El olor del espacio Sihara Nuño Fotografías de Jon Bengoetxea Apeadero de Aforistas Sevilla, 2022 |
ESTRUCTURAS CON VOZ
El título El olor del espacio que
acoge los aforismos más recientes de Sihara Nuño (México, 1986) conduce de
inmediato a las investigaciones literarias de Maurice Blanchot en torno al
espacio de la palabra. Para el pensador, el construir se convierte en una
exigencia, en el propósito de alcanzar lo inaprensible a través del lenguaje
como medio insuficiente. El sujeto verbal alza epitelios constructivos en el
espacio pero nunca puede apropiárselo en su totalidad y es incapaz de capturar
su sentido último. De este modo el quehacer escritural desborda los límites del
territorio literario y hace del acto creativo una apertura, “un parámetro de lo
imaginado”, capaz de definir una nueva fenomenología del espacio.
Las fotografías conceptuales en blanco y negro de Jon Bengoetxea y las
citas prologales, extraídas, de andenes cercanos a la ciencia, incluso el mismo
formato horizontal, al cuidado del sello editorial Apeadero de Aforistas, que
impulsa José Luis Trullo, ratifican que nos hallamos ante un libro distinto, a
trasmano, abierto a los vasos comunicantes que conexionan ciencia y aforismo.
La escritora recuerda en la mínima nota de pórtico que la Tabla
periódica de los elementos contiene 118
componentes matéricos. Justo ese cardinal es el número de teselas verbales
integradas en este conjunto textual. Sihara Nuño impulsa un impulso reflexivo
que busca ubicar paralelismos y a diseccionar posicionamientos estéticos que abren
turno al debate. Entiende el aforismo como un espacio estructurado, que muestra
la perspectiva de una interpretación subjetiva. Y defiende la afinidad entre
ciencia y aforismo, “como conjunto de saberes que ponen a prueba nuestra
capacidad para reaprender”.
Esta definición obliga a la
escritura a ser generadora de conocimiento y a buscar las relaciones entre
realidad y experiencia, con criterios clarificadores y capaces de superar el
simple emerger sensible de las cosas. Se trata de “Socializar la ciencia a
través del aforismo. La poesía por medio de la ciencia. La ciencia y el
aforismo como bibliografía para estudiar la vida”.
De este empeño de clarificar el olor del espacio afloran las palabras
como embriones que colonizan el centro de todo. En su quehacer buscan
sensaciones, desdeñan el todo pensado que pretende establecer el logos como
columna nuclea; un logos fuerte, vertical, para crear un nuevo discurso desde
el pensamiento y la contemplación en la que encuentre desarrollo orgánico una
cartografía mental.
Con frecuencia la poeta transforma el molde convencional del aforismo en
una estrategia enunciativa para reforzar una idea científica, una definición o
un fragmento ensayístico que adquiere en su planteamiento la cadencia del
orden, la capacidad de discernir y el empeño por hilvanar un discurso
comprensible y objetivista sobre el carácter transversal de la ciencia. El aforismo
respira, alienta la refutación y la dialéctica entre lenguaje y fluir de la
idea.
Sobrevive en la azarosa diversidad de los
aforismos una meridiana conciencia social; más allá de la soledad creadora del
escritor se mueven los pasos de lo colectivo y sus itinerarios en el tiempo. Se
enlazan ciencias dispares como la geografía y la historia, la sociología o el
marco de contenidos de las mareas sociales que sacan a la ciencia del
laboratorio para integrarla en el mercado y en la economía, en los procesos
productivos y en la justicia social porque “Un libro es una buena forma de
ocupar el espacio, construir la memoria y el cosmos”.
La exactitud técnica del aforismo como laconismo capaz de renovar la
expresión incorporando términos científicos conforma el cierre del apartado
“Adhesiones”, con una breve muestra: “El aforismo es una partícula elemental”,
“El arte genera radioactividad” o “El universo es un caracol que nunca se
detiene”.
En El olor del espacio los
textos concisos plantean indagaciones en esa alianza perene y fecunda que
intersecciona escritura minimalista y ciencia, dos materias que tienen como
núcleo central la búsqueda, el espacio conjetural que debe recorrer el
pensamiento. Desde esta apertura temática, Sihara Nuño prosigue senda por un
ideario personal, por una subjetividad porosa que hace suya esa hermosa idea de
Agustín Fernández Mallo: el poeta es un laboratorio.
JOSÉ LUIS MORANTE
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