viernes, 3 de diciembre de 2021

MAR BUSQUETS-MATAIX. LA PIEL DEL OTRO

La piel del otro
Mar Busquets-Mataix
Ediciones Olé Libros
Colección Nigredo
Valencia, 2021 


CAMINO Y VUELO

 
   Poeta de amplia trayectoria, narradora, crítica, traductora, dinamizadora cultural, vicepresidenta de la Plataforma de escritoras del Arco Mediterráneo, Catedrática de Secundaria y profesora de Lengua Castellana y Literatura, Mar Busquets-Mataix personifica una voz de estela firme, cuya senda comienza en la amanecida de los años 90, cuando la poesía de la experiencia era etiqueta vertebradora de un intermedio poético marcado por el figurativismo introspectivo. Esa sensibilidad, empeñada en disponer tímpanos a las voces del pensamiento y la voluntad existencial del sujeto, se hace visible en sus primeras entregas y se proyecta con una evolución pautada y natural hasta el presente. Así lo constata La piel del otro, volumen que aparece en el complejo tiempo ensimismado de la pandemia gracias a la incansable labor de visualización cultural que impulsa Olé Libros, la editorial de Toni Alcolea.
  La piel del otro cuenta con un prologuista excepcional, Jaime Siles, quien unifica en su quehacer un legado poético imprescindible y un bagaje ensayístico de claridad diáfana. La escritura reflexiva del poeta novísimo plantea de entrada una cuestión de peso, si los tres libros que aglutina el volumen, La piel del otro (2017), Candidatas (2019) y Ángeles son un conjunto unitario fragmentado que deja en su hilo conductor un estar testimonial ajustado al discurrir de una misma partitura, o son espacios discursivos autónomos, trazados hechos con voluntad de cierre. Las palabras de Jaime Siles no dogmatizan y tantean de forma equidistante las dos posibilidades, dejando en manos del lector la posible respuesta. Al cabo, el árbol del lenguaje preserva un intenso territorio germinal de fuentes y magisterios, una textura en la que afloran interrogaciones en las que el tiempo se justifica a sí mismo como simple tránsito.
  El itinerario orgánico de La piel del otro avanza en tramos muy breves; la poeta refuerza la autonomía de cada composición y su capacidad para cobijar la conciencia de extrañeza que pone en la identidad un epitelio de dolor y distancia, convencido de que el deambular vital solo integra espejismos de sombras. Los apartados contienen un número mínimo de textos, como si fueran ondas expandidas que se van acercando al propio centro de ser. Los versos también exploran la naturaleza cambiante del lenguaje, esa voz que conjura el dolor y la ausencia y se convierte en construcción de esperanzas y sueños. El poema argumenta el propósito firme de existir en el que habita siempre el grito de compromiso, un hollar inquieto en lo que nos conmueve; la certeza de ser al mismo tiempo esperanza y abismo.
  En la búsqueda de una geografía habitable donde instalar el lugar propio nace la sensación de pertenencia. En el apartado IV “En esta tierra” germina con fuerza un epitelio sentimental en el que conviven lo desapacible, ese estar en un paisaje de caminos inciertos, y la necesidad de hacer del sentimiento de cercanía al otro puerto franco, sustrato cercano.
   Desde el libro Candidatas, en la voz del poema adquiere una presencia fuerte el cuerpo y su celebración; la carne ya no está lastrada por la finitud, como afirma la cita auroral de María Victoria Atencia: “incendio tras incendio, el cuerpo prevalece”. Es magma vivo que se expande y borra su transparencia. Uno de los veneros esenciales de esta entrega es el acopio de sugerentes citas en el que se resguardan los ecos de Idea Vilariño, Carlos Sahagún, María Beneyto o Raúl Zurita, entre otros, como pórticos de esa indagación exploratoria de la escritura en las estructuras profundas del río existencial. La pulsión de las palabras no requiere más justificación que enlazar existencia y poesía. Y en esa creencia se va forjando el camino no hollado. La palabra enciende la luz; es celebración y canto,  permanencia de lo dicho y lo no dicho, pero también fe de vida: “verbo luminoso / que un día nos naciera” que encuentra su reflejo en cálidos referentes culturales y sombras de la historia, tan cálidas como Emily Dickinson o Francisca Aguirre, una a una, tercas candidatas a la luz.
   El aserto Ángeles que aglutina los poemas finales es inevitable asociarlo con la voz poética de Rainer Maria Rilke para quien el ángel era la intangible presencia en la honda noche que ampara y resguarda. Son criaturas evanescentes como esas ausencias que inspiran los sueños de Alejandra Pizarnik. De nuevo, Mar Busquets-Mataix recurre al legado de las estanterías para moldear sus argumentos. La evocación  a la poeta argentina deshilvana el avance del poema “Criaturas”, mientras la trágica historia de Electra, el personaje de la mitología griega articula un largo poema fragmentado en torno al amor y la muerte, los dos ejes orbitales de la trágica historia familiar.
  Los textos finales evocan a otro ángel ya en sombra, Guadalupe Grande; gracias a los poetas se abren las alas de lo imposible para viajar a solas más allá del invierno, para buscar en el silencio el pulso sencillo de lo esencial. Para cobijarse en la piel del otro, más allá de la dimensión reducida de la terca semilla del yo, que pide al tiempo voluntad y espera, camino y vuelo.
 
JOSÉ LUIS MORANTE



 
 
 

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