Rizoma Efi Cubero Introducción de Javier Prado Biedma Imagen de portada de Paco Mora Editorial Mahalta, Colección Poesía Ciudad Real, 2023 |
EL TRABAJO GUSTOSO
Efi Cubero reúne en Rizoma una
amplia muestra de su trayectoria poética, en la luz auroral de la jovencísima editorial Mahalta, que dirige con retira sabia el poeta Francisco Caro.
Consigna un desvelado quehacer en el tiempo, pleno de pulsión emocional y
estética. La poeta y ensayista de Granja de Torrehermosa organiza su mapa
creativo en ámbitos temáticos, como si la materia verbal estuviera formada por
estratos. Las capas sedimentarias alumbran indagaciones en las posibilidades
del lenguaje y responden a claves existenciales, cuajadas de misterio, por las
que el yo se encuentra a sí mismo. El interminable fervor de Efi Cubero ha
impulsado un balance creativo formado por las entregas Fragmentos de exilio (1992), Altano
(1995), Borrando márgenes (2004),
La mirada en el limo (2005), Estados sucesivos (2008), Ultramar (2009); Condición del extraño (2013), Punto
de apoyo (2014) y Solo inclasificable
2021). Un largo proceso que aglutina también las composiciones inéditas, no
conocidas en libro todavía.
Efi Cubero acentúa el proceso para vivir
la esencia de las cosas, esos temas centrales que conforman la compleja
urdimbre de Rizoma. Los poemas se cobijan
sin enunciar de qué libro proceden; conforman apartados que mantienen una
sostenida unidad armónica: “Rizoma”, “Ver”, “Hora Prima”, “Travesía”, “Lugares
habitados”, “Natura”, “Huellas”, “Creación” y “Amar”. De este modo, percibimos los
muros de una casa alzada desde el tiempo y el silencio, un ámbito transcendente empeñado, sin tregua, en
la persecución de la belleza. Alojan los efectos profundos y sutiles que percibe la sensibilidad de
un sujeto verbal con fuerte sentido de su autonomía estética.
La introducción “Leyendo Rizoma,
bajo el enigma del poema”, firmada por la palabra sabia del poeta, ensayista y
profesor Javier del Prado Biedma, yuxtapone sondeos interpretativos. Esboza un análisis
de intensidad y concisión emotiva en el que se desvela esa red transversal de
los matices. Insiste el profesor en la semántica fuerte de “Rizoma” como “tallo
subterráneo hinchado de jugo y de gérmenes de vida”; una proyección de la raíz
hacia el mundo aéreo que mantiene su oculta esencialidad, su imprevisible
dimensión extemporal. La palabra despliega un paisaje conceptual que desvela y
muestra la piel abierta de la ontología, la plenitud intacta de lo oracular que
se resiste a la brújula analítica del pensamiento y a su empeño de exactitud
filosófica. La introducción nada deja en barbecho. Recorre con profunda mirada
cada una de las secciones para determinar sus rasgos distintivos, sabiendo que
la estructura es lo que permanece, más allá de la contingencia y lo coyuntural.
La nota de la escritora responde con didáctica concisión al origen del
título y a los criterios de selección de esta poesía de la extrañeza que
aglutina como material magmático entorno natural, pensamiento filosófico,
realidad transcendida, esencia y decurso vital. Todos son lugares del poema,
estaciones de llegada de la conciencia, pulsaciones de incertidumbre de las que
emerge una poética y una disposición a la palabra: “La incertidumbre / es mirar
más adentro / sin encontrarnos”.
Quien escribe, pone en vigilia su forma de
percibir y ver; se crea una disposición a la palabra, un estar a la espera que
busca “enlazar lo distinto para unirse en un todo”. Desde la soledad y la
extrañeza el sujeto verbal se hace voz, semilla germinal de una armonía íntima
y sin contornos.
Construir la escritura es dibujar un código de acceso al núcleo del
silencio. Los poemas transcriben incertidumbres; se deslizan por una senda de evocaciones,
imágenes y enunciados reflexivos. En las composiciones se hacen accesibles los
afanes diarios de una perspectiva ecléctica, de una contemplación que se
condensa, donde las certezas son un afán continuo de claridad y transparencia,
es refugio pautado que protege y salva, que concede sentido a la volátil sombra
del tiempo: “La mirada resuelve / la extrañeza de ser… / O el extravío”.
En cada sección las composiciones exploran sendas argumentales en las
que el devenir existencial se define como vértice central. Vivir es un caminar
continuo que hace posible la revelación y el cruce, la fugacidad de un
tiempo en continuo deseo de huida. El incansable andar empuja a encuentros y
ausencias, a percibir las marcas en el aire del azar que sostiene nuestros
pasos. Junto al yo, el sueño de la naturaleza, la materia que aporta cercanía y
conocimiento en la compleja urdimbre de su apariencia: “Por el delgado filo /
de transparentes márgenes / busco cobijar los códigos brumosos / de la
naturaleza que intento comprender.”
En el variado contexto escritural de
Rizoma la preocupación
metaliteraria está presente en “Sílabas”, “De paz”, o en algunos poemas del
apartado “Creación” que definen una manera de mirar el mundo llena de lucidez,
nunca abstracta o distante. La creación es un proceso, el justo equilibrio
entre trabajo, acierto expresivo e inspiración: ”Alumbrar, pulsar en lo
acertado / para sentir el alma allí donde se oculta. / Aquí donde la vida se
revela, / desnuda, intraducible…”
El apartado final hace del amor camino propio. Un tantear continuo en la
profundidad de la entrega, en el deseo y en el espacio simultáneo del nosotros
en la incansable travesía de las estaciones. Después de la partida queda el
desvelo del recuerdo, la reivindicación de que en la ausencia también se
permanece con los pasos inciertos de la evocación. El rumor elegíaco impulsa
composiciones de fuerte calado sentimental; la voz de quien no está se retiene
con la convicción de una vivencia permanente en “Fotografías”, “Sol”, “Partida”
o “Soledad”.
Por la identidad poética de Rizoma asoma, vivo y pleno, el
movimiento incesante de la belleza. La voz que aspira a llegar a ser. La
esencia que resiste la neblina diaria. Las palabras se deshojan de lo
transitorio para mostrar una sensibilidad de efectos profundos. Las
composiciones contemplan un presente único en el que se concentran vida y obra,. Así nace el abrazo del poema, ese gesto que busca desvelar la música callada de
silencio, el intacto perfil solar de la belleza.
JOSÉ LUIS MORANTE
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