miércoles, 30 de enero de 2013

WALT WHITMAN. AIRE COMÚN.


WALT WHITMAN.
 
                      ( A Esperanza, por su antología)

   Hubo un tiempo en el que la lírica de Walt Whitman (1819-1892), centro del canon poético norteamericano según Harold Bloom, representaba para mi yo lector el nítido itinerario de una guía de viajes, un mapa desplegado, lleno de sendas sugerentes. Ególatra y locuaz, Whitman, discípulo de Emerson y de su idea del poeta como dios liberador, aglutinaba en sus poemas un vitalismo en marcha que asimilaba la diversidad de lo real.
   Sus poemas, caóticos y enumerativos, repetían fórmulas con las que iba completando el sentido de sus argumentos. De modo recurrente, el yo poemático aglutinaba percepciones, estampas al paso que se amalgamaban ante el lector como un gran jeroglífico uniforme y daba pie a una poesía narrativa, propicia a la enumeración  matérica y corpórea.
   Mi fascinación por Whitman ha languidecido, tal vez porque el inventario de lecturas actuales tiene la memoria llena de poesía intimista, introspectiva y confesional. Pero Hojas de hierba, original de 1855, que fue creciendo e incorporando textos en ediciones posteriores, sigue mostrándome la urdimbre de una poesía necesaria que ha cimentado abundantes estéticas posteriores del ámbito latino ( Vicente Huidobro, Vallejo, Pablo Neruda) y norteamericano (T. S. Eliot y Wallace Stevens).
  La palabra de Walt Whitman elige el ahora como estado atemporal del yo para captar la perfecta armonía y la ecuanimidad de las cosas. Si la elegía y la nostalgia dan voz al pasado, el diálogo que oye el tímpano es el de la inmediatez, el discurrir de lo cotidiano y en ese tránsito la autobiografía, más o menos velada, de un sujeto que comparte muchos rasgos en los que podemos reconocernos porque es síntesis de una identidad colectiva: “estos son los pensamientos de todos los hombres en todas las épocas y países, no son originales míos. / Si no son tuyos tanto como míos no son nada o casi nada, / Si no incluyen todo son poco menos que nada, / Si no son enigma y la resolución del enigma no son nada, / Si no son al mismo tiempo cercanos y remotos, no son nada. / Ésta es la hierba que crece dondequiera que hay tierra y agua. / Éste es el aire común que baña el globo”
. 

 

 

 

 

lunes, 28 de enero de 2013

E-MAIL.

E-mail

El mensaje conciso,
sin tallo emocional,
sin hojarasca;
sólo el misterio
de la transparencia
y el hilo concesivo
del discurso coherente.
Que el teclado perciba
desnudez, eficacia
y la respuesta fiel
del mensajero.

   ( Mapa de ruta, Maillot Amarillo, Granada, 2010)

sábado, 26 de enero de 2013

ITINERARIO DE CLARA JANÉS.


Compás de códigos en la poesía de Clara Janés
Mariarosa Scaramuzza Vidoni
Devenir, El Otro, Madrid, 2012

   La profesora Mariarosa Scaramuzza,  hispanista de reconocido prestigio por sus estudios de literatura española, con especial dedicación a Miguel de Cervantes, difusora en la universidad de Milán del español como segunda lengua, y directora de la revista Tintas, aborda en esta monografía el devenir lírico de Clara Janés (Barcelona, 1940). Sus diferentes ensayos sobre la escritora, perciben las sucesivas entregas como una cosmovisión dinámica, en la que encuentra definición un lenguaje personal. Comienza Compás de códigos en la poesía de Clara Janés con las notas caracteriales del ambiente familiar. En él se potencia desde la infancia una sensibilidad artística, que se fortalece en la primera juventud con la lectura de clásicos y los estudios universitarios. Así se va gestando una estética, también moldeada por la contingencia existencial.
   Existir implica percibir nuestra condición transitoria y temporal, una idea que halla acomodo en la carta de presentación, Las estrellas vencidas, y que seguirá vigente en pasos posteriores. Otro momento determinante en el rumbo poético de Clara Janés es la lectura y traducción del poeta checo Vladimir Holan, a quien debe  una visión trágica del ser individual contemporáneo. La obra de Holan resuena en el acercamiento a otros poetas del misterio como Rilke y T. S Eliot. Pero cualquier periplo creador busca ensanches nuevos, mutaciones en las que se incorporan recursos expresivos y variantes teáticas; en una vocación tan fecunda como la estudiada cada momento escritural  encuentra matices que lo singularizan y enfocan otras preocupaciones, como lo metapoético. La reflexión sobre el sentido de la palabra poética dota a muchos poemas de Clara Janés de núcleos generativos basados en el ritmo, la melodía – que en no pocas ocasiones se debe a experiencias sensoriales de su infancia- y el sentido de conocimiento que las palabras tienen para dar identidad.
  La dimensión janesiana tiene una vertiente icónica en su práctica de la poesía visual, una escritura en libertad que vincula la expresión formal a la participación activa de un lector capaz de descifrar claves simbólicas.
  Con decir ameno, Mariarosa Scaramuzza dibuja una documentada geografía poética de Clara Janés, cuya lírica optó desde sus entregas iniciales por el recorrido en solitario, desconectada de grupos de abrigo y etiquetas generacionales. Las fases de escritura se suceden con un objetivo común: la búsqueda de una palabra originaria, capaz de expresar la dimensión interior del yo; los versos conceden fluidez al cauce por el que discurren las aguas profundas de la conciencia. Como escribiese María del Pilar Palomo, en Clara Janés “el afán de escribir es lo mismo que el afán de ser”     

jueves, 24 de enero de 2013

PATÉTICA.


PATÉTICA:
 
. Cuando los años discurren hacia el final se cambia el uso del lenguaje: los nombres se hacen sedentarios; los adjetivos erráticos; los verbos imprecisos…
 
. Visión beatífica. Confunde maquillaje, máscara y rostro.
 
. En la distancia todo es enigmático. Pero no importa.

. La senectud transforma la elegía en recreación arqueológica.

. Duele la claridad. Al descorrer la cortina, el sol y su aparatosa puesta en escena.

. Un suicidio fallido nos convierte en un muerto rezagado.

 

  

 

 

martes, 22 de enero de 2013

GIULIANA CALABRESE. PRIMER PLANO.

                                      

ENCUENTRO EN MADRID:

   Actitud anímica ideal para el encuentro con Giuliana Calabrese en Madrid. Ultima datos para su tesis doctoral sobre poesía española contemporánea. Quedo con ella en la Puerta de Velázquez, en pleno Paseo del Prado. Es puntual y su imagen, desde el primer instante, me resulta conocida y cercana, como si los quehaceres literarios comunes de estos meses hubiesen propiciado una amistad antigua. La sonrisa es permanente signo de su rostro,  a pesar del frío matinal de un Madrid con gesto de invierno y lluvia. Como es su primera visita a la ciudad, propongo un largo recorrido por enclaves cercanos. Nos acercamos hasta el Retiro, que apenas despereza sus paseantes habituales y sus terrazas de chocolate con churros. En una de ellas intercambiamos libros y hablamos de la revista de la Universidad de Milán y de los trabajos de la hispanista Mariarosa Scaramuzza que ha dedicado un amplio ensayo a Clara Janés.
   Proseguimos itinerario hacia la Puerta de Alcalá y más tarde hacia el Ateneo, con las pausas visuales que captura la acumulada curiosidad de Giuliana. Intercalamos historia urbana y estado de la poesía actual, todo a rebato, como si fuese posible organizar un horizonte literario del ahora en veinte o treinta minutos.  Giuliana prepara su futuro como traductora y quiere llevar al italiano a poetas actuales del registro realista. Me pregunta por la “poesía de la experiencia”  y por la pertinencia de la denominación. Me hace gracia que todavía existan lectores que piensen que cada poema es una secuencia biográfica.
   Junto a los edificios más representativos del recorrido, la conversación deja paso a las imágenes fotográficas. El Palace conserva intacto su prestigio de gran hotel, y la Biblioteca del Ateneo suscita la ávida curiosidad de cualquier ensayista, con el montante de documentos y primeras ediciones y con esa galería de cuadros de ateneístas insignes.
   Giuliana domina varios idiomas, entre ellos el catalán, así que nos animamos a repasar los fondos bibliográficos de la librería de CaixaForum, antes de visitar La Central y ver la exposición permanente del Reina Sofía.
   Siempre la cultura es compatible con la gastronomía y acabamos en una tabernilla de Embajadores para reponernos del intenso paseo. Llega el momento de la despedida. Giuliana sonríe; ningún instante del encuentro ha dejado de sonreir. Por delante nos queda un largo recorrido de amistad y poesía.

PD.- La fotografía de José Luis Morante y Giuliana Calabrese está realizada por Giuliana en la librería La Central (Madrid), el domingo 20 de enero de 2013.

domingo, 20 de enero de 2013

ISMAEL ALONSO. RESCOLDOS.



La hija de la lluvia
Ismael Alonso
Bohodón Ediciones, Madrid, 2011

   El itinerario escritural de Ismael Alonso (Fuente el Olmo de Íscar, Segovia) comienza en 2010 con la novela Algún día, una propuesta de final abierto que entremezcla lirismo y ambientación de serie negra. Su segundo fruto, La hija de la lluvia, en el mismo sello editorial, amanece un año después y elige como voz mediadora a un narrador omnisciente para dar cuenta de los pormenores existenciales de un conglomerado de sombras. El perfil de Sofía, una niña solitaria y soñadora que suele perderse en soledad, fascinada por la húmeda caricia de la lluvia da título a esta entrega. Todos los protagonistas comparten un mundo cerrado con paredes de frustración. Viven en un caserío entre tierras de labor, cuya cronología podría aventurarse en las últimas décadas de la dictadura. Es un hábitat que extrema su rutina, desconectado del impulso urbano.
   La ambientación de la trama presenta un núcleo familiar desgajado en el que ejerce como autoridad máxima Ignacia, mujer desengañada y despótica que nunca deja sobre otros moradores briznas de afecto. Alrededor de su potestad agria deambulan su hija Alicia, una adolescente sin ambiciones, su hermanastra Claudia y ausencias que conforman el paisaje diario, como su marido –una entidad carente de estímulos vitales- y el hijo que se forma entre las severas sotanas del internado. Únicamente, la inquietud de Sofía y Alicia plantean preguntas sin respuesta en aquel clima abúlico y resignado y sólo el zagal del caserío, Retuerto, un joven sin familia, parece aventar las voces y rescoldos del pasado.
   La hacienda había pertenecido a Pedro, un bonancible amo que nunca tuvo el carácter suficiente para defender intereses y pleitos; desde el principio de su matrimonio dejó el gobierno de la casa a Ignacia, hija de un herrero que vio en el matrimonio la ocasión propicia para mejorar su situación social. De aquella convivencia nacerán dos hijos y una inesperada circunstancia: la llegada de su hermanastra Claudia que llenará la casa de trazos azarosos. Su identidad prefiere la ensoñación al insípido realismo del despertar; cree en el amor y en el deseo y en su huida sentimental es capaz de seguir la estela de un impostor: Ramos, el padre de Sofía.
  Si el desasosiego de Claudia es palpable, también lo es el de Eutimio, en quien se han puesto todas las esperanzas. Ni sus capacidades intelectuales ni sus habilidades sociales contribuyen a logran un expediente brillante y su escapada del internado le hace conocer otra realidad de la que no puede hacer partícipe a su madre.
  En la tercera parte, Ismael Alonso introduce en el andamiaje novelesco elementos expresivos como el humor o la fantasía, para rebajar la tensión ficcional. En lo real irrumpe el asombro, cuya naturaleza puede confundir al lector: en la evasión ensoñadora de Claudia se define Germán, una identidad mutable, que es casi un simulacro fantasmal.
   Sólo en  el tramo final del libro anula voz narrativa su papel intermedio para dejar que los implicados relaten de forma directa su azarosa existencia. Los monólogos permiten profundizar el perfil psicológico  y dotan de singularidad a la vieja criada, Sonsoles, a la culpa expiatoria de Claudia y al mundo juvenil de Sofía.
   En su segunda novela, La hija de la lluvia, Ismael Alonso nos hace partícipes de  las líneas claves de una saga familiar que pone su resignación en manos de un destino empeñado en duplicar carencias y dificultades. El caserío se despuebla y poco a poco deja de ser epicentro protector para convertirse en un reflejo de senilidad y ensimismamiento; envejece con el mismo fatalismo indeclinable que sus últimos moradores. Sólo perdura en pie la vieja memoria de Sonsoles y ese tiempo cíclico que cierra el regreso de Sofía, la muchacha que amaba la escritura cursiva de la lluvia.

viernes, 18 de enero de 2013

AFORISMOS CON LLUVIA




. Lluvia y días de novela, protagonizados por personajes imprevisibles.

. Los sentimientos están y no están; carecen de significados estables.

. Hay quien trata a la inteligencia como un utensilio de uso indefinido.

. Un desnudo en la retina, y ese poder de sugestión, intimidatorio.

. Cuando estoy solo me visita el pasado con su mochila llena de nostalgia y aires de buena gente.

. Los pragmáticos están parcelados por tabiques mentales.

. El reloj miente; lo sé, las horas discurren con duración variable.

. Una ausencia prolongada es niebla y acaba por convertirse en un simulacro fantasmal.



miércoles, 16 de enero de 2013

JAIME MARTÍNEZ. CADENCIA DE TANGO.



El tango de Penélope
Jaime Martínez
II Premio Poesía Universidad de Oviedo
Oviedo, 2012

  En el primer paso de su escritura, Jaime Martínez (Oviedo, 1993) explora el almacén cultural y saca de los repletos estantes sentidos nuevos, que salen a escena en El tango de Penélope. El tierno personaje de la Odisea, símbolo de fidelidad y paciente espera ante la ausencia del enamorado, se reactualiza y se viste de ironía con un fondo musical pausado, a ritmo de tango, y aparece flanqueado por un puñado de citas selectas de Calímaco, Oliverio Girondo, Jorge Luis Borges y el pensador F. Nietzsche.
  Con esos mimbres amanece un poema conversacional, con adherencias que definen la sensibilidad del ahora; el rostro multiforme de una etapa que prefiere eludir lo épico para centrarse en la lírica de los sentimientos y en el hilo emotivo del presente.
  Así se alza un escenario reconocible, donde se amalgaman pasos y muros hechos con el descrédito de lo diario. La universidad, el hospital, la cafetería son lugares de paso en los que confluyen situaciones experienciales en las que se dan cita paradojas y contradicciones. Acogidos a la costumbre de lo rutinario, los médicos que tratan una metástasis consumen el tramo libre de su turno laboral entre jugosos pinchos del bar, mientras un hombre espera la muerte; en habitaciones cercanas el dolor contempla el exilio de cualquier futuro. Lo cotidiano debe acostumbrarnos al resplandor de la luz y a la oquedad espesa de la sombra.
  Los poemas de Jaime Martínez prefieren un formato en verso libre, aunque también se incluyen sonetos, y un vocabulario coloquial que mansamente conduce hacia un final anticlimático; son composiciones en las que prevalece la intensidad de un cierre sorpresivo, que busca romper la angustia crepuscular o confía en la cuerda irónica para desmontar el eco solemne de lo patético. Un buen ejemplo de lo que comento es el poema “Diatriba contra “la Diatriba contra los muertos” que arranca con estos versos: “La muerte no es tan mala. Se preocupa  / de amar mal a sus hijos, de tal forma / que los que están muriendo nos resultan / odiosos, purulentos y carentes / de todo escrúpulo social, de toda / preocupación por el Estado o por / la última jornada de La liga. “
   Toda poesía juvenil es una poesía indagatoria, de búsqueda, en la que son evidentes los ecos de lecturas vertebradoras y los anclajes con voces anteriores. Es lógico que en estos poemas de Jaime Martínez se aglutinen resonancias de poetas figurativos y modelos que ayudarán a conformar una voz personal, y que van de la mano de experiencias autobiográficas, de tiempo recobrado en la memoria.  
   Los versos de Jaime Martínez siguen un itinerario conocido; el de la poesía que expresa situaciones comunes y busca el contacto con la realidad inmediata, sin altisonancias ni rebuscamientos, desde una introspección intimista, con el verismo de la emoción compartida.

 

domingo, 13 de enero de 2013

EL MIEDO.


EL MIEDO

El miedo a los seis años
era un cuarto lejano,
un recinto sellado y tenebrista
con prestigio de infierno
y un viejo sin edad
que dormitaba junto a un perro agónico,
bajo los soportales;
a los doce su miedo
habitaba en los libros,
igual que fotogramas de holocaustos.
El miedo en la veintena
fue aquel tiempo confuso
de amarse bajo el cielo,
ese rumor de trenes que enlazaba
la ausencia y el deseo;
a los cuarenta y ocho fue su miedo
un espacio interior, claudicaciones...

Tuvo más miedos: al cumplir cincuenta,
a los setenta y tantos,
cuando no tuvo edad
y en una larga noche,
asmática y feroz,
apareció en la sombra encanecido
aquel miedo inasible de seis años.

           (Un país lejano, DVD, Barcelona, 1998)

viernes, 11 de enero de 2013

MARK STRAND.



MARK STRAND

    Dos compilaciones de Mark Strand (Summerside, Prince Edward Island, Canadá, 1934) me han acompañado en estos años de lectura, con la eficacia cálida de la buena poesía. La primera, Aliento es una muestra con traducción y prólogo de Julián Jiménez Effernan, editada a gusto de coleccionista en el sello Cuatro estaciones, al cuidado de Manuel Lara Cantizani y Juan Carlos Reche; la segunda, Sólo una canción  fue preparada por Eduardo Chirinos, responsable de la selección, traducción y prólogo y se integró en el catálogo de Pre-Textos. Las dos son arcos representativos del quehacer lírico de Mark Strand, poeta laureado, docente universitario, viajero continuo, lector de Alberti y Borges, traductor de Carlos Drummond de Andrade y amigo de poetas como Octavio Paz.
   Como en la literatura de Kafka, en los poemas de Strand la realidad es siempre imprevisible; no cuestiona sus hábitos rutinarios pero en cualquier momento una estela vacía se llenará: “El tiempo me dice lo que soy. Cambio y soy el mismo. / Me vacío de mi vida y mi vida permanece”. De una aparente contradicción emanan muchos argumentos de Strand: quien mira desde la casa a un hombre parado en el jardín, es el mismo hombre que se siente espiado desde algún sitio; el paseante a la luz del mediodía es invisible; lo visible está cercado por la sombra, del mismo modo que es en la noche cuando se encuentran todas las respuestas. Somos las paradojas que se despliegan ante el muro frágil de cada conciencia.
   La poesía de Mark Strand se reconoce de inmediato y suscita en el lector un estado indeciso, entre la angustia y el desconcierto, no tanto por su carga autobiográfica, sino por el extravío del lector ante esas mínimas crónicas de soledad que narran sus poemas. Lo cotidiano esconde un lado fantasmal, una sombra nebulosa que incide en mostrar itinerarios nuevos en el espectador, a pesar de reiterar de modo obsesivo conocidas preocupaciones: la identidad, el discurrir temporal, la fragilidad de la existencia, los retratos de seres cercanos, la correspondencia entre el sujeto y el entorno…
   Este fin de semana vuelvo a la poesía de Mark Strand; han sido días llenos de bancos de niebla y no me vendrá mal un poco de luz.
 

martes, 8 de enero de 2013

JOSÉ LUNA BORGE. DÍAS CON PASAJEROS.

Pasos en la arena (Diario 1998-2003)
José Luna Borge
La Isla de Erimo, Sevilla, 2012

   Los renglones autobiográficos son ejercicios de un solipsista que convierte sus pasos en visitas interiores. Por eso viene bien que ese viaje introspectivo acumule, junto a los devaneos particulares del sujeto verbal, elementos externos como viajes, libros leídos, o pormenores de la vida literaria.
   José Luna Borge, poeta y ensayista, es un cultivador del diario desde hace décadas. Ahora ve la luz Pasos en la arena, que acoge un tramo cronológico de cinco años. Arranca en 1998, un hito temporal marcado por el fallecimiento de un ser querido, muy próximo; en ese contexto, la escritura adquiere un aliento elegíaco y crepuscular, impulsada por la certeza de ser para la muerte, reflexión que sugiere cierto tenebrismo existencial. En el yo y en los otros se define la fragilidad que habrá de dejarnos en la última costa.
   Un subtema de ida y vuelta, frecuentado en estas páginas, es el quehacer, semana tras semana, de un suplemento cultural que el autor coordina durante seis años. Esa labor exige continuo contacto con colaboradores y un incansable esfuerzo de diseño y maquetación, lo que condiciona casi todo el tiempo libre, consumido en acercarse al escaparate literario, en el que de cuando en cuando se enfoca un nombre propio: Andrés Trapiello, José Luis García Martín, J. Roth, Víctor Botas, José Jiménez Lozano, R. Walser…
   Los que leyeron anteriores entregas de este diario en marcha organizado en cuatro salidas -Pasos en la niebla, Pasos en la nieve, Pasos en el agua y Pasos en la arena- saben que en la geografía sentimental de José Luna Borge ocupa coordenadas preferenciales un puñado de lugares: Sahagún, Sevilla, Granada y Salobreña. Son destinos fijos: Sahagún es el territorio de la infancia, el patrimonio más antiguo de la unidad familiar y el reflejo de un modo de vida hacendoso y rural que el tiempo de progreso ha devorado; Sevilla es el deambular de lo diario, el sitio de acampada de lo laborable donde se ha gestado el perfil de la costumbre; enmarca también la vocación escritural; Granada es la familia, el obligado itinerario de compromisos con parientes más o menos próximos y la ciudad universitaria donde en cualquier esquina se produce el encuentro con lo monumental; por último, Salobreña es la segunda casa, el mar de cerca, el encierro donde se concluyen los proyectos literarios o donde el poeta recluido llena de oxígeno renovado los pulmones.
  También abundan las anotaciones en las que se define el ideario del hombre de la calle, la opinión del ciudadano que toma partido ante una catástrofe ecológica, una decisión del gobierno o un hecho histórico como la intervención en la Guerra de Irak. Son asuntos que están en las pancartas y en los medios de comunicación, y que afectan a lo colectivo porque zarandean la convivencia y establecen relaciones de causa y efecto que nos atañen a todos.
   En el diario nunca hay rutas preestablecidas ni una división de asuntos exacta y clara; en medio de la corriente de los días un hecho se define y provoca una reflexión que marca su estela en las anotaciones, como un paso en la arena. Los trazos del yo son heterodoxos; del conglomerado de momentos e ideas emerge una sensibilidad en el tiempo, el discurrir de una conciencia que deambula por los patios abiertos del pasado.  

lunes, 7 de enero de 2013

CRÍTICA LITERARIA.

 
Para los que practicamos la crítica literaria el reencuentro con los textos de Leopoldo Alas Clarín es aleccionador. La autoridad valorativa del escritor es un venero para adentrarse en un análisis independiente y riguroso. Dejo otros logros de Leopoldo Alas, como La Regenta, cumbre novelística del XIX, o sus maravillosos relatos. Prefiero subrayar su erudición y la incansable ponderación de libros ajenos. No desconocía los sinsabores que fomenta esa labor continua; firmó sus "solos, paliques, folletos, ensayos y revistas" con la caligrafía honesta de quien luchó por ser un intelectual sin compromisos, que se acogió a un estandarte humilde: la libertad de criterio para dar a cada uno lo suyo.

sábado, 5 de enero de 2013

VÍSPERAS



6 de enero

Algo me dice que en los gestos de un niño,
poniendo entre las sombras sus zapatos
y unos vasos de agua
para apagar la sed de esperados viajeros,
está toda mi vida.

Han pasado los años
y no sé de renuncias ni de claudicaciones;
jamás me fue posible vivir en otra casa
que no fuera tu sueño.

    (De Población activa, Deva, Gijón, 1994)

jueves, 3 de enero de 2013

MARIO VARGAS LLOSA. INCERTIDUMBRES.


La civilización del espectáculo
Mario Vargas Llosa
Alfaguara, Madrid, 2012 

La incuestionable novelística del peruano Mario Vargas Llosa (Arequipa,1936), Premio Nobel de Literatura 2010, se completa con una ensayística sobresaliente que aglutina miradas sobre las señas de identidad del ahora. Son intereses diversos que vuelven a estar presentes en La civilización del espectáculo un volumen que integra media docena de subtemas complementarios entre sí.
Entender la cultura del fin de siglo requiere una mente abierta, que contemple la pluralidad de factores que ha modificado la semántica tradicional de conceptos que apenas tienen puntos de conexión con ideas preconcebidas del pasado. Algunas de estas mutaciones merecen un amplio diálogo al que Mario Vargas Llosa suma sus opiniones. Por ejemplo, sobre la cultura como conjunto de valores éticos y estéticos. Si a lo largo de los siglos la cultura se transmitía en el núcleo familiar, se puede deducir que el deterioro actual se deriva de los desajustes sufridos en el seno del primer núcleo de socialización del individuo. Por otro lado, las instituciones educativas eran vías complementarias para la trasmisión de valores porque la cultura no es un inventario de conocimientos sino una forma de vida.
Otro rasgo diferencial de nuestra época es el deporte convertido en un fenómeno de masas y, por tanto, aprovechable para la manipulación política e ideológica, la germinación del fanatismo y el desahogo de una violencia irracional. El temperamento intelectual se volatiza, oculto por los efectos especiales de la propaganda. El discurso crítico se pierde y la impunidad da cauce libre a los intereses de los poderosos.
Capítulo aparte merece la libertad sexual como síntoma de nuestro tiempo. Escribe Vargas Llosa que “se ha sacado el sexo de las alcobas para exhibirlo en la plaza pública”. Es cierto que se han superado prejuicios, se han fomentado roles de igualdad y se ha desechado la rigidez de muchos cánones morales; pero también es cierto que muchos sentimientos se han transformado en fisiología en pro de una supuesta autonomía sexual.
El escritor aborda sin complejos la naturaleza dogmática e intransigente de algunas religiones que hacen de sus creencias un soporte regulador de la vida social y un instrumento de poder temporal que condiciona leyes y derechos públicos. La sociedad democrática debe asegurar la libertad de culto, sobre principios de tolerancia y pluralidad, y recluir la religión en ámbitos privados.
La civilización del espectáculo, el nuevo libro de Mario Vargas Llosa tras la concesión del Nobel, es una indagación crítica y pesimista, que deja la sensación en el lector de que la arquitectura que alzamos ante el nuevo milenio no tiene una cimentación firme y asoman grietas en sus muros. Es una idea que flota en el ambiente y que cada conciencia la percibe con un escepticismo crepuscular: formamos parte de un tiempo en crisis, que genera incertidumbre y parece confrontado con la razón.

 

                                                              

martes, 1 de enero de 2013

NOSTALGIA.


Nostalgia

   Un sueño de Walpole, por fantasmas poblado,
estaciones de lluvias y hojas secas,
los escudos de brumas ocultando la dársena,
una paz en exilio como la luz del faro
cuando aparece el día,
esa fingida euforia del incendio en la selva;
olores putrefactos que emanan de la carne
y de la tierra exangüe y calcinada,
gozosos pentagramas  para indicios sinfónicos,
un intruso muy joven
que ocupa mi latido y el rincón de mi casa
que almacena, sin orden, los libros y las fotos...
El completo inventario de unos días lejanos
en que no fui feliz.
   ¿Puede explicarse alguien tamaña insensatez,
si hoy los recuerdo con tristeza y nostalgia?

      (Población activa, Deva, Gijón, 1994)