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Cantos de fortaleza
Antología de poetas venezolanas
David Malavé Bongiorni y Artemis Nader (Compiladores)
Prólogo de Rodolfo Häsler, epílogo de Rafael Arráiz Lucca
Kalathos Ediciones, Alcobendas, Madrid, 2016 |
VERSOS DE TIERRA
La poesía no se ausenta, aunque las condiciones históricas de la época
en que se escriba difundan casi un estado de emergencia e incertidumbre. Cuesta
pensar en la situación política actual del país latinoamericano sin que se haga inmediato
en la retina un desfile de imágenes del conflicto social, el grito de la calle
y la dura represión auspiciada por el gobierno dictatorial de Nicolás Maduro.
En este contexto, como escribiera Blas de Otero, quedan la palabra y la poesía; así lo muestran los compiladores que dibujan un mapa lírico de Venezuela en el trabajo de catorce poetas representativas de distintos idearios.
David Malavé Bongiorni, editor de Kalathos, subraya en el umbral la notable
ausencia de poesía venezolana en el exterior y la necesidad de crear una
estrategia concertada para difundir talentos. Así nace casi en clave lúdica este muestrario de trayectos cruzados con la pretensión de ser piedra angular
de la poesía femenina, un quehacer convertido en pulso y sentimiento sobre la cronología de un momento histórico sombrío.
El poeta y traductor Rodolfo Häsler ofrece en su liminar un enfoque
diacrónico sobre las poetas en la historia latinoamericana. Sondea la
arteria para cifrar sus presencias más notorias. La nómina adquiere un perfil
sólido y representativo en el que cuajan como espacios imprescindibles sor Juana
Inés de la Cruz, Gertrudis Gómez de Avellaneda y Gabriela Mistral. Ellas son el
sustrato que avala con su magisterio el discurrir generacional en los distintos
países. También adquieren el vigor del canon en Venezuela para ceder turno a quienes inician trayecto en la década del setenta y del ochenta; es una
promoción donde sobresalen Edda Armas; Cecilia Ortiz, Márgara Russotto,
Yolanda Pantin y Laura Gracco. Son ángulos de exploración en los que adquiere cuerpo la
conciencia de lo femenino y la indagación en lo existencial que en
Cantos de fortaleza se resuelve desde
enfoques autónomos.
Inicia la selección María Clara Salas (Caracas, 1947). Doctora en
Filosofía y con amplia cosecha, su obra sondea temas perdurables que se definen
en lo cotidiano: el ser temporal, la erosión del tiempo, la otredad, el pulso
sostenido entre sueño y realidad… Son
núcleos expresivos de un intimismo figurativo y coloquial, que no teme al
verso dialogal porque sabe que cada poema se habla a sí mismo y comparte
incertidumbres y lugar de paso en lo diario.
Rafael Arráiz Lucca, responsable del texto crítico final, acuñó un
aserto que resulta útil para entender este fresco poético: “El coro de las
voces solitarias”. Todas comparten el puente común de la poesía pero
cada voz sostiene su opción estética para desplegarse en singular. La
recopilación de Cecilia Ortiz (San Casimiro, 1951) resalta su
búsqueda de la imagen sorprendente y la entidad del simbolismo sobre lo
anecdótico; también la importancia de la naturaleza como código de señales
frente al sujeto capaz de conceder al entorno una realidad enriquecida. La
poeta tantea con la mirada el sentido final de la escritura que hace de la
palabra un territorio cognitivo.
La ruta creadora de Belkys Arredondo Olivo (Caracas, 1953), poeta,
periodista y editora, arranca en 1998. Su muestra abarca poemas breves y prosa poética y ha sido
antologada en distintos países. Su poesía es directa, con la voz fuerte del canto
que nunca posterga la variedad de estratos temáticos en su desarrollo. En sus
poemas el amar y el creer aguzan sus preguntas sobre las pulsaciones de lo
cotidiano.
Amplia germinación tiene la trayectoria de Yolanda Pantin, quien
personifica un protagonismo estelar en la cartografía actual. Así lo testifica País. Poesía reunida (1981-2011), volumen editado en España por
Pre-textos en 2014. En su lírica adquiere contundencia un trasfondo reflexivo
por el que lo subjetivo y lo personal muestran la
travesía de una experiencia transcendida.
Solo veinte años tenía Edda Armas (Caracas, 1955) cuando amaneció su
temprana incursión Roto todo silencio,
poemario reeditado hace apenas un año. La poeta, que acomete tareas de gestión
e imparte talleres literarios, tiene una amplia presencia en revistas y
antologías y ha impulsado la edición independiente. Sus versos recorren caminos
de retorno con una mirada narrativa que entrelaza anecdotario y pauta
reflexiva.
Las voces anteriores constituyen
el cimiento primero de un muestrario que no presenta quiebras experimentales ni
cambios de rumbo sino un cauce fluido que adquiere en su transcurso mutaciones
individuales. Así, la poesía de María Antonia Flores (Caracas, 1960) busca en
la palabra una sustrato sensorial, o concede voz, como sucede en el excelente poema
“Mirada antigua”, a una genealogía femenina que moldea en el tiempo su identidad
plural. En su escritura percibimos un variable entrelazado temático que conjuga
percepción sensible, reivindicación del ser existencial, a resguardo de la
soledad y con un epitelio de resistencia, y un registro formal amplio.
En Patricia Guzmán predomina un diálogo con la tradición y un misticismo renacido que emparenta su lírica con el cántico. Así
se percibe en su propuesta más reciente, El almendro florido. En su estela creadora
también abren bifurcaciones el intimismo y la presencia sentimental de lo cercano, como
si la existencia discurriera en un claro diálogo entre protagonista lírico y
entorno.
El quehacer de Sonia Chocrón destila poesía, narrativa y guiones para
cine y televisión; son dominios alternos y complementarios. En su estela lírica
encuentra cauce una dicción comunicativa que busca referentes culturales en el
cine y en las aportaciones de la tradición oral.
La década del sesenta está ampliamente representada en Cantos de fortaleza por la obra de
Claudia S. Sierich, Gabriela Kizer, Jacqueline Goldberg, Gina Saraceni, Carmen
Verde Arocha y Eleonora Requena. Son travesías que aportan sensibilidades donde
cala, junto a la indagación individual que parte de la experiencia cotidiana, el
rumor de lo colectivo y los fragmentos de la intrahistoria común. Así se
afianzan poéticas entre el pesimismo y la luz, aunque como escribe Gabriela
Kizer late el propósito de que la senda grabada por el poema no sea nunca la
crónica del desconsuelo.
Asentado el paisaje versal, firma el epílogo Rafael Arráiz Lucca. El
crítico opta por el repaso en el tiempo para recuperar en la biblioteca la
aportación femenina consignada. En ella son indicios claros la
pluralidad, la ausencia de cualquier localismo y el empeño individual que ahuyenta cualquier gregarismo.
Los nombres reunidos en Cantos de
fortaleza tejen pasión literaria y ángulos de un paisaje cultural que
disuelve cualquier pesimismo sobre el espacio del presente. la
poesía sigue brotando en las condiciones más adversas, se incardina en la
sombra y en el extrañamiento para curar heridas. Los poemas dan fe de lo vivido
en su sentido más cotidiano e inmediato. Sobre las cuartillas grises del
lenguaje, las poetas de Venezuela anulan palabras, tiempo y esperanza.