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Los gozos del sueño María Antonieta Flores Oscar Todtmann editores Caracas, 2021 |
ENTRE SOMBRAS
La escritora María Antonieta Flores (Caracas, 1960), poeta, ensayista,
profesora universitaria y editora de la revista digital, fundada en 2004, El Cautivo, ha recorrido un largo
itinerario personal con más de tres décadas de poesía. Su obra integra quince
entregas, desde El señor de la muralla, estación poética nacida en el inicio de los años noventa, hasta Las conductas discretas, un libro de
cierre en torno a la identidad marcada por la violencia doméstica. El cauce
lírico conforma un quehacer reconocido con abundantes premios y presente
en las principales antologías del país. Ahora añade Los gozos del sueño, un volumen impulsado por Oscar Todtmann editores
en su colección de poesía. Desde la perspectiva del discurrir, el hábitat individual va acumulando, lentamente, sombras y desajustes que subrayan nuestra textura efímera. Lo
visible envejece. La erosión lija contornos sometidos a un inacabable proceso
de desgaste. Esta condición transitoria del ser encuentra voz en el apartado de
amanecida, que María Antonieta Flores titula “En la ceniza” y engloba
composiciones escritas entre 2016 y 2019. Nace así una palabra reflexiva,
cuajada de sensaciones, dispuesta a ser portavoz de la voluntad firme del
superviviente. El sujeto cuestiona la identidad fragmentada de lo matérico, empeñado en dejar en su sitio “los hilos desenhebrados”. En ese estar contempla
realidades y apariciones que se hacen reflejos de un mundo interior o
imaginario: “Entre las hojas de la siempreviva / un aparecido saluda con la
mano abierta”. La evocación impulsa la primera persona para
hacer fuerte la estela meditativa y el recuerdo de las pérdidas. El poema “Un día
mi padre decidió morir” toma distancia de un hecho trágico para evitar la
falacia patética. Los versos alumbran, en su desnudez, la aceptación del vacío;
miran el precipicio abierto de la caducidad donde se asientan las
desapariciones de los seres más
queridos. Todo el tiempo del yo se ve marcado por el lenguaje abrupto del dolor
y los signos de la desolación. La mirada interior deja volar los
recuerdos asentados entre los pliegues de la memoria. También desde la conciencia de finitud se abren los estratos temáticos
de otros poemas, en los que aflora el paso cambiado del presente sometido a
derrumbes. Como símbolo de este ahora precario, llega el poema “Muy quebrado el
hueso” que busca su argumento en la profanación y saqueo en 2016 de la tumba
del narrador Rómulo Gallegos. La perseverancia de la muerte
fortalece el quehacer pensativo del yo. Quien observa intuye la callada labor
de los elementos diarios. Su presencia simbólica es aprendizaje y experiencia,
sereno empeño en dibujar caminos de entereza. La textura sentimental que
propaga la muerte condiciona todo el entorno relacional. Argumenta un existir
lastrado por la carencia. Vivir es recomponerse, soportar el hielo y
recobrar el aliento de la memoria para
hilvanar fisuras. María Antonia Flores introduce un mínimo segundo apartado, formado por
el poema “Los gozos del sueño” que da título al libro y acierta a sugerir la
amanecida. Como un alba en pie, el tiempo invita a descubrir la alegría del
comienzo tras una larga noche. Este retorno a la claridad del ánimo también
persiste en los poemas de la sección “Como las candelas”. El lenguaje poético, en
los repliegues íntimos de la existencia, parece un sueño recobrado. En la
composición “Hermana luna” un fresco del muro sirve de referente al cauce
abierto entre el deseo y la dicha. Aunque abundan las composiciones que
mantienen su densidad introspectiva, otras fijan la mirada en la calle. Así,
“Un cartón se moja bajo la lluvia”, donde se recupera la presencia del mendigo
y su apresurada verticalidad para esconderse en la luz, o sortear peligros, esa distancia donde no falta con frecuencia el cielo de la
catástrofe. El apartado, compuesto por poemas escritos entre 1995 y 2020, promueve una fluida intersección temática, en
la que se hace fuerte el íntimo espacio de lo doméstico. La casa cobija los
cuerpos y se va llenando de las mutaciones calladas del discurrir, los pequeños hábitos marcados por la incertidumbre de un tiempo de carencia que
exige aferrarse a los sentimientos y a la inadvertida épica de seguir
caminando, sin dejarse derrotar por las sombras alojadas en los cristales. Los gozos del sueño explora
las contradicciones de un tiempo en el que el desasosiego es semilla germinal.
El tiempo desnuda los afectos; requiere que las palabras guarden un entorno
afectivo cuando la muerte acumula sus pasos, y que los latidos del yo muestren su empatía
con las víctimas de la carencia en un presente gris, áspero hostil. La voz de
María Antonieta Flores alienta un compromiso humanista y una épica íntima, tan
necesaria para cobijarse en la superficie porosa de lo cotidiano. Poesía fértil, que busca en
la grietas un resquicio de luz.
JOSÉ LUIS MORANTE
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