Todavía el asombro Javier Gilabert XV Premio de Poesía Blas de Otero . Ángela Figuera Ediciones El Gallo de Oro, Colección Poesía Bilbao, 2023 |
AURORA
La hermosa edición de El Gallo de Oro comienza con una dedicación a Rafael Guillén, uno de los magisterios del poeta, sobre el que coordinó la antología homenaje Para decir amor, sencillamente (2021) y con un liminar de Julen A. Carreño. En la introducción de Julen A. Carreño se define el libro como “un vademécum de la gratitud y la esperanza a partir del ensayo de un mirar distinto que abreva en lo ordinario al renovarlo”.
He hablado al comienzo de esta reseña del aporte estético cobijado en ”Gramática del asombro”. Se vislumbra con claridad si rescato algunos versos de honda significación semántica: “El poema es el centro del lenguaje” porque cobija la presencia de una realidad transformada en los indicios de pasadizos introspectivos. “El instante es el centro del poema” donde resalta la temporalidad que despliega el cúmulo de experiencias vitales. La palabra por ello se torna evocación y canto, persistencia en el asombro. Resuena en el fluir de la conciencia la sensación de sumergir las manos en lo transitorio, por lo que se hace preciso despertar la indagación y la búsqueda; son luces encendidas para la mirada.
Continuar en el camino, requiere habitar la claridad. El leve trazo de la amanecida se vuelve conciencia en el percibir. El apartado “De pronto estoy despierto y es de día” consigna los indicios vitales de entorno. Esa transparencia que otorga el cielo como un don y permite el encuentro con el discurrir existencial. A diario, los destellos impregnan el despliegue del estar, reclamando atención: “Sucumbir al asombro en el detalle, / volver a ser el niño / dispuesto a descubrir / lo bello que se esconde / tras las pequeñas cosas”.
En las composiciones de “Todo es nuevo, quizá para nosotros” se ratifica la fuerza del instante, su repentino fulgor que ilumina lo oscuro con los ojos del renacer. La conciencia de ser abre su pupila a un claro de imágenes de seductora sustancia. Vivir no necesita más adornos; solo la conciencia de estar despiertos y hacer de la palabra un principio ordenador para abordar pensamientos y sentimientos.
El verso de Claudio Rodríguez sirve de título al tercer apartado “Siempre la claridad viene del cielo”. La realidad gregaria obliga a buscar dentro, en los repliegues del tiempo y la memoria, aunque todo sea fugaz como un destello, por más que el pensamiento trace coordenadas hacia el infinito. Lo transitorio exige la balaustrada fuerte de la palabra, el refugio habitable del poema y así en la sección “Hoy necesito el cielo más que nunca” se hace fuerte la necesidad de transcender.: “Escribir es arar, / trazar en el papel / surcos con versos. / Escasa la cosecha, / si acaso se recoge, / pero es hermoso el campo en esta hora: / tiempo recién arado en dicha plena”.
Javier Gilabert cierra Todavía el asombro con una coda que integra un único poema titulado “La vida ahora”. Su hilo argumental ratifica la razón de vivir. El movimiento continuo hacia el atardecer que exige dar valor a lo que nos acompaña en cada instante, al sedimento fuerte de los días que inevitablemente llevarán al cielo oscurecido del final. Humana y reflexiva, la poesía de Javier Gilabert tiende al despojamiento y la humildad metafórica. Abraza lo sencillo para que allí construya el fluir de las palabras sus pasadizos secretos, los caminos que ayudan a encontrar a aquel niño que buscaba el paso humano de la escucha, la finitud intacta del comienzo.
JOSÉ LUIS MORANTE
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