A punto de ver José Luis Morante Prólogo de Susana Benet Editorial Polibea Madrid, 2019 |
(Prólogo)
El título de esta colección de haikus,
(escritos entre 2014 y 2018), alude certeramente al contenido del libro, porque
el lector está a punto de descubrir lo que el recodo del camino oculta, la
continuación, el presentido final. De hecho, lo que el haiku pretende es eso,
insinuar sin llegar a decirlo todo, trazar sin definir demasiado el objeto,
como en la pintura sumi-e. De este
modo la lectura nos seduce y nos incita a avanzar porque siempre deseamos
descubrir qué se oculta más allá de las palabras.
Esta incertidumbre late a lo largo del libro
pues José Luis Morante, buen cultivador del lenguaje, posee el arte de sugerir.
Conoce bien el haiku y sus misterios. Muestra su realidad con breves destellos
como el brillo de la lombriz en el surco removido, tal como revela su haiku
“TIERRA HÚMEDA”, uno de sus mejores logros, en mi opinión: “Húmedo brilla / el
surco removido: / una lombriz”.
Todos los haikus que componen este libro
llevan título, algo poco frecuente, pero que nos recuerda al poeta mejicano
José Juan Tablada (1871-1945), pionero del haiku en castellano, quien aparte de incluir la rima en sus
tercetos, también los titulaba.
Quiero destacar el estilo personal de este
poeta, quien no se somete al llamado haiku estacional, como lo haría un
cultivador ortodoxo, sino que rompe con esta convención para dar una visión más
real, viva y creativa de esta estrofa, como ya lo hicieron algunos haijines que abandonaron la senda de
Bashô buscando la renovación. Y porque,
tal como lo siento, el haiku no debe encorsetarse en unos principios
inamovibles que podrían llegar a empobrecerlo, convirtiéndolo en una imagen
estética y orientalizada, un mero producto de imitación.
Tal como el propio autor manifiesta en el
epílogo, a través de uno de sus aforismos: No
me parece agotado el concepto de poesía estacional; pero es una cualidad
compatible con la adhesión del haiku a las causas del corazón.
El poeta habla de lo que contempla y le
impresiona, de lo que vive y añora con una sinceridad indiscutible. Se limita a
mirar, como en su haiku “ESPINAS: Jardín de cactus. / Sobran cuatro sentidos. /
Solo mirar.”. Pero no solo mira afuera, sino también hacia dentro. Se mira a sí
mismo como en un espejo, sin rechazar esa faceta intimista que algunos teóricos
invitan a excluir del haiku. “EL YO Y EL OTRO: En el espejo / con sutil
acritud, / reproches mutuos”.
Incluso se permite acercarse, con fino
humor, al estanque de Bashô para ofrecernos esta visión particular: “CON BASHÔ:
Cañas y juncos / cubiertos de verdín. / Faltan las ranas”.
Fijando mi atención en su depurado estilo,
deseo destacar haikus que considero muy próximos a la forma clásica y que,
además, logran un nivel de sencillez y sutileza admirables, como puede
apreciarse en “LEVEDAD: Tacto de brisa. / Recobra su temblor / la enredadera”.
O en esta deliciosa estampa titulada PRIMAVERA: “Un estornino / picotea la
nieve. / Abril regresa”.
Otras composiciones, que podrían
considerarse conceptuales, no nos dejan indiferentes, porque en su fondo
permanece el eco de la emoción, como sucede en “PASEO: Un despertar / por
caminos sin nadie. / Ser más distancia.”
En esta rica amalgama de vivencias y
sentimientos, nos sorprende el agua que fluye como “un inasible reptil” o las nubes que pasan “con sus hábitos negros”.
Nos acercamos a lo inmenso, pero también a lo pequeño, pues todo tiene cabida
en el mundo que nos rodea, como queda sutilmente expresado en “TESOROS: Guardar
adentro / lo mínimo y lo grande; / montaña y brizna”.
Que los lectores de José Luis Morante
disfruten de este ameno recorrido, donde los breves detalles, como amapolas
entre el trigo, conviven con lo inabarcable, como la voz del mar.
Susana Benet,
marzo de 2019
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