Árbol Carlos Roberto Gómez Beras Imágenes de interior y cubierta de José María Seibó Editorial Isla Negra, 2ª edición San Juan, Puerto Rico, 2018 |
REFLEJOS
Los itinerarios biográficos se empeñan en moldear bifurcaciones y
propuestas de nuevos recorridos; así sucede con el primer tramo biográfico de
Carlos Roberto Gómez Beras, nacido en República Dominicana en 1959. Desde 1964
su familia se instala en Puerto Rico y es allí donde sus raíces se despliegan
hasta formar una geografía referencial. En ella conviven el profesor
universitario, el editor y el poeta, con otras miradas culturales
complementarias como la dirección de la revista Cuadrivium y el activo impulso de las colecciones de editorial Isla Negra.
En
ese sello se reimprime por segunda vez Árbol,
una muestra poética subtitulada Treinta y
cinco textos y sus reflejos con imágenes interiores y de cubierta de José
María Seibó. Los esquejes germinan bajo la fronda conceptual de Octavio
Paz, de quien surge el aliento germinal de la travesía verbal: “Creció en mi frente un
árbol. / Creció hacia dentro”. La obra amanece como un mínimo cancionero
amoroso, que renuncia a cualquier púlpito grandilocuente. Establece un
aporte evocativo que convierte a la destinataria afectiva en refugio
habitable. Comienza así una larga senda sentimental compuesta por mínimos
fragmentos. En ellos se cobijan reflexiones amorosas, propuestas sensoriales,
destellos y las incertidumbres fluctuantes del estado de ánimo de quien carece
de sólidas respuestas.
Germina en el lenguaje una cálida utillería
en la que las imágenes enlazan el espacio personal de cada identidad: “El
pájaro lento de mi mano / hace su nido de sombra sobre tu vientre”. A veces,
genera una introspección en la que sentimientos y reflexiones dialogan en la
paradoja, dando al poema un sentido nuevo: “Sobre las aguas del Danubio / veo
pasar un pez, un error y otro pez. / ¿Me sostiene un puente o una parábola? “.
Si es cierto que “la poesía debe aspirar a decir sin los accesorios del
lenguaje”, como se sugiere en el texto
de contracubierta, algunos de los fragmentos líricos de Carlos Roberto Gómez
Beras recuerdan en su desarrollo al despojamiento del haiku, naturalmente, sin
el esquema verbal impuesto por la tradición japonesa. El poema deja esa
captura de lo temporal que hace de cualquier instante un fotograma transitorio,
una estela que busca en las palabras su epitafio: “Mi hija conversa íntimamente
en el teléfono. / En el patio levanto una pirámide de hojas. ¿A quién le dicta
ella mi epitafio?”. La percepción del entorno no clarifica elementos
sensoriales, acumula un orden interior inadvertido que da pie a la pregunta:
“En el árbol de invierno, tres pájaros / duermen cada uno en su horizonte. /
¿Hay otro pentagrama tan escaso? “. O esta variante del pensamiento de
Heráclito de que todo es mutación y cambio: “”Luego de mojar mis pies en la
tristeza, / el río y yo nunca fuimos los mismos. / ¿Cómo no ahogarnos en el
deseo?”.
Es sabido que el amor como estado afectivo
genera un abanico de posibilidades, desde la plenitud gozosa del deseo a la
evocación y la carencia que abre, desde el vacío, una arquitectura de soledad y
recuerdos. Este hermoso micropoema despliega un tacto repleto de ternura: “En
un rincón de la memoria / mi mano se encuentra con tu mano. / ¿Hacia dónde
emigra este pájaro tierno?”.
La voz lírica es consciente de su estar transitorio, tiene en la
claridad inesperada del lenguaje los signos escritos del epílogo, esa despedida
que hace de la última costa un mínimo puente entre el estar y la nada. Es el
retorno hacia el origen, la fusión definitiva entre la palabra y el silencio:
“perdida en el bosque de signos / encuentras la puerta que conduce a tu origen.
/ ¿Qué puerta se abre cuando tus ojos se cierran?”.
Uno de esos libros que enamora, por la simplicidad de sus imágenes. Un abrazo!
ResponderEliminarAmanda
Y por la síntesis resolutiva de sus versos, Amanda; de ese diálogo entre la desnudez vegetal y las hojas perennes del poema nace "Ärbol".
EliminarMuy agradecido por tu caminar en estos puentes de papel.