Regulación del sueño Santos Domínguez Ramos XXIII Premio de Poesía Flor de Jara Colección Poesía Diputación de Cáceres Cáceres, 2021 |
CARTOGRAFÍA DEL TIEMPO
La personalidad literaria de Santos Domínguez Ramos (Cáceres, 1955) es
sinónimo de agudeza crítica. El extremeño mantiene en el tiempo la condición de
lector imprescindible del disperso panorama poético contemporáneo, con una
sólida independencia de criterio. Pero es la poesía la que sirve de columna
vertebral a su largo trayecto. El cauce lírico comienza a principios de los
años noventa con Pórtico de la memoria
y mantiene un pulso activo que integra más de veinte entregas. Sus poemarios proyectan una
voz directa, asentada en la tradición, con un fuerte acento coloquial que identifica
en el ejercicio literario la textura sentimental del sujeto poético y las
maneras de mirar un entorno en conflicto que exige interpretación y condiciona
el recorrido existencial.
La última labor poética de Santos Domínguez Ramos se integra en el libro Regulación del sueño, que obtuvo el Premio de Poesía Flor de Jara, convocado por la Diputación de Cáceres. El poemario abre su mirar con “Un sitio indiferente”, una composición que postula una reflexión crepuscular. El afán de mantenerse en vela frente a las sensaciones cotidianas requiere distanciarse de cualquier implicación intimista. El poema prólogo parece un aviso para caminantes y prepara la senda de la sección inicial “Canta una voz sin tiempo”; todos estamos marcados por lo transitorio. Somos la estela de ceniza que aventará el olvido, así que conviene no olvidar que “Ninguna voz es la tuya”, como escribió Antonio Machado.
En los poemas emerge una escritura incisiva, de búsqueda. Tras un largo viaje introspectivo, hace un balance de ese sustrato de sombras que deja el decurso temporal. Habitamos una realidad el andén, alzada con materiales humildes. Vivir es ir sumando pasos y propósitos, muchas veces baldíos. El lector percibirá en la sección algunos referentes culturales que funcionan como detonantes argumentales. Así sucede en el poema “Nocturno del laberinto”, que integra dos monólogos dramáticos en boca de Asterión y Teseo; dos soledades abocadas al laberinto que hablan a solas de su estar existencial. El poso cultural se percibe también en poemas como “El templo vacío” y “Pompeya, 25 de agosto, año 79”, cuyos enfoques se acercan a un mayor objetivismo narrativo. Pero el apartado se desenvuelve con notable diversidad y en él se dibujan exploraciones verbales que conceden sitio a la evocación, el quehacer del artista o la plenitud oferente del paisaje, con poemas tan hermosos como “La lengua de las piedras”. En el segundo bloque de poemas “Desde un lugar opaco” los textos conforman un largo soliloquio fragmentado en el que se recorre un viaje circular desde lo oscuro. La nostalgia mantiene con luz la sustancia volátil de los sueños y el hueco de la ausencia que contiene los días lejanos que busca un refugio contra el tiempo.
Aparece en los poemas de Regulación del sueño, última salida del quehacer escritural, un verso reflexivo, con frecuencia impregnado de imágenes oníricas, que recuerda el cambiante transcurso de la memoria y asume, con entereza, la condición temporal de la existencia. La poesía de Santos Domínguez Ramos busca en el sueño esa vigilia fértil que crece desde dentro para definir anotaciones vivenciales, sendas que se afirman como instantes varados para oír el silencio.
La última labor poética de Santos Domínguez Ramos se integra en el libro Regulación del sueño, que obtuvo el Premio de Poesía Flor de Jara, convocado por la Diputación de Cáceres. El poemario abre su mirar con “Un sitio indiferente”, una composición que postula una reflexión crepuscular. El afán de mantenerse en vela frente a las sensaciones cotidianas requiere distanciarse de cualquier implicación intimista. El poema prólogo parece un aviso para caminantes y prepara la senda de la sección inicial “Canta una voz sin tiempo”; todos estamos marcados por lo transitorio. Somos la estela de ceniza que aventará el olvido, así que conviene no olvidar que “Ninguna voz es la tuya”, como escribió Antonio Machado.
En los poemas emerge una escritura incisiva, de búsqueda. Tras un largo viaje introspectivo, hace un balance de ese sustrato de sombras que deja el decurso temporal. Habitamos una realidad el andén, alzada con materiales humildes. Vivir es ir sumando pasos y propósitos, muchas veces baldíos. El lector percibirá en la sección algunos referentes culturales que funcionan como detonantes argumentales. Así sucede en el poema “Nocturno del laberinto”, que integra dos monólogos dramáticos en boca de Asterión y Teseo; dos soledades abocadas al laberinto que hablan a solas de su estar existencial. El poso cultural se percibe también en poemas como “El templo vacío” y “Pompeya, 25 de agosto, año 79”, cuyos enfoques se acercan a un mayor objetivismo narrativo. Pero el apartado se desenvuelve con notable diversidad y en él se dibujan exploraciones verbales que conceden sitio a la evocación, el quehacer del artista o la plenitud oferente del paisaje, con poemas tan hermosos como “La lengua de las piedras”. En el segundo bloque de poemas “Desde un lugar opaco” los textos conforman un largo soliloquio fragmentado en el que se recorre un viaje circular desde lo oscuro. La nostalgia mantiene con luz la sustancia volátil de los sueños y el hueco de la ausencia que contiene los días lejanos que busca un refugio contra el tiempo.
Aparece en los poemas de Regulación del sueño, última salida del quehacer escritural, un verso reflexivo, con frecuencia impregnado de imágenes oníricas, que recuerda el cambiante transcurso de la memoria y asume, con entereza, la condición temporal de la existencia. La poesía de Santos Domínguez Ramos busca en el sueño esa vigilia fértil que crece desde dentro para definir anotaciones vivenciales, sendas que se afirman como instantes varados para oír el silencio.
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