martes, 11 de junio de 2024

LA BIBLIOTECA PERSONAL

Una dedicatoria de Gioconda Belli
Fotografía 
de
Inmaculada Lara Bonilla

 

 LA BIBLIOTECA PERSONAL
 
 
   Hay quien defiende que regalar la biblioteca personal es un gesto solidario; no es mi opinión. Para mí la biblioteca personal conforma vísceras, nervios y huesos del escritor. Es la columna vertebral de mi casa. Permite el desplazamiento continuo de conocimientos, emociones e inteligencia, así que quedarse sin libros en casa es una dolorosa extirpación de la identidad, un borrado de archivos, un descalabro.
   Estos años (¿o son siglos?) he conocido muchas bibliotecas personales porque eran la habitación de estar de cualquier diálogo a dos voces, el lugar del poema que solo requería un té con limón complementario, una cervecita estival y algunas aceitunas deshuesadas para perder el sentido del tiempo. En cada biblioteca personal perdí el reloj de las prisas, me hice quietud, admiración, silencio, mientras el propietario va y viene con algún libro dedicado entre las manos. Yo dejo mi destartalada miopía en los estantes; acumulo asombros hasta dejar en mi retina la foto fija de la felicidad.
   Viajo con frecuencia y vuelvo a casa con una bolsa repleta de libros; también casi a diario llegan libros regalados por editoriales o escritores. La bulimia de mi buzón de correos me permite algunos meses de estudio e intensa lectura. En la biblioteca personal escucho música y vislumbro un abrazo constante de páginas y dedicatorias. Sin libros la casa es un solitario pórtico de niebla estival.





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