Este olvido inservible Martín Torregrosa Edición bilingüe Español-Francés Traducción de Margarida Llabrés Rotger Huerga & Fierro Editores Madrid, 2022 |
PASOS DEL TIEMPO
Desde 1997, cuando el Instituto de Estudios
Almerienses publicó su entrega auroral Lazos de Sangre, con la que
obtiene el premio Jornadas por la Paz, en Zurich, Martín Torregrosa (Albox,
Almería, 1957) ha ido prodigando, con sosegada cadencia, una estela poética de relieve y con
presencia en varias antologías. Su escritura evocadora y atenta a la textura
de lo cotidiano percibe el entorno como un territorio intimista, propicio a la confidencia. Expuesto a la
claridad del día, el sujeto verbal consume la huella del presente en un estar gregario que causa inquietud y desvelo. El taller creativo del fundador de
la efímera revista Almendra de oro se
completa con incursiones en la narrativa y en la literatura para niños.
Este
olvido inservible (2022) se abre con unos versos de Pedro Garfias que refuerzan la semántica del título: “Qué hilo tan fino, qué delgado junco / de acero fiel
nos une y nos separa.” Amanece así un discurso reflexivo en torno a la
condición temporal del hablante lírico, siempre sometido a pérdidas y ausencias.
Con sensibilidad melancólica, el fluir de la conciencia asume que el decurso
vital es continuo tránsito y parco caminar hacia la niebla: ”Sentenciadas de
olvido, / las palabras salvajemente vivas / se harán ceniza ardiendo entre los
dedos, / frontera intransitable, / equipaje perdido, días / que abriremos con
una voz robada / al subconsciente”.
Como un cuaderno blanco, la caligrafía del verso recrea el estar meditativo de la contemplación. Enlaza percepción y pensamiento en una búsqueda cognitiva que convierte al quehacer estético en solitario cruce de caminos, en esa geografía de vida contenida entre el pasado y el ahora; entre el ser y estar. De esta mirada ante la realidad se nutre el apartado inicial que aborda el acto de escribir como constatación que salvaguarda los pliegues de la memoria. Es un eco suave de lo que fuimos.
El segundo apartado “Claira” se abre con una conocida cita de Pablo Neruda. El trayecto poético se empapa de esas gotas de vida de la soledad; la percepción renueva formas, sensaciones que quedan incrustadas en el inventario sentimental. La lectura se define como un territorio germinal. El yo lírico acoge en su conciencia las impresiones sembradas por un libro entre las manos, que recrea los latidos de un tiempo sentimental en las calles de París. El pasado está ahí, en la quietud de la memoria, marcando las asimetrías del poema con los diversos indicios del trayecto.
Como sucediera en el tramo inicial, la sección emplea como estrategia versal el texto breve, cadencioso y emotivo; con un lenguaje despojado, las palabras encierran en su semántica la pulsión temporal del sentimiento. Son un aura encendida. “Recógeme, amor mío, / recógeme, / porque la noche es larga / la soledad intensa, / y la tristeza mata”.
En “El bosque de los días” fluye la levedad de la contemplación hecha indagación y canto, al modo de la poesía sensitiva y cordial de Eloy Sánchez Rosillo. De ese propósito de celebrar frutos y discurrir vital, que es ahora un vuelo de nostalgia a la intemperie, se nutren los poemas de quien se siente libre y soporta la caricia del frío por calles solitarias: “Con la emoción de siempre / lo observo todo, / y todo cuanto veo / me vuelve a sorprender”.
Quien escribe no elude su compromiso con lo social, la esterilidad de un tiempo que no deja sitio a los más desfavorecidos y a los buscadores de esperanza donde plantar nuevas amanecidas. El poema “la maldad” es un aviso fuerte desde la retina crítica y el compromiso. De igual modo “El niño con el pijama de rayas” es testimonio de la barbarie nazi y la distopía de Auschwitz.
El conjunto poético Este olvido inservible de Martín Torregrosa supone un viaje de retorno al intimismo evocativo y a la tradición figurativa de nombres cimeros como Ángel González, Eloy Sánchez Rosillo, Joan Margarit y Luis García Montero. El hilo enunciativo y conversacional del lenguaje mantiene los destellos del recuerdo para enlazar secuencias familiares, más allá del tiempo y del vacío; muestra los signos del declinante discurrir que escapa como fresca corriente entre los dedos. Los recuerdos fechados en el mapa del tiempo recuperan paisajes, melodías, estampas familiares y la temporalidad que teje su epitelio con la dicción precisa de lo inevitable, con ese afán intacto de buscar un rincón a la verdad de ser. Exiliado en un lugar ajeno a la casa del padre, el sujeto lírico añora la voz del sur, ese tiempo de cosecha y trabajo que le recuerda, a pesar del desgaste de los años sensaciones de infancia y plenitud. Fluyen de modo natural instantáneas cercanas al discurrir biográfico, crecidas desde una sugestión cómplice. La poesía de Martín Torregrosa suena austera y sensible, con la complicidad de lo vivido en las páginas amarillas de la memoria.
Como un cuaderno blanco, la caligrafía del verso recrea el estar meditativo de la contemplación. Enlaza percepción y pensamiento en una búsqueda cognitiva que convierte al quehacer estético en solitario cruce de caminos, en esa geografía de vida contenida entre el pasado y el ahora; entre el ser y estar. De esta mirada ante la realidad se nutre el apartado inicial que aborda el acto de escribir como constatación que salvaguarda los pliegues de la memoria. Es un eco suave de lo que fuimos.
El segundo apartado “Claira” se abre con una conocida cita de Pablo Neruda. El trayecto poético se empapa de esas gotas de vida de la soledad; la percepción renueva formas, sensaciones que quedan incrustadas en el inventario sentimental. La lectura se define como un territorio germinal. El yo lírico acoge en su conciencia las impresiones sembradas por un libro entre las manos, que recrea los latidos de un tiempo sentimental en las calles de París. El pasado está ahí, en la quietud de la memoria, marcando las asimetrías del poema con los diversos indicios del trayecto.
Como sucediera en el tramo inicial, la sección emplea como estrategia versal el texto breve, cadencioso y emotivo; con un lenguaje despojado, las palabras encierran en su semántica la pulsión temporal del sentimiento. Son un aura encendida. “Recógeme, amor mío, / recógeme, / porque la noche es larga / la soledad intensa, / y la tristeza mata”.
En “El bosque de los días” fluye la levedad de la contemplación hecha indagación y canto, al modo de la poesía sensitiva y cordial de Eloy Sánchez Rosillo. De ese propósito de celebrar frutos y discurrir vital, que es ahora un vuelo de nostalgia a la intemperie, se nutren los poemas de quien se siente libre y soporta la caricia del frío por calles solitarias: “Con la emoción de siempre / lo observo todo, / y todo cuanto veo / me vuelve a sorprender”.
Quien escribe no elude su compromiso con lo social, la esterilidad de un tiempo que no deja sitio a los más desfavorecidos y a los buscadores de esperanza donde plantar nuevas amanecidas. El poema “la maldad” es un aviso fuerte desde la retina crítica y el compromiso. De igual modo “El niño con el pijama de rayas” es testimonio de la barbarie nazi y la distopía de Auschwitz.
El conjunto poético Este olvido inservible de Martín Torregrosa supone un viaje de retorno al intimismo evocativo y a la tradición figurativa de nombres cimeros como Ángel González, Eloy Sánchez Rosillo, Joan Margarit y Luis García Montero. El hilo enunciativo y conversacional del lenguaje mantiene los destellos del recuerdo para enlazar secuencias familiares, más allá del tiempo y del vacío; muestra los signos del declinante discurrir que escapa como fresca corriente entre los dedos. Los recuerdos fechados en el mapa del tiempo recuperan paisajes, melodías, estampas familiares y la temporalidad que teje su epitelio con la dicción precisa de lo inevitable, con ese afán intacto de buscar un rincón a la verdad de ser. Exiliado en un lugar ajeno a la casa del padre, el sujeto lírico añora la voz del sur, ese tiempo de cosecha y trabajo que le recuerda, a pesar del desgaste de los años sensaciones de infancia y plenitud. Fluyen de modo natural instantáneas cercanas al discurrir biográfico, crecidas desde una sugestión cómplice. La poesía de Martín Torregrosa suena austera y sensible, con la complicidad de lo vivido en las páginas amarillas de la memoria.
JOSÉ LUIS MORANTE
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