martes, 11 de octubre de 2022

SIHARA NUÑO. EL OLOR DEL ESPACIO

El olor del espacio
Sihara Nuño
Fotografías
de
Jon Bengoetxea
Apeadero de Aforistas
Sevilla, 2022

 

ESTRUCTURAS CON VOZ


 
   El título El olor del espacio que acoge los aforismos más recientes de Sihara Nuño (México, 1986) conduce de inmediato a las investigaciones literarias de Maurice Blanchot en torno al espacio de la palabra. Para el pensador, el construir se convierte en una exigencia, en el propósito de alcanzar lo inaprensible a través del lenguaje como medio insuficiente. El sujeto verbal alza epitelios constructivos en el espacio pero nunca puede apropiárselo en su totalidad y es incapaz de capturar su sentido último. De este modo el quehacer escritural desborda los límites del territorio literario y hace del acto creativo una apertura, “un parámetro de lo imaginado”, capaz de definir una nueva fenomenología del espacio.
   Las fotografías conceptuales en blanco y negro de Jon Bengoetxea y las citas prologales, extraídas, de andenes cercanos a la ciencia, incluso el mismo formato horizontal, al cuidado del sello editorial Apeadero de Aforistas, que impulsa José Luis Trullo, ratifican que nos hallamos ante un libro distinto, a trasmano, abierto a los vasos comunicantes que conexionan ciencia y aforismo.
   La escritora recuerda en la mínima nota de pórtico que la Tabla periódica de los elementos contiene  118 componentes matéricos. Justo ese cardinal es el número de teselas verbales integradas en este conjunto textual. Sihara Nuño impulsa un impulso reflexivo que busca ubicar paralelismos y a diseccionar posicionamientos estéticos que abren turno al debate. Entiende el aforismo como un espacio estructurado, que muestra la perspectiva de una interpretación subjetiva. Y defiende la afinidad entre ciencia y aforismo, “como conjunto de saberes que ponen a prueba nuestra capacidad para reaprender”.
   Esta definición obliga a la escritura a ser generadora de conocimiento y a buscar las relaciones entre realidad y experiencia, con criterios clarificadores y capaces de superar el simple emerger sensible de las cosas. Se trata de “Socializar la ciencia a través del aforismo. La poesía por medio de la ciencia. La ciencia y el aforismo como bibliografía para estudiar la vida”.
   De este empeño de clarificar el olor del espacio afloran las palabras como embriones que colonizan el centro de todo. En su quehacer buscan sensaciones, desdeñan el todo pensado que pretende establecer el logos como columna nuclea; un logos fuerte, vertical, para crear un nuevo discurso desde el pensamiento y la contemplación en la que encuentre desarrollo orgánico una cartografía mental.
   Con frecuencia la poeta transforma el molde convencional del aforismo en una estrategia enunciativa para reforzar una idea científica, una definición o un fragmento ensayístico que adquiere en su planteamiento la cadencia del orden, la capacidad de discernir y el empeño por hilvanar un discurso comprensible y objetivista sobre el carácter transversal de la ciencia. El aforismo respira, alienta la refutación y la dialéctica entre lenguaje y fluir de la idea.
    Sobrevive en la azarosa diversidad de los aforismos una meridiana conciencia social; más allá de la soledad creadora del escritor se mueven los pasos de lo colectivo y sus itinerarios en el tiempo. Se enlazan ciencias dispares como la geografía y la historia, la sociología o el marco de contenidos de las mareas sociales que sacan a la ciencia del laboratorio para integrarla en el mercado y en la economía, en los procesos productivos y en la justicia social porque “Un libro es una buena forma de ocupar el espacio, construir la memoria y el cosmos”.
  La exactitud técnica del aforismo como laconismo capaz de renovar la expresión incorporando términos científicos conforma el cierre del apartado “Adhesiones”, con una breve muestra: “El aforismo es una partícula elemental”, “El arte genera radioactividad” o “El universo es un caracol que nunca se detiene”.
   En El olor del espacio los textos concisos plantean indagaciones en esa alianza perene y fecunda que intersecciona escritura minimalista y ciencia, dos materias que tienen como núcleo central la búsqueda, el espacio conjetural que debe recorrer el pensamiento. Desde esta apertura temática, Sihara Nuño prosigue senda por un ideario personal, por una subjetividad porosa que hace suya esa hermosa idea de Agustín Fernández Mallo: el poeta es un laboratorio.  
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 

 

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