miércoles, 31 de enero de 2018

AL CIERZO DEL INSOMNIO

Portones
(Arévalo, Ávila, 2015)


AL CIERZO DEL INSOMNIO

Con frecuencia te quejas
del ínfimo desvelo
que suelo regalarte en medio de la noche,
y al cierzo del insomnio te aventuras
buscándome tres pies.
Duerme seguro;
no hay ninguna estrategia.
Mi historia es la viñeta desechada
por cualquier dibujante
a quien han ofrecido otro trabajo.

                 (De Enemigo leal)


martes, 30 de enero de 2018

CASA VACÍA

Casa vacía
(Olimpia, Grecia, 2010)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana

CASA VACÍA


  En esta casa ya no vive nadie pero están todos los moradores que ocuparon habitaciones en las gramáticas del tiempo. Escucho su fisiología desperdigada en pasos, susurros, toses o gemidos. De cuando en cuando callan, como si se hubiesen mudado a otro lugar por unas horas.
  Siempre regresan. Esta noche olvidaron cerrar la puerta de entrada y apagar luces. Alguien me despertó. No supe qué decir; me siento extraño sosteniendo el aliento de una casa vacía. Ellos me reconfortan. Son labios que pronuncian con el temblor de una revelación: “alguien debe soñarlos”.

(De Cuentos diminutos)


lunes, 29 de enero de 2018

DESDE EL LABERINTO (AFORISMOS)

Entrada
(Provincia de Angkor, Camboya, 2017)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana

Aforismos desde el laberinto

Entre las raíces, una entrada franquea el paso al laberinto. Las sombras diluyen los trazos del sendero. Rumbo incierto.

Me gustan las noches de doble fondo, en las que caben vigilia y sueño.

Esa manía de la memoria de revisar apuntes atrasados, de dar a la inquietud un respiro asistido.

Cada instante de vida, firmo con la escritura discreta del aprendizaje.

La verdad no es un área reservada para soledades ariscas. La duda, sí.

Cuando avanzo hacia ti te desvaneces.

Consumo la relación incierta del autista y su temporada en el invierno.

En mis ojos una hipérbole consoladora: “Un grano de poesía sazona un siglo” (José Martí)

Sístole y diástole, sismología del corazón. Raíces de vida.


(variaciones de Motivos personales)



domingo, 28 de enero de 2018

CARMEN CANET (Entrevista)

Carmen Canet
Fotografía de
Joaquín Puga

Una conversación con Carmen Canet

Desde la publicación de su primera entrega aforística, Malabarismos (Valparaíso, 2016) Carmen Canet se ha convertido en una presencia habitual en las principales antologías del género. Nacida en Almería, pero residente en Granada donde forma parte de su inquieto tejido cultural, y profesora durante muchos años, la escritora prepara su segunda salida en la editorial Renacimiento.


La crítica ha sido la primera opción de tu itinerario creador. ¿Podrías resumirnos esa larga dedicación lectora?

He sido desde edad temprana una lectora incansable y me gustaba también escribir.

Comencé con la escritura en los últimos años de carrera con los estudios de dos revistas: “La Vida literaria” (1899), y “La Ilustración Católica” (1877- 1883), mi fascinación por el periodismo literario me llevó a estos trabajos que fueron mi tesina y mi tesis, publicados por la Editorial de la Universidad de Granada. Desde 1980 fui colaboradora de la Revista almeriense Andarax. Artes y Letras, donde entre otros artículos, tuve una sección que dediqué al estudio de las principales revistas literarias contemporáneas. Seguí y sigo con mi labor de crítica literaria, de investigación, con propuestas educativas y didácticas, así como colaboraciones con reseñas en distintos medios. El tema de las rutas literarias me ha gustado siempre y tengo varias publicadas. El estudio y  trabajos sobre  la escritura del aforismo, junto a la lectura de los grandes maestros me ha llevado, de forma natural a la tarea de escribirlos.

 Crítica, prosa didáctica, aforismos, poesía…Sobre tu mesa de trabajo una sosegada convivencia de géneros. ¿Cuál de ellos tiene el papel principal en tu escritura?

La  crítica literaria y el aforismo son ahora el centro de mi escritura, colaboro en varias revistas y suplementos de libros de algunos periódicos, asiduamente, y en el campo de la creación mi género es el aforismo. La poesía es mi pasión, escribo y  he colaborado puntualmente en antologías, acabo de participar en dos por temas solidarios. He tenido una etapa grande que me ocupó la elaboración de diversos trabajos y propuestas educativas y didácticas debido a mi profesión docente pero ahora es menor mi intervención en estas cuestiones.
                       
 Tu paso inicial, Malabarismos apuesta por un aforismo lacónico y contenido, que tenga el efecto de un destello. ¿Qué cualidades exige a este género breve?

En los tiempos que corren el aforismo está exento de retórica, grandilocuencia, de moralismo y didactismo que es la diferencia que existe con el clásico. En el aforismo contemporáneo estas formas breves son como comprimidos que deben de tener una dosis necesaria para dialogar, ser esos instantes terapéuticos de carga amable, elegante, irónica y comprometida. Por eso son ingredientes necesarios: la concisión,  la reflexión, el  humor, la crítica y la verdad. Deben acotar el vuelo de la mente con un léxico sutil, lúdico, lírico y social. No admiten una única lectura: con licencias, con palabras en libertad que nos llevan a la vez a la inmediatez y a la distancia, con genio e ingenio marcan el camino para descubrir otros senderos, dar que pensar y provocar e iluminar al lector. Al aforista le gusta estar al acecho, tropezar en la vida con ideas o imágenes inesperadas para luego plasmarlas en papel, pero son los lectores una vez aterrizadas los que logran que despeguen de nuevo y puedan volver a volar. El buen aforismo tiene que desprender sentimientos y pensamientos.

 Él mide las palabras y me tiende la mano rescata la aforística subterránea que encierra la obra de Luis García Montero. ¿Cómo nace ese diálogo literario con el poeta de Granada?

 Luis García Montero y yo nos conocemos desde finales de los 70 y fue en la Facultad de Filosofía y Letras de Granada cuando estudiábamos, sigo pues su escritura desde el principio.

Los lectores acostumbramos a señalar versos, solemos copiar citas, y descubres que hay frases anotadas que además de la belleza estética tienen una ética, y cuando te das cuenta que éstas tienen la instantaneidad, la concisión, la lucidez, el lirismo de los buenos aforismos, es cuando decido hacer este libro, y agradezco al director de Valparaíso Ediciones, Javier Bozalongo,  que acogiera esta idea.

Mi dedicación a la enseñanza de la Lengua y la Literatura, y en particular  al estudio del aforismo me llevaron de forma natural a esta grata tarea de entresacar de su obra literaria completa, versos y frases de sus poemarios y  novelas, frases que aisladas de sus contextos funcionan perfectamente como aforismos. Así que tomé como título un verso suyo que me parece significativo: “Él mide las palabras y me tiende la mano”, y, también, me tomé la licencia de exponer dichos versos y frases transcritos literalmente, éstos no modifican sus escritos, solo son citas que tienen vida propia. Y ésta es la relación, el diálogo de una lectora con su autor.

 La editorial Renacimiento saca a la luz tu nuevo trabajo aforístico. ¿Qué aporta respecto a tu primera entrega?

Mi nuevo libro titulado Luciérnagas, en prensa, sigue en mi línea aforística, son frases breves que buscan el cobijo en una ética poética y humana. Recorren las facetas cotidianas de la vida, con temas como el paso del tiempo, la soledad, el amor, la amistad y el gusto por las artes, en especial la lectura.  Tal vez son más reflexivos, y con más ironía. Lo que sí he querido hacer es más homenajes, y mostrar mi reconocimiento, en especial, a las mujeres. He pretendido también que hagan compañía, y que inviten a la conversación y al dialogo.
  
¿A qué se debe, para ti, la impulsiva cosecha aforística contemporánea?

El aforismo responde al aire ligero, fragmentario de nuestro tiempo. La verdad que está viviendo un momento feliz, es muy alentador el auge que tiene actualmente. Sabemos que ha existido siempre y que ha vivido épocas con mayor o menor intensidad. Las redes sociales han propiciado mucho estas frases cortas, a través de los tuits, los wattssaps. La rapidez y el ritmo que tiene nuestra sociedad hace que el escrito sea más breve, acercándose al slogan, al spot publicitario, pero no podemos confundir esta moda que está en la calle con el género aforístico que conlleva una técnica, y no debe caer en la ligereza y  trivialidad de lo espontaneo como ocurre en esos juegos de internet donde la frivolidad tiene cabida.

El presente parece un tiempo de grisura y demoliciones. ¿La escritura es el último refugio del yo frente a la crisis?
 
La escritura es un refugio, es una terapia, una necesidad para algunos, lo mismo que para otras personas es la música, la pintura, el baile, cada uno se crea su propio asidero para vivir más plenamente. Para mí es muy importante, sin la lectura y la escritura no podría respirar, pero necesito más cosas, pero sobre todo a las personas,  somos soledades compartidas.

Vivimos tiempos nublados con crisis donde nuestros jóvenes nunca hubiéramos pensado que podrían estar con tanto paro y trabajos precarios. Pertenezco a una generación luchadora que pensó que había logrado una mejora, y ahora advertimos que ha habido un retroceso que nos recuerda a nuestros años de juventud, y esto es muy triste, muy decepcionante. Soy muy vitalista, realista y a la vez idealista y sufro viendo el presente que tenemos, y lucho en la medida que puedo con la escritura y con mi comportamiento personal por avanzar dignamente hombres y mujeres y resguardarnos de esta intemperie en la que estamos sumidos.

(Entrevista inédita) 




sábado, 27 de enero de 2018

FRANCISCO CARO. EL OFICIO DEL HOMBRE QUE RESPIRA

El oficio del hombre que respira
Francisco Caro
Eola Ediciones
Premio Antonio González de Lama
León, 2017

CALLADO OFICIO


   Poeta de vocación intensa y publicación tardía, Francisco Caro (Piedrabuena, 1947) ha impulsado en la última década un recorrido literario de más de diez títulos, de los cuales Locus poetarum y El oficio del hombre que respira son sus últimas estaciones.
   Estamos ante una voz intimista que conserva en su formulación un acento confesional y un estar subjetivo frente a las pequeñas cosas de lo diario; la escritura se convierte en autobiografía ética y fe de vida, como si el latido fugaz necesitase el refugio callado del poema. Son las primeras sensaciones que habitan en los poemas ganadores del Premio Antonio González de Lama, una convocatoria de amplia tradición castellano-leonesa.
   Francisco Caro recobra en las citas iniciales algunas balizas que no son habituales en la amplia geografía lírica actual; Luis Feria y César Simón, que aportan citas junto al verso aforístico de V. Martín, parecen perdurar en un discreto espacio de la biblioteca, lejos de la algarada celebratoria de la Generación del 50, que hoy constituye el obligado referente especular para los más jóvenes.
  La apertura integra en el verso el marco de la naturaleza. Lejos del hombre disgregado de la sensibilidad urbana, Francisco Caro siente el contexto del poema como un reflejo de la encendida existencia rural, un espacio revitalizado por elementos aleatorios y expuestos a la mirada. Así nace un verso reflexivo, cuajado de cicatrices temporales en el callado oficio de vivir. Son paisajes pasajeros que habitan en las composiciones para subrayar que el largo transito despliega a la vez intemperie y refugio; el sujeto está vinculado a lo transitorio, es un rumor de pasos que se pierde en bifurcaciones y hace de su senda un reto cognitivo. Y en ese itinerario, el poeta guarda sitio para presencias tutelares que ayudan a dar solidez al trazo personal; los nombres de Borges, Juarroz, Antonio Colinas o Aníbal Núñez constituyen sustratos lectores que hacen de la escritura no una mera crónica de una realidad evidente y transitoria sino una mirada al secreto que guarda lo inefable. Así se va gestando la respuesta del afán que mueve la propia voz, la persistencia de un callado oficio hecho de tedio, tiempo e incertidumbre: “Entonces escribir, / tan solo entonces / desbrozar la espesura, lo amagado, / conocer el adentro; / saber si vivo”.
 Desde una contemplación implicada, el poema recrea el desconcertante diálogo entre lo fugaz y lo inmóvil. En su decurso  se define la voluntad del sujeto por descubrir en el paisaje la íntima belleza de lo diario, pero también la inadvertida erosión que conlleva un estar pasajero, que va dejando en su discurrir un rastro de señales ambiguas, propicio a la interrogación: “Miro el fuego, confundo / el acto de quemar y el hecho de vivir, / el ruido de la lumbre y la memoria “.  



jueves, 25 de enero de 2018

SOBREVIDA CON SOMBRA

El paseante
Archivo general de internet


HETERÓNOMOS


Dentro de mí conviven, abocados
a una inmensa rutina sedentaria,
el yo que pienso y otro, el que parezco.
Un pacto, que firmaran con los ojos,
les conmina
a respirarse en cierta tolerancia,
y ambos han sido absueltos
de mencionar, siquiera,
cuál fue la última causa
que les diera la vida.

Cada uno tiene ya su enclave exacto:
el yo que pienso
habita, día y noche,
la intimidad de estas cuatro paredes.
Es semejante a un niño que olvidara crecer,
y por lo mismo
nada en el mar de una sabia ignorancia.
(“Acaso sea el invierno…
es razón suficiente para explicar el cosmos “)
Y balbucea. Ríe.
Se pierde en los espejos. Gesticula.
Colecciona recuerdos como si fueran conchas
que ha enterrado el olvido.

A veces llora y viste el jersey gris
de la melancolía;
entonces toma un folio,
donde  inicia el galope un sentimiento
y se hace reo de pertinaz tristeza,
hasta que traspapela la mirada
y descubre, cansado,
que afuera cae la lluvia
y mojan su perfil
unas livianas gotas de mi nube.

El que parezco
está en la calle de continuo.
Todos le conocéis
pues con todos comparte ese pan y esta sal
que, bajo el brazo, trae la vida;
las cotidianas dosis
de angustia existencial, trabajo y ruido.
Con él tropiezo,
una tarde cualquiera,
al doblar una esquina,
y tras justificarme torpemente
(“hallé la puerta abierta
y me aburría…”)
me despido gozoso y luego marcho
-el paso lento, sepultadas las manos
en los amplios bolsillos del vaquero-
a ver, sin más, el mundo por mis ojos.

                                     (De la antología Pulsaciones)    


      

miércoles, 24 de enero de 2018

NICANOR PARRA. DESPEDIDA

Parranda larga
Nicanor Parra
Selección y prólogo de
Elvio E. Gandolfo
Alfaguara, Madrid 2010

NICANOR PARRA: EL ANTIPOETA.


  Mi lectura de hoy activa como primera obligación el homenaje. Ha muerto Nicanor Parra, protagonista de una biografía inusual y longeva. Todos los medios recogen hoy el peso específico de su creación, que  tiene mucho de autobiografía poética, sobre la que se congregan valoraciones confrontadas.
   Los reconocimientos literarios son llamadas de atención para testigos circunstanciales y razones de actualidad para invitar a la relectura. Nicanor Parra (San Fabián de Alico, Chile, 1914- La Reina, Santiago, 2017)  recibió en 2011 el Premio Cervantes –el galardón más universal de nuestra comunidad lingüística- por el conjunto de una obra lírica en marcha desde hace más de siete décadas. Del prolijo inventario producido podemos extraer rasgos comunes en la antología Parranda larga, una panorámica con prólogo y selección de Elvio E. Gandolfo. En el preliminar, el antólogo acentúa el viraje transgresor de Nicanor Parra y compara su aportación a la de Rubén Darío. Se habla de explosión, de giro profundo y de enlaces novedosos con el pasado cultural, con exploraciones insólitas.
   Fue en 1956 cuando empleó el término “antipoemas” un molde de notable relevancia crítica para expresar la renuncia a cualquier convención lírica y para adoptar un catálogo denominativo que se ha perpetuado en las aproximaciones a su obra hasta la saciedad: prosaísmo, vanguardia, situacionismo, emotividad, reciclaje, humor, savia surrealista…
  Para llegar a esta estética el autor recorrió un tramo de aprendizaje, formalista y convencional, con un enfoque próximo a los cancioneros tradicionales. Este tramo englobaría títulos escritos entre 1935 y  1943, una época de poesía diáfana, ajustada a formas con cadencia narrativa como el romance y con afinidades manifiestas con la canción popular o la poesía de Federico García Lorca. Con Ejercicios respiratorios se produce el cambio de rumbo hacia un verso libre más oracular y prosaico. Pero el rostro más representativo de Parra se percibe en Poemas y antipoemas, título de 1956 que clarifica una búsqueda singular en la que persiste en títulos posteriores.
  Con caracteres de la poesía visual, el aforismo y el chiste, los “artefactos” pertenecen a la producción más iconoclasta y heterodoxa del autor. Amalgaman consignas reivindicativas, contingencia histórica y voluntad de provocación, como si fueran pintadas a mano alzada en el muro estático de la poesía convencional.
   La selección se cierra con dos textos teóricos útiles para subrayar creencias estéticas y principios de una escritura en movimiento continuo, que difumina géneros y límites y suscita en el lector sensaciones contradictorias. Casi a dosis iguales es previsible la admiración o el rechazo. Como escribiera en “Advertencia al lector”: “El autor no responde  de las molestias que puedan ocasionar sus escritos: / aunque le pese / el lector tendrá que darse siempre por satisfecho “.
  Mario Benedetti en el ensayo “Nicanor Parra descubre y mortifica” enaltece una escritura corrosiva que extrae su energía de un impulso moral y se somete a una simplificación deliberada. El chileno establece un fondo de verdad condescendiente con los desajustes a partir del humor o del sarcasmo. Nos deja la convicción de que el hombre, en muchas ocasiones, es una potencia de exponente cero. La vida sigue triste y esperanzada; sin hacerse notar se fue Nicanor Parra.


martes, 23 de enero de 2018

CON LAS ALAS PLEGADAS

Rafael Pérez Estrada  (Málaga, 1934-2000)
Fotografía de
Costa del Sol Digital


CON LAS ALAS PLEGADAS


A Rafael Pérez Estrada



Alguien
            cae
     en
         su
                     primera caída

                                                               ALEJANDRA PIZARNIK


Inadvertido nadie, ángel que acaba de llegar y ya regresa.


Durmió en la umbría de lo real un largo sueño. Amaneció cubierto de musgo.


Anda cerca. La voz del ramaje predice la música del vuelo.


En la lisura del espejo las plumas son esquirlas.


Enésima inmersión. Aprende a  aletear bajo el agua.


Con dedos de aurora moldeó un sueño: se hizo hombre.


Cansancio. Alas cosidas.


El pragmatismo angélico solo practica el vuelo raso.


Un poblador de azules. No es igual que yo. Sus alas son más sólidas. Se llama Ícaro.


El excesivo equipaje ralentiza el vuelo.


Vocación y sentido de lo mágico. el pez volador quiere ser ángel. 

(Aforismos para un homenaje)




lunes, 22 de enero de 2018

LUIS RAMOS DE LA TORRE. DEL POLEN AL HIELO

Del polen al hielo
Luis Ramos de la Torre
Ediciones Baile del Sol, Poesía
Tegeste, Tenerife, 2017

HILOS DE LA MEMORIA


   A lo largo de su itinerario creador, Luis Ramos de la Torre recobra continuos enlaces entre música y poesía. Doctor en Filosofía, profesor y cantautor, sus pasos congregan una abundante reflexión ensayística sobre Claudio Rodríguez, poeta de la generación del 50 sobre quien realizó la tesis doctoral y fundó el Seminario permanente Claudio Rodríguez. Entre sus grabaciones destacan los trabajos musicados sobre Agustín García Calvo y colaboraciones con cantautores como María Salgado y Eliseo Parra.
   Desde su poemario inicial, Por el aire del árbol, un libro de composiciones para niños, hasta Entre cunetas, acaso su libro más comprometido con la memoria histórica, la voz lírica de Luis Ramos de la Torre lleva consigo una sensibilidad que entrelaza evocación, mirada introspectiva y reflexión crítica sobre el estar temporal. Son temas germinales que se ratifican de nuevo en las composiciones de Del polen al hielo.
  El sugerente título resume el ciclo del tránsito vital, ese caminar esperanzado hasta la grisura crepuscular del frío. El conjunto verbal busca la amanecida con una composición metaliteraria, casi una razón de escritura: Las palabras se formulan para abrir sentidos, para habitar la intemperie de lo desconocido y quedarse allí, suspendidas y activas, como esas mansas pelusillas de polen que se mueven al trasluz, como tercas volutas ascendentes.
 La cita de Maurice Maeterlinck, extraída de La vida de las abejas, anticipa que la naturaleza constituye un propicio escenario temático, impulsor de metáforas y símiles. En él adquiere recorrido una senda cognitiva que requiere el despertar testimonial de la percepción. En ese espacio vitalista la conciencia abre una identidad nueva, su vigilia descubre aurora y plenitud.
  Un verso hermético, “Insecto es amar” sirve de amanecida a un tema básico de esta primera parte del libro. La expresión connota tanteos lógicos. Si la entomología nos recuerda el carácter invertebrado de los insectos, su multiplicidad de especies, la resistencia de adaptación a casi todos los hábitats y la corta trayectoria vital, tenemos cualidades semánticas que aportan una lectura simbólica sobre el amor, el deseo y sus efectos secundarios.  La expresión también alerta del irracionalismo como fuente esencial del impulso poético –una de las premisas heredadas del autor de Don de la ebriedad- y de la necesidad de moldear en la expresión lírica un lenguaje propio y no contaminado por la dicción previsible. De esta actitud estética deviene un ideario expresivo: “No nombrar. / No otorgar a las cosas / el pulso de lo subjetivo. / Tomarlas del aire ordenando / el fulgor de su oferta. / Participar de la magia que queda /  latente en las palabras, apurar / lo entrañable. / Poner / el tiempo entre paréntesis”  El poema entonces se hace indagación y sugerencia, un quehacer imaginario capaz de “mentar el polen y amasar el hielo”.
  En el segundo apartado, Luis Ramos de la Torre recupera una palabra rural ligada al páramo castellano: escanda; el sustantivo define una especie de trigo propio de climas fríos y suelos arenosos, con paja dura y corta. La sección “Las escandas del hielo” aglutina un conjunto de poemas más despojado y directo, más evocativo. En ellos cobra un enfoque central la figura materna. La madre es sensibilidad ajustada a un tiempo marcado por la intemperie. Su afán laboral permitía, en su humilde condición, ejercer la dureza de un oficio lastrado por el frío. Ahora los poemas adquieren un mayor peso anecdótico, tienen los trazos de fotogramas “donde aprendimos a observar/ la cartografía esencial del tiempo”. 
  La visión poética del libro Del polen al hielo deslumbra por su arquitectura imaginativa y por la relación directa que establece entre subjetivismo y naturaleza. Lleva consigo esa compleja relación que las palabras dibujan entre poeta y realidad, un diálogo fértil tocado por la transparencia y la fugacidad, que hace de cada verso una ventana.

   

domingo, 21 de enero de 2018

LABORES DE PODA

Poda 


LABORES DE PODA


En la madurez hay una escisión existencial entre voluntad y pensamiento. Renovar actos exige cada vez un esfuerzo distinto.

Sedimentos de niebla en la amanecida. Frente al dormitorio el jardín requiere una mirada simbólica.

Alguien que no soy yo, sale a buscarte.

Los comportamientos honrados conciertan la oposición de casi todos.

La soledad introduce en los misterios del yo.

Más que a la belleza, vinculo el maquillaje a la ocultación.

Actuamos; los frutos son agua, poda y mantillo.

(De Mejores días, 2009)   



sábado, 20 de enero de 2018

ESTAR SOLO

Riberas del Adaja
Fotografía de
Adela Sánchez Santana


SOLEDAD


Quien está solo
tiene sus privilegios;
calla, consigo.


viernes, 19 de enero de 2018

MARÍA TENA. EL NOVIO CHINO

El novio chino
María Tena
Premio Málaga de novela 2016
Planeta Libros
Sevilla, 2017

 ENCUENTROS


   El anclaje narrativo de María Tena (Madrid, 1953) tiene una notable solidez. Es autora de las ficciones Tenemos que vernos, Todavía tú y La fragilidad de las panteras. Sus novelas conforman estaciones pautadas de un itinerario que también engloba el cuento y la prosa didáctica de los libros de texto. Esa labor creadora se completa con la práctica docente, como profesora de escritura creativa, y con la versión al castellano de la obra de Virginia Woolf.
   La celebración en 2010 de la Exposición Universal en Shanghái (China) en la que España participó con un vistoso pabellón temporal supuso el nombramiento de María Tena, funcionaria del Ministerio de Cultura, como Comisaria General del mismo. Esta responsabilidad motivó el traslado a la ciudad china durante un año por motivos laborales. Por tanto, la semilla argumental de El novio chino parte de una nítida experiencia personal en ese entorno.
   Con trazo lapidario, María Tena revela de inmediato la tormenta existencial del protagonista principal, Bruno, quien a sus cincuenta años está dispuesto a emprender un largo trayecto para huir del pasado. La voz omnisciente clarifica: “Viaja solo, está arruinado y no es imbécil, pero no piensa rendirse. El dry Martini le inunda de optimismo”. También el joven Wen es un fugitivo del ayer, alguien que busca un sitio donde ir para abrir amanecidas con otra identidad. Por eso cambia de nombre al llegar a Shanghái. Se llamará John para dejar detrás un mundo cerrado.  En su pueblo natal el discurrir del tiempo solo fluye supervivencia, una abrasiva lentitud que va diluyendo cualquier esperanza.
   La distancia es una estrategia para sentirse a salvo. El amor también. La soledad de ambos no tarda en romper el muro de las lenguas y las asimetrías sociales para establecer una relación de complicidad y atracción física que incorpora al presente una razón de ser. Las responsabilidades de Bruno como parte del Equipo Directivo del Pabellón de España en la Expo pasan a ser una actividad secundaria. La realidad ahora se mide por la presencia de John con quien descubre que no todos los atardeceres son tristes.   
   La calidez del abrazo invita a la celebración; la relación amorosa abre una ventana de ilusiones y miedos, de protección y empeño por no decepcionar al otro. Pero las diferencias culturales están ahí. Oriente y Occidente son ámbitos distintos y esas sensibilidades adquiridas durante años no pueden cambiarse de inmediato. Solo la voluntad deja una luz encendida para cuando se pueblen los andenes de soledad. eso mantiene viva la ilusión de un futuro común cuando los pabellones de la exposición universal sean solo un lugar de demoliciones y escombros.
   Volver a casa es empezar de nuevo y hacer de la memoria un testigo insomne, un espacio de conocimiento y búsqueda contra el tiempo. Una lucha perdida pérdida de antemano, un espejismo, porque el encuentro no es sino la certeza de que ambos están en otra edad y en otro tiempo. Otra vez la tristeza tiende su mano: “El tiempo es un paisaje por el que han pasado lluvias y siembras”.
   Siempre dispuesta a entender el cauce narrativo como una propuesta dialogal con el lector, ajena a hermetismos experimentales, María Tena nos deja en El novio chino una puesta en escena convertida en parte fundamental de la historia; Shanghái se suma al deambular de dos protagonistas en primer plano que trazan sus circunvoluciones en torno al amor. Así nace una novela bien construida, que propaga verosimilitud en su relato y que deja en el lector una prosa intimista y reflexiva, implicada en la textura de intereses que definen nuestro tiempo.

  






jueves, 18 de enero de 2018

DESDE EL FRÍO

Parque del Rastro
(Ávila, enero 2017)
Fotografía de
José Luis Morante

DESDE EL FRÍO



Llegan temprano al parque desde algún itinerario común y repetido. Caminan lentos, con un rumor de frío en los zapatos y los ojos clavados en el suelo. De vez en cuando relatan vidas improbables, hechos que ahora parecen tangenciales y oscuros. Cuando están en el parque nada ocurre, pero son más ellos, con la vista fija en ese oficio que tan bien conocen: esperar. 

(De Cuentos diminutos)


miércoles, 17 de enero de 2018

YOLANDA PANTIN. LO QUE HACE EL TIEMPO

Lo que hace el tiempo
Yolanda Pantin
XVII Premio Casa de América de Poesía Americana
Visor, Madrid, 2017 


SOPORTAR  LA PÉRDIDA 


   El camino de madurez literaria de Yolanda Pantin (Caracas, 1954) se desliza entre la edición crítica, el ensayo y la poesía, género esencial cristalizado en más de una docena de entregas dentro de un paréntesis temporal que arranca en 1981 con la obra Casa o lobo. La propuesta lírica de Yolanda Pantin recibió en 1989 el Premio Fundarte de Poesía, más tarde, en 2004, la Beca Guggenheim, para seguir con nuevos reconocimientos en 2015, cuando logró el Premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval, y solo hace unos meses el XVII Premio Casa de América de Poesía con su libro Lo que hace el tiempo.
   Desde el título, el tiempo se hace hilazón del poema. Más allá de la desolación opresiva que genera nuestra condición transitoria, fermenta la angustia existencial. La precariedad de vivir alumbra un pensamiento cuajado de viajes interiores, percepciones y carencias. Los poemas dejan sitio a un sujeto verbal que testifica; los sentidos dialogan con los elementos del entorno, acumulan estampas, dan a las secuencias del discurrir un cúmulo de mutaciones.
  La mirada lírica indaga las cicatrices del sujeto. En ellas germina un estar a la espera como si en cualquier instante se abriera paso una revelación de sentidos. La realidad exterior muestra con frecuencia un relieve desajustado y caótico, como si en ella se hubiese instalado un magma sedentario de oquedades y aristas, también la identidad del yo se muestra fragmentada, inconformista y reivindicativa, en esa actitud del medio cuerpo que no reconoce la otra mitad.  
  Lo cotidiano descubre un espacio inhóspito y desapacible. Las antiguas estampas de placidez han mudado su amarillo de mediodía por la grisura. Son sitios umbríos sobre los que sobrevuelan los carroñeros. Otra atinada imagen de ese estar a la intemperie es el poema “Cura” donde el propio ángel de la guardia, inocente símbolo de esperanza y desvelo, necesita refugio en su orfandad para curar sus heridas. Quien vuelve a casa no encuentra la calidez de lo diáfano sino un atardecer crepuscular, la senda tortuosa que ingresa en la penumbra. Es el tiempo de las pérdidas y del despojamiento hasta que la existencia parece puro hueso.
  El paso íntimo y meditativo de Lo que hace el tiempo es permeable al ruido de la calle. Toma el pulso a las noticias de lo cotidiano y hace de la memoria inventario y balance capaz de unificar sustratos, esos sedimentos que se apilan en el magma informe del ahora. En este relato del discurrir se definen también las sombras más oscuras del existir; en cada sujeto hay un lugar sin contornos en el que se agitan el dolor y la extrañeza. Es el hilo argumental del poema “Brutal”: “Una parte nuestra / consanguínea / es brutal. / La que agarra / el machete por el mango / para cortar las hojas…”
  Yolanda Pantin desdeña el punto de fuga del ensimismamiento para ser testigo del trasfondo colectivo y para poner sus ojos en la realidad desapacible de su país. Los registros explícitos de este compromiso con los otros se muestran en composiciones como “Mensajes”, donde con escueto laconismo no duda en denunciar la demencia del poder y su empeño por doblegar la libertad individual.
  Sirve de coda “El Corneto”, un relato sobre un caballo que huye de la casa familiar y protagoniza una última estampida. El cuento tiene la delicadeza y nitidez de una ensoñación lírica y se basa en una narración materna, como si la voz poética ejerciera de intermediaria para idealizar las asperezas y diera cauce a alguno de los cuentos que tanta luz aportaban en los días lejanos de la infancia.
  Lo que hace el tiempo es un poemario de textura sutil que busca desnudez en su desarrollo argumental, como si el proceso de escritura practicase una poda de lo superfluo. En cada poema es perceptible el entrelazado entre lo personal y el laberinto social, la conciencia de quien se siente “perdido en la emboscada histórica”. Esa saturación que engulle el tiempo impulsa la escritura, trazos de incertidumbre habitando en la punta de la lengua.


martes, 16 de enero de 2018

EN EL ÚLTIMO VIAJE

Silencio
Cementerio civil de prisioneros,
( II Guerra Mundial)
Construcción del Puente  sobre el río Kwai,
 Kanchanaburi, Tailandia
Fotografía de
Adela Sánchez Santana


BÚSQUEDA


Porque nos moriremos ambos cualquier día
-el asunto parece insoslayable-
investigo febril un epitafio digno,
un sintagma desnudo,
una hermosa metáfora, perfecta y calculada
como un mecanismo de relojería;
una frase feliz,
predestinada letra para un himno de guerra
que nos libre por siempre
de una mediocre paz inmerecida;
que incluso soliviante
la sangre remansada de nuestros contertulios.

Más que la eternidad es el olvido
quien fascina a los muertos.

          (De Enemigo leal, Sevilla, 1992)



lunes, 15 de enero de 2018

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN. RAZÓN DE MÁS

Razón de más
(Diarios 2011-2012)
José Luis García Martín
Edición de Carlos Moreno Guerrero
Renacimiento, Biblioteca de la Memoria
Sevilla, 2017

SORBOS DE REALIDAD


   Una de las coordenadas esenciales de la autobiografía es la búsqueda de asiento perdurable a lo contingente. Lo sabía bien Alejandro Rossi, quien firmó en 1978 las páginas de Manual del distraído; cuarenta años, su lectura sigue resultando amena y contemporánea. De aquellas páginas procede la cita de apertura de Razón de más, nuevo paseo por la memoria con notas escritas entre 2011 y 2012. Recuerda el editor Carlos Moreno Guerrero que en la personalidad de José Luis García Martín confluyen facetas creadoras expansivas: es poeta, profesor universitario, crítico especializado en poesía contemporánea, antólogo, traductor, diarista, articulista, bloguero, fotógrafo y director de la revista literaria Clarín. Una intensa vida con olor a tinta que deja huellas en las heterogéneas secuencias del autorretrato iniciado con Días de 1989, y formado hasta la fecha por diecisiete entregas.
  En el norte de lo cotidiano germinan asuntos que dibujan la sensibilidad del escritor. Son “esas pequeñas digresiones sobre la vida y los libros”. Así se clarifica un trayecto; es “testimonio y crónica vital y literaria, y en él se deslizan las naturales indiscreciones personales propias del género, en ocasiones con gotas de mala intención, sobre algunos de sus colegas literarios”.
  Con sesgo aforístico, José Luis García Martín escribe: “La rutina es mi manera de luchar contra el tiempo”. En esa reiteración de hábitos se mueven los apuntes al paso. El diario siempre mira el entorno por cuyas aceras deambula el nosotros. La política como marco de convivencia exige un posicionamiento diáfano que hace del ciudadano un testigo implicado. El sujeto enfoca con mirada crítica el mapa del presente. García Martín muestra afinidad ideológica militante con el pensar socialista; razona, por ejemplo, sobre la exigencia de servicios públicos gratuitos y los cauces de financiación, o reivindica el legado de Zapatero, tan contrapuesto a las veleidades localistas de Álvarez Cascos y al indeterminismo del gobierno central. Su voz adquiere sensata formulación en el tono claro del pragmatismo, cuando la situación lo requiere: “Yo creo que debe primar el principio de realidad sobre las lucubraciones ideológicas”.
   El ser cívico convive con el afán laboral; la docencia es un oficio antiguo en el poeta y es también la forma natural de completar los días con una actividad compartida con estudiantes, docentes y los nubarrones de la burocracia académica. En ese registro, cataloga como basura curricular las publicaciones realizadas para cumplir un trámite académico. Resulta obvio recordar que ser profesor no es situarse en un arrecife insular sino integrarse en un enfoque educativo nítido y programado que evite consecuencias nefastas, como la manipulación ideológica (tan perceptible en estos tiempos en la juvenil algarada independentista) o los contenidos desfasados y aleatorios de cualquier práctica docente que pone velas al ego individualista.
   Con una intensa estela literaria, iniciada en 1971 con Marineros perdidos en los puertos, el mundo afectivo del escritor está poblado de encuentros y desencuentros literarios. Las anotaciones nunca practican el habitual velado de nombres; las secuelas relacionales llegan al lector con sus protagonistas y secundarios, no importa que caigan bien o mal a Francisco Brines, Luis Antonio de Villena, Andrés Trapiello, Abelardo Linares o los jóvenes componentes de la renovada tertulia Oliver. Asoma el polemista con ese entusiasmo de quien percibe en el comentario disidente una invitación a la trinchera.
   También en el paréntesis de lo diario pasean la imaginación y el asombro, esos sumideros que ponen en contacto realidad y ficción: una casona cuyo dueño es un viejo amigo que retorna desde el pasado, un anillo que vuelve invisible a quien lo lleva en sus dedos, un desconocido que se acerca para ofrecernos algún instante de conversación o los paisajes fantasmales de una Venecia alejada del turista, hecha de laberintos y calles solitarias.
  Razón de más es el libro de horas de un personaje solitario. De ese desconocido en el espejo que se reencuentra con dudas e incertidumbres, confundido y perplejo, lejos de la imagen altanera del mosquetero invencible, dispuesto a matizar y atizar. Son los aplicados trabajos de quien construye la máscara que nunca vela el rostro verdadero.

      

domingo, 14 de enero de 2018

PERTENENCIAS


Río Kwai, Kanchanaburi, Tailandia (2017)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana

PERTENENCIAS

Quedan en mí
las aguas que nos llevan,
el sol, la noche...




sábado, 13 de enero de 2018

SOLEDADES

Playa de Daytona  (Florida, USA)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana


SOLEDADES


Merece un sueño más feliz.

Ha mentido tanto que es improbable que en sus playas encuentre una verdad futura.

En la arena, una melancolía que huye mar adentro para guardar silencio.

Es ingeniero informático, experto en programadores; añora aquella época en la que se contaba con los dedos.

La rareza exalta la diferencia.

Busca detrás de los reversos.

A diario repetimos con terquedad, como si fuese necesario el oleaje del aburrimiento.

(Variaciones de Mejores días, 2009)



viernes, 12 de enero de 2018

ÁNGEL GONZÁLEZ (DÉCIMO ANIVERSARIO)

Ángel González (1925-2008)


ACOTACIONES SOBRE ÁNGEL GONZÁLEZ

12 de enero, 2018. Décimo aniversario


   Abundan los estudios críticos que consideran a la Generación del 50 epicentro del panorama lírico contemporáneo. Esa promoción de límites abiertos incluye en su núcleo a Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, José Manuel Caballero Bonald, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez y Ángel González; son autores de obra sólida, voces matizadas con un estilo singular y reconocible. Compañeros de vocación creativa, casi todos protagonizan la imagen generacional más recordada: el homenaje a Antonio Machado en Colliure el 22 de febrero de 1959, al cumplirse el vigésimo aniversario de su muerte. Aquel encuentro canaliza una andadura creativa conjunta, con amplias afinidades.  
   Ángel González nace en Oviedo, en 1925. En su niñez vive el acontecer hostil de la contienda de 1936 y más tarde los condicionantes biográficos de la posguerra, cuyo rigor alcanzará exacta precisión en su literatura. La entrega inicial Áspero mundo es un libro intuitivo; el protagonista verbal comparte circunstancias vitales que avanzan impulsadas por una sensibilidad emotiva. Ceñido a límites concretos y finitos, el yo poético es el resultado de un proceso vital; esta gestación demorada lo sitúa en un ámbito de inquietud, un áspero mundo, hecho de desajustes y  pérdidas, pero también abierto a la esperanza, a los pasos que buscan el sol de la mañana. Esta amanecida poética está influida por dos lecturas tempranas: Segunda Antología, de Juan Ramón Jiménez, y Poesía española contemporánea, una muestra seleccionada por Gerardo Diego que matiza temas y perfecciona el tratamiento formal. Sin embargo, hay composiciones que cogen el testigo de la poesía social – Blas de Otero, Gabriel Celaya, Eugenio de Nora, José Hierro…- y hacen suyas las preocupaciones del hombre de la calle, los laberintos de la existencia individual en una geografía histórica. Esa ética solidaria es una constante en Sin esperanza, con convencimiento; sus versos no ignoran los desajustes de la realidad. En la entrega aparece un recurso muy utilizado por el autor, la ironía, cuyo aprendizaje se atribuye al libro de José Agustín Goytisolo Salmos al viento. El reiterado empleo de la ironía supera la idea de mero procedimiento expresivo, se convierte en parte de lo expresado: la realidad es contradictoria e irónica en sí misma. En Grado elemental el sustrato ideológico se define de forma explícita, a través de un sujeto textual que expone preocupaciones e intereses en una época que exige una mirada crítica. Los poemas inciden en el cuestionamiento de las estructuras sociales a partir de una aproximación racionalista. Ese factor didáctico se muestra con un tono paródico, en el que abundan las alusiones intertextuales. Todavía en 1965, tras publicar Grado elemental, consigna: “Al margen de las discusiones y de la polémica, yo sigo teniendo fe en esa poesía crítica que sitúa al hombre en el contexto de los problemas de su tiempo y que representa una toma de posiciones respecto a estos problemas. Más que posible, esa poesía me parece inevitable”. También el intimismo se preserva y es semilla germinativa de las composiciones de Palabra sobre palabra. Como herramienta del yo, la palabra posibilita conocimiento y comprensión y delimita el entorno; pero esa función básica enaltece su semántica en el poema porque relaciona elementos y proporciona claves. El poeta empleará el título en 1968, en Seix-Barral, cuando aglutina en un solo volumen el corpus lírico editado. En él son palpables la continuidad y unidad interna de una poesía que restablece simetrías entre contenido y expresión
   Poco antes de su  asentamiento en Estados Unidos comienza una segunda etapa lírica en la que se intensifican, como señaló Emilio Alarcos Llorach, los rasgos irónicos, el aparente prosaísmo y una progresiva objetivación del yo que toma distancia y vela el testimonio biográfico. La entrega que marca este giro es Tratado de urbanismo, que amanece en 1967 y se reedita en El Bardo, la colección dirigida por José Batlló, en 1976. Esta segunda edición aporta un breve liminar firmado por Martin Vilumara, que resalta la continuidad de algunos recursos de escritura: el afán comunicativo, el enfoque irónico y la pupila escéptica ante una realidad contradictoria.
  Sólo siete poemas forman el libro Breves acotaciones para una biografía, libro editado en Las Palmas, en 1969. La mínima selección diversifica sus argumentos; se reflexiona sobre el hecho de escribir: “Escribir un poema se parece a un orgasmo: / mancha la tinta tanto como el semen, / empreña también más, en ocasiones “; y regresa lo vivencial, siempre con un toque irónico. Son rasgos que permanecen en Procedimientos narrativos, con una clara deriva hacia el juego conceptual. Se rechaza al poeta ensimismado en su interior para volcarse en un ámbito más general, hecho de imágenes hilarantes, en cuya expresión se preserva el sentido crítico.
  Las nuevas obras coinciden con su estancia en Nuevo México, donde desarrolla una intensa experiencia docente. Como es sabido, la eclosión del discurso novísimo, tras  la aparición  de la antología Nueve novísimos poetas españoles, promulga la relevancia del hecho estético frente a la actitud moral, vigente en los modelos del realismo social. Esta opción no afecta al posicionamiento lírico de Ángel González, quien publica en 1977 Muestra corregida y aumentada, de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes sentimentales que habitualmente comportan. A nadie se le escapa la intencionalidad paródica del enunciado ni la presencia de textos confrontados con el ideario dominante. Como confirman composiciones como “Oda a los nuevos bardos” existe una expresa distancia crítica; no comparte el abandono de preocupaciones éticas ni el difuso compromiso con el marco contextual.
  En Prosemas o menos el desvanecimiento del presente y la temporalidad son los detonantes poéticos iniciales. Sobrevuela la certeza de que somos efímera materia que se va consumiendo en la renovada cadencia de los días. El libro aporta además un nuevo escenario, Albuquerque, ciudad donde el yo poemático es testigo del ciclo estacional. Forma el epílogo una muestra de textos en la que es común la referencia bíblica, una excusa cultural  despojada de sentido religioso. Y el cierre vuelve los ojos a lo metaliterario, con generoso homenaje a los magisterios de Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén y Blas de Otero. 
  El último tramo de su escritura es el más elegíaco. Se define por una aguda conciencia del tiempo, cuyos efectos configuran una visión moral hecha desde la meditación serena. En él se integran Deixis en fantasma, Otoños y otras luces y el libro póstumo Nada grave. Los poemas de Otoño y otras luces componen una lúcida aceptación del destino; modulan un recorrido vital que desemboca en el curso bajo de la senectud; hay, por tanto, un tono crepuscular que preludia la despedida. En esa moratoria la evocación de presencias (hay una sentida glosa al compañero de generación Claudio Rodríguez) y se recuerdan lugares convertidos en palabra salvadora; los versos mantienen el resplandor, empeñados en oír los latidos naturales del pasado.
 Antes de la salida en Visor, se adelantan poemas de Nada grave en la revista Litoral que en 2002 dedica un monográfico al ovetense, coordinado por Susana Rivera. Nihilista y desesperanzado, Nada grave es un libro de cierre, editado en mayo de 2008, unos meses después del fallecimiento del poeta. Sus veintiocho composiciones comparten un idéntico enfoque: la muerte es una realidad omnisciente, ominosa, sombría; un túnel angosto que nos lleva a la nada. Atrás quedan recuerdos y cicatrices vitales y el estar fugaz de todo lo que amamos. Todos los textos reiteran la profunda crisis del protagonista textual. La arquitectura formal es severa, se extrema la precisión y se anulan otros recursos como la ironía, mientras que se usa con frecuencia la paradoja para dar el perfil del yo frente a sí mismo en la última hora.
   Hoy se cumplen diez años de ausencia y el legado poético de Ángel González sigue iluminando el lenguaje con su perdurable reflexión sobre la condición del hombre en el tiempo inasible. Frente a la desolación descarnada del vacío, estar es la presencia etérea y silenciosa del poema, un instante con Ángel.






miércoles, 10 de enero de 2018

MARIO MONTALBETTI. LEJOS DE MI DECIRLES

Lejos de mí decirlesPoesía reunida (1978-2016)
Mario Montalbetti
Ediciones Liliputienses
Cáceres, 2017

ESCISIONES


   Ediciones Liliputienses, cuyo catálogo editorial dirigido por el poeta José María Cumbreño, ya sobrepasa los cien títulos, reúne en el volumen Lejos de mí decirles el cuerpo lírico completo del lingüista y poeta peruano Mario Montalbetti (Callao, 1953). Profesor universitario de Lingüística, director de QWXY, Seminario permanente de filosofía del Lenguaje, y fundador con Mirko Lauer y Abelardo Oquendo de la revista Hueso Húmero, a la que sigue ligado como miembro de su consejo editorial, Montalbetti inicia su trayecto creador en 1979 con la entrega Perro negro, 31 poemas. Después adviene una escisión solo rota en 1995 con la obra experimental Fin desierto. Tampoco ahora el quehacer impulsa rutinas, pero en la década siguiente el avance se consolida con Llantos Elíseos, Cinco segundos de Horizonte, El lenguaje es un revolver para dos y Ocho cuartetas contra el caballo de paso peruano. Siempre consecuente con la percepción del lenguaje como magma exploratorio, publica en 2012 Cajas, un estudio especulativo sobre sentido y estética que muestra, para algunos estudiosos, espacios próximos al poema. Esta faceta crítica aporta en 2014 la recopilación ensayística Cualquier hombre es una isla, trabajo que postula un nuevo viaje interior a las cavidades semánticas del lenguaje, y en 2016 El más crudo invierno, monografía sobre un poema de Blanca Varela.
   Lejos de mí decirles se edita por primera vez en México en 2013, cuando Aldus reúne el mapa literario de Montalbetti; aquella antología sirvió de guía para la presentación del poeta en España al año siguiente, en Ediciones Liliputienses; por tanto, la edición actual completa el recorrido cronológico.
 Los poemas germinales de Perro negro postulan en el apartado “poemas romanos” una reconstrucción aleatoria del tiempo histórico; el discurrir invita a la fabulación de acontecimientos con una mirada crítica e irónica; de este modo, la grandeza clásica y su legado en el tiempo abandonan contornos mitificados para airear el trazo discontinuo de la crueldad y el absurdo. El mundo es la imagen atinada del paraíso perdido. Esa reflexión también perdura en las siguientes secciones que entrelazan intimismo y voz confidencial hasta completar un poemario a trasmano de etiquetas. La temática deja una impresión aleatoria de la realidad, un dibujo fragmentario que rompe la línea lógica y aborda estampas dispares, enunciados que reinciden en una percepción laberíntica del transitar de la conciencia.
  Ya en este primer paso queda patente la inquietud formal, la huida de lo previsible para incorporar al poema rupturas léxicas, repeticiones de claves semánticas y de figuras literarias, ritmos abiertos, espacios blancos entre los versos, rimas; desde esa actitud de replanteamiento de logros y desconfianza en lo anterior nace  Fin desierto, editado dieciséis años después. Se proyecta en los versos el deseo de abrir espacios y el afán de buscar puertas tras la puerta. La voz lógica convive con momentos afines al surrealismo y con la floración de imágenes provistas de un fuerte hermetismo.
  Llantos Elíseos, obra de 2002, supone un abandono del verso sálmico y una opción por el poema corto, aparentemente más claro y enunciativo. Pero el tema esencial reincide: el lenguaje y sus vibraciones. Sobre el afán que rige estos poemas escritos en un lapso temporal de seis meses, entre septiembre de 2000 y junio de 2001, clarifica Montalbetti: “Quise hacerlos al margen de la lengua y por ello solamente las letras que he empleado para escribirlos son mías. El resto (las palabras, las frases, los versos esporádicos) son los perversos efectos de un idioma que arma sentidos porque no tolera que se le ignore”. Es obvio que el enunciado está más cerca de la lingüística que del discurso lírico tradicional.
   En la primera década del nuevo siglo la obra de Montalbetti adquiere continuidad y el contacto con el lector se reitera en plazos temporales más breves. En 2005 ve la luz Cinco segundos de horizonte, cuyo título parece aludir al carácter fugaz de cualquier percepción, como si fuese una secuencia visual proyectada sobre la pantalla de un cine. El hábito de ser es un recorrido que despliega alba y ocaso; sume a quien reflexiona en un estar dubitativo, de espera, para ser testigo de ese breve paréntesis existencial de lo sensible.
  En esta obra, la voz discursiva ensaya el verso largo, lo que concede al poema un ritmo denso, ralentizado por la reflexión conceptual. La escritura es un viaje que plantea cuestiones como “para quien se escribe”. Si se escribe para otros el poema es un lienzo receptivo de sensaciones, tejido emotivo e ideas; debe mostrar “el esplendor blanco de la luz”; así, en el tramo final del poemario prevalece una mirada intimista en torno a la identidad del yo, como en “El peruano perfecto” y al entorno doméstico, en “Pequeño ciclo lírico sobre el amor filial”. Los versos se hacen más diáfanos y postulan diálogos con el receptor del mensaje. La misma sensibilidad se percibe en el breve conjunto El lenguaje es un revólver para dos, que ve la luz en Lima en 2008 y que concluye con un clarificador ideario que entremezcla en el fuselaje del poema engaño, esperanza y verdad. De esa misma etapa procede 8 cuartetas en contra  del caballo de paso peruano. Tan extraño título invita a la conjetura. Si los referentes se descubren, los versos adquieren un sentido más nítido. Así el subtítulo “Pisco 4.11.2007” clarifica de inmediato el ambiente de desolación que recuerda el terremoto del 15 de agosto de 2007, cuyos efectos sembraron el caos en la región y fueron catastróficos para la población y el territorio. También se entiende mejor el poema “Billy Hare” si se conoce el quehacer creador del fotógrafo peruano y su trabajo sobre los efectos visuales que crea la repetición de una imagen o la captación instantánea de lo imprevisto. El poema “lejos de mí decirles”, que da título al corpus completo adopta el tono fuerte de la proclama para exponer una actitud frente al idioma común. En él se multiplican las aseveraciones contra la unidad, el gregarismo y el discurso institucional normalizado; por tanto, constituye uno de los parámetros centrales de Montalbetti para definir su escritura.
  Dos obras completas el proceso verbal del peruano. En Apolo cupisnique el contexto espacial de Perú tiene una presencia transparente en muchos textos a través de lugares arqueológicos emblemáticos de las civilizaciones precolombinas, cuyo legado constituye una forma de identidad colectiva que todavía perdura en el ahora peruano. La obra de 2016, Simio meditando, subtitulado (Ante una lata oxidada de aceite de oliva), coda aclaratoria repleta de ironía focaliza gestos cotidianos de los hábitos privados. El yo resulta la suma de sus actos hacia fuera, donde la realidad adquiere la apariencia de una explanada en la que se dan cita los procesos lingüísticos, sus matices y argumentaciones.
  El volumen integra como clausura las indagaciones poéticas publicadas en las páginas de Hueso Húmero. En ellas se puede percibir, sea cual sea el periodo de escritura, el continuo trabajo en el lenguaje, no para referir, argumentar o elaborar historias mínimas sino para descubrir que el valor de uso de la lengua se reduce a cero.
  Frente al poeta que impulsa una obra personal yuxtaponiendo aciertos y avanzando sobre cimientos antiguos, Mario Montalbetti busca la escisión y el corte, escribe afirmando que el lenguaje deconstruye y no comunica; sus poemas buscan los márgenes del significado, por ello necesita símiles clarificadores para impulsar algo de luz entre el vacío y la sombra, para buscar argumentos sobre la naturaleza de las palabras, para no decir: “Escribo para contener / mi  distancia con lo humano. / Escribo para estar solo, / para no ser poeta”.

         

martes, 9 de enero de 2018

LEYENDO A MIGUEL D'ORS

Amanecidas


LEYENDO A MIGUEL D'ORS

Salvo recuerdos tristes,
no guardo muchas cosas de la infancia:
lugares como sombras, escenas redundantes
que retornan ajadas, falsamente
maquilladas de olor y de ternura.
Yo, que nací en un pueblo
con tapiales de retama y de barro,
que soporté el trasiego de lejanos parientes,
que anduve en lodazales
a la caza y captura de gordos renacuajos,
que, escondido el pitillo
en cualquier parte, 
puse cara de bueno ante el maestro,
leyendo a Miguel d'Ors
y tomando las huellas dactilares
a una felicidad rural y cristalina,
ante el feroz saqueo
del tiempo en mi memoria, me pregunto
si alguna vez fui niño.

             (De Población activa, Gijón, 1993)


lunes, 8 de enero de 2018

ANTONIO RODRÍGUEZ JIMÉNEZ. ESTADO LÍQUIDO

Estado líquido
Antonio Rodríguez Jiménez
Ediciones de la Isla de Siltolá, Colección Tierra
Sevilla, 2017

VIVIR AL PASO



  Con un notable trayecto creador, que aglutina entregas reconocidas con diferentes premios nacionales, Antonio Rodríguez Jiménez (Albacete, 1978) ha hecho de la poesía una exploración del sujeto existencial. Sin altisonancias ni moralinas, el poeta escribe un verso reflexivo que hace de lo cotidiano marco natural para las palabras.
  La voz poética formula su discurso con la veracidad de tono de lo confesional. Quien habla lo hace desde la dicción transparente de un idioma comunicativo, dispuesto a la confidencia. Es un interlocutor que ocupa la distancia corta del diálogo, que se acerca al ahora para percibir el ritmo de su respiración. Somos espectadores del recuerdo. En los pliegues de la memoria, el transitar es un abanico de gestos que entrelazan la intrahistoria subjetiva del personaje y un contexto social expandido como un telón de fondo dispuesto a la representación, donde el tiempo asigna papeles protagonistas y secundarios.
  Vuelve el pretérito, para mostrar las décadas finales de la dictadura y la inmersión en un nuevo tiempo en el que las formas de vida rurales se diluyen en una sociedad que busca en el progreso un futuro habitable. Y los viejos habitantes de aquellos años van adquiriendo en la memoria una imagen idealizada, un sentido épico. Así es muy emotivo adivinar la pericia del abuelo descubriendo una víbora oculta entre los matorrales del campo abierto, o ver los elementos de un paisaje natural que cumple ciclos y adquiere en la retina el carácter de una secuencia lejana, o ver también cómo se van repitiendo en los hijos aquellas actitudes que preservaban los hilos del asombro y la esperanza. 
   El presente pierde su tacto áspero cuando introduce en sus pasos los sustratos sentimentales de la evocación. En ese entramado de horas se van marcando huellas nítidas, como la voz solemne de la abuela rememorando los días del hambre y la soledad de aquella clausura entre fogones y sordera, que cerraba la puerta a cualquier mutación de la esperanza. O se muestra el contorno de la pobreza y la mirada hacia otro sitio de una sociedad contradictoria que casi nunca se da por aludida y que sigue feliz en su representación de lo diario, con unas coordenadas hechas de egoísmo individualista, como si lo demás fuese lejano y no afectara, o la felicidad hubiese construido una burbuja que aislara para siempre de cualquier infortunio.
  El conjunto central de Estado líquido agrupa composiciones que hacen de la experiencia vital y del lenguaje páginas cognitivas. Como en esas fábulas cuyo hilo argumental camina hacia la moraleja de cierre, tras las secuencias proyectadas por la memoria se percibe un poso de claridad que sirve como luz diaria para el yo transitorio y temporal. De igual modo, las palabras adquieren, sin mitificaciones ni planteamientos utópicos, el peso firme de lo necesario. Son estrategias de permanencia: “No venero el lenguaje como si fuera un dios. / No me hipnotiza. / Me sirve  como el filo del cuchillo doméstico / o el cordón de un zapato. / Lo utilizo  / para extender palabras sobre este hilo de agua / que nos borra de pronto y que nos lleva, / sin saber nada más, / hasta el silencio “.
  Mas allá de esos escenarios desmontables que  muestra la realidad a diario, hay también pliegues de belleza que invitan a la celebración de las palabras. Son esos pertrechos que convierten al presente en una cartografía habitable como la amistad, tan presente en A., poema dedicado al escritor y amigo Andrés García Cerdán con abundantes referencias a su taller literario; la presencia del hijo que suscita imágenes de ternura, o los miedos e incertidumbres que un día se aposentan en nuestra casa y se convierten en moradores perpetuos.
  La dedicación poética de Antonio Rodríguez Jiménez presenta una alzada clásica (soy consciente de que esta afirmación no encaja en algunas perspectivas críticas sobre el autor), tanto en la fachada formal de las composiciones como en el sustrato temático; sus poemas ensayan una dicción comunicativa, sin adherencias estridentes, hablan a media voz con el ritmo controlado de quien aspira a dar a sus argumentos un vuelo reflexivo y una indagación humanista. El poeta sabe que la identidad de casi todo es una leve estela en el tiempo, caligrafía líquida que busca perdurar en el poema.