La vida es una herida absurda Poesía reunida 1986-2016 Emilio González Martínez Ediciones Vitruvio Colección Baños del Carmen Madrid, 2019 |
ITINERARIOS DEL VERBO
El volumen La vida es una herida
absurda compila la voz lírica completa de Emilio González Martínez
(Buenos Aires, 1945), poeta, ensayista, psicólogo y psicoanalista exiliado en
España desde 1977. Junto a su obra poética ha escrito abundantes ensayos sobre aspectos esenciales del Psicoanálisis y tiene una notable presencia cultural con la Asociación de Escritores
de Rivas. El quehacer aglutina un intervalo de treinta años, entre 1986 y
2016, donde ha publicado las entregas El otro nombre (1986), Tragaluces
(1991), el libro colectivo Talleres
de poesía I (1995), Hojas debidas (2001),
Escoba de quince (2014) y Palabrando (2016); en suma, un cumplido
trayecto personal que habla de fidelidad al género, lejos de cualquier práctica
anecdótica, y de un impulso cimentado en la diversidad de argumentos y
formas que moldea una perspectiva en el tiempo.
El título del conjunto es una primera clave para detectar el campo
nuclear de intereses; la poesía es una manera de sondear la existencia, de
ensanchar un horizonte exploratorio hacia dentro que hace de la pulsión vital
el sustrato básico del texto. El lenguaje enlaza la vivencia con la proyección
escritural que transforma la contingencia en pensamiento y aspira a perdurar.
Merece la pena recordar que el epígrafe “la vida es una herida absurda” es un
verso de Cátulo Castillo, poeta y compositor argentino de tangos, a quien
debemos piezas tan célebres como “Organito de la tarde”, “Tinta roja” o “La
última curda”.
El aserto auroral, El otro nombre,
tiene su amanecida en 1986 y comienza con una larga composición, “El otro
nombre de la flor sedienta”. Es un texto próximo al surrealismo en muchos
momentos, que prodiga en la caligrafía del verso una acumulación de imágenes y
asociaciones insólitas: “Sarcástica ballesta certera entre la bruma, / estiro
tu piel y un racimo de luz / ciega los juncos del amanecer”; el lenguaje se
convierte en expresión de una identidad proteica. Los versos adquieren un
decir fragmentario que oculta y vela su sentido enunciativo; solo las imágenes
insinúan un largo viaje en el que “la poesía estalla y pone al rojo los sentidos”
como si el sujeto estuviese sometido a la azarosa razón de los sueños.
Aflora pronto la preocupación metapoética que enlaza verso y claridad;
la palabra es luz, pero también regreso al pretérito que vuelca en los días de
infancia una estela que enlaza nostalgia y memoria. El tiempo atestigua un
ahora en que se expande el laberinto urbano con sus muros opacos en los que se
asientan la noche y el amor, el sexo desvelado o la intemperie del mendigo en
el lento trascurrir de lo diario.
Continúa recorrido con Tragaluces,
un conjunto donde conviven el poema breve y más despojado con la composición
dilatada en torno a la propia identidad del yo. Entre la evocación de
presencias cercanas y la mirada al entorno se abren espacios indagatorios que
propician un enfoque diverso en la escritura. Se combina la mirada al oficio
escritural con el decir cuajado de onirismo, o con ese recuerdo epocal de los
años noventa que dejó entre las manos su estela de inquietud y desconcierto, su
“tiempo estrellado en la pared” por la máscara oscura y sosegada del poder.
Solo una mínima representación de dos
composiciones aporta el libro colectivo Talleres
de poesía I. El díptico destila el fondo urbano de Madrid y las
conjugaciones del yo frente al deseo; por tanto, es una aportación muy leve al
decir del poeta que continúa en Hojas
debidas. Inicia el libro una magnífica cita de Miguel O. Menassa:
“Sumergirse y no esperar nada, / en las tinieblas hacia otra oscuridad mayor, /
el poema”. La temporalidad se convierte en muro vertical del libro y ensarta en
su devenir las mutaciones sentimentales del sujeto, desde el candor de
amanecida hasta la vigilia enfebrecida del ocaso, cuando la sombra congela la
belleza, y el poema se convierte en la habitación al sur que nos preserva: “la
poesía es una pequeña y fuerte traición al sentido común, / a la metálica
beatitud de las costumbres, / a las combinaciones congeladas / donde desfallece
la combinatoria”.
Subtitulado Abecedario de la
poesía, el poemario Escoba de quince
se singulariza por un claro propósito formal; todos los poemas suman quince
versos y están dispuestos en cinco grupos de tres versos. Si en el juego de la
baraja se trata de combinar las cartas de modo que siempre sumen quince, en el
poema el sujeto lírico se busca a sí mismo, como si en ese afán percibiese
las coordenadas básicas entre el ser y el estar.
Clausura este largo viaje por el poema la salida Palabrando; el neologismo es una invitación a focalizar el lenguaje
como primer plano del poema; como sugería Wittgenstein “los límites del lenguaje
son los límites de mi mundo”. El poemario integra un gesto de optimismo en su
dedicatoria: “A la vida, esa atroz maravilla, que parece que se va y está
llegando”. de nuevo, el suelo sólido de lo existencial sirve de paramento a la
palabra para reconstruir el incierto camino del devenir al paso. Quien escribe
sabe que volver es imposible pero que permanecen los indicios del estar,
dispuestos a tomar voz en el verso. Inalterable se muestra la abierta incisión
de lo vivido, esa extrañeza que hace del lenguaje su harina y levadura.
La es una herida absurda nos
acerca la madurez poética y vital de Emilio González Martínez. Su larga
andadura muestra la nitidez de la memoria para trastocar tiempos y dejar en el
aire ese diálogo entre percepción y pensamiento. Poesía para reformular esas pocas
preguntas esenciales que abren huecos de luz, que nos liberan de la precariedad
de quien camina al borde de las sombras.
Querido poeta: Unos problemillas de salud me han impedido en dias anteriores acercarme al teclado para agradecer la muy certera reseña que le has dedicado a mi Poesía Reunida en tu prestigioso blog. Has plasmado un lúcido recorrido por los libros contenidos en la obra, has elegido con gran acierto las citas y tu experimentada mirada crítica brilla en todo el texto. Gracias por tu generosidad, quedo en deuda, un fuerte abrazo
ResponderEliminarUn abrazo fuerte y agradecido, querido Emilio, la verdad es que ha sido un placer adentrarme en tu poesía y conocer de nuevo tu pasión por las palabras, tu forma de estar en lo diario. Gran abrazo y seguimos.
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