miércoles, 7 de julio de 2021

MARÍA ANTONIETA FLORES. LOS GOZOS DEL SUEÑO

Los gozos del sueño
María Antonieta Flores
Oscar Todtmann editores
Caracas, 2021
 

ENTRE SOMBRAS

    La escritora María Antonieta Flores (Caracas, 1960), poeta, ensayista, profesora universitaria y editora de la revista digital, fundada en 2004, El Cautivo, ha recorrido un largo itinerario personal con más de tres décadas de poesía. Su obra integra quince entregas, desde El señor de la muralla, estación poética nacida en el inicio de los años noventa, hasta Las conductas discretas, un libro de cierre en torno a la identidad marcada por la violencia doméstica. El cauce lírico conforma un quehacer reconocido con abundantes premios y presente en las principales antologías del país. Ahora añade Los gozos del sueño, un volumen impulsado por Oscar Todtmann editores en su colección de poesía. Desde la perspectiva del discurrir, el hábitat individual va acumulando, lentamente, sombras y desajustes que subrayan nuestra textura efímera. Lo visible envejece. La erosión lija contornos sometidos a un inacabable proceso de desgaste. Esta condición transitoria del ser encuentra voz en el apartado de amanecida, que María Antonieta Flores titula “En la ceniza” y engloba composiciones escritas entre 2016 y 2019. Nace así una palabra reflexiva, cuajada de sensaciones, dispuesta a ser portavoz de la voluntad firme del superviviente. El sujeto cuestiona la identidad fragmentada de lo matérico, empeñado en dejar en su sitio “los hilos desenhebrados”. En ese estar contempla realidades y apariciones que se hacen reflejos de un mundo interior o imaginario: “Entre las hojas de la siempreviva / un aparecido saluda con la mano abierta”. La evocación impulsa la primera persona para hacer fuerte la estela meditativa y el recuerdo de las pérdidas. El poema “Un día mi padre decidió morir” toma distancia de un hecho trágico para evitar la falacia patética. Los versos alumbran, en su desnudez, la aceptación del vacío; miran el precipicio abierto de la caducidad donde se asientan las desapariciones de los seres más queridos. Todo el tiempo del yo se ve marcado por el lenguaje abrupto del dolor y los signos de la desolación. La mirada interior deja volar los recuerdos asentados entre los pliegues de la memoria. También desde la conciencia de finitud se abren los estratos temáticos de otros poemas, en los que aflora el paso cambiado del presente sometido a derrumbes. Como símbolo de este ahora precario, llega el poema “Muy quebrado el hueso” que busca su argumento en la profanación y saqueo en 2016 de la tumba del narrador Rómulo Gallegos.  La perseverancia de la muerte fortalece el quehacer pensativo del yo. Quien observa intuye la callada labor de los elementos diarios. Su presencia simbólica es aprendizaje y experiencia, sereno empeño en dibujar caminos de entereza. La textura sentimental que propaga la muerte condiciona todo el entorno relacional. Argumenta un existir lastrado por la carencia. Vivir es recomponerse, soportar el hielo y recobrar  el aliento de la memoria para hilvanar fisuras. María Antonia Flores introduce un mínimo segundo apartado, formado por el poema “Los gozos del sueño” que da título al libro y acierta a sugerir la amanecida. Como un alba en pie, el tiempo invita a descubrir la alegría del comienzo tras una larga noche. Este retorno a la claridad del ánimo también persiste en los poemas de la sección “Como las candelas”. El lenguaje poético, en los repliegues íntimos de la existencia, parece un sueño recobrado. En la composición “Hermana luna” un fresco del muro sirve de referente al cauce abierto entre el deseo y la dicha. Aunque abundan las composiciones que mantienen su densidad introspectiva, otras fijan la mirada en la calle. Así, “Un cartón se moja bajo la lluvia”, donde se recupera la presencia del mendigo y su apresurada verticalidad para esconderse en la luz, o sortear peligros, esa distancia donde no falta con frecuencia el cielo de la catástrofe. El apartado, compuesto por poemas escritos entre 1995 y 2020,  promueve una fluida intersección temática, en la que se hace fuerte el íntimo espacio de lo doméstico. La casa cobija los cuerpos y se va llenando de las mutaciones calladas del discurrir, los pequeños hábitos marcados por la incertidumbre de un tiempo de carencia que exige aferrarse a los sentimientos y a la inadvertida épica de seguir caminando, sin dejarse derrotar por las sombras alojadas en los cristales.  Los gozos del sueño explora las contradicciones de un tiempo en el que el desasosiego es semilla germinal. El tiempo desnuda los afectos; requiere que las palabras guarden un entorno afectivo cuando la muerte acumula sus pasos, y que los latidos del yo muestren su empatía con las víctimas de la carencia en un presente gris, áspero hostil. La voz de María Antonieta Flores alienta un compromiso humanista y una épica íntima, tan necesaria para cobijarse en la superficie porosa de lo cotidiano. Poesía fértil, que busca en la grietas un resquicio de luz.

 

JOSÉ LUIS MORANTE


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