelante”.
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