viernes, 30 de noviembre de 2018

CONVERSACIONES DE VENTANILLA

Elogio de la paciencia
(Cualquier día en cualquier organismo público)
Diario El Mundo


CONVERSACIONES DE VENTANILLA


Tomo turno y aguardo en la cola. El reloj dormita. Tras un paréntesis secular de paciencia, acudo a la ventanilla. No hay suerte, sospecho. El responsable suspira, mira la pantalla, suspira, memoriza mis rasgos y se regaña a sí mismo con un rumor renqueante que nadie entiende.
-A ver si nos enteramos, que no tengo todo el día….A ver…Apellido…
-Morante.
-¿Cómo Morante de la Puebla?
-Como Elsa Morante…
-¿Esa también torea?
-No, escribe… Libros.
-Pero... libros libros o libros
-Disculpe, no he entendido…
- Que si escribe libros con dibujos y para los colegios o esos otros libros que cuentan historias…
- Creo que de los que cuentan historias…
- Yo no leo; me aburre, ¿usted lee?
- Si, un poco, soy escritor…
- Vaya tela... Otro que tal baila, pero libros libros, o libros…
-  Pues no sé, lo que usted prefiera; libros a secas…
-  Qué raro, debería presentarte a algún “castin” de la tele, siempre buscan gente especial.. Vamos a seguir, que no tengo todo el día…
 - Claro, claro.
 - ¿Segundo apellido?
 - Martín, solo Martín…
 - A ver si nos aclaramos, ¿Solo? ¿o Martín?
- Martin… 
- Martín, Martín, ya no hay respeto ni en los apellidos, antes la gente se llamaba Sánchez, o López, o Gómez... Y haga el favor de entregar el número de orden...
- Claro, el 87...
- ¿El 87? Pero no ve que vamos por el 78, hombre de Dios, anda que... Haga cola y espere, que de listos está el mundo lleno; menos mal que soy un vocacional del trabajo, yo, las cosas como Dios manda... El siguiente...

(Cuando la realidad es homenaje a Enrique Jardiel Poncela)





jueves, 29 de noviembre de 2018

UN LARGO VIAJE

Erosiones y pasos
(Canchales del Sistema Central)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana


UN LARGO VIAJE

   La distancia es larga, pero no dice la verdad. Y hay que buscarla. Salí de amanecida, hacia un paisaje todavía con niebla. Era un canchal yermo, donde solo se alojaba la sed, como un precepto escrito en las piedras. Seguí ruta después hacia la claridad transitoria del mediodía y hollé bosques y valles, que invitaban a la quietud perenne. Fue más tarde  el cansancio. Y me detuve cuando todas las cosas eran trazos de alguna sombra oscura.
  Ahora todo el trayecto se condensa en mí, hecho signos, señales e imágenes. Después de tanto andar sigo en el mismo sitio. Allí, donde encontró cobijo el primer paso.

(De Cuentos diminutos)



miércoles, 28 de noviembre de 2018

CON ÁNIMO INESTABLE (CUESTIONARIO)

Piedra sobre piedra
(Ávila, 2017)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana


CON ÁNIMO INESTABLE

 (Cuestionario a José Luis Morante)

Por Le petit comité

   Con un itinerario plural que suma poesía, crítica y aforismos, José Luis Morante (Ávila, 1956) entrelaza en las entradas de su blog el ánimo inestable de la creación, reseñas, poemas, microrrelatos…El resultado es una propuesta, rica en matices, que varía casi a diario.

Tanta actividad… ¿No se cansa?

JLM.- Sí, mucho; la literatura es un espacio tan amplio que recorrer sus sendas aboca en el cansancio; me acuesto pronto y esas primeras horas del sueño son esenciales para recuperar fuerzas y ánimos; después me despierto con la primera claridad, madrugo, empiezo la tarea y de nuevo, al despedirse el día, siento los genes renqueantes de un hombre cansado, que repite hábitos, sin variar puntos y comas.

En el blog “Puentes de papel” casi todos los contenidos se ven desde la poesía…

Intento ser variado en las entradas, pero la poesía me parece el género esencial; es el que condiciona mi propio recorrido creador  y el que regula las lecturas diarias; dedico muy poco tiempo a la novela y mucho al ensayo, aunque los libros que dejan más felicidad entre mis manos son los de poesía.

¿La poesía mantiene esa identidad de ser palabra en el tiempo?

La definición de Antonio Machado no ha perdido vigencia; pero hay otros enfoques que no tienen fecha de caducidad y complementan la profundidad del poema: el compromiso, el canto elegíaco, la introspección, el yo solidario, el juego verbal, la imagen, la cata aforística…

 El año que cerramos ha visto multiplicar sus ediciones críticas...

Así es, salieron ediciones sobre Luis García Montero, Juan Ramón Jiménez, Javier Sánchez Menéndez y Karmelo C. Iribarren. Son autores diversos que me han enseñado mucho, porque el estudio requiere un sondeo en profundidad... Y me han dejado exhausto. Y feliz; después de un caminar tan lleno de bifurcaciones es hora de que regrese a mi poesía.

¿Escribe poemas ahora?

La antología Pulsaciones, editada en Takara, con prólogo de Rosario Troncoso, anticipó más de una docena de poemas nuevos; así que ellos marcarán el sendero del futuro poemario. Volver a la poesía es recordar que la palabra poética es introspección e intimismo; pero también sentido ético y compromiso. Con esos parámetros ya busco el regreso.

¿Y sus aforismos?

El decir breve se ha convertido estos años en compañero diario de mis cuadernos blancos; espero que las anotaciones prosigan porque son una forma de entender el entorno, de entenderme yo...

¿Se percibe la complejidad de la crítica?

No, en absoluto. Se piensa que es una tarea secundaria y sin ninguna recompensa. Quien manda su libro solo quiere que se lo reseñen ahora, ya, en ese momento, tengas entre las manos el quehacer que tengas... Y si no lo haces pronto, es muy habitual perder al supuesto amigo, o sentir que el afecto se apaga como un carbón tiznado.  Disculpa el pesimismo, pero casi nadie envía su entregas sin otra pretensión de hacer un regalo al amigo, o buscan, más que reseñas, los consejos y sugerencias que ayuden a crecer como escritor ... No sé, la crítica casi siempre hace el papel del malo, un trabajo deslucido, periférico, extraño...    

¿Y la lectura?
  
La propia identidad nunca se pierde, muda y se erosiona en el devenir del tiempo, pero sigue ahí, aunque sea como un resto arqueológico que da fe de vida. Y yo, claro, soy un lector...

(cuestionario inédito)




martes, 27 de noviembre de 2018

CUALIDADES Y CARENCIAS

Reflejos
Fotografía de internet


CUALIDADES  Y CARENCIAS

Que haya luz en la luz, añadiría
humildemente yo.

ANDRÉS GARCÍA CERDÁN

Los que oyen mal perciben en la inteligencia un tono mordaz y corrosivo.

Termitas. Vertiginosas evocaciones de méritos.

Construyó una intimidad habitable, un dormitorio de falsos tabiques.

Ese ánimo que conceden las cualidades innatas: todo lo hace mal.

Perdió la identidad en su pasado,  no cesa en la búsqueda.

(Aforismos con lluvia)



lunes, 26 de noviembre de 2018

LUIS GARCÍA MONTERO.ROPA DE CALLE (1980-2017)

Ropa de calle
Antología poética
(1980-2018
Luis García Montero
Ediciones Cátedra, Letras Hispánicas
Madrid, 2018 (tercera edición)


POETA CON ROPA DE CALLE


   Existe en la perspectiva creadora de Luis García Montero (Granada, 1958) una clara propensión a hacer de la normalidad un rasgo distintivo. El alter ego verbal  viste con ropa de calle; rechaza por igual la túnica del místico y la indigencia de la proclama, que disimula harapos detrás de un sermón de buenas intenciones. En su voluntad de desacralización niega por igual la imagen del vidente, proclamada por Arthur Rimbaud,  y el mono de trabajo del realismo sucio.
   Este sosegado respirar no debe interpretarse como actitud acomodaticia sino como pertenencia a un vecindario; las palabras suenan en boca del portavoz de una ciudadanía con la que comparte rasgos cívicos. La premisa toma cuerpo en el repertorio teórico[1] y en las sucesivas artes poéticas:

                                   Ya sé que otros poetas
                                  se visten de poeta,
van a las oficinas del silencio,
administran los bancos del fulgor,
calculan con esencias
los saldos de sus fondos interiores,
son antorchas de reyes y de dioses
o son lengua de infierno.

Será que tienen alma.
Yo me conformo con tenerte a ti
y con tener conciencia.

       (“Poética”, Completamente viernes)

  El dominio lingüístico del granadino recorre distintas fases matizadas por la crítica con un amplio etiquetado, ya de uso común: La Otra sentimentalidad, la poesía de la experiencia, el realismo singular o el romántico ilustrado. La veta teórica de “la otra sentimentalidad” surge en Granada en 1983; integran el núcleo originario Álvaro Salvador, Javier Egea y Luis García Montero; los tres impulsan el manifiesto La otra sentimentalidad donde se pregona “la radical historicidad del discurso ideológico”, ampliamente defendida en su ensayística por el profesor Juan Carlos Rodríguez. Recuperan el concepto de sentimentalidad expuesto por Antonio Machado a través del heterónimo Juan de Mairena: “Los sentimientos cambian en el curso de la historia y aun durante la vida individual del hombre. En cuanto resonancias cordiales de los valores en boga, los sentimientos varían cuando estos valores se desdoran, enmohecen y son sustituidos por otros”. Otro supuesto remite a Jaime Gil de Biedma: “el poema es  también una puesta en escena, un pequeño teatro para un solo espectador que necesita de sus propias reglas, de sus propios trucos en las representaciones”. Es decir, el arte de hacer versos es un simulacro, una mentira que deja en evidencia  a los que entienden “la poesía de la experiencia” como una página confesional.
   Deletérea en los contornos generacionales pero contundente en su definición práctica, y tendencia dominante en el cierre de siglo, “la poesía de la experiencia” fue una opción estética cuyo nombre deriva del ensayo de Robert Langbaum The Poetry of Experience, una indagación sobre el monólogo dramático en la herencia literaria moderna. Al repasar su quehacer lírico en “Dedicación a la poesía”, García Montero escribe: “La llamada poesía de la experiencia no surgió de un deseo biográfico, anecdótico, sino de la toma de conciencia de que la poesía es un género de ficción, en el que el personaje literario servía para adjetivar las meditaciones y los sentimientos particulares más íntimos, protagonizando así un proceso de conocimiento”.
  El rótulo “El realismo singular” se emplea por Luis García Montero al reflexionar sobre la individualidad y la historia, sobre la imbricación del yo cuando forma su educación sentimental en el espacio social. Para Darío Villanueva “el realismo constituye una constante básica de toda literatura, cuya primera formulación se encuentra en el principio de mímesis establecido por la Poética de Aristóteles”. La recreación de la realidad permite enfoques diferenciados, abre campo a la respuesta personal y a la perspectiva insólita que subrayan el carácter de construcción verbal; la voluntad del yo impulsa un principio activo que trasciende la mera observación. Comparto la aseveración de Jorge Riechman de que el realismo es una actitud frente a lo real y no un catálogo de procedimientos de representación; la escritura realista se define por su apertura hacia lo contingente.  
   El epígrafe “el romántico ilustrado” conexiona sentimiento y razón y los convierte en postulados complementarios. La herencia becqueriana se asocia con la lógica interior de una sensibilidad prisionera de su propio solipsismo; el individualismo se focaliza como paisaje irreductible;  es Antonio Machado el primero en hablar del tú esencial, de esa otredad complementaria. Para un adecuado desarrollo moral el sujeto hace suyo el espíritu ilustrado, la melancolía de Jovellanos. El dominio de la razón plantea la pertenencia al mundo, el contrato social, la necesidad de la norma,
    También resulta válida la denominación “poesía urbana”; la ciudad funciona como un paisaje escénico del sujeto verbal, el sitio -Granada, Madrid, Nueva York- pertenece al imaginario callejero de la palabra; constituye un ámbito afectivo y relacional que hace memoria de lo cotidiano. No es la nocturna ciudad de Baudelaire, símbolo de soledad y desarraigo, ni el callejero inhóspito que Rafael Alberto cuestiona porque muda la identidad del sujeto hasta convertirlo en un hombre deshabitado. Al recorrer sus calles el yo poético advierte las dudas e incertidumbres del presente, la defensa de unas convicciones, las huellas de otros paseantes con itinerarios que marcan con sus dudas la conciencia de un tiempo. Como enuncia en el ensayo Los dueños del vacío: “La ciudad se configura como territorio de la modernidad poética porque es el lugar en el que se descubre la velocidad, la aceleración de la historia, pero en un movimiento sin sentido, que separa a la conciencia y sus verdades del trayecto determinante de los dogmas”[2]
   José Luis García Martín enriquece el criterio clarificador con el epígrafe “poesía figurativa” en el que se destacan rasgos como el rechazo de la vanguardia y de la falsa novedad, el empleo de un léxico coloquial y comunicativo, el cauce argumental abunda en temas reconocibles, elaboración artística de  lo autobiográfico y creación de un protagonista verbal que encarna a una contrafigura del propio autor que se mueve en el espacio autónomo de la ficción.
   Las etiquetas enlazan su semántica con evidentes signos de continuidad y explican la gestación de un recorrido pautado y de una sensibilidad sin disidencias ni quiebras internas. De ahí que el protagonista verbal conserve su condición y “se considere marxista y pensativo, tiene el carácter fácil, está muy atado a la vida y cuando le preguntan por su trabajo suele responder que es profesor de literatura medieval”[3].
   Aunque hay similitudes entre el yo biográfico y el sujeto verbal existe una continua objetivación de la intimidad. El lector sabe que existe una convención principal por la que el escritor atribuye su enunciación a un sujeto imaginado. Esa es la lógica del mundo posible que erige el poema.
   Con un profundo sentido orgánico, esta voz personal se integra en una genealogía que enlaza el discurso ilustrado, el romanticismo, Antonio Machado, el espíritu vanguardista del 27, el realismo testimonial e impuro de Blas de Otero y Gabriel Celaya y la nómina casi completa de la generación mediosecular. Como ha escrito Laura Scarano “funda una palabra con vocación de novedad y conciencia de familia”. Según Luis García Montero: “las palabras están en movimiento, como la tradición y las obras de arte, según las conocidas ideas que Eliot expuso en “la tradición y el talento individual”. El escritor no sólo hereda una tradición, sino que rehace la tradición con una obra nueva, porque reordena el pasado con un cambio de perspectiva”.
    Esta tercera edición de Ropa de calle reúne una amplia muestra poética, desde el temprano Y ahora ya eres dueño del puente de Brooklyn (1980) hasta el libro A puerta cerrada (2018). En Ropa de calle se puede apreciar la fuerte trabazón entre intimidad, cultura y pensamiento y el avance al paso de una obra que hace de la poesía un ejercicio de conocimiento; la escritura propone una indagación en la identidad que quiebra los márgenes del yo ensimismado, supera la meditación del espacio privado y reafirma el nosotros porque es consciente de la crisis de valores y de la necesidad de resistir aportando su palabra al vocabulario social. La poesía de Luis García Montero es un empeño por construir un porvenir habitable.


[1]  El texto “¿Por qué no sirve para nada la poesía? (Observaciones en defensa de una poesía para los seres normales)”  argumenta: “Es importante que los protagonistas del poema no sean héroes, profetas expresivos, sino personas  normales que representen la capacidad de sentir de las personas normales.”
En Luis García Montero y Antonio Muñoz Molina, ¿Por qué no es útil la literatura?,  Madrid, Hiperión,  2003.
[2] Luis García Montero, Los dueños del vacío, Barcelona, Tusquets, 2006, pág. 103.
[3] Poética en Postnovísimos, edición y antología de Luis Antonio de Villena, Visor, Madrid, 1986, págs.. 74-76.



domingo, 25 de noviembre de 2018

DESDE EL ÁLBUM DE VIAJES

En el lago
(Camboya, 2016)


DESDE EL ÁLBUM DE VIAJES

  
En el trasfondo del azar dormita un orden secreto, una simetría que pauta planteamiento, nudo y desenlace.


La autobiografía convierte a otro en protagonista.


Los minimalistas dogmáticos pueden confundir un haiku con un cantar de gesta.


El agónico vocacional tiene una visión cabizbaja de la realidad inmediata.


Cerca del mar todo se borra, salvo el silencio roto y el efecto emocional de la contemplación.


Contra los insectos utiliza el reproche  didáctico.


No siempre fue pasado e invisible.


La conciencia egoísta piensa que un cielo menesteroso cobija a los demás.


El insomnio acumula ruidos con cautelosa paciencia.


Las falsas verdades dejan ruinas que se veneran largo tiempo.


Cuando despierto regreso de un oasis que no existe; entre las manos tengo un puñado de arena.


A diario la realidad comparece con la piel sucia y agujeros en la suela de los zapatos.


Se desplaza con disciplina de trazado ferroviario.


Tinta botánica: libros de hoja caduca y libros de hoja perenne.

(Mínima antología de aforismos)



sábado, 24 de noviembre de 2018

CONJETURAS Y LÍMITES

Minimalismos
Archivo de internet



CONJETURAS Y LÍMITES

Los límites del lenguaje
son los límites de mi mundo

WITTGENSTEIN

   Poco a poco, en el discurrir pautado de los años, fue haciendo del silencio un principio de simetría. Pulió opiniones como caliza blanda, formó ángulos para albergar matices, asumió conjeturas y ejercitó, sin cansancio ni merma, la prudencia verbal.
  Observa la realidad y los espejos como simples ficciones verosímiles. Y nunca habla si no es en presencia de su diccionario.

(De Cuentos diminutos)


viernes, 23 de noviembre de 2018

JAVIER BOZALONGO. TODAS LAS LLUVIAS SON LA MISMA TORMENTA

Todas las lluvias son la misma tormenta
Javier Bozalongo
XXVIII Premio de Poesía Blas de Otero
Editorial Libros al Aire, Poesía
Cantabria, 2018 


PAPELES VIEJOS


   Aunque nacido en Tarragona en 1961, Javier Bozalongo, poeta y editor del sello Valpararaíso, protagoniza una significativa conexión cultural con el marco urbano de Granada, ciudad donde se asentó en el inicio de los años 90. Allí ha ido trazando un compacto trayecto creador que tiene como epifanía el poemario Líquida nostalgia (2001); pero no tarda en romper el cerco de otros géneros para explorar, junto a la poesía, el relato y el conciso decir del aforismo. Cierra camino hasta la fecha con Todas las lluvias son la misma tormenta, conjunto poético reconocido con el XXVIII Premio de Poesía Blas de Otero que impulsa la Concejalía de Educación, Cultura y Juventud del Ayuntamiento madrileño de Majadahonda.
   Desde el despertar de su escritura, Javierr Bozalongo muestra su sensibilidad desde una estética de línea clara, un decir contenido y sereno que hace del intimismo y la temporalidad núcleos argumentales básicos. Quien ocupa el mirador del poema siente la necesidad de pensarse a sí mismo y recubre los enunciados con una cálida dermis emotiva.
   Todas las lluvias son la misma tormenta muestra un avance orgánico dual, cuya primera sección sitúa como preludio unos versos elegíacos de Miquel Marti i Pol, magisterio atemporal de la lírica reflexiva. La palabra responde a la necesidad de cuestionamiento y sentido de un transitar por el ahora que convierte ilusiones y sueños en papeles amarillos, en viejos recuerdos enmohecidos por lo innecesario.
   Las vías habituales del existir del sujeto van acumulando los gastados reflejos de la pérdida; los estímulos que servían de apertura a la luz de amanecida van diluyendo sus contornos y convirtiendo a las presencias afectivas en desconocidos. El estar en soledad  invita al sujeto a volver la mirada hacia adentro, hacia el microcosmos de sentimientos que un día fueron patrimonio compartido. Llegan así esas cartas a desconocidas, como si el yo necesitase dejar constancia de un pretérito común, enaltecido por la memoria: “Pusiste tanto empeño en que cambiara, / que ni me reconozco ni recuerdo / a quien quise escribir estas palabras”.
   La condición mudable del sujeto no le libera de contradicciones, ni quita de sus manos abiertas el peso de la decepción. Solo los sentimientos son capaces de avivar una nueva senda, de hacer del tedio de los días un refugio hospitalario; en suma, dar al porvenir un poco de luz: “Abrir una ventana es un paso adelante, / la posibilidad de un pájaro a tu lado”. Aunque desde dentro se oiga una voz callada que recuerde que todo es transitorio, que ordenar ropas e ideas para que la casa muestre su luz encendida es una forma de aprender el arte de la huida, antes de que la presencia del yo se convierta en estatua de sal. De la calidez de sembrar esperanza para poner color al porvenir, habla el poema “Parte de accidente”, dedicado a Paula, una de las hijas del poeta: “Por más que las tormentas alarguen el invierno / en contra de la lógica de los calendarios, / por más que algunos días / jueguen al escondite con el amanecer, / siempre hay una mañana que estalla de repente / para que al fin sepamos que los cristales rotos / son la oportunidad / de mirar más lejos”.
   El poema sostiene el aire, se hace constancia de la brisa; es el sabor fuerte que queda en la boca tras el primer café de la mañana, la pulsión que anima a marcar senda. En el apartado segundo, “El resto de mi vida”, la solemne palabra existencial de Blas de Otero formula un nítido deseo de continuidad: “Aquí tenéis mi voz zarpando hacia el futuro”. La estela del yo se confirma como un proceso gradual y paciente en el que van germinando raíces y alas; son los enlaces que van concediendo a propósitos y cosas su dimensión exacta; nada es insignificante si es capaz de incidir en la búsqueda de su lugar exacto en los estadios de convivencia.
  Marca la construcción interna de esta sección por su fuerza verbal el poema NYC, con el que Javier Bozalongo se adquiere a la larga tradición del legado poético castellano que ha convertido la ciudad de los rascacielos en arquitectura habitable. La realidad urbana de la metrópolis es mucho más que un incontinente laberinto de aceras; promueve una sensación de plenitud que aglutina canto, intertextualidad, música y evocación. La ciudad habla fuerte para ajustar su relación con la percepción parcial de quien la recorre. El resultado es una pieza magnífica que casi por si sola justifica el libro.
   El poema sondea el concepto de ciudad con otros nombres propios; en la toponimia del poema se integran Venecia –otro arquetipo urbano prestigiado por la tradición literaria, y ahora expuesto al erosivo trasiego turístico-, Berlín, Dublín, o las desplegadas geografías inciertas de El Salvador, desolado por una eterna crisis económica y social que veda los accesos del futuro, o China. Ejemplo de cómo una historia milenaria, se ha orillado por las aguas del pragmatismo que sigue a pie juntillas la voracidad de los mercados. En esta sección se integra también la ciudad de Granada, el lugar propio del hablante lírico donde se marca la cronología de lo cotidiano.
   Como epílogo, el poeta indaga sobre el verdadero sentido del viaje: nunca es un desplazamiento espacial sino una incisión cognitiva en la que fluye el cauce experiencial.
  No hace mucho leía un aforismo de Felipe Benítez Reyes que argumentaba: “la verdadera escritura suele empezar sobre lo ya escrito”. Esa es la sensación que deja este nuevo libro de Javier Bozalongo; sus poemas son “palabras de familia tibiamente gastadas”, que hablan de una historia personal contenida en la que se refugia la conjetura del tiempo por venir, la frágil silueta de un ahora que hace de cada voluntad amanecida.







jueves, 22 de noviembre de 2018

SOY UN CASO PERDIDO

Pasajeros del Titanic
Fotografía de
Universal Images Group/ Getty Images


ÉPICA Y LÍRICA DEL GIMNASIO

La filosofía es la física recreativa del alma

ENRIQUE JARDIEL PONCELA

   La mínima aventura matinal del gimnasio rompe el sedentarismo lector. Y mantiene inalterable la sonrisa de Adela; desde hace años piensa que, entre tanta tinta, acabaré como Don Quijote. Pero peor. En sus instalaciones se gesta un paisaje mítico de músculos, sudor, pesas, bicicletas fijas y silencios de pinganillos. Hoy hubo suerte. Mis compañeros de bicicleta son dos jóvenes y no paran de hablar del fenómeno “Rosalia”. No entiendo muy bien lo que dicen, pero me animo a dar unas brazadas en la conversación. Debo dar una conferencia en febrero en un instituto sobre la poeta romántica y son muchos los folios escritos sobre su periplo literario. Así que pregunto, con sonrisa grande, si prefieren la poesía, la novela y el cuento… Me miran desconcertados. Después cambian de aparato a la carrera; sin decirme nada se van a la zona de pesas… De cuando en cuando espían mi pedaleo, con expresión de quien descubre un marciano en la sopa… No sé, debe ser que me queda grande el chandal …

  Solo la identidad que cree en si mismo puede soportar un tiempo personal hecho de angustia, tensión y soledad, y buscar dentro la fuerza incuestionable que ilumina el camino y pone brújula. Pienso en mis amigos de Venezuela. Los que viven allí y los que se exiliaron y deben oír las majaderías de Zapatero y Errejón... Los que siguen allí, luchando a diario con el derrumbe y la crisis del presente.  Ser de izquierdas no es cerrar los ojos; es buscar soluciones colectivas que inventen geografías habitables; no hacer el juego a un dictador.

   Repulsivo el gesto del pseudohumorista limpiándose los mocos con la bandera nacional. Da igual que creas en el símbolo de la identidad colectiva o que no creas; es un gesto zafio de los que pretenden dañar sensibilidades o provocar reacciones viscerales. Sin intermedio, esa cadena de televisión se supera cada día en el maniqueísmo ideológico. Una buena razón para sustituir la progamación tendenciosa por libros… Evito daños a la inteligencia.

  El barullo digital lo deja claro: todos somos estúpidos; pero hay que procurar ejercer el oficio a tiempo parcial.

  El diputado independista mostró su inteligencia insuperable con una severa precisión formal: escupió.

(Apuntes de noviembre)



miércoles, 21 de noviembre de 2018

FRANCISCA AGUIRRE: PREMIO NACIONAL DE LAS LETRAS 2018

Francisca Aguirre (Alicante, 1930)



                                   FRANCISCA AGUIRRE: LA ÍTACA INTERIOR

                                    (PREMIO NACIONAL DE LAS LETRAS 2018)


   Los compartimentos generacionales suelen ser poco permeables con la obra de autores que publican tarde, cuando la nómina ya está cerrada. La nueva voz queda entonces en un territorio neutral que no se corresponde con el asignado por su fecha de nacimiento y es difícil integrarse en las promociones siguientes, con las que coincide en años de publicación. Francisca Aguirre nació en Alicante en 1930; por tal circunstancia habitaría la celebrada generación del medio siglo; sin embargo su opera prima, Ítaca -galardonada con el Premio Leopoldo Panero- apareció en 1972, cuando el venecianismo, de la mano de Pere Gimferrer y Guillermo Carnero se había convertido en estética dominante y marcaba el rumbo de la década.
   Aquel libro nos dejaba elementos perdurables en la poesía de Francisca Aguirre -intimismo, autobiografía, indagación existencial, sentimientos y relaciones entre el otro y el yo- y sobre todo marcaba las coordenadas de un perfil creativo que en arranque del siglo XXI podemos abarcar en toda su dimensión, cuando se publica Ensayo General, una compilación de trayecto que acoge la poesía escrita entre 1966 y 2000. La sobria edición de Calambur se abre con un extenso trabajo de Emilio Miró titulado “Mester de vida” que analiza este largo tránsito creativo.
    Ítaca está impregnado de simbolismo. La patria de Ulises es isla refugio y espacio de regreso, pero también encierro y soledad para una Penélope condenada a una larga espera. Comprimida por un anillo de agua, Ítaca es desolación que conserva los ecos y ha perdido las voces, un gran mirador para otear el horizonte o mirar la estela de los náufragos. En esa latitud del abandono, Penélope, alter ego de la autora, nos traza su panorama existencial desde la memoria y desde las paredes de ese vacío cotidiano que nos deja la ausencia de verdades. Cierra este libro umbral una colección de aforismos que condensan toda la meditación existencial abordada en las composiciones. Al ser reeditado en 2017, Ítaca incorpora un prólogo firmado por Marta Agudo en el que se resalta el tono angustiado del hablante poético y la actitud de espera. Quien aguarda es el sujeto paciente, encerrado en sí mismo en una Ítaca interior, que borra cualquier decepción para dar sentido al regreso.
  Si la reescritura de un verso de Rubén Darío -”Francisca Aguirre, acompáñate”-era el colofón de Ítaca, su segunda salida, Los trescientos escalones, comienza con un homenaje poético a César Vallejo y se prolonga con otro a Antonio Machado. No son las únicas gratitudes presentes en el libro. Además se canta la escritura de Juan Carlos Onetti, en un largo poema narrativo desgajado de El astillero. Prevalece en estos poemas la actitud meditativa; los trescientos escalones son un camino de vida y distancia, de sensaciones y vivencias.
   También florecen en el libro la mirada social-una perspectiva condicionada por la ausencia del padre y la durísima posguerra- y la preocupación metapoética. Oficio de tinieblas denomina Francisca Aguirre al recado de escribir y se nos expone otra convicción: es imposible escribir una poética que no sea  aquella que nos ayude a calcular la zona de vacío que discurre entre la vida y la muerte.
  La música, recibida como una lluvia germinadora, es el motivo central de la tercera colección, escrita entre 1970 y 1974, titulada La otra música. Ritmo y vida se emparejan a través de imágenes y metáforas que reconstruyen el clandestino pentagrama  del azar cotidiano: la soledad, el miedo, los reencuentros y las despedidas.
   En Ensayo general -premiado con el Esquío de poesía- asistimos a los pormenores de una representación teatral en la que primero se nos presentan en clarificadores monólogos dramáticos los personajes que pueblan el escenario -sombras clásicas como Casandra, Cronos o el coro...- y en la segunda parte, en boca de la troyana, se recorre un argumento nucleado sobre la relación de pareja.
  El libro que ha servido a la autora para denominar a su obra completa presenta destacables novedades formales: los poemas de la primera parte están escritos en prosa poética, mientras que en la segunda es el soneto la estrofa utilizada, hasta el epílogo.
   Pavana para el desasosiego rastrea la historia que hay detrás del tiempo. En él la escritura se convierte en un inventario de apariciones porque la palabra es restitución. Detrás de los espejos, al borde de la música, las cosas que se han ido todavía nos hablan en un suceder previsible en el que sólo el amor nos desasosiega y nos somete al ritmo lento y pautado de una pavana.
   La poesía completa agrupa también una colección de inéditos que se presentan por primera vez como libro bajo el título de Los maestros cantores. Son más de treinta poemas que enaltecen una tradición lectora, en la que duermen los grandes nombres de la poesía de siempre, con algunos creadores en prosa como Kafka. Son notas de biblioteca, invocaciones y apuntes a pie de página de quien halló en los estantes valiosos interlocutores que ensanchan la conciencia.
   Toda recopilación es un balance de resultados. Por tanto su lectura tiene el sesgo crepuscular del trayecto cumplido. Ante la obra de Francisca Aguirre el lector tiene la idea de que el ayer es herencia viva, un río cotidiano cuyas aguas nos mojan a cada instante. El otro gran legado de su poesía es la  mansedumbre de la  música, fondo sonoro que aviva la inquietud de la  memoria.
   Prosigue senda en 2006 con La herida absurda, cuya semántica nocturnal es evidente. Existir es un continuo ejercicio de respirar dolor, un gesto asmático que tiene el regusto de la sangre. No hay corazón indemne; todos habitamos la ausencia. Son pocos los poemas exentos de esta impresión tenebrista: “Al parecer sólo se alcanza el paraíso / tras haber habitado una gran temporada en el infierno “. La existencia niega y duele, es un extraño sitio donde las ilusiones nunca se cumplieron. Paul Celan abría un resquicio a la esperanza recordando que queda algo de lenguaje y algo de destino; de ese modo “Transparencias”, tramo final del poemario, argumenta en torno a la evocación, la reivindicación de la inocencia en los ojos de un niño o la ciega esperanza del sosiego: “Definitivamente amo / el escándalo deslumbrante de la vida: / muy pocos paraísos comparables / al asombro que nos regala la existencia…”    
   Con Nanas para dormir desperdicios consiguió en 2008 el Premio Valencia de Poesía. En este poemario se hace evidente un cierto tono irónico. Concede a los textos un tono evocativo y distanciado que permite la objetivación frente a la contemplación de lo real. Si la temporalidad es tránsito y terco caminar hacia la nada, la existencia apenas deja entre los dedos una estela gastada de desechos, una incisión leve que solo es posible recuperar mediante la palabra. de este modo, el poema se hace cántico para que la música redima y dé amparo a tanto escombro. Al cabo, el desperdicio mayor es la pérdida, ese incontinente diluirse en la nada como si lo vivido fuera un sueño cuyo tacto apenas nos rozó.
   La poeta abre un nuevo estrato argumental en Conversaciones con mi animal de compañía (2013), donde la vertebradura autobiográfica se mitiga para mantener un diálogo socrático con el gato. Apacible y manso, ejemplo de sosiego y ternura, el gato despierta un largo viaje a las reflexiones del devenir. Pero el empeño no es tan sombrío como en otros textos, la caricia y la piel tan cálidas y cercanas en el estar diario dan paso al humor y a un mediodía en el ánimo más dispuesto a la confidencia y al disfrute de las pequeñas cosas del entorno.
   El mismo año ve la luz la antología Detrás de los espejos (1973-2010), un recuento parcial, y algunos de sus poemarios se traducen a ámbitos cercanos como el francés o el italiano, lo que difunde un viaje singular a la palabra que siempre acerca a la condición humana.     
   El cauce poético de Francisca Aguirre, compilado en enero de 2018 por la editorial Calambur en el volumen Ensayo general. Poesía reunida 1966-2017 avanza con un empeño indagatorio. El yo mira tras los cristales del destino; percibe en los trazos del entorno los signos de un discurrir maltratado por la decepción y el desamparo. El poema entonces se hace vigilia, regresa a la memoria, tantea en los rincones de la incertidumbre hasta mostrar su carne mortal, el nido frágil de una urgente esperanza.


                                                                                  JOSÉ LUIS MORANTE

martes, 20 de noviembre de 2018

DESNUDEZ

Vendrá la muerte...
(Rivas-Vaciamadrid, noviembre, 2018)


DESNUDEZ


El fugaz oro
que enaltece noviembre
se desmorona.




lunes, 19 de noviembre de 2018

JOSÉ LUIS TRULLO (Ed). FILI MEI: LOS AFORISTAS Y LA PATERNIDAD

FILI MEI
Los aforistas y la paternidad
José Luis Trullo (Ed)
Libros Al Albur
Sevilla, 2018


LOS AFORISTAS Y LA PATERNIDAD


   Cada papel social tiene su itinerario. Una ruta que sosiega el reloj y fortalece, como si fuera un tónico. Ayuda a encontrar sitio en la polis comunitaria. La ruta del padre ha estado transitada durante siglos por el privilegio. Desde los orígenes de la civilización occidental, la presencia paterna fue vértice e impulsora de la escala social y se subordinaron a su omnipotencia todos los integrantes del clan familiar.
  Como un Jano moldeado por el devenir, el sujeto padre vive en el ahora momentos de incertidumbre e indefinición, ya que el ser igualitario del siglo XXI impulsa otros modelos de familia; el padre y la paternidad han descendido escalones para equiparar singularidades, derechos y deberes con los demás componentes de la célula social. Al amparo de estas mutaciones del rol, el editor y aforista José Luis Trullo, impulsor de la colección Libros al Albur, ha seleccionado una decena de autores  contemporáneos, que lanza el dardo de sus textos a la diana argumental del motivo.
  En cita celebratoria que abre el pequeño volumen, G. Papini asocia el ser padre con el perfecto amor, el puro y desinteresado amor. Alguien que firma la hipoteca pendiente del dar mucho a cambio de nada, sabiendo que todo lo bueno que ocurra al hijo es bendición recibida por vía interpuesta. Frente a ese optimismo desplegado, el prólogo analiza el día laborable del sustantivo en las convulsiones acontecidas por la deriva individualista. La Modernidad ha dejado en la cartografia social una multitud de damnificados; todo es sombra y en ella los signos del padre se han diluido hasta ocupar una posición cuestionada y secundaria.
   De ese seísmo emocional se nutren los enunciados de los diez aforistas invitados.  Para todos ellos, el vínculo de la paternidad se aproxima a la fuente de sentido del existir. Provoca una metamorfosis íntima que obliga a replantearse el eje de coordenadas de lo personal y somete a una rara dependencia; difunde otra relación entre mundo y sujeto. Una vez producido el milagro de la vida, el yo se sitúa en un balcón frente a la incertidumbre, como si fuera espectador dispuesto a una representación escénica. Cuando comienza el crecimiento físico del hijo cambia el tono; lo subjetivo se pospone para establecer con el hijo un pacto de bifurcaciones y actitudes.
  Cada aforista aporta su experiencia sobre la paternidad y deja su visión desde las emociones primarias del ser hasta los estratos de madurez que, no pocas veces, conllevan independencia y decepción, declive y afectos condicionados por otras circunstancias. Leer a Jordi Doce, Elías Moro, Jesús Cotta, Luis Acebes, León Molina, Jesús Montiel, Juan Manuel Uría, José Luis Morante, Mario Pérez Antolín y Emilio López Medina es vislumbrar, con sobriedad inteligente, esa búsqueda del equilibrio entre las emociones y los resquicios de temporalidad y contingencia que abren sitio a lo imprevisible.
   La socorrida indefinición genérica del esquema verbal es evidente. Muchos enunciados son simples aportes reflexivos, sin la nitidez, el destello y el chispazo preciso del aforismo. Apenas recuerdos o pensamientos en torno a la idea, o fragmentos de un pensar autobiográfico. También hay algunos aforismos estupendos: "Su hijo es quien más se le parece, pero no sabe nada de él. Su hijo es quien más se le parece, pero no sabría reconocerlo" (Jordi Doce); "Tan solo me consuela un pensamiento, el tiempo que a mí se me escapa rumoroso fluye hacia ti" (León Molina); "El hombre con hijos es más vulnerable. Por eso tiene que ser más fuerte" (Jesús Cotta); "Espero que me recuerdes lo que fatalmente he ido olvidando" (Juan Manuel Uría); "En la mirada de mis hijas palpita la raiz de mi mundo" (Elías Moro); "Mis hijos me arrebatan el tiempo. Pero lo llenan de sentido" (Jesús Montiel); "Los hijos que no se ocupan de enterrar a sus padres, comienzan pronto a desnacer" (Mario Pérez Antolín); "Aquel que tiene hijos, ya no podrá esconderse de la vida. Este es quizás el precio más gravoso de la paternidad" (Emilio López Medina). 
   Ser padre es aceptar la conquista azarosa de la libertad, dejar al yo en otra vuelta del camino, al amparo del tiempo, buscar el aire límpido de la tarea cumplida y saber que la experiencia depara sabiduría y ternura. Es también la conclusión clarificadora de la gratitud. Nada más grato que la libertad de conciencia de la paternidad. 
  El encuentro se dilata hasta que los hijos se transforman en aves migratorias. Su estela entonces se hace creación, autobiografía y experimentación literaria. Y a ella se aplican los aforistas elegidos por José Luis Trullo. Saben, como María Zambrano, que ninguna injusticia podrá desterrar del alma esa ingenua confianza en la vida de quien fue guiado por la ternura de la paternidad en sus primeros pasos.




domingo, 18 de noviembre de 2018

QUIÉN APAGA LA LUZ

Luces a solas
Imagen de
BlogHogar.com


QUIÉN APAGA LA LUZ

Pero aún es tarde,
porque la oscuridad reina en silencio.

JAVIER SÁNCHEZ MENÉNDEZ

  Desde hace días en casa no hay nadie, salvo yo. Esta noche, al bajar la escalera, una luz interior del dormitorio se encendió. No recuerdo cómo accioné el interruptor. Apago y recorro el pasillo a oscuras. Otra vez percibo un respirar de sombra. Un instante después están encendidos todos los puntos de luz. Las formas de la casa se definen. Inquietud. En la casa no hay nadie, salvo yo. Lo repito en el cuarto de baño, mientras veo un rostro asustado que se mira a sí mismo en el espejo. Hace una hora consumía un tiempo de soledad, monótono y previsible.
  En la casa no hay nadie. Digo y miento. Yo, tampoco estoy.

(De Cuentos diminutos)







viernes, 16 de noviembre de 2018

HABITACIÓN DE HOTEL

Espera
Edward Hopper (1822-1967)

HABITACIÓN DE HOTEL


   Viaja mucho. Completa itinerarios por ciudades distintas y lejanas. Pero apenas abandona la habitación del hotel donde se aloja. Es una costumbre perdurable. Nació el día en que encontró en el espejo del cuarto de baño el rostro del huésped anterior. Fue él, con gesto tranquilo, quien desveló su identidad y quien, tras una larga charla cuajada de intimismo, facilitó contactos con identidades encerradas en otros espejos. Resultan interlocutores amenos, que buscan el aire fresco de la confidencia..
   Sigue en ruta. Hoy es el día de las librerías y tiene un acto literario en Albacete. Ya sonríe, mientras prepara el equipaje, adivinando trazos del nuevo huésped. Alguien con quien compartir la soledad habitada de los espejos, esa calle que espera transeúntes.

(De Cuentos diminutos)



miércoles, 14 de noviembre de 2018

ANDONI SARRIEGI. DIARIO DE UN VAGO

Diario de un vago
Andoni Sarriegi
Ediciones Liliputienses
Colección Desalmados eruditos
Cáceres, 2018


MIRADAS AL YO

   La imparable crecida del decir fragmentario sigue incorporando nombres nuevos e impulsos editoriales que diversifican el cauce genérico habitual. Así sucede con el sello Liliputienses, especializado en poesía hispanoamericana que aporta a su catálogo el volumen Diario de un vago. Una nota biográfica final da cobertura al periplo biográfico de Andoni Sarriegi. Su primer contacto con la escritura, a finales de 1988, se produce en las páginas del periódico Última Hora. Era el arranque laboral de un quehacer mantenido en más de cuarenta cabeceras, hasta especializarse en el periodismo gastronómico. Mientras, ha ido hilvanando aforismos, que fueron apareciendo en la revista La Bolsa de pipas  y que ahora se compilan, como si fuese un libro de pintxos, tras una larga condimentación de más de tres lustros.
   No viene mal el contexto biográfico para entender mejor el entorno natural en el que afloran estos frutos verbales. Tras un título condescendiente con el humorismo autobiográfico, Sarriegi aporta un florilegio de citas que no pierde el aire solemne, hasta la rabona final del brasileño Romario: “Es que si no salgo  por las noches, no meto goles”.
   Los aforismos de Andoni Sarriegi cultivan el decir natural, un coloquialismo intimista que está convencido de que los ingredientes básicos del fragmento son la exposición directa, sencilla, del enunciado y la intensidad compartida de lo previsible, capaz de hallar rincones en las aceras más recorridas de lo laborable: “Damos por hecho muchas cosas, pero sé de algunos gatos sin ningún interés por los ratones”. Este itinerario de brevedades certifica que quien sale al día sabe que cualquier faceta de la existencia exige depuración y análisis; así la convivencia con el entorno familiar o laboral es un continuo sumidero de reflexiones porque entraña la complejidad del laberinto. Nadie sabe dónde están las puertas. Todos somos el yo y otro y en esa convivencia afloran ángulos que presentan trazos nuevos.
  Frente al mensaje objetivo y reflexivo, Andoni Sarriegi confía en lo intuitivo, sabe que en la vivencia más insulta y anodina hay una hendidura para el humor y para dejar que el ánimo respire unos segundos en la superficie: “Ningún pensamiento se merece más de dos segundos”; y siempre es preferible la intensidad. Con esa aceptación de lo cotidiano, conviene no perder el paso y no tomarse demasiado en serio. La existencia es así: “Obviedad: siempre estamos a punto de morirnos” y hay que tener el balance resuelto en pocas palabras: “la madurez dura dos días”.
   Como ejercicio punzante del pensamiento, el aforismo cultiva la paradoja y la contradicción. Su ingenio y capacidad de síntesis contradicen esa solemnidad del vuelo alto que asciende en apariencia hacia el pensamiento profundo. Andoni Sarriegi despoja sus textos mínimos de consideraciones elitistas y emplea como materiales de uso la reticencia irónica y la acuarela luminosa del humorismo, aliñado a menudo con el son agridulce de la crítica: “A mí no me gustan las fiestas porque me pongo perdido de gente”, “Nada agota tanto como fingir que se trabaja”, “Mira, ni me cae bien ni me cae mal, pero es una persona inhumana”, “Hay que saber enloquecer dignamente”, “Yo, por el Futuro no paso”.
   Tras la lectura de Diario de un vago, uno sospecha que el trazo autobiográfico del libro no se refiere a una identidad concreta y que dibuja muchos de los tics que nos definen a diario, en la parada laboral de cada amanecida. Así que es difícil sustraerse a la de complicidad, a ese gesto furtivo que suele perdonar nuestra torpeza. Conviene prevenir: “Mirar al suelo, a veces, te lleva a levantar la cabeza".    







martes, 13 de noviembre de 2018

LOS ERRORES DIARIOS

En el castro de las Cogotas
(Cardeñosa, Ávila)
Fotografía de
Rubén Sánchez Santana

LOS ERRORES DIARIOS 


   Cometo a diario errores de textura diversa. Los completo, añadiendo las pérdidas como azaroso hábito. Soy un torpe genético, que merece un monumento por su definitorio discurrir. El hecho gratifica a quienes no me quieren, porque lega a mi identidad el papel principal en el desvarío. Y alegra también a los que me quieren, porque pugnan por cobijarme en la superficie cenagosa del caso perdido, entre la ternura y la resignación.
  Me equivoco a diario y pierdo cosas, aunque anuncio, con fidelidad extrema, propósitos de enmienda. Pero nuncan se cumplen; no pasan de ser el epitelio de una ilusión sin mácula. Nada cambia y acabo de perder en algún sitio el final de este cuento.

(De Cuentos diminutos)



lunes, 12 de noviembre de 2018

HETERÓNOMOS

Yacimiento vetton
(Castro de las Gogotas)
Fotografía de
Rubén Sánchez Santana
HETERÓNOMOS


 Dentro de mí conviven, abocados
a una inmensa rutina sedentaria,
el yo que pienso y otro, el que parezco.
Un pacto, que firmaran con los ojos,
les conmina
a respirarse en cierta tolerancia,
y ambos han sido absueltos
de mencionar, siquiera,
cuál fue la última causa
que les diera la vida.

Cada uno tiene ya su enclave exacto:
el yo que pienso
habita, día y noche,
la intimidad de estas cuatro paredes.
Es semejante a un niño que olvidara crecer,
y por lo mismo
nada en el mar de una sabia ignorancia.
(“Acaso sea el invierno…
es razón suficiente para explicar el cosmos “)
Y balbucea. Ríe.
Se pierde en los espejos. Gesticula.
Colecciona recuerdos como si fueran conchas
que ha enterrado el olvido.

A veces llora y viste el jersey gris
de la melancolía;
entonces toma un folio,
donde  inicia el galope un sentimiento
y se hace reo de pertinaz tristeza,
hasta que traspapela la mirada
y descubre, cansado,
que afuera cae la lluvia
y mojan su perfil
unas livianas gotas de mi nube.

El que parezco
está en la calle de continuo.
Todos le conocéis
pues con todos comparte ese pan y esta sal
que, bajo el brazo, trae la vida;
las cotidianas dosis
de angustia existencial, trabajo y ruido.
Con él tropiezo,
una tarde cualquiera,
al doblar una esquina,
y tras justificarme torpemente
(“hallé la puerta abierta
y me aburría…”)
me despido gozoso y luego marcho
-el paso lento, sepultadas las manos
en los amplios bolsillos del vaquero-
a ver, sin más, el mundo por mis ojos.

(De Rotonda con estatuas, Madrid, 1990)