Premio de Poesía Hermanos Argensola Madrid, 2006 |
TERRITORIOS DE LA MEMORIA
La voz del tiempo
me enseñó a descubrir la sonrisa
que esconden los fósiles
Me gusta el después, el caminar a solas por los territorios de la memoria para que abran su voz las anécdotas, esos nimios esqueletos del pensamiento que saben descubrir la sonrisa gastada de los fósiles.
En 2006 se publicó mi libro La noche en blanco. Unos meses antes había ganado el Premio Hermanos Argensola. No firmé en la Feria, pero aquel título me proporcionó gratísimos encuentros en la periferia de las casetas. Me sentí bien firmando ejemplares, que yo guardaba en la mochila, a los amigos. Entonces no pensaba nadie que la poesía era un asunto del mercado.
Es la edición nº 77 de la feria del Libro de Madrid. y
empieza con aguacero y suspensión de la ceremonia inaugural… Las casetas sin
público tienen ese silencio desperdigado de una armada invencible cultural: “No
he mandado mis libros a luchar contra los elementos…”
El aislamiento prolongado del escritor mientras hilvana su
trabajo necesita el trato con los lectores. Firmo tres días, dos con la Isla de
Siltolá para la edición de Aforismos e
ideas líricas de Juan Ramón Jiménez, y el jueves 7 de junio con Valparaíso Ediciones,
para despertar de nuevo la antología Re-generación,
un paisaje plural sobre la aportación lírica de la nueva hornada, los autores
nacidos entre 1980 y 1995.
Mi didactismo compulsivo sale a flote de inmediato. Son
muchos años en el aula. Un señor ojea mi edición de JRJ y yo explico sus
cualidades; cuatro minutos después el señor cierra el libro y me dice: “Qué
interesante lo que dice, pero mire usted, lo que yo busco es un diccionario
ilustrado para mi nieta que debe tener una portada tan bonita como este libro…”
Mis compañeros de casetas contiguas son Leticia Dolera y
Baltasar Garzón. La actriz feminista y directora de cine tiene una cola
interminable esperando su firma; el magistrado también; frente a mí un
deambular de amigos y algunos lectores nuevos. Sí, poco a poco, Ítaca es un
mar.
Hay nombres que se convierten en genealogía. El azar de la
feria me ha dejado sitio para dedicar libros a Luis Mateo Díez, Luis Alberto de Cuenca, a la heredera de Juan Ramón Jiménez o a mi profesor de literatura de bachillerato... De ese gotear de sonrisas y abrazos sabe mucho mi felicidad, ese estado de ánimo de duración variable.
Hago recuento de los que me dijeron que vienen, pero nunca
vienen. Están ahí, también cuando no están. Son un conjunto disgregado.
Ausencias que caminan en otra orilla.
Dos lectores me recuerdan la crítica de José Luis García
Martín. Ninguno me felicita por la tercera edición de Ropa de calle. Se ve más el plumaje del cuervo que la inadvertida
belleza del gorrión. Una razón para ser vehemente, eso que también me critican
desde la asepsia de quien se mantiene al margen.
Breve tiempo para conversaciones. La amistad se hace confidencia. También para la espera de amistades solidarias con tantos días de literatura en el blog y en la playa digital de
facebook, Y siempre, cada año en la Feria del Libro el entusiasmo de antiguos alumnos y la belleza hecha ternura de Adela y mis hijas.
Vuelvo a la casa de la memoria. Conmigo, callados y canosos, ignorando el latido del reloj, los libros escritos han formado ese largo sendero de vivencias.
Apuntes del diario
Me disculparán los muchos amigos con los que compartí en las distintas ediciones de la Feria del Libro de Madrid este copioso anecdotario que hoy recuerdo con gratitud y alegría. Con ganas de volver.
ResponderEliminarCuánto me hubiera gustado estar allí. Un abrazo querido amigo.
ResponderEliminarGracias por ese recuerdo querida Pilar; sí, yo también hubiera disfrutado muchísimo con la presencia cómplice de amigos como tú, pero el tiempo va diluyendo espacios comunes y deja nuestros pasos en la periferia de la soledad: trabajo, familia, viajes, sombras... nos convencen en silencio de que la escritura es "nuestra manera de estar solos". Que tengas un hermoso día.
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