viernes, 30 de noviembre de 2012

JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD.


JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD
 
    La Generación del 50 monopoliza casi al completo el magisterio contemporáneo de mi generación. Los poetas novísimos forman el escalón intermedio, pero tengo la certeza de que apenas pusimos el pie en el peldaño del esteticismo y, en cambio, dejamos muchos días nuestros pasos perdidos en los descansillos del realismo social.
   Hablar del medio siglo es mencionar un grupo literario más cohesionado por las actitudes que por las connotaciones estéticas. El hábitat natural de aquella promoción fue el espacio del compromiso ético y del cuestionamiento de la realidad. Todos tuvieron vocación de testigos de cargo, vivieron con angustia la borrascosa intemperie de la dictadura e hicieron de la poesía de Antonio Machado una clave de acceso a la senda más transitada.
  Otro día hablaré del carácter propio de cada poeta, de esa percepción singular que define la escritura de Ángel González, Carlos Barral, Claudio Rodríguez, José Ángel Valente, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma y José Manuel Caballero Bonald.
  Hoy sólo quiero manifestar mi alegría porque el jerezano José Manuel Caballero Bonald ha sido reconocido con el galardón de mayor rango de nuestro idioma: el Premio Cervantes. Un premio a un itinerario que condensa poesía, novela y páginas autobiográficas, que traspasa límites genéricos para vincular temas e inquietudes que enlazan experiencia personal e historia colectiva.
  Un nombre propio que ya forma parte del ancho río de la tradición.
 
  

miércoles, 28 de noviembre de 2012

MIGUEL ÁNGEL CONTRERAS. DESIERTO.

 Libro de precisiones
Miguel Ángel Contreras
Bartleby Editores, Madrid, 2012

El preludio que abre Libro de precisiones, de Miguel Ángel Contreras (Guadix, Granada, 1968) dibuja una situación de lugar, vivida a diario por los habituales del suburbano de la gran ciudad: el viaje constata que habitamos un vagón repleto de soledades, sin otra conexión que la cercanía física. De esa circunstancia contextual de mínimo contacto se puede hacer una lectura simbólica: el ser existencial vagando en las arenas de su propio desierto interior. De ese modo el protagonista textual deambula por un tránsito aleatorio en el que debe encontrar rutas hospitalarias, a pesar de que “El desierto se hace opaco, / como una incesante oquedad abierta, / una oquedad que se abre eterna / y se desmorona lentamente / casi de forma ingrávida”. El trascurrir propicia un paréntesis vital de conocimiento reflexivo; en esa suma de pasos aleatorios están algunas de las respuestas que esclarecen la identidad del yo, un ser semejante a una sombra de difuso contorno.
   Conocer nuestros límites enseña a buscar razones para no contaminarse por el humo de lo cotidiano, hecho de propósitos baldíos. Los estrechos logros que alientan las metas no sobrepasan la posesión material y contradicen aquel espíritu machadiano que predicaba la levedad, el caminar ligero de equipaje. Progreso y materialismo no son sino altares con falsos ídolos al sol.
   El desierto es un lugar físico, único a la aridez y a la intolerancia climática. Define nombres propios que están en las páginas de los estudios geográficos. Pero también el desierto es una sensación, una inquietud que habita en cualquier recodo del camino. El desierto es Petra y Cartago, Madrid o Barcelona, Lisboa o París; un subsuelo abierto que pone en comunicación con el tacto gélido de la soledad.
  Si los poemas iniciales comparten un clima escritural uniforme, definido por esa continua sensación de orfandad y retiro, el segundo conjunto poemático, “Variaciones en la piedra”, mantiene la indagación de la conciencia en su propio deambular. El protagonista textual se difumina, cede protagonismo al entorno. El ser ya no es el centro de gravedad de las palabras, sino la materia y el paisaje, las formas que aglutinan opciones entre el equilibrio y el caos. Ya no es la intimidad el lugar de la palabra sino el contexto, la geografía concreta, la soledad de la materia: “Vengo a la región de la materia, al espectro / visible que descubre el paisaje, / al caos y al equilibrio “.
   La impresión que domina en los breves poemas de Libro de precisiones es el esfuerzo baldío de un náufrago que lucha contra la corriente y que aflora a la superficie para llenar de aire los pulmones. Los versos que cierran el poemario dibujan un bregar esperanzado, capaz de poner un poco de calor en la piel del invierno. El futuro no es sólo una palabra: “no dejo de sentir cada mañana / que lo mejor siempre está por llegar.”

lunes, 26 de noviembre de 2012

NUEVA YORK.

Geometría y angustia
(Poetas españoles en Nueva York)
Edición de Julio Neira
Vandalia, Fundación José Manuel Lara
Sevilla, 2012

El epígrafe Geografía y angustia sirve de título a esta antología, con selección y prólogo del profesor y ensayista Julio Neira. Propone un exhaustivo rastreo de un motivo literario de honda supervivencia en nuestra literatura: Nueva York. Recluidos en su geografía han sido muchos los autores que en los dos últimos siglos han expresado con sus versos perplejidad y alegría, admiración, inquietud desolada y gritos de desgarro.
El análisis de Julio Neira argumenta la consistencia del motivo y su enfoque plural. La historiografía permite recordar que la poesía urbana arranca en el siglo XVIII, definida por las nuevas condiciones ambientales derivadas de la revolución industrial. La ciudad es germen de disonancias y se convierte en lugar de conflicto en el que el sujeto pierde su identidad. Como escribiera Baudelaire el individuo se convierte en un sujeto alienado. La visión neoyorkina suscita una antítesis emocional. De esa mole matérica que mezcla avenida y suburbio, soledad y convivencia cívica, afloran muy diferenciadas perspectivas. A los exteriores neoyorkinos se asoma Juan Ramón Jiménez, cuyo libro Diario de un poeta recién casado es uno de los principales impulsores de un motivo poético que encuentro abundante tratamiento en la generación del 27. Salinas, Lorca, Cernuda o Alberti inciden en su experiencia personal en la metrópolis y alumbran una esclarecedora visión de su estancia. Tras la guerra civil, en la diáspora, Nueva York se convierte en tierra de asilo y allí hallarán refugio muchos republicanos españoles. El paisaje urbano será trasfondo de su literatura. El escenario también será adoptado en la estética camp de los novísimos, con planos cinematográficos, aunque no existe una visión homogénea de la metrópolis, que es siempre una criatura oblicua y vertical, abierta a la sugerencia. La transición política tiene su equivalente en una profusa bifurcación del mapa literario y en la apertura de movimientos y etiquetas que convierten al yo en frecuente destinatario del poema. Aún así, el contexto prevalece; el imaginario neoyorkino subsiste, como una fotografía de interior que marca la expresión de esta ciudad del hombre que  preserva su fascinación y rechazo en la esquina de dos siglos, entre los nombres nuevos que escriben la poesía del siglo XXI. Si Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y José Hierro persisten como los tres grandes iconos del subtema, el editor ha logrado reunir más de un centenar de nombres que tratan el subtema, como si fuera un motivo renovable y esencial.
Vigilia y sueño, la monumental ingeniería de Nueva York encarna con mayor simbolismo los valores cosmopolitas. Sus imágenes, estáticas o trasformadas, siempre permiten comenzar de nuevo, hacer de la ciudad un primer paso, principio y término del viaje.

sábado, 24 de noviembre de 2012

EQUIPAJE.

Equipaje


Estas palabras son el equipaje,
el reclamo de una falsa grandeza;
un terco deambular que viaja solo
en el vientre de un tren equivocado.
Y recelan mirar por la ventana
porque guardan su ayer en la retina
y saben que si cruzan el cristal
verán muy diferente orografia.
Fueron la intrepidez que se desplaza
a dominios ignotos del planeta.
Dejó el regreso abiertas cicatrices,
hechas de laberintos y distancias
que otros celebrarán desde el asombro.
Mi desamparo arrojará al silencio
que fue cada estación una renuncia,
un paso dado hacia ninguna parte.

     (De Mapa de ruta, Maillot Amarillo, Granada, 2010)

miércoles, 21 de noviembre de 2012

DESCONFIANZA.

                                        
                                         (José Luis Morante. Lectura en Madrid)       
 
DESCONFIANZA
 
 
 
. Desconfío de las biografías legendarias, que no saben de quién es su pasado.
. Desconfío de la vida sana, ese túmulo de hábitos saludables que antes o después acabará metiéndonos en el ataúd.
. Desconfío de los que visten, con monotonía e insistencia, el abrigo de los compromisos y carecen de tiempo para el otro.
. Desconfío de esa temprana conciencia de genialidad.
 
. Desconfío de quien hace de las relaciones personales un insalubre trastero, un lugar siberiano.
     . Desconfío de los que difunden que el talento brota de la nada.
. Desconfío de esa obsesión indígena que llena de himnos, banderas y escuadrones la plaza de su pueblo.
 
 . Desconfío de las amistades aparentes, que tienden a la exuberancia decorativa.
 . Desconfío del escritor que hace de la existencia personal una actividad subalterna, aliñada con signos de puntuación.
. Desconfío de mí, si desconfío.
 
                           

domingo, 18 de noviembre de 2012

FERNANDO PESSOA.

PERSONAJES DEL DRAMA

El misterio del mundo
Fernando Pessoa
Prólogo, selección y traducción,
José Luis García Martín
Paréntesis, Alcalá de Guadaíra (Sevilla), 2009

   En la primavera de 1980, la revista Poesía, del Ministerio de Cultura, dedicaba un monográfico doble, el 7-8, a  Fernando Pessoa. Se hacía eco del prestigio literario del portugués. Aquel especial incluía una tabla cronológica, un amplio catálogo de opiniones sobre el discurrir biográfico y la obra y una intensa exploración sobre el camino de los heterónimos, con atractivo diseño sembrado de fotografías. Otra iniciativa que clarificó la valía pessoana fue El poeta es un fingidor, con traducción, selección, prólogo y notas de Ángel Crespo, editada  por Espasa-Calpe en enero de 1982. Un año después, José Luis García Martín, en la colección Los Poetas de Ediciones Júcar, presentaba la antología Fernando Pessoa, con documentado ensayo introductorio de casi doscientas páginas. Se sumarían con posterioridad otros acercamientos porque  Fernando Pessoa se había convertido en un campo temático y los saqueos de citas se prodigaron hasta convertirse en una moda trivial.
   En el ahora ha languidecido la presencia mediática y el estar cotidiano de su literatura, lo que anima a la editorial Paréntesis a reeditar aquel trabajo de José Luis García Martín, con un liminar didáctico y ligero, donde el traductor repasa las circunstancias concretas y el contexto histórico. Fernando Pessoa (Lisboa, 1888, 1935) publicó en vida un único libro, Mensagem (Mensaje), aunque fueron frecuentes las colaboraciones críticas en A Aguia y los poemas en revistas como Orpheu y Contemporánea. La antología comienza precisamente por Mensaje. En sus poemas hallamos un evidente cuidado formal y una tendencia a buscar en la historia lusa argumentos literarios en los que expone un sebastianismo racional y un expresivo nacionalismo.
   Los heterónimos diversifican la obra; dejan un estilo y una sensibilidad; Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos y el ortónimo Fernando Pessoa dan voz de orquesta a un lenguaje plural.
  Alberto Caeiro representa la palabra espontánea y natural, el sujeto que ve sin estar condicionado por lo cultural. Su imaginaria senda de escritor arranca en Lisboa en 1914 y concluye en 1915. Su breve obra rompe con el saudosismo portugués; incluye El guardador de rebaños, un libro que aglutina intuición y grandeza, El pastor amoroso y los denominados Poemas inconclusos.
   Ricardo Reis nace en 1887. Educado con los jesuitas, recibe una fecunda formación clásica que traslada a su único libro de odas, un conjunto de ciento veinticinco poemas en el que los aspectos formales se subordinan al pensamiento. En la pautada evolución hallamos elevación espiritual y epicureísmo, elegante dicción y serena filosofía.
   Los poemas más tempranos de Álvaro de Campos, nacido en 1890, sirven de cierre a la primera entrega de la revista Orpheu; en el segundo número  de esta publicación se incluye  la “Oda Marítima” que ya difunde la identidad poética de este heterónimo que tiene afinidades con W. Withman. Representa el vanguardismo formal e ideológico. En la poética pessoana, Álvaro de Campos amplía el verso libre y da pujanza a la sensación intelectual con su afán vanguardista, con logros tan notables como “Oda Triunfal”, “Oda Marítima” y “Tabacaria”
  La diversidad de Pessoa también está representada en Primer Fausto, un poema dramático cuyo hilo general es el conflicto entre inteligencia (facultad a la que Fausto pone voz) y devenir existencial. Del primer fragmento del poema, “El misterio del mundo”,  toma José Luis García Martín el título general de la recopilación.
   Si recordamos la biografía, en 1896 el poeta y su madre viven en Sudáfrica, en Durban, donde aprende el inglés, idioma que se convertirá en su primera lengua literaria. Tras su regreso, en 1905, continúa escribiendo textos y notas íntimas. En esta antología se recogen  algunos poemas ingleses y un abundante compendio de epitafios.
   Están además algunos poemas de gusto popular, que disuenan por su estética de la diversa producción heteronínima y los fragmentos del Libro de desasosiego, el mejor exponente del ideario estético.
   Fernando Pessoa murió muy joven, a los cuarenta y siete años, en 1935, en un hospital lisboeta, tras consumir una existencia sin hitos relevantes, pero en la que puso una indeclinable vocación literaria, poco conocida por sus contemporáneos, aunque en 1927 la generación de escritores más jóvenes, nucleada en torno a la revista Presença, tiene conciencia de su magisterio. Cada uno de sus heterónimos da voz a una personalidad singular, como si el cauce creador fuera tan amplio que precisara derivaciones.

sábado, 17 de noviembre de 2012

LA CITA.


LA CITA

Quedamos para un lunes y como por ensalmo
duró aquella semana muchos meses
y demoraba noches una abúlica luna.
Por tan malos augurios parecía
que el fulgor de la cita se apagaba,
pero en mí resonaba como un eco.
Llegaríamos puntuales.
Voluminosos trazos recortarían siluetas
en la barra de un bar,
donde siempre se bebe en doble fila
y hay un intenso flujo de voces de babel.
Yo sólo miraría, reclamando
un espacio discreto, cualquier sitio,
un atolón lejano, un mar al sur,
una calle de invierno
o mismamente el coche y el vaho de sus cristales
que declina la sombra y la intemperie.
La besaré sin tregua, no sabré qué decir.
El silencio contiene más deseo y tristeza,
moneda habitual entre los solitarios...
Y hasta imagino el rostro de la desconocida
que acudirá a la cita cualquier lunes.
Pero que acuda pronto;
como plena marea me desborda el deseo
y convierte la espera
en un vulgar asunto de psiquiatras.

     (De Población activa,  Deva, Gijón, 1994)

jueves, 15 de noviembre de 2012

OMBLIGO.


 
OMBLIGO  ( 100.000 VISITAS)

Tengo un ego de pasillo estrecho. Mi autoestima es una estación de servicio en la que siempre dejo el depósito a medias para que se hagan sitio torpezas, virtudes, manías o defectos, y cocinen en común una pizza cuatro estaciones. Pero soy un tipo agradecido y quiero que esta entrada manifieste con firmeza mi abrazo digital a los seguidores habituales, que me guardan algunos minutos de su tiempo, y a las cien mil visitas al blog que dan alojamiento a la soledad de mi escritura. Apago las velas, digo la pantalla para mirarme el ombligo con discreto sosiego, como deben mirarse los ombligos en los días de invierno.
 

Postdata y Dedicatoria:

   Tres días antes de que finalizara 2010 abrí Puentes de papel. Desde entonces considero el blog como un libro en construcción, en el que cada entrada exige amenidad, dedicación y pulso literario. Desde el clic inicial de “nueva entrada”, he sentido el ánimo y la presencia cálida de los seguidores que gota a gota han ido incrementando su estar junto a mis reflexiones y el peso firme de estas cien mil visitas que son la mejor gratificación de mis textos. Un abrazo a todos y de manera especial a mis antiguos alumnos de Arcos; a Ricardo, Rosa Huertas, José, Felipe, Fernando y Emilio, escritores de Rivas; a mis amigos en la cercanía, Luis Felipe Comendador, Herme G. Donis, y más lejanos en la geografía, Pedro Ojeda, María Sanz, Jesús Aparicio González, Hilario Barrero, Marta Agudo; a María Millán y mis compañeros de instituto, a María Jesús, Ana de la Parra, Javier Maíz y mis paisanos abulenses; a Elena Muñoz, Candela Arevalillo, José M. Sánchez, César, Lourdes... y a tantos nombres propios, que han escrito comentarios llenos de lucidez e inteligencia.
 
   A mi familia, Adela, Irene y Ana. A Javier Cabañero.
 
  También a los que piensan, como Alberto Caeiro, que la luz del sol vale más que el pensamiento de todos los filósofos y de todos los poetas.

  Demasiadas veces olvidamos de dónde venimos, yo acabo de llegar de vuestro afecto.

 

 

 

 

lunes, 12 de noviembre de 2012

JOSÉ GUADALAJARA. IDEALIZACIONES.


La luz que oculta la niebla
José Guadalajara
Bohodón Ediciones, Madrid, 2012

   Hasta las páginas de La luz que oculta la niebla, el escritor José Guadalajara integraba la nómina de autores dedicados de modo exclusivo a la novela histórica.  Tras sus estudios sobre el Medievo y las reputadas investigaciones sobre el Anticristo, había depositado en la mesa de novedades Signum, Testamentum, La reina de las tres muertes y La maldición del rey sabio. Todas desvelan una paciente labor de sondeo para alumbrar tramas y personajes en marcos históricos que reconstruyen con fidelidad algún rincón del pasado. En su quinta salida, La luz que oculta la niebla hay una voluntad de exploración de otros cauces argumentales a través de un relato amoroso, concebido como una propuesta introspectiva, elegíaca e intimista.
  El ahora se convierte en tiempo narrativo de una identidad femenina. Se nos cuenta en primera persona el despertar de su memoria, tras la recepción de una carta, cuyo remitente aviva la búsqueda de indicios sentimentales. Desde ese momento, aún con la misiva cerrada, la protagonista se ocupa en poner luz a una etapa vital de búsqueda y descubrimiento relacional. Sus rememoraciones conducen a los años universitarios, en la amanecida de la transición, tras la muerte del dictador. El entorno social respira un clima de libertad esperanzada, como si fuera posible cualquier utopía. Son días juveniles y la narradora se retrata a sí misma como un temperamento abierto y contestatario, con gustos vegetarianos y una activa vida sexual. Cursa Filología Clásica y tiene un buen bagaje de lecturas en el que no faltan los poetas que definen ese tiempo, los novísimos, aquella promoción literaria que convirtió a Venecia y el culturalismo en rasgos habituales.
   Sin embargo, sus enlaces con los demás sólo son aproximaciones esporádicas. Una fotografía trastoca esa firmeza del estar solitario. La descubre un día cuando en el lugar de trabajo, su jefe, Fermín, director de una academia de enseñanza, repasa instantáneas de los años setenta. La imagen es también la excusa para un primer viaje en el que conoce a Mateo, el personaje retratado, quien no sólo no decepciona su intuitiva atracción sino que en un beso esporádico y furtivo alimenta la idea de una convivencia común, a pesar de que ya tiene pareja y que su trabajo académico como catedrático de arqueología supone frecuentes viajes y alejamientos.
   Se inicia así una relación sentimental compleja, basada más en la idealización que el conocimiento ajustado del otro. Sólo comparten algunos encuentros apresurados y la pasión por el pasado, pero hay pocas esperanzas de que ese amor se convierta en un trayecto en común.  La vida laboral impone su calendario de rutinas y obligaciones en el que los sentimientos afloran como corrientes discontinuas. La inquietud del deseo se convierte en pasarela hacia el otro, en el espacio íntimo donde cabe una realidad ensanchada.
   Tres iniciales en el dorso de un sobre; una excusa, como la celebrada magdalena de Proust, para capturar el rastro de un tiempo perdido en el azogue gris de los espejos, hecho de sensaciones y añoranza. Y un libro distinto a los que integran su trayecto creador que nos da una faceta nueva del autor, José Guadalajara, que convierte al amor en un microcosmos escénico, con vía libre para emocionarnos y para pensar que el amor ideal y el real sólo tienen vagos parecidos.

 

 

 

 

 

sábado, 10 de noviembre de 2012

ESTRATEGIA.



ESTRATEGIA

Mantengo una estrategia rigurosa
que supone continuo aprendizaje;
con ella maduré tu encarnadura,
hice de tus espejos refugio protector.
De pronto la vigilia
impone su aspereza.
Te desgajas de mí,
adquieres vida propia,
y encaminas afanes a otro sueño.
No pongo en entredicho
tu postura,
ni te pido consuelo.
Pero es larga la noche
y habito un caserón destartalado,
sin salidas de urgencia.

         ( Del libro La noche en blanco, DVD, Barcelona, 2005)

jueves, 8 de noviembre de 2012

FERNANDO LÓPEZ GUISADO. CORAZÓN Y KARMA.

La letra perdida
Fernando López Guisado
Editorial Vitruvio, Madrid, 2012

    El discurrir poético de Fernando López Guisado (Madrid, 1977) comienza en 1995, cuando sale a escena Aromas de soledad; tres años más tarde prosigue su labor literaria con El altar de los siglos para sumergirse después en un largo silencio editorial que sólo se rompe cuando el poeta se instala en Rivas-Vaciamadrid y se incorpora de inmediato al ámbito cultural que impulsan Elena Muñoz y José Guadalajara. Pero en ese paréntesis de silencio nunca perdió el pulso de escritura, como demuestra La letra perdida, un volumen de lenta gestación, cuya génesis ha explicado el autor en su blog “Buenas noches, Nueva Orleans”, donde también hay un cumplido inventario creador en otros géneros como el microrrelato, la reseña y el artículo.Fruto de un macerado proceso escritural, el poemario supone un cierre con una idea hedonista y celebratoria de lo cotidiano para adentrase en las costuras abiertas de la contradicción y los desajustes. La realidad propicia una inseguridad existencial; la convivencia está herida en la línea de flotación porque lo que prevalece de cada identidad es un personaje egocéntrico que subordina al otro desde los dictámenes de una conciencia excluyente.
  Antes de adentrarme en esta propuesta lírica me gustaría recordar que debemos al romanticismo la idea de libro orgánico: el poemario no es una acumulación de textos que genera un espacio verbal laberíntico sino un territorio listo para el cultivo que crece de forma natural, siguiendo las coordenadas que dictan la razón y el sentimiento. Este es el enfoque de La letra perdida que sitúa como pórtico de las composiciones unos párrafos de Neil Gaiman, escritor de comic, literatura fantástica y terror.
   En la naturaleza del yo poemático que deambula por las aceras de La letras perdida están los pasos de un individuo común que sobrevive al erosivo tránsito diario y reflexiona de manera directa, en ocasiones con una voz lastrada por la incertidumbre, que no logra escapar del desánimo y la desconfianza en un ideario que aglutina corazón y karma. El entorno se percibe de modo fragmentario; se combinan la descripción de ambientes y el pormenor biográfico, la indagación introspectiva y el sustrato de los sentidos.
  El libro revitaliza varias tradiciones y no se decide por una senda explícita, como si hubiese superado ya aquella vieja polémica que ilustró el fin de siglo entre lo figurativo y la abstracción. Hay narrativismo, reflexión, emociones y una habitación con vistas al callejón del pesimismo que mana del soporte cultural de una generación que cierra siglo y mira con desconfianza el frágil decorado del progreso o los valores sociales que han cimentado una sociedad en crisis. Es una generación que aporta otras constantes identitarias como el cómic que no es sino una mutación en imágenes del cantar de gesta o una nueva Iliada, digital y futurista.
   En La letra perdida, Fernando López Guisado concentra los mejores poemas hasta la fecha de su breve corpus. Su poesía combina factura formal, tejido emotivo y reflexión inteligente, activos al alza que hallarán, seguro, el cálido veredicto del lector.  
 

martes, 6 de noviembre de 2012

REALIDAD CUÁNTICA.


REALIDAD CUÁNTICA

Las partículas nos hacen; de ahí el ser fragmentario y la percepción parcial de lo que nos rodea. También el relativismo de lo objetivo y la inmediatez de algunas conclusiones. El término realidad cuántica me gusta por su hospitalidad en el estar y por una sonoridad grandilocuente que fascina a quien nada sabe de Física, como es mi caso. En él tienen cabida aquellas categorías caóticas borgianas: 

. Los encantados de conocerse sobre el pedestal y los desencantados.

. Los introspectivos, que pasan el día mirando por la ventana.

. Los que hacen de sus opiniones una abdicación voluntaria de la inteligencia y ocupan cargos públicos o sillones privados.

. Los que pasean a mediodía con fantasmas taciturnos.

. Los que gesticulan con estricta moderación.

. Los de irritante tendencia a buscar la felicidad.

. Los perpetuamente instalados en la desazón.

. Los que trazan diagonales difusas

. Los que ningunean el aislamiento, como si fuera necesario transitar en rebaño, en manada, o en la hermandad siniestra de la secta.

. Los avezados en la ejemplar cautela de no aceptar ideas de otros.

. Los que desde puertos sombríos buscan el cielo abierto que recubre altamar

. Los que creen que medir un metro setenta y tres centímetros de altura es una singularidad física.

. Los que viven entre la conciencia y el delirio, como el dinosaurio de Monterroso.

. Los que pagan la barra de pan con tarjeta de crédito.

. Los que usan gafas.

. Los optimistas que aseguran que hay sitio para todos.  

domingo, 4 de noviembre de 2012

KARMELO C. IRIBARREN. DÍAS LABORABLES.

  
 La ciudad
Karmelo C. Iribarren
Editorial Renacimiento, Sevilla, 2008


    Para quien supone que el hermetismo es condición indispensable de la gran poesía y convierte al poeta en un iluminado de naturaleza mística, la obra poética de Karmelo C. Iribarren (San Sebastián 1959) será juzgada con paternalismo y condescendiente ademán. Para los buenos lectores (entre los que me aplico en guardar mi propio rincón) el trayecto creador del donostiarra es una entrañable contribución a las propuestas estéticas del realismo de fin de siglo. La ciudad es un generoso inventario de textos, conformado por poemas de La condición urbana, Serie B, Desde el fondo de la barra, La frontera y otros poemas, Ola de frío y un puñado de inéditos que ya está en las estanterías integrado en el libro Atravesando la noche. Esta compilación cuenta además con una entrada de Joaquín J. Penalva, y un epílogo del desaparecido poeta y novelista sevillano Vicente Tortajada.El título sugiere de inmediato que el ámbito natural de los versos es la trama de calles y avenidas que delimitan los contornos de la vida contemporánea, los hábitos de una demografía de servicios que acumula soledades en compañía. No parece descabellado pensar que Karmelo C. Iribarren lo toma de una conocida novela de William Faulkner, con quien comparte su labor de cronista mordaz, elegíaco y desesperanzado de un mundo cotidiano, disminuido y carcomido por la ausencia de ideales.
  Entre las sucesivas salidas no hay fracturas, de modo que la singularidad del poeta se hace palpable en su entrega inicial en la que ya se evidencia la textura verbal de su lenguaje: poemas breves, sintaxis coloquial, intimismo autobiográfico, mirada social, humor e ironía y un sustrato reflexivo que postula la idea de un observador dispuesto a percibir lo que sucede alrededor y que comparte las secuencias tomadas, dando la misma importancia al detalle trivial que al asunto trágico y que también se ve a sí mismo como necesario protagonista de la vida al paso.
  En ese diálogo con el lector están los titulares de lo cotidiano y la caligrafía que asegura que el reloj marca el tiempo de un discurrir decepcionante que pierde aceite por cualquier rodamiento; la solemnidad es sólo la máscara plastificada de aquellos que disimulan su nadería con lo transcendente.
  Guardo en los estantes de mi biblioteca Bares y copas, aquella lejana carta de presentación, un pliego con impresión en doble cara; incluía doce composiciones muy breves y una chispeante biografía; estaba editado por el Ateneo Obrero de Gijón, en su colección Máquina de Sueños. Ahora incorporo Atravesando la noche, un poemario de negra cubierta de la editorial Huacanamo. Los dos libros sirven de apertura y cierre hasta la fecha de una senda creadora, bien representada en La ciudad, en la que el sujeto verbal huye de la altisonancia, como si un espejo reflejara la verdadera condición del yo, la fisonomía de un ser con la camisa puesta de lo laborable. Los poemas asienten, muestran el torso desnudo de un existencialista a ráfagas, las credenciales de un superviviente. Sin más historias.

viernes, 2 de noviembre de 2012

AGUSTÍN GARCÍA CALVO. HOMENAJE.




TAMPOCO DRAMATICES

                            In memoriam

Tampoco dramatices... Puede que sea la muerte
ejemplar funcionaria en una sucursal
del retorno imposible -frágil de aspecto,
linfática, miope,
el pelo ceniciciento y encorvada la espalda
por fraudes laboriosos y continuos-
que anocheciendo torna a su buhardilla,
perdida como un faro
en los acantilados del suburbio.
En su pequeña estancia se despoja
del oscuro uniforme, toma una ducha fría,
sorbe algún refrigerio y, ya en la cama,
se obstina en resolver un crucigrama extraño
que comenzara en el cincuenta y seis,
justo en la fecha de su nacimiento.
En aquel se entrelazan múltiples sustantivos,
tiempos, definiciones, evidencias, sucesos...
Se van copando espacios y un día queda el último.
Es mi nombre. La muerte, satisfecha,
va cerrando los ojos, le vence un sopor dulce
y se duerme tranquila.
Mi vida, el crucigrama está resuelto.

       (De Población activa, Deva, Gijón, 1994)