Las replicantes Cristina Peri Rossi Editorial Cálamo / Poesía Palencia, 2016, 2021 |
AUTOBIOGRAFÍAS
El día 10 de noviembre de 2021 se hacía público el nombre reconocido con el Premio Cervantes, que en sus anteriores convocatorias de 2019
y 2020 habían logrado los poetas Joan Margarit y Francisco Brines. Lo conseguía
la fértil creatividad de Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941), quien ha
escrito casi toda su producción en Barcelona. Allí se estableció en el
arranque de los años setenta, exiliada del ambiente claustrofóbico y represivo
sostenido por la dictadura militar de Uruguay, que duraría hasta mediados de la década siguiente. Tras la soledad inicial, el afán de la autora conecta bien con el clima cultural de la época, en el que
se integran las voces más representativas del boom latinoamericano y destacados
poetas de la Escuela de Barcelona.
En sus libros se aprecia un fuerte sustrato autobiográfico y un impulso narrativo cimentado en temas centrales como el compromiso, la exploración verbal y la defensa y visualización del yo femenino. En la escritura converge una búsqueda de libertad y el abordaje reflexivo sobre la igualdad de géneros, la sexualidad y el movimiento social femenino integrado en la vida pública, ajeno a cualquier papel secundario derivado de una visión social jerárquica y paternalista. Ese estar es un nítido ejercicio de coherencia que impulsó su amanecida en 1963 y que se mantiene todavía intacto en La insumisa (Editorial Menoscuarto, 2020), una novela autobiográfica que recupera vivencias de sus años de infancia y juventud.
Las replicantes recurre al poema breve, al apunte lírico para incidir en la comprensión de la realidad cotidiana y las actitudes que genera la propia identidad, a través de la apelación discursiva al pensamiento y sus claroscuros existenciales. Quien intenta comprender los tanteos vitales crea un personaje poético cuyo patrimonio de afectos nutre el fluir testimonial y ajusta los latidos de las palabras al discurrir. Las ideas se muestran tras la estela confidencial. Apenas hay nada más que ese estar en compañía con el deseo y la voluntad de compartir, por más que el tiempo erosione y sumerja los pasos comunes en un fondo de niebla y en ese etéreo cansancio que se aposa en lo diario. Las palabras tantean, se esfuerzan en dar voz a la memoria: “rocas como culpas / que el mar abandonó en la arena / y mis recuerdos de tú y yo / bastan para huir de la realidad / de sus límites estrechos”.
Eros es latido, impulso fuerte, necesidad vital que anula los otros ruidos; ese rumor de fondo que convierte el tiempo en un tránsito hacia el otro. Desde los itinerarios de la evocación renacen las incisiones que resumen el periplo vital. En el poema “Exilio” se recupera el largo viaje para hallar las coordenadas de un lugar propio donde sembrar un espacio individual sin imposturas. Se percibe una fuerte conciencia de soledad, dolor y finitud que atestigua que todo es invierno; un puñado de sombras y ceniza.
El quehacer del poema se afirma como una labor sin tregua para explorar el entorno cercano. Hay abundantes poemas dedicados a dibujar el ambiente vital de la AP-7, la autopista del este que conexiona el perfil mediterráneo con el otro lado de los Pirineos. Con un lenguaje despojado, directo, podado de aseveraciones retóricas, se alza ese castillo frágil de la prostitución en carretera, del desarraigo, la explotación y la naturaleza cambiante del cuerpo. Otros poemas exploran el deseo y el sexo concebido como liberación y urgencia, como delimita el poema “Fecundación”, que entrelazada conceptos, orfebrería sensitiva y significados con una intensa sensación erótica: “Te fecundé te llené de mí / inundé tu ser vacío / como la vagina de tu cuerpo / como tu útero / te llené de palabras y de recuerdos / de citas y memorias / llené tu hueco con mis gestos / con mis gestas / y después de fecundarte / me fui / me retiré a descansar / como una bestia saciada…”. Cristina Peri Rossí despoja el sentimiento amoroso del tópico romántico, tan próximo al borde rosa de la cursilería, para descifrar los códigos temporales de los sentimientos, ese proceso de mutaciones y disolución que tantas veces termina en el andén de los solitarios, convertido en ausencia y memoria. La sexualidad nunca se desprende de la insatisfacción, es un largo proceso de actitudes e interpretaciones que camina cerca de la aspereza. Vencido por la tormenta de lo fugaz, ahora el amor es recuerdo y soledad, dolor y ruido fuerte que no deja escucharnos.
En la disolución de la realidad amorosa germina con fuerza un epitelio de inquietud, como si cada presencia cobijara el eslabón de una cadena de amor, un puente que conduce de una mujer a otra, de un lecho a otro lecho para que encuentre el discurrir su oscura cimentación de piel y sexo como un sustrato básico: “No conozco otra manera de superar / el tiempo y sus relojes / los días y sus disgustos / sus migrañas sus cifras de desempleo / sus turbulencias mundiales / sus injusticias / más que esta fusión de cuerpos / y de pieles y de sexos / este espacio sin fronteras…”
Desde la celebración del cuerpo, con la certeza de que “Amor es la reducción mínima del abismo que hay entre dos personas” y desde las bifurcaciones de un transitar temporal que avanza demasiado rápido, como esos mensajes digitales, con urgente anorexia, Cristina Peri Rossi nos deja en Las replicantes el venero esencial de un dietario amoroso. Versos que comparten indagación exploratoria y las secuencias de la memoria con una dicción intimista y próxima, entre las coordenadas situacionales del presente, ese entrelazado de formas y sensaciones que visualiza distancias entre lo ajeno y el yo. las palabras asumen un estar de tanteos; no se puede mirar dentro ni ensimismarse porque también allí se guarda un cúmulo de nada transitoria; la existencia no sabe el final, aunque deje indicios como la enfermedad o los ingresos hospitalarios, pero refrenda a cada paso su caducidad: “La vida es tránsito / sólo tránsito / por eso no hay que aferrarse a nada, / ni a las personas ni a las cosas”.
En sus libros se aprecia un fuerte sustrato autobiográfico y un impulso narrativo cimentado en temas centrales como el compromiso, la exploración verbal y la defensa y visualización del yo femenino. En la escritura converge una búsqueda de libertad y el abordaje reflexivo sobre la igualdad de géneros, la sexualidad y el movimiento social femenino integrado en la vida pública, ajeno a cualquier papel secundario derivado de una visión social jerárquica y paternalista. Ese estar es un nítido ejercicio de coherencia que impulsó su amanecida en 1963 y que se mantiene todavía intacto en La insumisa (Editorial Menoscuarto, 2020), una novela autobiográfica que recupera vivencias de sus años de infancia y juventud.
Las replicantes recurre al poema breve, al apunte lírico para incidir en la comprensión de la realidad cotidiana y las actitudes que genera la propia identidad, a través de la apelación discursiva al pensamiento y sus claroscuros existenciales. Quien intenta comprender los tanteos vitales crea un personaje poético cuyo patrimonio de afectos nutre el fluir testimonial y ajusta los latidos de las palabras al discurrir. Las ideas se muestran tras la estela confidencial. Apenas hay nada más que ese estar en compañía con el deseo y la voluntad de compartir, por más que el tiempo erosione y sumerja los pasos comunes en un fondo de niebla y en ese etéreo cansancio que se aposa en lo diario. Las palabras tantean, se esfuerzan en dar voz a la memoria: “rocas como culpas / que el mar abandonó en la arena / y mis recuerdos de tú y yo / bastan para huir de la realidad / de sus límites estrechos”.
Eros es latido, impulso fuerte, necesidad vital que anula los otros ruidos; ese rumor de fondo que convierte el tiempo en un tránsito hacia el otro. Desde los itinerarios de la evocación renacen las incisiones que resumen el periplo vital. En el poema “Exilio” se recupera el largo viaje para hallar las coordenadas de un lugar propio donde sembrar un espacio individual sin imposturas. Se percibe una fuerte conciencia de soledad, dolor y finitud que atestigua que todo es invierno; un puñado de sombras y ceniza.
El quehacer del poema se afirma como una labor sin tregua para explorar el entorno cercano. Hay abundantes poemas dedicados a dibujar el ambiente vital de la AP-7, la autopista del este que conexiona el perfil mediterráneo con el otro lado de los Pirineos. Con un lenguaje despojado, directo, podado de aseveraciones retóricas, se alza ese castillo frágil de la prostitución en carretera, del desarraigo, la explotación y la naturaleza cambiante del cuerpo. Otros poemas exploran el deseo y el sexo concebido como liberación y urgencia, como delimita el poema “Fecundación”, que entrelazada conceptos, orfebrería sensitiva y significados con una intensa sensación erótica: “Te fecundé te llené de mí / inundé tu ser vacío / como la vagina de tu cuerpo / como tu útero / te llené de palabras y de recuerdos / de citas y memorias / llené tu hueco con mis gestos / con mis gestas / y después de fecundarte / me fui / me retiré a descansar / como una bestia saciada…”. Cristina Peri Rossí despoja el sentimiento amoroso del tópico romántico, tan próximo al borde rosa de la cursilería, para descifrar los códigos temporales de los sentimientos, ese proceso de mutaciones y disolución que tantas veces termina en el andén de los solitarios, convertido en ausencia y memoria. La sexualidad nunca se desprende de la insatisfacción, es un largo proceso de actitudes e interpretaciones que camina cerca de la aspereza. Vencido por la tormenta de lo fugaz, ahora el amor es recuerdo y soledad, dolor y ruido fuerte que no deja escucharnos.
En la disolución de la realidad amorosa germina con fuerza un epitelio de inquietud, como si cada presencia cobijara el eslabón de una cadena de amor, un puente que conduce de una mujer a otra, de un lecho a otro lecho para que encuentre el discurrir su oscura cimentación de piel y sexo como un sustrato básico: “No conozco otra manera de superar / el tiempo y sus relojes / los días y sus disgustos / sus migrañas sus cifras de desempleo / sus turbulencias mundiales / sus injusticias / más que esta fusión de cuerpos / y de pieles y de sexos / este espacio sin fronteras…”
Desde la celebración del cuerpo, con la certeza de que “Amor es la reducción mínima del abismo que hay entre dos personas” y desde las bifurcaciones de un transitar temporal que avanza demasiado rápido, como esos mensajes digitales, con urgente anorexia, Cristina Peri Rossi nos deja en Las replicantes el venero esencial de un dietario amoroso. Versos que comparten indagación exploratoria y las secuencias de la memoria con una dicción intimista y próxima, entre las coordenadas situacionales del presente, ese entrelazado de formas y sensaciones que visualiza distancias entre lo ajeno y el yo. las palabras asumen un estar de tanteos; no se puede mirar dentro ni ensimismarse porque también allí se guarda un cúmulo de nada transitoria; la existencia no sabe el final, aunque deje indicios como la enfermedad o los ingresos hospitalarios, pero refrenda a cada paso su caducidad: “La vida es tránsito / sólo tránsito / por eso no hay que aferrarse a nada, / ni a las personas ni a las cosas”.
JOSÉ LUIS MORANTE
Gracias Maestro.
ResponderEliminarTransitus os está esperando en Plasencia.
Un saludo entrañable y allí volveremos con esa alegría de abrazos amigos y dejar poemas en vuelo.
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