viernes, 17 de agosto de 2018

CARLOS ROBERTO GÓMEZ BERAS. ÁRBOL

Árbol
Carlos Roberto Gómez Beras
Imágenes de interior y cubierta
de
José María Seibó
Editorial Isla Negra, 2ª edición
San Juan, Puerto Rico, 2018
REFLEJOS



   Los itinerarios biográficos se empeñan en moldear bifurcaciones y propuestas de nuevos recorridos; así sucede con el primer tramo biográfico de Carlos Roberto Gómez Beras, nacido en República Dominicana en 1959. Desde 1964 su familia se instala en Puerto Rico y es allí donde sus raíces se despliegan hasta formar una geografía referencial. En ella conviven el profesor universitario, el editor y el poeta, con otras miradas culturales complementarias como la dirección de la revista Cuadrivium y el activo impulso de las colecciones de editorial Isla Negra.
  En ese sello se reimprime por segunda vez Árbol, una muestra poética subtitulada Treinta y cinco textos y sus reflejos con imágenes interiores y de cubierta de José María Seibó. Los esquejes germinan bajo la fronda conceptual de Octavio Paz, de quien surge el aliento germinal de la travesía verbal: “Creció en mi frente un árbol. / Creció hacia dentro”. La obra amanece como un mínimo cancionero amoroso, que renuncia a cualquier púlpito grandilocuente. Establece un aporte evocativo que convierte a la destinataria afectiva en refugio habitable. Comienza así una larga senda sentimental compuesta por mínimos fragmentos. En ellos se cobijan reflexiones amorosas, propuestas sensoriales, destellos y las incertidumbres fluctuantes del estado de ánimo de quien carece de sólidas respuestas.
  Germina en el lenguaje una cálida utillería en la que las imágenes enlazan el espacio personal de cada identidad: “El pájaro lento de mi mano / hace su nido de sombra sobre tu vientre”. A veces, genera una introspección en la que sentimientos y reflexiones dialogan en la paradoja, dando al poema un sentido nuevo: “Sobre las aguas del Danubio / veo pasar un pez, un error y otro pez. / ¿Me sostiene un puente o una parábola? “.
  Si es cierto que “la poesía debe aspirar a decir sin los accesorios del lenguaje”, como  se sugiere en el texto de contracubierta, algunos de los fragmentos líricos de Carlos Roberto Gómez Beras recuerdan en su desarrollo al despojamiento del haiku, naturalmente, sin el esquema verbal impuesto por la tradición japonesa. El poema deja esa captura de lo temporal que hace de cualquier instante un fotograma transitorio, una estela que busca en las palabras su epitafio: “Mi hija conversa íntimamente en el teléfono. / En el patio levanto una pirámide de hojas. ¿A quién le dicta ella mi epitafio?”. La percepción del entorno no clarifica elementos sensoriales, acumula un orden interior inadvertido que da pie a la pregunta: “En el árbol de invierno, tres pájaros / duermen cada uno en su horizonte. / ¿Hay otro pentagrama tan escaso? “. O esta variante del pensamiento de Heráclito de que todo es mutación y cambio: “”Luego de mojar mis pies en la tristeza, / el río y yo nunca fuimos los mismos. / ¿Cómo no ahogarnos en el deseo?”.
    Es sabido que el amor como estado afectivo genera un abanico de posibilidades, desde la plenitud gozosa del deseo a la evocación y la carencia que abre, desde el vacío, una arquitectura de soledad y recuerdos. Este hermoso micropoema despliega un tacto repleto de ternura: “En un rincón de la memoria / mi mano se encuentra con tu mano. / ¿Hacia dónde emigra este pájaro tierno?”.  
   La voz lírica es consciente de su estar transitorio, tiene en la claridad inesperada del lenguaje los signos escritos del epílogo, esa despedida que hace de la última costa un mínimo puente entre el estar y la nada. Es el retorno hacia el origen, la fusión definitiva entre la palabra y el silencio: “perdida en el bosque de signos / encuentras la puerta que conduce a tu origen. / ¿Qué puerta se abre cuando tus ojos se cierran?”.



2 comentarios:

  1. Uno de esos libros que enamora, por la simplicidad de sus imágenes. Un abrazo!

    Amanda

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    1. Y por la síntesis resolutiva de sus versos, Amanda; de ese diálogo entre la desnudez vegetal y las hojas perennes del poema nace "Ärbol".
      Muy agradecido por tu caminar en estos puentes de papel.

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