lunes, 30 de noviembre de 2015

GRULLAS



GRULLAS

                                              Para Susana Benet

Respira cerca
el roce de sus alas.
Grullas en vuelo.



domingo, 29 de noviembre de 2015

AFORISMOS DE REGRESO

En los estantes de la filosofía
Rivas-Vaciamadrid (Madrid)

AFORISMOS DE REGRESO

. Bajo la gota fría, el trazado del sendero se diluyó. Rumbo incierto.

. Me gustan las noches de doble fondo, en las que caben vigilia y sueño.

. Esa manía de la memoria de revisar apuntes atrasados.

. Siempre que concluyo un libro, firmo con la escritura discreta del aprendizaje.

. La verdad no es un área reservada para soledades ariscas.

. Cuando avanzo hacia ti te desvaneces.

. Consumo la relación incierta del autista y su temporada en el invierno.

 . Aliteración: “los espejos espían con pericia”

. Hipérbole: “Un grano de poesía sazona un siglo” (José Martí)

. Metáfora: “Sístole y diástole, sismología del corazón”.

.  Errata: una propagandista de la impericia.



viernes, 27 de noviembre de 2015

CUENTOS DIMINUTOS

Cuentos diminutos
José Luis Morante
Cubierta y dibujos interiores de
Hilario Barrero
Cuadernos de Humo, Nueve
Brooklyn (Nueva York; USA), 2015  
  
PUNTO MEDIO

   En literatura el género no es una enojosa disciplina sino un juego menor cuyas reglas se pueden manipular a voluntad. Esta falta de sumisión permite el diálogo, una conversación de punto medio entre el verso y la prosa en el cuarto de estar del microrrelato. Mientras deambula por el folio blanco, el cuento pone en práctica un pensamiento de Jack Kerouac: “Seamos libres en cualquier momento”.
   Los textos, inéditos en libro, han ido apareciendo, con azarosa cronología, en el blog “Puentes de papel”, un espacio digital que abrí el penúltimo día de 2010 y que todavía mantiene inalterable un apetito omnívoro de poemas, reseñas, cuentos y aforismos. Con hacendosa disciplina buscaron acomodo algunos argumentos entre la realidad y el sueño. Todos fueron excusas para dejar en el folio la incertidumbre de lo cotidiano sin perturbar demasiado, permitiendo que el teclado siga afilando el lápiz con las preguntas de siempre. Cuentos diminutos tiene voz en esta colección gracias al afecto de Hilario Barrero, a quien debo el ofrecimiento y la diligencia para ilustrar, con trazo claro y lentitud paciente, las impresiones lectoras.
  Lejos de todo agobio, mientras escribí estos hilos he vivido en una realidad paralela donde todo era pequeño y cadencioso, como si se escuchara un rumor breve, un mínimo resplandor entre el silencio.


 (Prólogo del cuaderno Cuentos diminutos)



jueves, 26 de noviembre de 2015

EL HOMBRE DEMEDIADO

Rivas Vaciamadrid
Fotografía de Adela Sánchez Santana

EL HOMBRE DEMEDIADO

   Paseo matinal por la superficie otoñecida de noviembre. Rivas después de tantos años es soledad y hojarasca amarilla. En el parque no hay nadie. Llevo conmigo un volumen de Italo Calvino, El hombre demediado, que me acompañará hasta el mediodía. Soy un intruso a pie de página. Cruzo el andén del libro para hacerme real. Siento en mí las líneas de fractura. Esa parte del yo que añora la otra parte.
   La decepción precisa una elaboración narrativa y algunos efectos cómicos.

(Anotación del diario)
 

miércoles, 25 de noviembre de 2015

MANUEL RICO. LOS DÍAS EXTRAÑOS

Los días extraños
Manuel Rico
Valparaíso Ediciones
Granada, 2015


CONCIENCIA DE LO EFÍMERO


   Desde la amanecida de los años ochenta Manuel Rico (Madrid, 1952) protagoniza una biografía literaria que entrelaza varios géneros. Su taller aglutina novelas, ediciones críticas, libros de viajes, colaboraciones en prensa y poesía. El poeta comienza senda en 1997, tras ganar el Premio Juan Ramón Jiménez con el libro La densidad de los espejos. Ese transcurso lírico, ampliamente representado en el volumen Monólogo del entreacto. 100 poemas, se prolonga ahora con la entrega Los días extraños.
   El libro comienza con un poema prólogo que hace del estar transitorio sustrato central. El mutable territorio de la temporalidad marca la existencia y permite desgranar episodios evocativos donde se oye un mantenido contraste dialogal entre el ayer y el ahora. El sujeto verbal es parte activa de un acontecer indagatorio en el que se marca la estela de lo recorrido y el regreso al origen, como si la experiencia de ser fuese un aprendizaje aceptado que somete a un sostenido desplazamiento.
  En ese tiempo se integra el cauce de los días extraños, la contingencia de un proceso complejo que afecta a todas las esferas de la personalidad. Así se va definiendo la imagen de un yo que cultiva el asombro y hace de la naturaleza un cúmulo de elementos cercanos y hospitalarios. También se vuelve la mirada hacia los pliegues de la memoria, ese telar que hilvana recuerdos de un paréntesis epocal y propicia una reconstrucción que recupera sus momentos con extraña plenitud, cuajada de simbología y misterio: “Tardes de luz marchita, tardes ocres como el otoño / y como el fuego, tardes como la niebla y como los bosques, / umbrías tardes de juventud, soñadas / o vividas, qué más da, cuando la claridad hacía / de la vida  un sendero que ocultaba los fríos / y los desistimientos, que nos llevaba en volandas / a cumbres no previstas y mundos improbables “. Los poemas encarnan fotogramas en los que van fluyendo los renglones del tiempo. Todo es recuerdo, un mapa de reflejos que sale a la luz con claridad antigua para que conformen sus contornos aquellos pasos que trazaron un tránsito vital.
   El segundo apartado del libro “Noticia del otoño” introduce una coda explicativa: leyendo a Auden, El explícito magisterio de Auden se concreta en el libro La edad de la ansiedad cuya lectura comparte sitio con una intensa meditación otoñal; el ciclo estacional transforma el valle de la sierra norte madfrileña, hace más perceptible el cambio paisajístico y convierte al hablante lírico en testigo de cargo. La voz se hace cronista de lo temporal, expande dudas e inquietudes, sensaciones y pensamientos que perciben la proximidad de otras identidades que ya buscan sitio en las aguas del tiempo, en esa intemperie empeñada en borrar su identidad y su coherencia.
   La realidad del poema muestra un amplio campo visual. En el conjunto “Retornos” conviven las secuencias de itinerarios que conceden un amplio patrimonio sentimental; los topónimos se unen a experiencias que tienen sobre sí una textura emotiva. También el acontecer de sueños y proyectos es tema evocativo. Como es sabido, el poeta dirige la colección de poesía Bartleby Editores, y aquí celebra los tres lustros de andadura con los versos de “Quince años editando poesía”, un homenaje al largo pasadizo de letras perdurables y conjuras de tinta.
   El camino prosigue por las anotaciones de un diario intimista y lírico que deambula por ciudades imprevistas y lugares de paso. La agenda del poeta deja en anotaciones líricas sus compromisos literarios, sus estancias de paso en las que nunca se borra la condición de forastero o esa reflexión sobre el tiempo que pone frente a frente la faz del poeta y otros rostros que llevan en sus facciones la erosión del tiempo. letraheridos cercanos que iniciaron la estela de la literatura en la cronología lejana de una década que ahora solo anecdotario de melancolías y fragmentos de algún sueño crepuscular.
   Sirve de cierre un conjunto de sonetos en el que de nuevo se escucha, junto al propósito formal, la voz incontinente del reloj. Las estrofas clásicas siembran con fuerza la sensación del autorretrato, el estar presente de una identidad que dirime inquietudes existenciales y hace de lo biográfico punto de partida y conclusión elegíaca: “Vengo de los inviernos y la duda. / De una casa de frío y tos ferina. / Del campo amanecido y de la encina / angustiada de escarcha y luz desnuda…”
  Los días extraños  enlaza en sus tramos el yo biográfico y el sujeto poético; retoma la idea de que la verdadera poesía no es más que un acercamiento a la intimidad para poner sobre lo vivido un destello de luz. La mirada limpia del poema explora afanes del oficio de escritor e intercambia emotivas confidencias antes de que el tiempo acumule olvidos o se haga tardío escenario de las pérdidas.


lunes, 23 de noviembre de 2015

HÁBITOS

Salón principal


HÁBITOS

   Atribuyó la extraña familiaridad con recodos y habitaciones a los muchos años de práctica; al hábito crecido en el perfil laborable. Fue desvalijando armarios, consolas, cajones y la caja fuerte del salón. Consiguió un botín considerable y un estar cansado que lo depositó en el sofá. Solo entonces cayó en la cuenta de que había saqueado su propia casa.
   Tenaz y vanidoso, consideró innecesario reconocer el error. Lo definió como un simple ejercicio práctico. En cambio evaluó con recelo la seguridad del inmueble. Instaló un cerrojo nuevo tras la puerta principal y adquirió una llave maestra de gran envergadura. Además pretende prolongar el sedentarismo doméstico para ahuyentar la competencia.

sábado, 21 de noviembre de 2015

PAISAJE CON LUZ

Montejo de la Sierra (Madrid)
Noviembre, 2015
Fotografía de Javier Cabañero


DESDE MI SOLEDAD

Desde mi soledad
voy a tu encuento,
con la justa impaciencia
de quien regresa a casa.
A cuestas traigo
herrumbres y estiajes,
y algún dolor disuelto,
llenando la mochila.
No rescatéis mis huellas.
Viene conmigo el aire
de un paisaje con luz
y fueron los testigos
incontables insomnios,
menas de albura y sombra,
noches frías, palabras o silencios.

Desde mi soledad
a ti camino
con la certeza incólume
de que tú, mientras tanto,
inventas el andén que ha de acogerme.

     ( De Rotonda con estatuas, 1990)

jueves, 19 de noviembre de 2015

DAVID MINAYO. SOPORTAR LA NOCHE

Soportar la noche
David Minayo
Ediciones Vitruvio
Madrid, 2015

CUANDO LOS DÍAS

   El archivo literario de David Minayo (Madrid, 1981) se estrena en 2014 con un título que suena con la voz armónica de una etiqueta generacional, El amor en tiempos de los desguaces de coches. Esa carta epifánica amanecía en el catálogo de Vitrubio, editorial que impulsa de nuevo el segundo paso del madrileño, Soportar la noche. El poeta y narrador Benjamín Prado, una de las afinidades explícitas de este ideario de línea clara, firma el breve proemio en el que se resaltan algunos caracteres ya definidos en el inicio: espontaneidad y descaro en la dicción, empleo frecuente de la ironía, cadencia autobiográfica en los temas y esa sensación de verbo confesional que expanden las composiciones.
   La pautada advertencia al lector de Benjamín Prado sobre el enfoque comunicativo se refuerza con el empleo de otro nombre propio para la cita inicial, Mario Benedetti, otro magisterio del figurativismo y la rehumanización. Con ese afán de normalidad arranca un poemario cuyo eje argumental básico en el acontecer del sujeto que emprende un viaje introspectivo. En ese recorrido se van perfilando las pautas diarias del tejido sentimental: la compacta presencia del otro, el puñado de recuerdos que dormitan entre los pliegues del mapa personal y el empeño temporal que sitúa al sujeto en un doble plano, entre el pretérito y el ahora, aunque el amor permanezca como principio básico. Ese impulso requiere determinar su naturaleza elemental en la consideración del legado poético. Esa cuestión conceptual se aborda en el inicio: todo se reduce a la viva presencia del nosotros, al acto feliz y cotidiano de estar en compañía.
  La expresividad del discurso poético no es lineal. En su latido se mantiene en pie una carga simbólica que requiere lecturas nuevas: el ser tiene como signo inevitable la temporalidad. El hombre deja en la superficie su razón sentimental, su deseo de permanencia, como si esa vivencia propugnara una razón contra el olvido; signos elementales moldean una estación de cercanías. En el poema “Tu barrio es un equipo de fútbol” la contingencia de lo cotidiano se hace hábito, postula una forma de vida que da raíz a lo aparente como si cada gesto del hablante verbal formara parte de un discurso emotivo, de un poema habitado.
  Pero ese empeño tenaz de la palabra por construir una arquitectura perdurable tiene de frente un viento azaroso, capaz de transformar cada sueño en un páramo. Como en estos tiempos de redes sociales y mensajería instantánea, el chat se desactiva y el único mensaje que perdura en la bandeja de entrada es el olvido. Todo se ubica en la línea de sombras y hay que aprender a soportar la noche. El poeta escribe: “ Cuando la sombra esconde / sus propios / miedos / es sencillo / confundirse / apoyarse / pisar en falso / caer / soportar la noche / como la casa vacía intenta / deshabitarse / de sus fantasmas “. La soledad copa entonces el tiempo, se hace materia tangible, deja frente a los sentidos un pasillo oscuro para dar cobijo a los recuerdos.
  La voz ética no olvida echar una mirada en el espejo de los demás para entender la psicología compartida y los mecanismos de comportamiento colectivo en los que se pueden reflejar las causas y efectos de los propios pasos. de este modo, los enfoques del verso fluctúan en el propósito escritural y se aglutinan abundantes resquicios. A veces las palabras suenan con la contundencia lacónica del epitafio, como en el poema “Aprovecha”: “Has aprendido / que solo dos días / tendrán menos / de veinticuatro horas / y te queda uno”;  también la razón del poema se hace ironía y discurso estético, como sucede en “Cuatro discursos para escribir poesía”. Un trazo nuevo en la lírica de David Minayo es el sustrato cultural. Las referencias literarias se entreveran en muchos poemas, como si el atemporalismo clásico hiciese necesario una nueva lectura, una interpretación que anulase el aire de viejas fotografías marcadas por el tiempo; otra vez resuenan magisterios que retornan a la casa del presente.
  Pero es el intimismo quien marca la pauta final de un libro que recurre los ángulos cotidianos del trayecto existencial. Con voz serena el sujeto poético se refugia detrás de las palabras para aguantar a pie firme el sol y el frío, para pulir las asperezas que distancian, como si fuésemos juguetes de un dios frío que obliga, en las aceras de la brega diaria, a soportar la noche.

martes, 17 de noviembre de 2015

ESCONDITE EN EL PARQUE


ESCONDITE EN EL PARQUE


Para Hilario Barrero,
 por dar voz a estos cuentecillos

   Entre mis juegos infantiles de solitario activo estaba el escondite. Tras el tiempo colegial, acudía siempre al mismo parque alejado del ruido y la ciudad. Reclinaba mi cabeza sobre el tronco. Contaba hasta diez. Y después me buscaba entre los arbustos cercanos y columpios, en algún recodo de las verjas o dentro de la caseta del jardinero.
   Cuando me encontraba sentía una gran alegría, esa sorpresa renacida del descubrimiento. Decliné escondites complicados, por si acaso no aparecía.

domingo, 15 de noviembre de 2015

TERESA GARBÍ. SAKKARA

Sakkara
Teresa  Garbí
Renacimiento, Espuela de Plata
Sevilla, 2015
LA VIDA EN TRÁNSITO

   La trayectoria creadora de Teresa Garbí muestra un abanico de géneros; integra literatura didáctica, ensayo, ediciones de obras clásicas y creación. Su entrega más reciente Sakkara reúne diecisiete narraciones breves con veneros que inciden en la prioridades vitales del ahora: el viaje, la mirada interior, la nostalgia que retiene el pasado impreciso, y la crónica social de un presente empeñado en contradecirse a cada instante que requiere sólidas convicciones.
   El primer relato, “Sakkara”, postula una ambientación realista testimonial, donde la ciudad de los muertos en El Cairo sirve de escenario. En sus laberintos se mueve Alí, un figurante proclive a la ternura cuyo destino, desde la infancia, es el estar provisional, una incertidumbre cobijada bajo detalles e imágenes sueltas que han quedado a resguardo en la memoria. Así sucede con la vieja pirámide de Sakkara que ha perdido su grandeza simbólica. El discurrir la muestra convertida en un puñado de arena, mientras alrededor se suceden los días como dunas móviles que las manos del viento moldean a su antojo.
   Otro paisaje, menos prestigiado por los referentes históricos, se descubre en “Parada en blanco”, donde la escritora abandona el exotismo de la lejanía para adentrarse en una geografía onírica, un paisaje sin tiempo en el que la normalidad se borra para empujar al sujeto accional hacia un trayecto extraño, un recorrido reflexivo donde lo temporal se diluye en una mancha de sombras. Entre el sueño y la vigilia está la distancia inaprensible de los itinerarios sin regreso.
   En bastantes piezas el viaje se convierte en coprotagonista. Muestra los desajustes del entorno y la inseguridad de una conciencia frágil que da un brusco giro a su forma de estar. Así sucede en el relato “Pobreza”. Una mujer de clase media que viaja a Lima decide explorar los barrios alejados de Miraflores, ese cinturón de subdesarrollo convierte el respirar diario en mero ejercicio de supervivencia. Más allá de las antiguas civilizaciones de Machu Pichu y del ajetreo estéril del turista que pasa de largo, está la condición  concreta de un yo empeñado en reconocerse en el despojamiento y en vivir la coherencia de su identidad.
   Teresa Garbí entrevera argumentos distanciados. Cada cuento conduce al lector hacia parajes de trazos disímiles: están asuntos bien conocidos en la narrativa corta española como la guerra civil o las figuras de esos derrotados ajenos a cualquier época, y está otro tema candente en los medios de comunicación: el acoso femenino y la negación de la libertad; también el íntimo homenaje al viejo profesor que un día deja la estela leve de la docencia, con el gesto resignado de salir del aula y hacer de su experiencia docente un pálido recuerdo. Las páginas finales abogan por el coloquialismo autobiográfico. El relato se pormenoriza para dejar sitio al soliloquio y a la emoción lírica; en él se percibe el gusto por el detalle descriptivo y por los recovecos de la palabra interior.
   Las historias de Sakkara recorren líneas de una realidad fragmentaria en la que es posible capturar matices y emociones del latido del tiempo. La existencia es tránsito; se abre cada día como un horizonte difuso cuyos contornos adquieren la forma maleable de un montón de arena que dispersa el viento.

viernes, 13 de noviembre de 2015

JOSÉ MANUEL BENÍTEZ ARIZA. NOSOTROS LOS DE ENTONCES.

Nosotros los de entonces
Poesía amatoria (1984-2015
JOSÉ MANUEL BENÍTEZ ARIZA
La isla de Siltolá, Arrecifes
Sevilla, 2015

ENTORNO AMOR 


   En el paréntesis que discurre entre 1985 y 1995  la lírica figurativa vivió su mejor época. Impulsó una etiqueta con múltiples efectos secundarios, la poesía de la experiencia,  convertida en aserto crítico predilecto de cualquier mesa literaria mientras el ideario realista se expandía sobre el mapa poético con el trazo grueso de una autopista vertebradora. En ese tiempo comienza itinerario creador José Manuel Benítez Ariza, incansable protagonista de un taller abierto  que aglutina géneros como la novela, el relato, el diario, la crítica, el artículo periodístico y la poesía. Una obra amplia, donde ningún género tiene carácter marginal. Con todo, el escritor mantiene un lúcido compromiso con la poesía que constituye un tramo poderoso, caracterizado por su afán cognitivo y por una reconocible razón estética.
   La antología Nosotros los de entonces es un muestrario temático que aglutina la poesía amatoria escrita entre 1984 y 2015. El conjunto reafirma la plena vigencia de un tópico nuclear, el amor. El precipitado semántico motiva la disquisición prologal, un atinado acercamiento a la capacidad expansiva del tejido sentimental en la respiración del ser y a la presencia activa de esta veta argumental en la obra poética del gaditano. Son dos aspectos que sortean el mero carácter compilatorio de esta antología y dan a la salida un perfil unitario que integra como pilar de escritura diecisiete composiciones no incluidas en libros exentos. Algunas se presentaron en las páginas de la revista Clarín.
   Para entender el calado de la lírica intimista hay que conocer el riesgo más frecuente: la proximidad implicativa, esa grieta confesional que se asoma al patetismo ternurista y al empalago sentimental. Benítez Ariza lo sabe bien y por eso sitúa a la identidad del personaje lírico en la media distancia, para que hable con pulsión controlada y el tono cordial del diálogo compartido. El verso no necesita declamaciones ni estridencias sino un interlocutor disponible, una visita a domicilio para dejar sobre la mesa recuerdos verbales y pensamientos.
   Aquel lejano sentir prematuro de la juventud se ha convertido en álbum y trofeo generacional y se contempla con palabra elegíaca. Los poemas recorren la senda de un tiempo empeñado en crear los espejismos propios del aprendizaje. De ese momento datan los versos de  Las amigas, que encajan bien en las estanterías de una época proclive a los asombros y al descubrimiento conceptual. Entonces casi todo estaba por hacer. De ese estadio de posibilidad en el paisaje diario participan también las composiciones de Cuento de invierno y Malos pensamientos, dos obras que enuncian el aprendizaje de un ego empeñado en llegar tarde, como sucede casi siempre a cualquier yo.
  Pero la educación sentimental enseña que el entorno amor, como escribió Gustavo Flaubert, se transforma en pasión inactiva. Sobre esa casa en construcción de textura emotiva, Nosotros los de entonces deja enfoques que ya estaban en las obras más recientes, Diario de Benaocaz y Panorama y perfil, a los que se suman los inéditos. Son textos que aquí protagonizan una historia secuenciada, cuyo argumento postula la esperanza de que el sol no adquiera todavía color crepuscular.
   Nosotros los de entonces es un todo engarzado cuyos poemas se matizan y complementan, exploran las dimensiones de un motivo siempre revalorizado por la biblioteca que crea en el existir del sujeto un centro de radiación. El amor es un tema con variaciones, una consigna que se repite con la cadencia firme del regreso, sintiendo en la epidermis su cercanía y su distancia, su razón de vida, su principio.


jueves, 12 de noviembre de 2015

OTOÑO EN LA SIERRA NORTE

Dehesa Boyal
Montejo de la Sierra (noviembre, 2015)
Fotografía de Javier Cabañero
OTOÑO

El lento avance
del otoño en la sierra
tiende sus manos.



miércoles, 11 de noviembre de 2015

DIEGO MARÍN GALISTEO. EL VIGÍA

El vigía
Diego Marín Galisteo
La Isla de Siltolá, Nouvelle
Sevilla, 2015

EL VIGÍA

   Comparto el optimismo de quienes afirman que en un buen microrrelato cabe el universo, aunque sea moldeado a tamaño bolsillo. Y sospecho que esa cualidad expansiva del género es una de las razones que han animado al  poeta y editor Javier Sánchez Menéndez a bifurcar las novedades de la Isla de Siltolá con la colección Nouvelle, que sale al camino con dos autores, Antonio Luis Ginés y Diego Marín Galisteo.
   El vigia supone la amanecida literaria de Diego Marín Galisteo (Baena, Córdoba, 1981). Es la ópera prima de un escritor, licenciado en Derecho, que ha impartido algunos talleres literarios y ha anticipado algunas aportaciones en revistas digitales y publicaciones en papel. El texto de arranque se titula “Micropoética”, y parece un acierto que sirva de primera piedra por su insistencia en una cuestión clave para los críticos actuales: las formas de escritura se refundan; vivimos en una sostenida indefinición genérica y en un empeño estéril de parcelación sistemática, olvidadando que la literatura es búsqueda y afán de descubrimiento en nuevos espacios de escritura. Hay, también, otro signo que los cuentos del cordobés hacen suyo: la brevedad requiere una fuerte densidad resolutiva porque el efecto final es el viraje que ubica en la dársena adecuada. El cierre convierte el paso de la luz argumental en un destello de localización exacta.
   Casi todos los textos abogan por la naturalidad expresiva, una dicción comunicativa y realista que facilita el acercamiento al lector al introducir el hecho insólito en la normalidad, como si fuese posible de inmediato ejercer la voluntad de verificación. De este modo, lo imprevisto se hace presencia, se muestra como ruta diaria, una esquina más que invita a un recorrido previsible, como si formara parte de un hábito adquirido.
   No todos los relatos generan la misma cercanía, pero no voy a seleccionar los que han calado más en mi primera lectura para no condicionar los gustos personales de cada lector. Sí me ha llamado la atención el cuento que inspira el título del conjunto  porque sirve para practicar cierto ludismo con sus variables argumentales. 
   No pasará inadvertida la atinada arquitectura formal de esta nueva colección que incorpora a la cubierta una fotografía hiperrealista de Jaime Sánchez Martín.  Esa grata impresión visual refuerza el juicio lector del conjunto. Diego Marín Galisteo ha escrito una carta de presentación lograda, que nunca pierde la compostura expresiva, que se sienta sin prisas para compartir intrigas en ese brocal que dibujan juntos realidad e imaginación, para atender al paso de las horas con la estela de un buen microrrelato.

lunes, 9 de noviembre de 2015

ITZIAR MÍNGUEZ ARNÁIZ. CAMBIO DE RASANTE

Cambio de rasante
Itziar Mínguez Arnáiz
Baile del Sol, Poesía
Tegueste, Tererife, 2015

ARRUGAS EN LA PIEL DE LOS DÍAS


   Con una producción literaria que alterna narrativa, guiones para televisión y poesía, Itziar Mínguez Arnáiz (Barakaldo, 1972) inicia itinerario en 2006 con La vida me persigue, Premio Internacional Surcos. El libro encuentra de inmediato continuidad en Luz en ruinas, Cara o cruz, Pura coincidencia y Wikipoemia. Esta notable cosecha en apenas un lustro tiene amplia representación en las antologías y retratos de grupo que dibujan con trazo apresurado las bifurcaciones del ahora poético.
   Llego a la poesía de Itziar Mínguez Arnaiz desde el cristal limpio de su última salida, Cambio de rasante, un conocimiento tardío que justifica la digresión que sigue. Cuando se visita por primera vez el mapa creador de un poeta es casi un acto reflejo percibir en sus elementos la genealogía natural, el aire de familia con autores asentados en el canon. Así se descubre poco a poco el carácter epigónico del discípulo, los tramos de aprendizaje o se asiste a la felicidad de ver convertidos a los predecesores en un montón de arena maleable, dispuesto al uso inmediato en nuevas construcciones. Cambio de rasante incorpora en la dedicatoria inicial un nombre propio, karmelo C. Iribarren, que enciende las luces de situación del ideario poético de Itziar Mínguez Arnáiz. Pero son los poemas los que van sembrando indicios evidentes en el lector: una lírica despojada, esencial, que confía en su cierre en el enunciado aforístico y que incide en sus temas en el muestreo reflexivo de la peripecia existencial del sujeto verbal, sin circunvoluciones infantiles de piedra en el estanque, ni densidad  espesa de filosofía grandilocuente.
   El vocabulario entrelaza palabras conocidas, con el tacto lijoso del uso diario, que se ajustan en su parquedad descriptiva a la precisa configuración epidérmica de un guante de látex.
  Así que no es difícil sentarse para oír la verdad literaria del poema con la música  ambiente de una emoción compartida. Las palabras se pronuncian sin un gesto de altanería, con la terquedad que requiere afrontar el frío y la desolación de las horas laborables, para sacar la conversación  del punto muerto: “No me digas  que no es extraño / tenerlo todo / y no sentir nada / nada más que el pulso / acelerado del silencio / en tu garganta / boicoteando ese grito / que no termina de salir. “
  Las palabras exploran alrededor, se miran dentro, buscan la improvisada lección de lo diario, reconocen humedades y sombras, miden el trazo firme de las arrugas y constatan que es preferible seguir, intentar poco a poco el cambio de rasante y no hacer el itinerario inacabable o más complejo.
  El minimalismo expresivo se mantiene también en la estética del poema. Frente a la palabra concebida como búsqueda cognitiva, como terapia del discurrir inane o como empeño en dejar en tierra firme el carácter transitorio y fugaz de la condición humana, el escepticismo es la ropa gris  que resguarda el poema. Sin más. El yo desdoblado se responde a sí mismo en el azogue de los versos: “Por qué escribes / y para quién / qué pretendes encontrar / o esconder / cuando tengas respuesta a estas preguntas / aparca el boli / para siempre”
   La poesía de Itziar Mínguez Arnáiz muestra las arrugas de lo diario; hace una crónica sin titulares del roce, cierra los ojos cuando las sombras dejan en el instante algún sueño. y pone entre los versos un poco de ternura. Para que encuentre sitio el próximo minuto.  

       

sábado, 7 de noviembre de 2015

NARRACIONES VISUALES. EL HAYEDO

El Hayedo de la Pedrosa (Madrid)
HAYEDO

                                  para Irene y Javier

Grato repliegue
de la voz en los ojos.
Hoy solo miro.


viernes, 6 de noviembre de 2015

LEYENDO AL POETA MIGUEL D´ORS



LEYENDO A MIGUEL D´ORS

Salvo recuerdos tristes,
no guardo muchas cosas de la infancia.
Lugares como sombras, escenas redundantes
que retornan ajadas, falsamente
maquilladas de olores y ternura.
Yo, que nací en un pueblo
con tapiales de retama y de barro,
que soporté el trasiego de lejanos parientes,
que anduve en lodazales
a la caza y captura de gordos renacuajos,
que escondido el pitillo
en cualquier parte
puse cara de bueno ante el maestro,
leyendo a Miguel d´Ors,
y tomando las huellas dactilares
a una felicidad rural y cristalina,
ante el feroz saqueo
del tiempo en mi memoria, me pregunto
si alguna vez fui niño.

     (De Población activa, 1994)`

miércoles, 4 de noviembre de 2015

JUAN MANUEL URÍA. DOS POR LA MAÑANA

Dos por la mañana
Juan Manuel Uría
Ilustraciones de Pablo Gallo
Ediciones El Gallo de Oro, 2015


RUTINA DIGESTIVA


  En el espacio literario actual es innegable la expansión permanente del aforismo. Su afirmación vitalista le ha concedido palco propio y una pacífica instalación en las diversas estanterías de lo cotidiano. Además de la praxis textual, perceptible en la buena marcha de las colecciones aforísticas y en la poblada cosecha de autores nuevos, comienza a cobrar cuerpo una ontología del aforismo, una mirada crítica hacia su propia textura, impulsada a menudo por escritores que convierten la caligrafía aforística en fragmento autorreflexivo. Frente a la impersonalidad  y anonimato de otros textos, el aforismo tiene mucho de punto de vista personal. Los párrafos se constituyen como toma de posición de una subjetividad concreta a quien el acontecer diario le afecta de pleno.
  Dos por la mañana  es el primer paso aforístico del poeta y profesor Juan Manuel Uría (Rentaría, 1976) que ya tiene un denso recorrido lírico de siete entregas, desde Punta de Coral (2005) hasta Lilith, editada hace solo unos meses. La llamativa cubierta está ilustrada por Pablo Gallo, responsable también de los dibujos interiores que dan respuesta visual a los aforismos. Juan Manuel Uría no duda en reubicar al lector en la mesa camilla de su ideario: el aforismo es una cápsula, una dosis concentrada que conviene tomar para la rutina digestiva y en la cantidad precisa. Desde ese principio, que aboga mucho más por la ironía que por la solemnidad del púlpito, se van pautando los asuntos verbales; salen a escena las virutas del taller literario, la crónica cívica, la mirada del yo ante el espejo de la intimidad y las secuencias vitales que van dejando en la gastada dermis de los días las secuencias vitales, sobre las que extrae una lectura ética, siempre tamizada por la ironía y el humor: “Escribir una carta a Dios que comience así: “Estimado señor, hace mucho que no sé nada de usted…”; “Su universo tiene las dimensiones de un bar”. 
   Esa aleación ligera entre la voz diáfana y el asunto común es una de las señas identitarias de este muestrario que tampoco duda en asomarse a la bruñida superficie del quehacer literario: “El aforismo debe ser nómada, ligero pero de huella indeleble, y algo canalla”. Una aseveración que recuerda alguna máxima de uno de los magisterios actuales, Ramón Eder; las buenas breverías condensan el aire de comedia y la sonrisa de vísperas. Pero el acontecer se abriga con paños reversibles y resulta complejo dejar siempre sobre las cosas la claridad impoluta del mediodía. Al cabo, la vida es tiempo en tránsito y el tiempo tiene mal oído e imita la personalidad de “un gran músico sin ningún sentido de la armonía”. Las evidencias de la realidad están llenas de paradojas; las tesis principales se bifurcan de modo aleatorio, sin conseguir adivinar casi nunca hacia dónde nos lleva su distancia. Así que el aforismo sigue ahí, como un parroquiano impertérrito que consume su tiempo en la terraza y dispone, junto al café, algunas cápsulas de sentido común, la dosis prescrita por la experiencia: dos por la mañana. 


lunes, 2 de noviembre de 2015

JOSÉ LUIS GÓMEZ TORÉ. UN CORTE QUE NO SANGRA

Un corte que no sangra
José Luis Gómez Toré
Ediciones Trea
Gijón (Asturias), 2015

UN CORTE QUE NO SANGRA

   Complementado con un quehacer crítico de alto interés, el cauce lírico de José Luis Gómez Toré (Madrid, 1973) comienza con He heredado la noche,  libro reconocido con un accésit del Premio Adonais, y prosigue con las entregas Fragmento de un cantar de gesta, aparecida en 2007, y Claroscuro en el bosque, un trabajo conjunto con Marta Azparren que llega al lector en 2011. Son estaciones en las que se definen como sustrato común la indagación introspectiva, el buceo en la identidad del yo poemático, el carácter simbólico de la palabra versal y los escenario paradójicos de la realidad.
   Casi coincidiendo en el tiempo con un nuevo ensayo, El roble de Goethe en Buchenwald, la última muestra poética del profesor madrileño extrae su título de una cita del filósofo Enmanuel Lévinas. El aserto Un corte que no sangra define el instante, aquel mínimo quiebro que conduce desde un tiempo a otro de forma inadvertida. Por tanto, el tránsito se vislumbra como veta central de la palabra, aunque lejos del lirismo nostálgico de la elegía.
   La constitución del libro aporta cuatro tramos. Todos tienden al poema breve y a la mirada múltiple en los contenidos. Como sucede en la contemplación del ámbito externo, cada discurrir deviene un incansable aporte de estímulos. Así nace el poema, se hace comienzo y búsqueda, propicia un asombro a compartir, como si dejara en sus versos una invitación serena a la belleza, aspiración esencial del ser. Esta convivencia armónica de lo diverso integra un muestrario azaroso: la música, los trazos de la costumbre, el deambular transitorio y la terca aspiración del lenguaje para devanar ovillos en la sombra. Leemos en “Desayuno en Babel”: “Hablamos. Las palabras persiguen un lugar. Son fragmentos de nada que dibujan un cuerpo, un ovillo encerrado del lado de la sombra…”
  En el segundo conjunto cobra presencia fuerte el paisaje, lo que incide en el cambio de registro. Una voz más descriptiva recorre una geografía compartida, un lugar, la Sierra Norte de Madrid, donde el río Guadarrama ejemplifica en su fluencia los signos del tiempo. El cauce renovado es fugacidad y estío, pero también impulso y permanencia, una paradoja que pauta la condensación reflexiva del poema: “nacer es pronunciar otro rumor del agua. / En lo que fluye hay una permanencia, / un prudente alejarse, / un idioma que insiste en el olvido / removiendo los légamos del sueño.” El rastro natural muestra su transparencia en la evocación que recobra las sendas de otros días, aquel rastro invisible de las tareas escolares y los gestos diarios que ahora dormitan en la memoria como reflejos frágiles, una luz de otoño que muestra al paseante su desnudez.
   El avance del libro aglutina apuntes líricos que distancian los poemas, como si fuesen esquejes autónomos; de este modo pueden convivir en la misma sección el exotismo de Araguaia, el largo río amazónico que abre una franja de transición entre la selva y el lagunal donde viven reductos indígenas de espaldas al discurso consumista del progreso, con el Claustro de San Pedro o la sombra difusa del mirlo, un signo más de soledad e invierno. Son variaciones sobre el discurrir, ecos de un tiempo que gira inadvertido resolviendo ecuaciones y caminos, dejando entre la luz una poética: “Sostener un instante / el canto inmerecido de los pájaros”.
   La coda final arranca con una cita de Juan Gelman:”Porque morir es fácil / nacer no”. Su lectura sugiere un enlace, la vuelta al origen desde una mirada intimista. En la composición “Dos años” es el hijo referente argumental, del mismo modo, en los poemas siguientes  el primer intervalo de la vida se convierte es zona auroral, un hueco libre en el que se guardan imágenes sin mácula, la quietud estrenada del asombro.