Gloría Díez |
JOSÉ LUIS MORANTE Y SUS MIGAS DE VOZ
Gloria Díez
(Periodista y poeta)
Más allá del discurso, del pan trabado y denso, están las
migas. Más allá de la declamación grandilocuente, la voz esconde vericuetos
íntimos. José Luis Morante, poeta, aforista y crítico literario nos deja en Migas
de voz el testimonio de Mejores días y la confidencia de Motivos
Personales. Junto a los aforismos seleccionados de esos dos libros
publicados en 2009 y 2014, aparecen los inéditos recogidos bajo el epígrafe de A
sorbos. Migas de voz ha sido editado en la colección Esquirlas, coordinada por Hiram Barrios, de la
Universidad Nacional Autónoma de México, Delegación de Coyoacán.
(La entrevista se realiza mientas el cielo de Madrid se
deshace en agua, como una gigantesca tubería horadada, pero, ¡oh milagro!, de
pronto, el arco iris)
- Cuando se habla de aforismos se buscan el cobijo de
palabras que remiten al fragmento: esquirlas, migas… ¿Puede aspirar la parte a
remitirnos al todo?
Las
partes son verdades parciales, alumbran rincones, claros en el bosque y se
convierten en moldes de una realidad cambiante y transitoria; no se trata de
percibir un horizonte abierto, solemne, pleno, sino de asentarse en un mirador
propio para otear los lugares de paso, esos sitios que encuentran en
nuestro pensamiento interpretación y sosiego.
- Sus “Migas de voz” ¿son migas de filosofía personal?
El yo es por naturaleza subjetivo y concreto, pero no es tan original como
para elaborar una filosofía propia, distinta. En cada sujeto conviven aportes
culturales y experiencias biográficas y de este abrazo nacen los breves textos
de Migas de voz, cuya pretensión es tender puentes a otras formas de ser
y de pensar.
- ¿Se siente cómodo en el discurso fugaz que no
requiere una justificación previa y no aspira a demostrar nada?
El agua
del tiempo fluye con naturalidad. Va dejando en su cauce estelas de sed y
transparencia; es una buena imagen para definir el decurso del pensamiento, su
nomadismo, que hace de lo fugaz un instante de plenitud reflexiva.
- La técnica del aforismo, ¿exige lanzar todo el
lastre verbal por la borda?
Las
claves aforísticas son conocidas: precisión, síntesis, autonomía semántica y
afán comunicativo; así que no hay mucho sitio para los aderezos suplementarios;
la esencia requiere máxima condensación expresiva.
- ¿Cómo se sabe cuando se ha llegado al núcleo de la
idea? ¿Es sencillo el trabajo de la
poda?
Cada
texto es una propuesta, un quehacer tanteante que deja entre las manos
incertidumbre; las dudas son energía, nutren la búsqueda que define cada taller
literario. Casi nunca la realidad textual coincide con el ideal, muchas
veces es una aproximación, otras solo sombra porque el destinatario final que
asiente y conecta con el logro es ajeno a su autor.
Los
ingredientes de epitelio lírico e indagación reflexiva son complementarios; en
mis lecturas conviven los clásicos moralistas y la plenitud lírica de Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado; debemos desconfiar de aquellos aforismos
nacidos en serie bajo una única etiqueta, el reduccionismo anula la posibilidad
literaria, es bueno afrontar distintas perspectivas creadoras.
- Dice
usted: “Los aforismos marcan la piel del agua, como la huella frágil de una
verdad”. Pero huellas en el agua duran poco. El aforismo, ¿busca más sorprender
que convencer?
Convencer es tarea del púlpito. A los
aforismos les viene bien una toma de tierra, el contacto con el tiempo
histórico en el que se pronuncian. Nunca se escribe un libro con afán de
eternidad; tantos lunes al sol deben ser insufribles, sino con un sentido
limpio del instante.
Los huéspedes que habitan nuestros espejos
asumen la contradicción como parte del ser, el alboroto de identidades es
asombro y estrategia contra el conformismo; cada amanecida es una y distinta y
ese espíritu auroral está sumido en la tarea diaria del asombro; en la paradoja
diaria, todo es igual, pero distinto.
- “Derrumbar
es ocupación de dinamiteros; reconstruir, oficio de arquitectos; preservar,
labor para artesanos.” Dígame, ¿usted a qué gremio pertenece?
La existencia nos concede oficios laborables a
tiempo parcial; en el tránsito vital desempeñamos labores contradictorias,
derribamos propósitos e ideales, se rompen afectos, evocamos para que el olvido
no convierta en un páramo lo que fuimos un día y buscamos itinerarios por las
calles del sentimiento. Somos una empresa de multiservicios que, de cuando en
cuando, perpetras algunas chapuzas…
- Déjeme citar otro aforismo: “Entre la ceniza, un
brote agónico de lumbre recupera el fuego.” ¿Usted nunca ha tenido una crisis
de creatividad? ¿Siempre es capaz de escribir?
Desde
fuera el trabajo literario parece continuo, pero es un espejismo; hay muchos
periodos de esterilidad creativa, de soledad y frustración; el sustantivo
crisis se emplea mucho, es casi un argumento justificativo de la pereza; para
mí la crisis es la exigencia de buscar nuevas puertas al laberinto, calzar zapatos a la voluntad para que siga caminando.
- Ejerce usted la crítica literaria, pero no es
partidario de expedir certificados de “buenas prácticas literarias”. ¿El crítico debe separar el grano de la paja
para orientar al lector?
Dentro
de la crítica hay una variopinta diversidad de actitudes; hay policías
literarios dispuestos a multar a los que contradicen su ideario estético, y hay
también aplaudidores entusiastas, que jalean una propuesta creadora y su
contraria; mi forma de entender la crítica es muy sencilla, dejo las
impresiones de un lector informado, si esas líneas sirven de brújula a otros es
un buen premio, pero cada lector debe descubrir su tramos de felicidad a solas.
- Me ha llamado la atención uno de sus aforismos: “En
el cajón oscuro de mi mesa los inéditos miran de reojo la papelera de
reciclaje.” Dígame la verdad, ¿cuesta mucho devorar a los propios hijos?
El
invierno es el tiempo de la poda, una labor que rastrilla, corta
ramas, siembra estiércol y difunde insecticidas… Parecen trabajos destructivos,
ajenos al ritmo de los espacios naturales; pero son tareas básicas para que
encuentre sitio la pulsión germinal de la primavera. Con esa filosofía,
corregir es una tarea de perseverancia y futuro.
- Practica
usted el relato breve y la poesía, cuando aparece una idea, ¿el poeta, el
aforista y el narrador se pelean por la pieza?
Las
estrategias expresivas son formas de caminar de un mismo paseante; el
desplazamiento por uno u otro itinerario comparte latidos y esa red de músculos
verbales que sostiene el cuerpo textual. No hay pelea sino un pautado diálogo
de náufragos sentados en la arena, esperando que el mar deje en sus manos una
botella con mensaje.
- El tiempo, los relojes, el calendario, el trabajo
constante, la ingente tarea de leer a los otros, ¿practica usted la religión
del esfuerzo?
Sé que
mi respuesta no sorprenderá a algunos amigos porque ha estado con frecuencia en
mis palabras: soy un torpe que trabaja muchísimo para que no se note mi
torpeza; sí, creo en el esfuerzo, en esa sed intacta de la lectura que
desconfía de vuelos inspiratorios.
Pues le dejo con su tarea. Muchas gracias por sus
respuestas.
Gracias
a ti por este hermoso diálogo que trasmite un sedentario conocimiento de mi
trabajo, la amistad es también una práctica esencial del estar entre libros.
Gloria Díez
(Mayo de 2021)
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