Una senda en la penumbra (Hacia el corazón del Japón) María Ángeles Robles Ediciones de la Isla de Siltolá, Levante Sevilla, 2014 |
CON EL ESPÍRITU DEL HAIKU
La imagen del Japón contemporáneo ha fortalecido un buen número de
clichés. Son consideraciones arquetípicas que dejan su vigencia en el tiempo y emparentan al país del sol naciente con el haiku, lo ceremonioso, la alta tecnología, el
espíritu normativo social, el manga, la gastronomía de algas y pescado crudo y
el respeto a la tradición. Seguramente hay más, pero con estos vértices trazados
por la inmediatez componemos una estampa
sugerente con un soporte asentado en la realidad. Se puede
contrastar de inmediato con Una senda en
la penumbra. Hacia el corazón de Japón, dietario sentimental escrito por
María Ángeles Robles. Hasta la fecha, el perfil creador de María Ángeles Robles
se ceñía a quehaceres vinculados a la prensa, con especial incidencia en las
páginas culturales dedicadas a la literatura, el cine y los eventos de autores.
La gaditana ha impulsado abundantes colaboraciones en medios del sur y ha
creado la revista digital CaoCultura
que es hoy un referente sobre el espacio literario andaluz.
He empleado, con las limitaciones propias de la terminología, el aserto
“Con el espíritu del haiku” como título de esta reseña porque las notas reunidas
en Una senda en la penumbra no son apuntes
cronológicos al uso sino la exposición sosegada de una sensibilidad que muestra
el devenir estacional y una recurrente admiración por los variados estratos del
magma japonés.
Para viajar a un lugar solo se necesita cerrar los ojos y oír las
pulsaciones del interior. María Ángeles Robles lo sabe y así va naciendo, como
renovados brotes naturales, una escritura secuencial que sustituye la anécdota
por la impresión y las descripciones por la mirada lírica. Bajo los apartados
estacionales (otra concomitancia con la estrofa clásica japonesa) la autora
perfila sendas, como si fuese completando en un acto de contemplación un cálido
trayecto circular. Los sentidos miran y dan fe de sus percepciones, con la
ortografía propia del pensamiento. De este modo, lo inesperado se hace visible
para mostrar estelas que se adentran en el matiz, en aquellos aspectos que
parecen frágiles y transitorios y adquieren a través de la escritura singular
consistencia.
La autora deja esta crónica con diferentes estrategias narrativas. Hay
prosas breves, con un claro sentido poético y contenido simbólico y
también hay poesía que nos llega desde el esquema métrico del haiku siempre
capaz de reunir los elementos dispersos del entorno con el rumor callado de la
sensibilidad que se busca a sí misma en el paisaje: “Cae la nieve / y el
corazón palpita/ Flor de retama”, “Flor del almendro / tu blancura de nieve /
derrite el tiempo”.
La cultura japonesa no es uniforme y en su legado son muchos los instantes de esplendor. De esa mirada al quehacer creativo de sus escritores destellan abundantes anotaciones, a veces como posos naturales de lecturas, lo que justifica la amplia bibliografía final, y otras como síntesis escueta de una página feliz, de un pensamiento, de una anécdota que adquiere su pleno sentido en la memoria del lector. En las breves notas de Una senda en la penumbra María Ängeles Robles elabora una experiencia interiorizada que evita las demoliciones de lo transitorio. En su soledad callada busca los trazos más singulares de una geografía que sobrevive en el ideal de un viajero sedentario que no necesita recorrer distancias sino escuchar las voces del corazón, esas que encienden la luz cuando caminamos a oscuras en lo diario y es necesario abrir una ventana. Desde su claridad regresa el sol, el nuevo día.
La cultura japonesa no es uniforme y en su legado son muchos los instantes de esplendor. De esa mirada al quehacer creativo de sus escritores destellan abundantes anotaciones, a veces como posos naturales de lecturas, lo que justifica la amplia bibliografía final, y otras como síntesis escueta de una página feliz, de un pensamiento, de una anécdota que adquiere su pleno sentido en la memoria del lector. En las breves notas de Una senda en la penumbra María Ängeles Robles elabora una experiencia interiorizada que evita las demoliciones de lo transitorio. En su soledad callada busca los trazos más singulares de una geografía que sobrevive en el ideal de un viajero sedentario que no necesita recorrer distancias sino escuchar las voces del corazón, esas que encienden la luz cuando caminamos a oscuras en lo diario y es necesario abrir una ventana. Desde su claridad regresa el sol, el nuevo día.
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