Paisaje (en tercera persona) Francisco Caro CLUP, San Sebastián de los Reyes XXI Premio Nacional José Hierro |
PALABRAS EN EL
BOSQUE.
El poema umbral ya establece los primeros
códigos reconocibles: una composición breve que vela el yo mediante un narrador interpuesto y una
temática reflexiva sobre la vida y la literatura, dos temas esenciales de la
poesía de cualquier tiempo: "Como la playa ociosa/ a final de septiembre, allí/ donde la luz asume que su vigor caduca/ ajeno a la existencia de los otros,/ así contempla el hombre/ mansa y leve su mano, la herramienta/ con la que atesorara/ el esplendor azul de cada instante"
El prisma del paisaje se difunde desde dos vértices. Por un lado, lo geográfico, el espacio físico que habla con los
sentidos para dejar en la memoria sus elementos singulares; aquellos que
preservan las imágenes del recuerdo: los senderos de Tejera Negra, las
estribaciones de Gredos, Albarracín, Hervás… nombres propios de una geografía
espiritual y física en la que el yo encuentra el reflejo transparente del agua.
El otro vértice es el paisaje de la biblioteca,
la cartografía de palabras que van testificando realidad y sueño. “La
misericordia de lo ágrafo" no cuestiona el sentido de la escritura inventando
senderos metaliterarios sino proporciona a la sensibilidad del yo un frágil
reducto de permanencia que hace más habitable la soledad.
En los dos senderos que bifurcan el libro habita el paisaje emocional –el que casi siempre origina la empatía
del lector- donde la palabra testimonia los llanos y cerros de la existencia, siempre llena de interrogaciones tras cada recodo. De esas machadianas galerías interiores habla uno de los mejores textos del libro, el poema que abre "Carretera cortada", un texto narrativo, especular, lleno de sugerentes matices: los días del mañana no son sino las curvas de un recorrido que acaba sin más.
Paisaje (en tercera persona) entremezcla la observación real y
activa del entorno cotidiano y particular, visto como un dibujo detallista, con la
mirada interior que desvela evocaciones y recuerdos en el latido manso de los calendarios. Poemas de ida y vuelta que difunden espacios de una realidad recuperada por la memoria y ese extrañamiento del hombre que recoge palabras en el bosque para encender las llamas de lo diario.