domingo, 31 de marzo de 2019

JOSÉ CORREDOR-MATHEOS. EL PAISAJE SE HACE POEMA

El paisaje se hace poema
Poemas 1951-2017
José Corredor-Matheos
Prólogo de Jordi Doce
Fundación Ortega Muñoz
Cáceres, 2019


LA SOLEDAD DE SER


   José Corredor Matheos nació en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) en 1929. A los seis años, la familia se traslada por razones laborales a Vilanova y la Geltrú y a los doce se instala definitivamente en Barcelona. La ciudad será el lugar de formación y el sitio donde vive y desempeña su itinerario creador hasta ahora. Por tanto, pertenece por edad a los llamados “niños de la guerra” a quien los estudios literarios encuadran en la generación del 50, espacio generador de una abrumadora bibliografía crítica por la calidad de sus heterogéneos componentes. Pero el castellano-manchego, afincado durante tantos años en Cataluña, es una voz solista. Su entorno literario no encaja en los consabidos parámetros generacionales, por más que la entrega de amanecida, Ocasión donde amarte se edite en 1953, cuando se gestan los hechos generacionales más conocidos de su generación: el homenaje machadiano en Colliure, la culminación del ideario social-realista, los quehaceres promocionales del grupo de Barcelona en antologías y nuevas colecciones poéticas, o los encuentros que conexionaron las voces emergentes del cincuenta con los autores del 27 que no habían partido hacia el exilio, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso y Gerardo Diego.
   Como otros estudiosos de la obra de José Corredor–Matheos, Jordi Doce es consciente de esa falta de rasgos comunes generacionales. Aborda el itinerario biográficotan magníficamente evocado en la literatura de la memoria de Corredor de fondo- con la conciencia de sondear un perfil a trasmano, que elige la coherencia personal frente al gregarismo. El volumen Desolación y vuelo reunía en 2011 la obra poética, aunque pronto se añadiría el libro Sin ruido, publicado en 2013. Esta entrega no rompe la impresión de unidad y coherencia de un itinerario remansado en el tempo y compuesto por una docena de títulos. De ese corpus emanan los 86 textos integrados en El paisaje se hace en el poema con el mínimo añadido de tres poemas inéditos.
  El poeta y traductor deja en el prefacio las pautas referenciales que argumentan la evolución en la mirada. Corredor-Matheos define su amanecida con los claroscuros de la desolación existencial y el peso doloroso de la historia. La primera posguerra muestra los efectos secundarios del conflicto fraticida y el asentamiento de la dictadura tiñen el semblante de un país triste, que reajusta la convivencia entre vencedores y vencidos. El sujeto poético se encierra en los laberintos del yo ensimismado y aguarda en silencio la aurora: “Como un árbol tengo vueltos / los ojos hacia mi entraña. / ¿Es el rumor de la savia / o el silencio quien me habla? “. Ese estar callado deja oír con claridad vital la voz del paisaje. La naturaleza se despliega como una cartografía repleta de sensaciones que crean fuertes reflejos especulares en el interior. La contemplación se hace conocimiento. Busca en los ciclos estacionales un muestrario de verdad y belleza. En el recorrido del poeta se vislumbra también un largo deambular por el temporalismo. La conciencia del transitar deja en su última estación una voz despojada, si no de canto celebratorio sí de aceptación de la condición de ser.
   Los primeros poemas seleccionados confirman el abandono de la retórica social, tan común en el Grupo de Barcelona, para abordar el poema con cierta actitud intimista y con una poesía de severa precisión formal, refinada y exacta, que hace del octosílabo la medida natural del verso. La efusión individual sustituye a la denuncia del quehacer colectivo. La contemplación del entorno se hace con mirada serena, con un espíritu delicado y ajeno a la estridencia. Las formas se guardan intactas, dan respuestas a un estar transitorio que enlaza vivencias y sensaciones: “Buscas  en la corteza / las señales. / El árbol te ha mirado / con los ojos profundos / de la infancia / y ha florecido luego / ante tus ojos”.
  Junto a la estela lírica, en el periplo escritural de Corredor-Matheos el arte, la arquitectura y el diseño conforman embriones reflexivos de fuerte proyección. Así que resulta muy atinado el muestrario de composiciones, casi siempre con el esquema cerrado del soneto, dedicado a Benjamín Palencia, Godofredo Ortega Muñoz, Mariano Gilaberte y otros artistas contemporáneos.
   María Elena Rodríguez Ventura ha dedicado un iluminador estudio a la poética oriental presente en la obra última. Alude a una tercera etapa bautizada como “Poética del despojamiento”. La inaugura el libro Carta a Li Po (1975) y se hace ostensible hasta la coda final, Sin ruido (2013). En ella, los procedimientos expresivos recrean una brevedad básica, que bebe de fuentes orientales como el haiku. Dan pie a una dicción transparente, cuyos contenidos perciben la celebración y armonía del entorno y el brotar solidario de lo compartido: “Pasear en la tarde / y detenerse / respirando muy hondo. / Ver abrirse las flores / que aún estaban cerradas”.
   La antología El paisaje se hace poema esclarece una concepción poética en tránsito, que parte del confesionalismo cotidiano y despliega en su madurez un entrelazado espiritual, en el que resulta eje central el budismo zen. Su coherencia expositiva modula una cosmovisión más intuitiva que racional, que concede a la conciencia del ser un carácter trascendente y revelador donde todo se cumple. Es el abrazo pleno del yo con la pureza primera del estar: “Hoja caída. / Salta ahora a la rama / y reverdece”.      


viernes, 29 de marzo de 2019

LEJOS DEL PARAÍSO

Regreso
Fotografía de internet



EL REGRESO DE ADÁN

   Una mañana, ante el insistente empuje de la melancolía, Adán retornó al paraíso. Se adentró en su espacio con la fuerza feliz de quien busca el lugar propio. Pero no tardó en advertir los cambios. Recorría un territorio de desposesión. Aquel sitio solo cobijaba abandono.
   En el centro del páramo se alzaba todavía el árbol del bien y del mal; contempló la osamenta vegetal y se hizo efectiva la inane forma de un tronco calcinado.
   No aguantó más. Bajó los ojos y convocó el olvido, como si el paraíso no hubiese existido nunca. Inquieto, se precipito hacia la salida. Sus pasos tropezaron con restos olvidados por el tiempo. Creyó reconocer el ala inerte de algún ángel, los filos chamuscados de una espada herrumbrosa y una polvorienta camisa de serpiente.


(De Cuentos diminutos)


jueves, 28 de marzo de 2019

BORDES AL BORDE

Yermo
Fotografía de
Adela Sánchez Santana

BORDES AL BORDE

habitas en la memoria, como el clamor de un río

SERGIO MACÍAS


  En la televisión la indigencia expresiva de ese gesto que define una identidad. El Papa rechazando el besamanos de los fieles, que se alejan desconcertados. Qué sencillo explicar antes a los invitados que no le gusta esa ceremonia que la iglesia católica ha mantenido durante siglos. Y qué grosero el rechazo papal, zafio, maleducado, anteponiendo su ego y su capricho, evidenciando que carece de cualquier delicadeza social.

  Otro borde al borde: el presidente mexicano exigiendo perdón al rey por el hecho histórico ocurrido hace quinientos años. Estaría bien establecer un protocolo previo en la Unesco o en Naciones Unidas que diga desde cuando y quien están obligados a la concordia; porque todas las civilizaciones han basado sus conquistas en la fuerza. Sucede desde la Edad de los Metales en la prehistoria y con todos los pueblos del mundo. El populismo solo ve carencias en los otros. Nunca efectos positivos. Solo errores, nunca aciertos. La demagogia solo ve titulares de prensa.

  Sombras que van creciendo en mí. Ocupan la oquedad de lo perdido.

  La ausencia parece derogar cualquier duda. Pero yo sigo preguntando: ¿Dónde están?

  Una fuerte certeza de orfandad. El autoexilio de antiguos amigos deja en ocasiones una temperatura ártica. Sé que algunos regresarán. Pero todo será distinto.

(APUNTES PARA EL DIARIO)





miércoles, 27 de marzo de 2019

RICARDO VIRTANEN. INTERVALO

Intervalo
Ricardo Virtanen
Premio de Poesía José Luis Hidalgo 2018
Libros del Aire/ Poesía
Torrelavega, Cantabria, 2019


LO EFÍMERO


   La exploración creadora de Ricardo Virtanen (Madrid, 1964) enriquece su itinerario con trabajos de investigación, literatura didáctica para el aula, aforismos, ediciones críticas, antologías, páginas autobiográficas y una senda poética que recurre al haiku como estrategia expresiva. Ahora se añade Intervalo, poemario reconocido con el Premio de Poesía José Luis Hidalgo 2018.
   Las coordenadas iniciales de Joseph  Brodsky y Juan Boscán aportan destellos ordenadores que no viene mal señalar aquí. Son posibles ventanas del enfoque general del libro: el destino del sujeto recorre aguas brumosas; siempre está marcado por quiebros inesperados, lo que fortalece la idea de una esperanza mudable que exige una respiración en vigilia; en esa voluntad existencial de salir al día para percibir las líneas presentidas de lo material, el amor es núcleo central de la identidad.
   Desde la contemplación reflexiva del sujeto de las formas que ocupan la escena, arranca un espacio poético que enuncia esa extraña autopsia que el discurrir muestra ante los sentidos. Todo está ahí, como teselas insertas en un gran mosaico, completo y vulnerable al mismo tiempo. Se trata de entender ese golpe de dados que el trayecto vital arroja sobre lo diario, y  no se puede anticipar. La soledad no es sino búsqueda y espera; pauta para formulas incisiones que aporten la cadencia del paso, el habitar la incertidumbre.
   La enumeración de realidades y conceptos se convierte en actitud existencial. Hace del protagonista de la contemplación un paciente testigo de lo transitorio. Alrededor, el entorno despliega elementos enfrascados en una mínima función presencial. La percepción se ralentiza mientras suena el corazón del tiempo:“Vienen y van las moscas, / susurro de un motor / lleno de mil metáforas, / atando sensatez y alegoría en mis ojos / cansados de rigor estático del tiempo.”
   Del estar en el territorio habitable del presente surge la indagación metaliteraria, esas preguntas que plantea el poema, mientras la realidad se desgaja en fotografías que poco a poco adquieren el desgaste amarillo del discurrir. La metáfora cobra vida como expresión del desconcierto, como estallido de imágenes que derrama formas invisibles entre las palabras: “He cortado el poema, / como mirando una sandía abierta, / y encuentro dentro / los fragmentos de su esqueleto”.
 En quien mira las convergencias de la disparidad, hay una actitud de despojamiento y esencialización. Se trata de aprehender, no de llenar los sentidos; de sentir el resplandor instantáneo que restalla un segundo para perderse de inmediato en la profundidad de la conciencia: “Las plumas del recuerdo / encogen en la luz / pero se hacen visibles a mi tacto”. Esos brotes efímeros alzan una arquitectura de verdad y extrañeza, de pureza presencial que hace habitable la nada del sujeto. Asocian los sustratos de la materia con estados emocionales.
   Toda la sección está marcada por las cuerdas vocales del desasosiego. Quien habla toma el pulso a una realidad casi inasible, que parece contener la textura lejana de la imagen especular. El tiempo discurre en la grisura de un fondo de ceniza. Así se justifica en el segundo apartado la necesidad de amanecida y luz que requiere el estar: “Hay que inventar de nuevo la belleza / con la presunción del transeúnte / y el hipo del que espera”. Es una estrategia contra el desvarío; la posibilidad de estrenar un cromatismo nuevo que forme la epidermis de lo cotidiano. Que retorne al sueño la alegría y se apague el estar melancólico con la sutil delicadeza de los sentimientos. Que suene fuerte otra vez la voz del personaje huérfano.
   Repleto de sugerencias, el poema “Pop” intuye el apunte biográfico, casi una constante del tercer apartado. El sólido trayecto musical de Ricardo Virtanen ha ido fortaleciendo un caladero vivencial que alienta un copioso anecdotario nocturno. Alerta sobre la fragilidad del amor y sobre su tendencia a construir espejismos orbitales. Contienen un realismo existencial proclive a la impostura. En la amanecida se percibe de otra manera, como fragmentos marchitos en las aceras. Esta incertidumbre marca el comienzo de “Por qué un poema en diciembre”: “Nada tiene una forma. Ni sus ojos / ni mi voz. Nada ocurre / dos veces en el mismo pulso. Todo / es nuevo para mí. Las hojas muertas / que alguna vez cayeron / donde pisan mis párpados, mi sed / cuadriculada en círculos”. El devenir refleja la identidad mudable del estar; se vuelve paradoja y tránsito, confusión y miedo, encarna un horizonte lejano que se concibe inalcanzable, como un punto de fuga.
   Pero también el tiempo es amanecida y esperanza, una inercia pactada con los hábitos que recobra la pureza en lo percibido. El yo renacido sale al día para volver a moldear los gestos del estar, esas ventanas que ilumina la prisa y “el vómito desnudo de la luz”. Se presenta así un mundo fragmentario en el que confluyen elementos dispares y significados como en una cadena aleatoria que exige pausas a cada instante para que el pensamiento clarifique y escriba su “Antielegía”:“El mar amaneció con tos extraña. / Vine para tocarlo con mis manos / y despedirme para siempre / de lo que alumbra su belleza mínima”.
   En los poemas de Intervalo Ricardo Virtanen deja las trazas distintivas de un excelente libro. Poesía que nace de la observación minuciosa, la autenticidad de la experiencia. Ceñida esencialización de un lenguaje que bebe de las vanguardias y recupera signos cubistas y creacionistas para hacer de la escritura un trayecto habitable, de claridad simbólica.




JOSÉ LUIS MORANTE      

martes, 26 de marzo de 2019

EQUILIBRIO INESTABLE

Armonía
Imagen de internet


EQUILIBRIO INESTABLE


                                                        Toda emoción, sea alegre o triste,
                                                        supone un quebranto de armonía

                                                                 VAN DOESBURG

Sostiene el ojo
el ser provisional
del decorado.




lunes, 25 de marzo de 2019

JESÚS CÁRDENAS. LOS FALSOS DÍAS

Los falsos días
Jesús Cárdenas
Editorial Alhulia, Palabras Mayores
Salobreña, Granada, 2019


HACIA LA NOCHE


   El profesor sevillano Jesús Cárdenas (Sevilla, 1973) comienza su labor literaria en 2012, con el libro La luz de entre los cipreses. Desde entonces recorre una senda escritural de sorprendente fecundidad. Prodiga entregas anuales que han convertido su quehacer lírico en una presencia frecuente en medios digitales y publicaciones en papel. Además, Cárdenas no descuida la didáctica del poema; colabora en cursos y talleres de instituciones culturales y practica la crítica y la investigación sondeando a autores del canon, como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre o Ramón Gómez de la Serna.
  El aserto Los falsos días delimita el discurrir temporal en núcleo de reflexión. El fluir especular de lo diario cobija una invitación al estar. Su amanecida auroral abre una estela en la que se sustentan esperanza y memoria. La salida requiere una lenta progresión en la que se van entrelazando sensaciones y vivencias que toman el pulso a la realidad. Todo parece nuevo, expuesto al escaparate de los sentidos como una enramada de brotes que conmueve el ánimo y deja en la conciencia los colores intactos de la certidumbre; la voluntad del cántico.
  Pero la cronología del presente aloja en su interior otra luz, un destello tenue que contiene una encrucijada de incógnitas. El discurrir entonces se hace distorsión y sombra tintada, muestra las incisiones y pliegues que contiene la geografía nocturnal. En ellos aparece el misterio: “De pronto, la palabra / logra cruzar la noche silenciosa, / cuando crujía lo oscuro, / rompiendo cada labio de quietud / donde el amor no es luz ni es abandono “. Y con esa inquietud de seguir, la voluntad se revitaliza; muestra la fuerza de quien busca moldear sueños y hacer que las palabras construyan refugios para la esperanza. La palabra se alza como espacio germinal, abre las manos del poeta para convertir el páramo y la ceniza en campo de siembra y sementera.
   De esa voluntad de búsqueda del yo germina lo inefable; quien sale al día emprende el vuelo de Ícaro, mueve sus alas para borrar distancias hacia la luz, sin que ese empeño sea otra cosa que un afán de vuelo. Sucede también en el amor, que es más cicatriz que consumación y plenitud, pavesas volátiles que ascuas que prodigan su calor en las manos: “La luz se desmayaba pálidamente / cayendo todo el peso de la tarde / al abismo sin contención posible, / a la par que la estela de forrajes / iba agravando a cada kilómetro mis pupilas”. Queda así en la mirada de quien recorre el itinerario existencial una sensación de espejismo y carencia, como si no tuviese certezas, como si lo vivido fuese un mal sueño que requiere contención y quietud, que muestra esa levedad de una nube cruzando el azul del cielo con una senda de azar e incertidumbre. Nace así un yo despojado, que no tiene otro afán que buscar al otro, que  hacer del amor razón y vida, culminación y deseo cumplido: “Estoy seguro de que mi destino es amarte, / lejos del tedio de cada día, / tener como único propósito amarte / cada vez mejor “.
   Los falsos días da fuerza a una voz subjetiva y reflexiva que fusiona intimidad y conciencia. Que busca en las palabras esa destilación que enlaza realidades y sueños. Poesía que hace de los sentimientos una inflexión, un enlace entre pretérito y ahora para superar la noche, para dejar en las rendijas del sueño la condición posible de habitar la aurora.



  
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domingo, 24 de marzo de 2019

ESCRIBIR EN RIVAS

Laguna del Campillo (Rivas Vaciamadrid, Madrid)



ESCRIBIR EN RIVAS


“Agradezco mucho la buena disposición y el clima general de colaboración de la Concejalía de Cultura y de la Universidad Popular que han hecho posible el nacimiento de la revista Luna Llena, iniciativa de un grupo de amigos y vecinos empeñados en que la creación literaria llegue a la inmensa mayoría, como defendióa Blas de Otero. Queremos que la poesía esté en la calle, como la rosa o el pájaro y sea un hecho medible y constatable…” Así comenzaba la presentación del  número 0 de la revista Luna Llena en la ya desaparecida estructura provisional de la Universidad Popular. Era1990, cuando nuestro municipio apenas contaba con unos miles de habitantes que iniciaban una nueva aventura personal, todavía por hacer. Y ese proyecto fue mi primera inmersión en el tejido asociativo de Rivas. Desde entonces han transcurrido casi treinta años, he participado en decenas de citas culturales y he escrito más de veinte libros, que alternan poesía, ensayo, aforismos y autobiografía.
   Nunca he creído en la idea de un creador desgajado de su contexto. Soy un ciudadano que vive con intensidad los pormenores diarios de la calle y que intenta reflejar en la página los rasgos figurativos de un entorno común que engloba la individualidad y lo colectivo. Por eso, creamos hace décadas la revista Luna llena, hicimos los talleres literarios municipales, y coordiné durante una década la revista gráfica y de textos Prima Littera.  Estuve también compartiendo la primera fila de las Jornadas de Historia de Madrid, que fusionaban historia, arte y literatura, y el ciclo Una biblioteca, un libro que trajo a la biblioteca José Saramago y al Centro Federico García Lorca a los mejores poetas y narradores del momento, convirtiendo la cita con la lectura en un hecho cotidiano.
   Aquellas iniciativas siempre tuvieron un refrendo de público notable. De hecho, muchos invitados elogiaron, una y otra vez, el peculiar carácter del público ripense y esa manera de confrontar sus versos con sensibilidades despiertas y receptivas. Y la repercusión de los eventos programados fue grande porque las revistas de información local –fundamentalmente las veteranas Este de Madrid y Zarabanda, a las que más tarde se unieron Rivas al día y Covibar- siempre prestaron sus páginas con generosidad a la literatura.
   Ahora, cuando la crisis económica amenaza con segar cualquier iniciativa, Rivas se ha consolidado como municipio y ha hecho de la cultura una de sus señas de identidad. Sus instalaciones, servicios y programaciones no tienen parangón con otros municipios madrileños. Pero se corre el riesgo de que lo conseguido en tantos años de esfuerzo se volatice. Conviene, pues, estudiar otras formas de financiación, disponerse a ser generosos, aportando  ideas y recursos.
  Mi postura personal es conocida. La cultura no pertenece a ningún monopolio ideológico ni depende de la voluntad de un cargo público transitorio; es una obligación intrínseca a la persona, un derecho y un deber. Y en eso estamos, con el folio sobre la mesa, el ordenador encendido y la ilusión inalterable de seguir andando por las calles de Rivas  “verso a verso”. 




sábado, 23 de marzo de 2019

MURALLAS Y ERIZOS

Paseo del Rastro (Ávila)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana


MURALLAS Y ERIZOS

                   Con K. Kavafis y Joan Margarit

   Retorno con frecuencia la poesía de C. Cavafis. Leo en voz alta versos que sobrepasan su condición de textos literarios para convertirse en principios  vivenciales, listos para aplicarse a la travesía diaria del mañana que empieza. Así me sucede con “Murallas”, una composición breve que suelo emparentar con otro poema imprescindible de mis hábitos lectores, “El erizo”, un acierto de Joan Margarit.
   En los dos se habla de un yo encerrado fuera del mundo, seguro, inaccesible, protegido en Cavafis por sólidas murallas y en Joan Margarit por la punzante piel de los erizos.
  Ambos poemas dan voz a un yo solitario, a resguardo, que con horror descubre que el mundo está fuera, y allí empieza la vida.





viernes, 22 de marzo de 2019

MUDANZAS

Baldosas sueltas
Fotografía de
Internet


MUDANZAS

Yo soy lo que soy. Un paso de fervor. Un paso

JUAN SÁNCHEZ PELÁEZ


Amanecer. En el cristal de la casa encendida el abrazo tibio de una voz cordial. Se nubla pronto.

Días en los que la calle tiene cara de municipal con cuaderno de multas.

Lluvia sin olor. Entre dos cuerpos un deseo neutral.

Con los buenos libros actúo como un pasajero impaciente. No dejo que se duerman.

¿Por qué lo sencillo es siempre tan complicado?

Soy parte de su vida, me dice, abstraída en una telaraña.

Una amistad discreta. Como un hule de plástico y sopa de sobre.

Cuando me visita la incertidumbre en el correo, vacío la bandeja de entrada. Después pongo a cada mensaje no leído las palabras justas.


(Inéditos)




jueves, 21 de marzo de 2019

ELOGIO DE LA POESÍA

Dedicatoria
(Lectura poética en Alcobendas, Madrid)
Fotografía de
Javier Cabañero Valencia

ELOGIO DE LA POESÍA

              Yo que en la vida solo he conocido
             la rosa de presencia fugitiva

                 ANA ENRIQUETA TERÁN


El poema, contra todo pronóstico,
burló el feroz asedio de la noche.
perdió en la fuga varias metonimias,
una excelsa metáfora,
fragmentos de una elipsis
y dos comparaciones ajadas por el uso.
Pero salvó, sin mácula, el misterio,
el latido tonal de la emoción
y un argumento breve, necesario,
para no aparecer como un asunto
nebuloso y hermético.
Después se tendió al sol de la mañana
y tomó nueva fuerza para el viaje
campo a través de la caligrafía.
Del futuro destino hallamos rastros
en cierta librería anticuaria,
o en los ojos de un joven que sospecha
que acaso pueda repetir la huida.

       (De  Causas y efectos, 1997)

 


miércoles, 20 de marzo de 2019

EUGENIO D'ORS. OCEANOGRAFÍA DEL TEDIO

Oceanografía del tedio
Páginas escogidas

Eugenio d'Ors
Edición y fotografías de Carlos d'Ors
Prólogo de Juan M Ribera Llopis
Editorial Polibea, Colección El Levitador
Madrid, 2018

EL DECIR POÉTICA DE EUGENIO D’ORS


   Eugenio d'Ors Rovira (Barcelona, 1881-Vilanova i la Geltrú, 1954) cobija en su personalidad una múltiple experiencia creadora. Como partes de un todo cerrado y sólido, en el periplo individual confluyen la filosofía, el ensayo, la crítica de arte, el periodismo, la plástica del dibujante, junto a la ficción narrativa, las glosas, el apunte lírico y el discurso fragmentario. Los comienzos del aprendizaje coinciden con la vigencia del modernismo, línea estética de inspiración francesa, surgida en Hispanoamérica, que alienta un cauce reflexivo proclive a la evasión, tiende a lo exótico y valora el cosmopolitismo a partir de una renovación del lenguaje poético. D’Ors se mostró cercano a esos propósitos en la etapa juvenil, cuando empieza a cursar Derecho en la Universidad de Barcelona en 1897, mientras se matricula en Filosofía y Letras para abordar la especialidad de estudios literarios. No es ajeno al posicionamiento regeneracionista de los pensadores del 98 ni al ambiente de crisis que se palpa en las calles, exigiendo una reforma integral de la vida española capaz de superar la abulia social y la debacle económica causada por la pérdida de las últimas colonias en Cuba y Filipinas. Coda brillante de los estudios en Leyes es el Premio Extraordinario de Licenciatura. Tras su concesión se matriculó en Madrid en los cursos de doctorado. Cultiva sin tregua la presencia en periódicos, con el pseudónimo de Xenius, aunque en sus incansables bifurcaciones de escritor y dibujante usó otros, como Octavio, Octavi de Romeu,  El GuaitaMiler y Xan; a ellos se suma el utilizado en sus traducciones, el de Pedro Llerena.
   En los albores del siglo arranca su trabajo como crítico de arte. No tarda en rechazar la agotada estela decimonónica para airear un vuelo clasicista que sirve de raíz al Noucentisme o Novecentismo. Es una tendencia que aporta nuevo aire intelectual. Con su entrelazado ideológico muestran afinidades algunos protagonistas esenciales del despertar culto, como José Ortega y Gasset, Rafael Cansinos Assens o Américo Castro. Engloba un ideario fuerte basado en el reformismo burgués, europeísta, con lúcido afán racional y estelas de un pensamiento urbano, confrontado al ruralismo tradicional. Esta actitud rupturista tiene su periodo de plenitud entre 1917 y 1923, cuando cobran plena vigencia rasgos distintivos ya señalados: frente a la acracia bohemia y autodidacta se propugna un itinerario cognitivo reglado y sistemático, que conecte con el legado occidental histórico; se impulsa una planificación cultural desde la autoridad y el poder jerárquico para que sean estamentos esenciales en la vida pública instituciones de carácter docente, y se valora el globalismo y el sentir de la metrópolis que trasciende el municipalismo localista para asimilar valores clásicos.
   La imagen del escritor se agiganta y se convierte en un referente intelectual, lo que propicia su proyección y su gestión  política entre 1917 y 1919 como Director de Instrucción Pública de la Mancomunidad de Cataluña. Es en esa etapa vital cuando en 1918 ve la luz la primera edición en catalán de Oceanografia del Tedi una obra en prosa poética, que conocerá en el devenir temporal sucesivas ediciones. La primera en castellano la lleva a cabo la editorial Calpe en 1921, y acompaña al vertido de otros libros como El valle de Josafat y La bien plantada que propiciarán la reubicación lingüística del autor. A partir de este momento el castellano pasa a ser única lengua expresiva. Tras la salida francesa en los años treinta, Oceanografía del tedio, como título autónomo o integrado en el tríptico de Jardín Botánico, sale de nuevo en 1948, 1988, 1994 y se recupera en 2018 por la editorial Polibea con edición y fotografías de Carlos d’Ors y liminar de Juan M. Ribera Llopis. El prólogo clarifica las peripecias editoriales y pone acento en la amanecida de la idea en un balneario de la Garriga, en 1916, desde una glosa. Se explaya en la larga fortuna del subtítulo Oceanografía del tedio para dejarnos una treintena de glosas seleccionada por Carlos d’Ors. El estilete verbal de la glosa asciende a mirada lírica. Toma fuerza en la meditación y muestra el vitalismo perceptivo de una conciencia desvelada. Ya no se trata de extraer de cualquier hecho cotidiano su esencia trascendente sino en capturar esos estratos sensitivos que guardan refugio a la belleza: una diáspora de nubes en el azul del cielo, la cadencia temporal de la tarde, el silencio de un recuerdo que irrumpe de pronto en la memoria o el olor de la lluvia en la tierra mojada asientan su poética en lo diario para convertirse en patrimonio afectivo del yo ensimismado.
   Oceanografía del tedio es un breve volumen en el que a partir de la arquitectura verbal del poema en prosa se marcan estelas impresionistas, líneas de una sensibilidad espiritual e intimista que dejan en el lector la sensación callada de la madurez expresiva, la que establece a través del poema en prosa una lección de vida.



martes, 19 de marzo de 2019

RECUERDO DE MI PADRE

Cosecha



RECUERDO DE MI PADRE

Mi padre ponderaba la eficacia
como un tesoro extraño y valiosísimo,
escondido en el vientre de la tierra.
Solía levantarse muy temprano,
con el tic-tac grabado en la memoria,
y dilataba oscuro una jornada
que concluía laso y taciturno.
Era su empeño inmune al frío o la canícula.
Por él estuve interno tantos años
con la sola misión de hacerme un hombre.
(Entendamos, un hombre de provecho,
un atinado buscador de logros.)
Mas el esfuerzo no valió la pena.
Él no tiene conciencia del fracaso.
Descubrió en la derrota
una patria feliz, compensatoria.       

                (De  Mapa de ruta, Granada, 2010)




lunes, 18 de marzo de 2019

JUAN CARLOS ABRIL. EN BUSCA DE UNA PAUSA

En busca de una pausa
Juan Carlos Abril
Editorial Pre-Textos, Colección La Cruz del Sur
Valencia, 2018



MUSGO O MEMORIA


   El vitalismo de Juan Carlos Abril (Los Villares, Jaén, 1974) perfila una persoanlidad literaria de contornos proteicos. Profesor universitario, traductor, crítico, articulista, director de la revista Paraíso, ensayista y antólogo, completa la definición creadora con un quehacer lírico que emprende ruta, casi en el cierre de siglo, con la entrega Un intruso nos somete (1997) y que avanza en el tiempo con dos títulos, El laberinto azul (2001) y Crisis (2007). A ellos se suma, más de una década después, En busca de una pausa.
   La composición de inicio, “Exilio involuntario” alienta la sensación del estar impreciso, como si el personaje verbal postulara rasgos en un entorno marcado por la espera. La identidad requiere nueva epifanía; abrir ventanas para una amanecida: “Hay que recuperar los sueños / y la nostalgia del futuro”. Ello implica además recobrar la capacidad del lenguaje para romper discordancias y lugares comunes. Quien habla reconoce el fracaso, busca otras estrategias cognitivas en pos de un lenguaje más depurado y esencial, exento del oropel metafórico y de la humedad emotiva del sentimentalismo. Es un estar a solas donde aflora la vocación insular, el permanente estar a la intemperie que refuerza lo oscuro.  
   La conciencia de existir recrea un pretérito cercano, con un yo perdido en lo imaginario. Cerca, la realidad muestra sus desajustes, mientras la soledad implica un empeño en el que se superponen vivencias. La experiencia concede un inconformismo sabio. En él, tienen sitio la luz de la poesía y la autocrítica, en busca de una perfección que integra voluntad y memoria. En la cronología del ayer afloran las raíces, el afán intacto de llegar al presente.
  El yo meditativo regresa a la estela biográfica para observar los estratos existenciales. Como enunciara José Ángel Valente, el sujeto se adentra en la secreta desolación de un páramo que afirma el vivir como un estar en la renuncia. Frente al coro de lo gregario, la sensibilidad personal postula una pautada pretensión de entender lo real, a través de una moral propia y subjetiva que no se subordina a las coordenadas dictadas por los otros: “Atravieso ese inhóspito / territorio hacia lo desconocido / de la conciencia, este espacio / que por la reflexión se multiplica / en posibilidades / y antigüedad, sin dejar rastro / como el viento, que juega “(P. 42).
   Fortalecer el sistema de valores del yo requiere soslayar cualquier épica, adentrarse en un devenir que dialoga con las cosas más pequeñas, que hace de lo sencillo el refugio de lo cotidiano. El recorrido es complejo, está trazado por lo aleatorio y en él se yuxtaponen la indeterminación y lo imprevisto, los errores y el vacío. Quien explora se identifica con la orfandad; conoce esos senderos que se bifurcan y llevan a un afán cognitivo que nunca contiene epígrafes perfectos: “No recuerdo el inicio de los sueños / entre los pasos cómplices del alba / rica en interrogantes / cuando no hay respuestas. / Pero los actos nos definen “.
  Vivir es desandar distancias, asumir la actitud del transeúnte que deja sus pasos en un largo viaje hacia el vacío. Se suceden los andenes como fragmentos de una realidad repleta de extraños significados. Así ven la luz los poemas de En busca de una pausa. Moldean eficaces encrucijadas del pensamiento. Son como relatos de un aprendizaje que perdura en el tiempo, siempre a la sombra de la soledad: "De día, pasos de hormiga / donde no hay más horizonte / que estas palabras secas / en la negociación con uno mismo".



domingo, 17 de marzo de 2019

ELOGIO DE LA PACIENCIA

Sosiego
Imagen de
Depositphotos

HÁBITOS

                                                         entretenidos en juegos sedentarios
                                      de previsión y de cálculo

                                                            JOSÉ ANTONIO RAMOS SUCRE

A cada paso
el caracol rezaga
su muda sombra.


sábado, 16 de marzo de 2019

HOJA DE RUTA

Huellas y pasos
Fotografía de
Adela Sánchez Santana


HOJA DE RUTA

El mensaje conciso,
sin tallo emocional,
sin hojarasca;
solo el misterio
de la transparencia
y el hilo concesivo
del discurso coherente.
Que el teclado perciba
desnudez, eficacia
y la respuesta fiel
del mensajero.

   (De Mapa de ruta)



viernes, 15 de marzo de 2019

AFORISMOS EN EL ÁRBOL

Convivencia
Fotografía de
Adela Sánchez Santana

AFORISMOS EN EL ÁRBOL


Cada náufrago reclama para sí la madera raída.


En los espejos la imagen desvaída del futuro, sin alzar los ojos ni una sola vez


Perseverar apostado frente a la fijeza del paisaje, con la tenacidad zancuda de las grúas.


Ante las rocas  los argumentos piden cara o cruz: escalar o pasar de largo.


Luz dormida en la mansedumbre del estanque y los ojos infantiles que  nada saben de la refracción.


Acaso, esto y aquello. Marejadas, borrascas, nubes y claros. Meteorología de poeta.


No están cerca o lejos. No están.


La escritura y yo,  restaurante discreto en el que solo hay sitio para dos comensales.


Alguien escribe. Soy parte de la trama. Un personaje episódico.


En la lisura del cristal, los aspersores del jardín difunden transparencia. Mi casa y el día que declina. Pienso en aquella línea de Jorge Luis Borges: “No pasa un día en el que no estemos, un instante, en el paraíso”. Espejismos.


Que el desconcierto no sea obstáculo interpuesto; camina junto a él.


                                      (Del libro Motivos personales)



jueves, 14 de marzo de 2019

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ. AFORIMOS E IDEAS LÍRICAS

Aforismos e ideas líricas
Juan Ramón Jiménez
Edición, seleccción y estudio de
José Luis Morante
Ediciones de la Isla de Siltolá
Sevilla, 2018

LOS AFORISMOS DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

  Juan Ramón Jiménez (Moguer, 1881- Puerto Rico, 1958) es una figura clave de la literatura española contemporánea. Sobre este autor tutelar se han prodigado los estudios sistemáticos, casi siempre nucleados en torno a la poesía, y, en ocasiones, sobre las complejas dimensiones biográficas que no acaban de alejar algunas sombras: el desafío permanente a la vida social desde un aislamiento casi huraño, la independencia estética, el incansable afán perfeccionista  y esa imagen de escritor aséptico, poco enlazado con el convulso paréntesis histórico que le tocó vivir. Pero lo concerniente a su producción aforística parece ocupar un segundo plano, aunque sea una pared básica del edificio alzado en el discurrir, a pesar del ejemplar rescate realizado por Antonio Sánchez Zamarreño. Tras veinte años de esfuerzo investigador, el hispanista solventó algunos obstáculos básicos como la dispersión, la multiplicidad de versiones o la temática heterogénea para dejarnos una versión canónica de la aforística  de Juan Ramón. El libro Ideolojía, volumen cuarto del corpus completo Metamórfosis, explora un territorio esencial y sirve de introducción a otras antologías como las preparadas por Andrés Trapiello y Juan Varo, que alumbran visiones parciales, ya que el escritor estuvo activo durante más de medio siglo haciendo de sus aforismos un elemento de continuidad entrelazado con su obra poética.
   Aforismos e ideas líricas selecciona entre el voluminoso despliegue lapidario –el mismo escritor cifraba en más de cincuenta mil sus textos breves- una muestra  fuerte, de más de ochocientos aforismos, una selección suficiente y capaz de recuperar una competente guía de argumentos repleta de inteligencia y sensibilidad creativa. Esa maduración coherente del trabajo aforístico se distribuye en seis tramos que aglutinan un fértil quehacer extendido en el tiempo entre 1897 y 1954. En él se perciben algunas influencias de base, desde los magisterios más tempranos de Kempis, Nietzsche, Marco Aurelio, Pascal o Chamfort hasta los derivados de su formación en la Institución o de contemporáneos como Antonio Machado y Miguel de Unamuno.
   La exploración argumental es ecléctica. la perspectiva creadora evoluciona o rehabilita intereses, pero siempre se caracteriza por una relación intensa entre existencia y labor literaria. Concede a su enfoque una fuerte dimensión ética impregnada de pensamiento filosófico.
   Para Juan Ramón Jiménez la perfección no es un concepto abstracto sino un camino que recorre con fervor interminable hacia la plenitud: “Pensemos más con las manos”, escribió en uno de sus aforismos, como si en él la provisionalidad no tuviese sosiego y necesitase estar sometida a la inquietud y a la perenne revisión. Hechizado por la perfección, buscaba el equilibrio total de la obra, el anhelo de lo completo.


    

miércoles, 13 de marzo de 2019

JUAN MANUEL URÍA. HARRIA (LA PIEDRA)

Harria
(La Piedra)
Juan Manuel Uría
Fotografías de
Juan Antonio Palacios
Ediciones El Gallo de Oro, segunda edición
Bilbao, 2018 

ESTÉTICA DEL LEVANTADOR


   En su segunda edición, el volumen Harria abre un mesurado diálogo entre las fotografías de Juan Antonio Palacios y el cauce textual del profesor, poeta y aforista Juan Manuel Uría, quien en nota de autor recuerda el impulso inicial de esta fusión: “A medida que iba escribiendo Harria (El Gallo de Oro, 2016) tenía en mi escritorio una serie de fotografías, antiguas y modernas, de harrijasotzailes que me sirvieron para “inspirar” la composición de cada texto. Así, a través de ellas, trataba de captar el movimiento, la danza, la relación íntima (y poética) entre el levantador y la piedra”. El poeta anota una coda afectiva: el deseo de homenajear a su abuelo, Santos Iriarte, levantador de Azpeitia y primero en alzar una piedra mítica, la “Albizuri Aundi”. También el fotógrafo, Juan Antonio Palacios, contextualiza el criterio estético de las imágenes; emplea la fotografía hiperrealista en blanco y negro, con enfoques fragmentarios para resaltar instantes claves de la alzada.
 Si cada territorio suma a sus peculiaridades geográficas, un legado cultural autónomo, en Euskadi el levantamiento de piedra es una manifestación deportiva ligada en su origen a los trabajos rurales habituales del caserío y las canteras. La actividad fue evolucionando desde el uso de los cantos rodados hasta las piedras niveladas de los espectáculos programados como exhibiciones públicas con diferentes formas y tamaños.
  Juan Manuel Uría ha cultivado con honda lucidez el decir breve en sus aforismos y esa es la estrategia expresiva que emplea como método exploratorio. Cada texto es una incisión que conexiona pensamiento y sensación emotiva: “Ahí está, frente a él, como una pregunta, dura e impenetrable, aguardando a que la levante y rompa así su atadura, responda a su misterio”. La palabra es respiración y camino, un ejercicio perceptivo que anticipa la combinación muscular y el esfuerzo. La física se hace poesía: “En la alzada la piedra asciende como un pájaro de alas torpes que estuviera aprendiendo a volar”.
   Quien contempla escucha una voz desdoblada, la del levantador o harrijasotzaile, y la de la piedra que en su quietud engloba una materia con sustrato enigmático, que contiene dentro su gestación en el discurrir: “la piedra es la suma de otras piedras más pequeñas, casi invisibles, que la hacen un bloque único y macizo, con la apariencia de lo consistente. Como las células, que se suman y ordenan con los huesos del levantador, para soportar la tensión, la resistencia, el peso”.
   Ese coro a dos voces señala que más allá del ejercicio físico y de la extrema tensión muscular, el enlace entre piedra y levantador. Constituye un abrazo, una afinidad afectiva que trasmite al espectador una relación sentimental con un instante álgido, que no puede medirse, que culmina y se apaga de inmediato en la bajada. Es el acto supremo de quien vence la gravedad y alza la mole contra el cielo para superar los propios límites de su fortaleza, para dejar tras la consecución la mínima estela de un gesto que se hace memoria y poema, levitación y pétalo, como si lo natural, exhausto y satisfecho, retornara a la quietud. A lo lejos el punto de horizonte se hace síntesis. Todo es ontología, voluntad de ser pensamiento en el tacto: “Tierra, piedra, mano”.
   La propuesta poética de Juan Manuel Uría concede al levantador de piedras una entidad mítica; frente al gregario quehacer de lo doméstico, el hombre de la piedra se convierte en “un  esteta de la fuerza y el equilibrio”. Ese enfoque trasciende las vicisitudes biográficas del personaje concreto para convertirlo en arquetipo, en raíz y carácter generadores de una identidad colectiva. Los poemas marcan un significativo retorno del logos al mito: “El harrijasotzaire remite al tiempo en que el pensamiento era mágico y los dioses existían”. Es, por tanto, una llamada a los ancestros que hace de su potencia evocadora una exaltación del ser del pueblo. La tradición entonces se define como un entrelazado de correspondencias entre individuo, territorio nativo y entidad comunitaria.
   Harria busca “poesía en la fuerza”, pero también la ternura que fusiona el sudor y la piedra, como lluvia que borra la impureza, el estar común entre naturaleza y hombre, el sueño de una piedra que un día emprendió vuelo y se hizo pluma.   





martes, 12 de marzo de 2019

CONTINGENCIAS

Color de abril
Fotografía de
Javier Cabañero Valencia



CONTINGENCIAS

   Primero fue deseo. Después, nostalgia. Más tarde irrealidad y al poco tiempo olvido. Ahora no queda espacio para sospechar que la existencia nunca se despoja de un inevitable poso de melancolía.
Marcar pasos en lo diario es buscar sitio en la quietud, y la escritura no es sino un modo de sortear lo transitorio y hallar en las palabras la compensación de una mínima brisa, la posibilidad de estar. Con labor incansable, la voluntad borra heridas, respira un tiempo cíclico y mudable; conjuga elementos aleatorios de un acontecer mesurado. Pone flores entre la ceniza.

(De Cuentos diminutos)
   





lunes, 11 de marzo de 2019

MADRID 11-M-2004

Pacto con la memoria
Fotografía de
Miskapturas Blog- WordPress.com


MADRID, ONCE DE MARZO, AÑO 2004

   Hace algún tiempo escribí el poema “Francotirador”. En su parte final incluía el siguiente verso: Las tragedias sin rostro no conmueven. Era voz contra la placidez de la sobremesa, en torno al vacío del televisor, capaz de digerir cualquier suceso sin inmutarse, mientras demora un café, como si el cristal de la pantalla garantizara la confortable seguridad de un mundo perfecto, guilleniano. Ironizaba sobre la disonancia de un simulacro de realidad en el que los comensales presencian con desgana una película de argumento verosímil, cuya acción discurre en un punto lejano. Pero el 11 de marzo de 2004 la desgracia esparció sus fragmentos entre manos vecinas, a escasos metros de nuestras puertas, desmantelando el orden rutinario. Las víctimas de la barbarie islámica tenían perfiles concretos, nombres, apellidos y parentescos cercanos, y se afanaban en lugares de trabajo ubicados en calles transitadas con frecuencia que podríamos describir al detalle. El timbre telefónico sonó varias veces a lo largo de la jornada, mientras los medios de comunicación precisaban las dimensiones de la infamia. Al otro lado del auricular voces amigas preguntaban con inquietud contenida cómo estábamos, recordaban instantes compartidos, dejaban unas palabras de ánimo. Aquel gesto causaba gratitud y al mismo tiempo perplejidad porque otros intuían que podríamos haber sido figurantes activos en ese escenario de la sangre. Acaso nos salvó una circunstancia menor: una huelga estudiantil, un cambio de trayecto para evitar el atasco, unas décimas de fiebre de un hijo pequeño, una opción cómoda de preferencia por el coche o un despertador que no sonó a tiempo. Signos cotidianos, caligrafía de la banalidad. Y todos nos sentimos sobrecogidos tratando de racionalizar lo irracional. Porque el dolor y la muerte, la barbarie y el asesinato, no responden a ninguna lógica, no transitan por itinerarios intelectivos. Carecen de justificación por más que se empeñen en aferrarse a postulados políticos o religiosos. Obedecen sin más a un animalismo primario y a la negación.
  Así estamos todavía, buscando sitio en la amanecida para continuar a pie y recuperar el voluntarismo de la normalidad. En esa búsqueda nos acompañan unos instantes de reflexión que exploran la condición humana y sus desgarros. Seguimos el trayecto que el dolor nos impone en una memoria colectiva de piel tumefacta, sometida a una cura de urgencia llena de apósitos y vendas. Al día siguiente llovió sobre Madrid, sinécdoque de todas las ciudades, como si la meteorología se empeñara en diluir las manchas bermejas del asfalto y en sumergir escombros en los sucios regueros de las alcantarillas y hubo masivas concentraciones bajo el luto de los paraguas, haciendo pública la repulsa y el rechazo frontal al terrorismo. Quedó un silencio espeso al final de la marcha que denotaba cansancio y el recogimiento de una sensibilidad maltrecha; un barro de tristeza salpicó paredes y escaparates. La penumbra invadió las barras sin clientes de los bares. La lluvia en los rostros se hizo y yo no sé si la lágrima fue lluvia, como en aquella composición de César Vallejo que hablaba de París y de la muerte. Pocas horas después, palabra sobre palabra, empezaron a escribirse estos poemas. Es el homenaje plural y la reivindicación en sílabas contadas de Los Cuadernos del Sornabique para que el olvido no sea la última estación de ese tren de cercanías en el que todos somos pasajeros.

Prólogo de la antología 11-M, El Sornabique -7, LF ediciones, Béjar 2004


domingo, 10 de marzo de 2019

SUEÑO DE LA SECUOYA

 Mirador
Fotografía de internet



SUEÑO DE LA SECUOYA

  Ya despierto, espera unos minutos para abrir los ojos. En la minuciosa paciencia de su sueño, esta noche ha crecido en el jardín una secuoya. Se despereza de inmediato. Sale alborozado a la terraza, donde parpadea de sorpresa y emoción. La enorme arquitectura vegetal está allí, plena como un sosegado mirador cuya sombra recubre casi toda la casa. Feliz, da un par de vueltas al imponente tronco y acaricia callado la corteza…
  Poco después escucha  el ruido de un pensamiento práctico: tal vez sea mejor que la próxima noche sueñe con arbustos.

(De Cuentos diminutos)    

                   

sábado, 9 de marzo de 2019

ANTONIO JIMÉNEZ MILLÁN. BIOLOGÍA, HISTORIA

Biología, historia
Antonio Jiménez Millán
Visor Poesía, Colección Palabra de Honor
Madrid, 2018


SOL PONIENTE


  Por su capacidad sugeridora, qué atinado parece el aserto Biología, historia que el poeta y profesor universitario Antonio Jiménez Millán (Granada, 1954) utiliza para reunir los poemas más recientes. El logrado título aglutina espacios cognitivos complementarios: la biología es la ciencia que estudia los seres vivos, los procesos vitales y su evolución en el tiempo; en cambio, la historia alude al conjunto de acontecimientos vividos como individuo y colectividad. Ambas disciplinas, en última instancia, constituyen una mirada al sujeto en el tiempo y un desvelamiento del periodo histórico en el que se gesta su identidad.
  El poeta deja en el pórtico del libro otros referentes culturales de interés: la dedicatoria a Luis García Montero, director de la colección Palabra de Honor, amigo con quien ha recorrido un completo itinerario repleto de complicidad estética, y estudioso que ha firmado reflexiones críticas del máximo interés sobre el quehacer creador, como el prólogo “Antonio Jiménez Millán: la conciencia y el tiempo”, que sirve de umbral a Ciudades (Antología 1980-2015). También son balizas necesarias los dos aportes paratextuales: la conocidísima cita de Fernando Pessoa que alude al poeta como fingidor, y el párrafo de James Joyce, extraído de Retrato del artista adolescente. No son gestos gratuitos sino indicios que subrayan una sensibilidad que conexiona el carácter autobiográfico de la escritura y el continuo aporte de la experiencia vital.
   La lírica de Antonio Jiménez Millán elige el recuerdo para recuperar elementos enunciativos. La infancia se muestra como trazado de sentido único. En su gestación, la voz verbal convierte a la memoria en refugio. En ella, amanece renovado y repleto de matices colaterales el intimismo. El sentimiento se empeña en clarificar códigos cifrados, como si las partituras del escaparate de una tienda de música contuviesen esa felicidad introspectiva que da sentido a lo temporal. La evocación recorre la ciudad, Granada, dibujo arquetípico que alza su laberinto urbano repleto de experiencias en el entorno de lo real y hace posible la mirada amable y esperanzada del yo en otro tiempo. Desde esa indagación, el sujeto se contempla a sí mismo como una ficción que se perfila a través de unas pocas imágenes. Recordar es alzar un territorio erosionado que trae consigo el tacto y la memoria del pretérito.
   Ya hemos comentado que buena parte de la voz lírica de Antonio Jiménez Millán tiene como sustrato territorial la evocación. El pasado se aquieta, no se distancia y construye un discurso de permanencia que comparte intersecciones con el presente. A veces trasporta al litoral de la melancolía, cuyo patrimonio es un trasfondo de imágenes que tiene la textura de lo emotivo. En el poema “Doce de septiembre” el yo personaje celebra su cumpleaños. Sesenta velas. Alrededor rozan la piel los desajustes de la realidad, como un lastre que cuarteara la esperanza y que subraya la situación de fugacidad, la ineludible cita con la nada. Desde ese estado de aceptación del ser transitorio nacen otras composiciones que confirman el fragmentario cauce de la conciencia y el empeño del lenguaje de dar luz a las disoluciones. Al cabo, el recuerdo contiene lejanos espejismos que ya no están al alcance, que parecen traviesas resistentes, a flote, bajo la tibia luz de un sol poniente.
   Una cita de Oscar Wilde recuerda que el nombre que solemos dar a los errores cometidos en el oficio de vivir se llama experiencia. Y es diáfana esa mirada a contingencias personales que aguantan en el discurrir, con una piel ajada, adusta y seca. En el apartado “Disolución” vuelven a formularse los pasos en el tiempo de magisterios hechos de incertidumbre y piel ausente. El afán colectivo es un legado en el que se cuestionan grandes conceptos, proclives a componer una épica falsa. Es el caso de la guerra civil y de aquellos interminables bombardeos que propiciaron muertes y exilios, hoy tan lejanos que apenas pueden despertar interés en las aulas de alumnos que consultan el móvil o tienen recorridos personales en los que no caben las páginas de la historia. El dolor y el frío de la posguerra se transforman en indiferencia. Todo se apaga y traza su negación sin ruido, su asiento en los rincones de la memoria como una estela mínima destinada a borrarse.
   El tramo final es una reflexión sobre la pérdida. Contiene también una mirada crítica a esas ideologías totalitarias que han erosionado la convivencia hasta convertir al otro en un enemigo. Bajo el dictado del fundamentalismo se ha creado una historia a la medida, una trinchera entre nosotros y ellos, que llena las calles de patriotas, himnos y banderas: “Muy pronto descreí de las banderas / y me alejé de aquellos / que imponían su idioma a los demás / en nombre de  espejismos imperiales / y de siniestras águilas fascistas. / Pero también  me fueron muy ajenas / las leyendas del pueblo y de la tierra, / la búsqueda de los orígenes, de la pureza intacta”.
 Aunque en los diferentes apartados los argumentos son autónomos y van jalonando tramos de asuntos, todos coinciden en buscar las ventanas de la memoria a partir de una sensibilidad que atiende a los pautados movimientos del pensar, la voz se torna elegía, compromiso con la coherencia cívica y homenaje con magisterios que han puesto los cimientos de la propia pared creadora. En ese aprendizaje nace la gratitud a Jaime Gil de Biedma,  Franz Kafka, Miguel Hernández o Antonio Machado…
   El escritor incorpora a su poblado itinerario creador la prosa poética en la sección “Carnets”. Nos deja composiciones que sustentan una notable veta reflexiva sobre la música como voz callada que pone fondo al silencio, o sobre el resentimiento, una muesca en el ánimo que tanto clarifica el complejo entramado de causas y efectos de los prestigios literarios. Vivir es andar a tientas, sumar imágenes que después se resguardan en el viejo cajón de la memoria como carnets que exigen fotos nuevas; deja sitio a abandonos y encuentros; toma el pulso a sueños vanos que nunca se cumplieron.
   El vértigo del tiempo y sus vibraciones sísmicas impulsan los poemas de “Rehabilitación”. Los pasos de la edad conllevan síntomas y terapias, guardan en los espejos un ser desconocido cuyos trazos muestran debilidad y torpeza; un ser otro que registra en sus pulsaciones el desajuste de la enfermedad. Es esa biología indeclinable que toma sitio en lo diario con descarada impunidad, que lentamente acaba erosionando las esquinas del cuerpo o convierte el dolor en alevosa rutina.
   Las etiquetas críticas establecen líneas de demarcación; exploran los momentos escriturales en el transcurrir. La voz poética de Antonio Jiménez Millán nació ligada a “La Otra sentimentalidad” y más tarde a la “poesía de la experiencia” para desembocar en un intimismo reflexivo y realista. Sus versos piensan y leen históricamente el patrimonio de un sujeto anclado en la intrahistoria. Son pautas de un ideario que clarificó con solvencia el profesor y ensayista Juan Carlos Rodríguez, a quien se dedica la composición final. El poema entrelaza afecto y filosofía vital, gratitud y voluntad de seguir, sin hacer mucho caso a las leyes del tiempo, buscando caminar, ligero de equipaje, un paso más allá.
                                                                                    
     JOSÉ LUIS  MORANTE