viernes, 31 de mayo de 2019

EL DESTINATARIO IDEAL

A punto de ver
José Luis Morante
Editorial Polibea
Madrid, 2019


EL DESTINATARIO IDEAL

Añorar los errores cometidos en el pasado
es prueba tangible de sensatez

J.L.M

   En los años sesenta-setenta del pasado siglo, cuando la dictadura consumía su última etapa, la educación en los internados religiosos y en las familias de clase media tendía al formalismo clásico. Era un monopolio de ritos con obligado cumplimiento. Por encima de otros afanes, se valoraba la disposición generosa hacia el otro. Había que levantarse del pupitre cuando el profesor entraba en el aula y dar los buenos días o las buenas tardes; si se recibía algo (no importaba qué) era preciso formular con una sonrisa nuestro agradecimiento; en los transportes se cedía el sitio siempre a mayores, embarazadas o adultos; y era de cajón que toda pregunta gestual debía tener una respuesta efectiva.
   Conservo todavía muchos rasgos de aquel manual urbano adolescente y procuro aplicarlos a mis comportamientos cotidianos. También a mis envíos de libros que siempre buscan un destinatario ideal. De los envíos a amigos espero el acuse de recibo o la pertinente llamada telefónica, para comentar circunstancias e impresiones de alguna página o coleccionar asentimientos y reparos.
  De los envíos a críticos espero el acuse de recibo y esa generosidad profesional que supone dedicar un poco de tiempo a una obra literaria en la que el autor ha puesto horas de intensa actividad intelectual. También que alguno escriba una reseña en un suplemento literario, en una revista, en un blog, en carta manuscrita o en simple e-mail. O acaso, que disienta de sus poemas desde la emoción; no desde la indiferencia.
  De los conocidos espero un "ya está aquí" y la deferencia de actuar del mismo modo que yo, poniendo en mi buzón sus novedades.
Cada vez que sale uno de mis libros elaboro con mimo una lista de destinatarios ideales. De cada uno de ellos, espero (no sé si lo he dicho ya) un acuse de recibo que supere excusas de una sospechosa equivalencia (estuve de viaje, tengo que corregir, soy prejurado, me divorcié, estuve en el hospital, llegó la abuela, caí en la depresión, pasé una temporada en el invierno, estrené paternidad responsable y tardía, me hice del Opus, sufro una crisis menopáusica…).
  También con los ejemplares de A punto de ver (Polibea, 2019) seguiré visitando la oficina de Correos para remitir los libros, aunque no lleguen nunca al destinatarios ideal y queden flotando en el azul interestelar, como basura espacial, prodigando sus rutas en órbitas perpetuas.



  

jueves, 30 de mayo de 2019

JOSÉ ALCARAZ. EL MAR EN LAS CENIZAS

El mar en las cenizas
José Alcaraz
Accésit Premio Adonais 2018
Ediciones Rialp S. A.
Madrid, 2019


HACIA LOS PÁJAROS


   Poeta, codirector con María del Pilar García de la editorial Balduque y profesor de Lengua Castellana y Literatura, José Alcaraz (Cartagena, 1983) es accésit del Premio Adonáis en la convocatoria de 2018 con su cuarta entrega El mar en las cenizas. El reconocimiento confirma la estela firme que proyecta el escritor murciano. Refrenda el alcance de su libros Edición anotada de la tristeza, que consiguió en 2013 el V Premio de Poesía Joven RNE y Vino para los náufragos, ganador en 2018 del XI Premio de Poesía Antonio Gala.
 El mar en las cenizas recurre al poema breve para dar voz a una escritura reflexiva que deja en su mirada un estar testimonial, ajustado al discurrir, hecho de ese misterio inadvertido que aposa lo diario. Las palabras tantean, se esfuerzan en dar voz a un silencio convertido en impulso vital. Preservan un resguardo misterioso del que afloran interrogaciones y palabras, como si el tiempo se justificase a sí mismo como simple tránsito. De ese itinerario nace una conciencia de finitud que empaña el epitelio de las cosas cercanas. El deambular tras el largo viaje integra en su esencia un puñado de sombras y ceniza.
  El poema también explora la naturaleza cambiante del yo, esa voz que habita dentro y se hace rincón y música, humedad y herida. El estar argumenta pasos en los que nunca se define una quietud conforme sino una búsqueda, un hollar inquieto entre los caminos cercanos de lo temporal: “Pasan los días / y ni una sola palabra escribo, / pero versos y versos / en blanco se suceden, / vacías y hermosas páginas / sin nada que importe / ni que temer”. Y en lo transitorio germina con fuerza un epitelio sentimental que hace del otro el puerto franco de plenitud, un puente  cuya cimentación no requiere ninguna materia extraordinaria sino un sustrato básico, previsible, cercano: “No es especial; / demasiado burdo para ella. / Si, tiene la piel clara, / a nadie cuestiona. / Muchas noches / damos solo una vuelta / mezclando risas y palabras: Nuestro único hogar / es el tiempo que pasamos juntos, le digo / y me abraza muy fuerte”. Desde esa mirada la soledad adquiere un sentido nuevo, ya no está lastrada por la finitud, es cielo que se expande hacia los pájaros, la transparencia del agua borrando la grisura de la ceniza.
  Uno de los veneros esenciales de El mar en las cenizas es el sustrato metaliterario, esa indagación exploratoria de la escritura en las estructuras profundas del pensamiento. La pulsión de las palabras no requiere más justificación que enlazar existencia y poesía: “Escribir / como si cada golpe de tecla / -cada contacto de la tinta en el papel- / fuera llevar el dedo a la llaga de la vida / para creer en ella una vez más”. Y en esa creencia caben distintas actitudes que se van entrelazando con la sencilla claridad del agua: la palabra es celebración y canto, pero también fe de vida y constancia del error que no busca la purificación sino el pulso sencillo de lo cotidiano, la presión justa del silencio y el reposo del tiempo.
   La palabra se despoja de aderezos retóricos para aflorar esencial y prístina, como esas charcas de montaña que tras el deshielo muestran su profundidad. Todo adquiere una dimensión reducida, se hacen habitantes tenaces de Liliput, como si cada mínima dimensión no fuese más que la formulación de una paradoja. El poema es una manera de calcular la grandeza, una semilla que busca tiempo para ser raíz y árbol, fronda y sombra.

    


 

miércoles, 29 de mayo de 2019

AL PASO

Líneas defensivas
(Las Cogotas, Ávila)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana
AFORISMOS AL PASO



Si escribir significa una escapatoria, ¿de quién huyo?

El genio encierra en su identidad mármol, cincel y estatua.

Dejar cada día en la existencia una sola línea de prosa. El resto, poesía.

Ramas quebradizas, astilladas antes de que fueran árbol.

Cuido la fisiología maltrecha de la vejez, su continua agitación mental, las palabras entumecidas de un tiempo sin alegaciones

El gesto teatral de tantos ideales necesita una máscara.

Es tonto. (Siempre que puedo evito los superlativos).

(Aforismos al paso)




martes, 28 de mayo de 2019

UN PASEO EN MADRID CON HILARIO BARRERO

Por la Cava Baja (El Madrid de los Austrias)
Fotografía de
Francisco Caro
(Madrid, mayo, 2018)


INVITACIÓN A LA MEMORIA


  El quehacer de Hilario Barrero (Toledo, 1946) es cuajado y coherente. Despliega su largura en géneros simultáneos hasta completar un gran mosaico donde los espacios reflexivos son similares porque el álbum mental y la sensibilidad del yo están siempre entre líneas. Se exponen, contenidos en el fondo de la mirada, los ángulos de su relación con el mundo.
  En el trayecto indagatorio de la escritura, su tesela mayor es la poesía. Es una constante de su personalidad y una pieza singular que inicia camino en plena década novísima con el cuaderno Siete sonetos editado en 1976, apenas un par de años antes de comenzar su estancia en USA, para dedicarse a la enseñanza, primero en la universidad de Princeton y después, como profesor titular, en  la de Nueva York. Esa lejanía geográfica es soliloquio y experiencia en los diarios, así que el laberinto urbano de Brooklyn nunca queda lejos. Basta con tender la mano a la autobiografía para que la añoranza se transforme en descubrimiento; para sentir al poeta recrear el discurrir o regresar al azul claro de la infancia, como si los días fuesen pasos de retorno y necesidad de buscar el origen.
  En la aurora de Siete sonetos opta por la habilidad métrica de las formas cerradas para compartir la constante vigilia del enamorado y su propia lumbre sentimental. Después asume un estar invisible que no se quiebra hasta 1999, en el umbral del siglo, cuando el poemario In tempore belli consigue el Premio Gastón Baquero. El título remite de inmediato a la bellísima música del maestro Josep Haydn y en sus poemas no faltan algunos elementos básicos de Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca, no en su filiación surrealista ni en el utillaje formal, porque Hilario Barrero busca la claridad expresiva, sino en el concepto del miedo y la superación de conflictos personales. El ideario poético se ha renovado y el protagonista verbal intensifica su pupila observadora en la que confluyen niveles temáticos dispares.
   El profesor Barrero se presta a recorrer un nuevo tramo a paso lento del que son reflejos Luz Ilesa (2008), Agua y humo (2010) y el poemario Libro de familia, que recoge composiciones escritas entre 2001 y 2011 y que me parece, sin discusión, el libro más representativo del autor. El volumen aporta una introducción de José Muñoz Millanes. El análisis concede al discurso lírico un enfoque existencial que yo comparto: la escritura no es sino el reiterado intento de responder a las cuestiones centrales del existir y los efectos quebradizos del tiempo; también sondea enlaces con el verbo poético de Robert Lowell, otro acierto sin duda porque la práctica de traductor, bien representada en las versiones de Lengua de madera y en La esperanza es una cosa con alas, reciente traslado al castellano de los poemas de Emily Dickinson, hace que su inmersión en el espacio lingüístico norteamericano sea un quehacer natural. En diciembre de 2o17 y en edición no venal el poeta publica en "Cuadernos de Humo" su última estación poética, Blending, término que podría traducirse como fusión o ensamblaje. Los breves poemas muestran afinidades con el fragmento aforístico y en ellos se cobijan el simbolismo del viaje y la persistencia de lo transitorio.   
  No he hablado hasta ahora del talento plástico de Hilario Barrero. Es una cualidad que suma imaginación y belleza; dota a sus creaciones de un onirismo que trasciende lo real abriendo una dimensión más amplia. Lo vemos en las cubiertas de la colección Cuadernos de Humo, primorosamente editada, y en Tinta china, una compilación de haikus, con ilustraciones realizadas por el propio poeta. En ella reflexiona sobre la claridad expositiva: “Que el verso sea / como una doble llave/ abriendo heridas”; son palabras que refuerzan el techo comunicativo y no borran en su diálogo la sensación de intimismo y apertura de sentido. Eje argumental es el transcurso que requiere el testimonio sensorial de la palabra. Cada haiku sirve de acogida a un fragmento de lo transitorio, una realidad matérica que desperdiga indicios en el tránsito diario, pero también se abordan ideas conceptuales, definidas en sensaciones y sentimientos que establecen puentes relacionales entre el acontecer y las cosas. Hilario Barrero deja en Tinta china casi un centón de haikus. La estrofa exige siempre lucidez, precisión verbal y ese deslumbramiento que convierte al verso en  un relámpago, en una caligrafía de luz que se refleja sobre el suelo mojado del poema: “Sobre el papel / llueve sobre mojado / el último haiku “.
  Ya he comentado que la entidad de Hilario Barrero es trasversal, se desdobla en facetas que no crean entre sí ninguna controversia; pero yo seguiré poniendo el acento esdrújulo en su poesía. En su antología poética Educación nocturna se reúne una muestra de  poemas de las entregas citadas, pero camina con otros pasos, como si hubiesen decidido componer una amanecida unitaria que suena a nuevo libro; así lo resalta José Luis García Martín en el prólogo. Los apartados exploran reincidencias definidas: la autobiografía personal, el descubrimiento del deseo, el modo subjuntivo como acción posible  del discurrir y el espacio habitable de lo urbano donde siempre es posible vadear las aceras de la extrañeza ante los estímulos externos que la configuran.
  Su voz lírica asimila conocimiento intelectual, tejido emotivo y la necesidad de vivir en la temporalidad que tienen las palabras necesarias, las voces del poema.  La escritura es una forma de recuperar la casilla de salida. Se vuelve al principio para mirar el fondo del vaso y construir con los versos una autobiografía moral. La poesía camina hacia fuera y nos deja en Educación nocturna un relato poetizado de saltos temporales, como si solo buscase en lo vivido los momentos clave. Por ello, los poemas no pueden exiliar evidencias  traumáticas de nuestro tiempo como los atentados el 11 de septiembre de 2001, hito macabro del terrorismo que marca a fuego una relación tormentosa con el horror. Testigo de aquel apocalipsis, sus efectos interiores están en poemas como “Septiembre, 2002”, “Ciclón”, o  “Turistas buscan el World Trade Center”; también el sida como epidemia bíblica dibuja su gris retablo en otros versos. Al cabo, la educación nocturna, ese largo aprendizaje de la decepción es el ensayo de una despedida, la aceptación de que el sujeto va fijando contornos y vivencias que antes o después quedarán inadvertidas y en silencio, fuera de plano, donde el mar termina.
  El cauce autobiográfico de los diarios arranca en 2003 con la entrega Las estaciones del día. Es el amanecer de una literatura del yo que va sembrando estaciones con notable regularidad: De amores y temores (2005), Días de Brooklyn ((2007), Dirección Brooklyn (2009), Brooklyn en blanco y negro (2011), Nueva York a diario (2013),  Diarios 2012-2013 (2015) y la presente coda, Prospect Park, que circunscribe las anotaciones biográficas de 2014 y 2015. Al repasar la cartografía diarística se percibe de inmediato la reiteración verbal del topónimo Brooklyn. El barrio neoyorkino adquiere entidad propia, se hace síntesis geográfica de lo cotidiano; es nudo vivencial capaz de aglutinar los relieves de la identidad. Como apunta la cita inicial de Prospect Park, extraída del libro La librería ambulante de Christopher Morley, “Brooklyn es la región de los hogares y la felicidad”.
   En esa sabiduría de lo modesto se asienta Prospect Park, un refugio urbano que regala al paseante un sosiego callado que anticipa la escritura. Quienes han seguido los sucesivos andenes del diario hallarán en las páginas de Prospect Park el aire familiar de los estratos, aunque se acrecienta la mirada crepuscular que acaricia las cosas con luz de otoño. Las ausencias de amigos dejan marcas profundas y resulta perturbador el cauce de lo mudable; el propio cuerpo es espejo asomado a una sensibilidad en conflicto, donde la muerte expande su rumor como un pájaro negro y cercano. Casi inadvertida, la vida se va nublando y deja una sensibilidad crepuscular. En ella, “la vejez, como lluvia tenaz y avariciosa, va borrando, con su lengua de trapo nuestras miradas. La casa, antes jubilosa, es ahora una celda donde el silencio es el abad. Se van muriendo los seres que amaste y los que quedan se van haciendo viejos”.
  En los fragmentos autobiográficos de Prospect Park la escritura respira hondo para dar solidez y permanencia al caminar de la memoria, siempre atenta a esos núcleos básicos que son el amor, la existencia cotidiana y la muerte. Es el tiempo de repasar las luces y sombras como materia obligatoria para poner en marcha un nuevo día. La senectud asienta en el pecho la certeza de que se va acercando el final de trayecto. Por eso es prioritario hacer de cada instante un sendero de luz cuando anochece y “No pedir nada más: solo el temblor tibio de tu mano en  la mía y que venga la noche y luego que amanezca. Solo eso”                                                      

                                         
                   (Presentación del diario Prospect Park de Hilario Barrero, 
Casa de Fieras del Retiro, Madrid, 28 de mayo de 2019)



domingo, 26 de mayo de 2019

EZEQUÍAS BLANCO. SOLO HAY UNA CLASE DE MONOS QUE ESTORNUDAN

Solo hay una clase de monos que estornudan
Ezequías Blanco
Huerga & Fierro Editores / Narrativa
Madrid, 2019


OLOR A RISA


  En la biografía literaria de Ezequías Blanco  (Paladinos del valle, Zamora, 1952) se prolongas dos bifurcaciones de hondo calado: la dirección de la revista Cuadernos del Matemático, que el zamorano asentado en Getafe dirigió durante treinta años desde el Instituto Matemático Puig Adam, y un taller creativo que explora poesía, narrativa, edición y relato. En este último género se integran sus libros Memorias del abuelo de un punk, Tienes una cabeza apuntando a tu pistola y la compilación de cuentos Solo hay una clase de monos que estornudan.
  El título, que es también el del primer relato del libro, alude a una creencia doméstica que pretende resumir lo extraordinario; es aserto faunístico que inventara la abuela y que emplea el nieto para cobijar el asombro en el cuarto de baño de la normalidad, ese lugar que en las páginas  de Ezequías Blanco siempre huele a risa, a solapada crítica de lo previsible y a extrañeza.
  Para los que no conozcan el deambular del escritor hallarán en el prólogo, firmado por Juan Carlos Galán Corona, una meritoria fotografía en prosa del viaje a las estanterías de Ezequías Blanco. El relevante papel de su poesía, la inmersión en los cuentos y el desarrollo narrativo de sus ficciones comparten la indagación medular en el lenguaje y un descrédito de cualquier idealización del hablante verbal que siempre viste la talla media del hombre de la calle.
   Por otro lado, conviene recordar que en la escritura del catedrático de Lengua y Literatura, ya jubilado, son coordenadas el propósito comunicativo y un nítido realismo que nunca desdeña afinidades con la oralidad. Para el escritor, la expresión acoge con gusto ingredientes populares. Conviven sin asimetrías con un mitigado culturalismo que alude a una fuerte tradición lectora.
  Las migraciones del interés argumental descubren que en cualquier cartografía cotidiana perdura una oquedad para el asombro; por tanto, ninguna extrañeza si en la realización de un inventario de material docente en un departamento del instituto es interlocutor un cristo encerrado en un armario, que muestra solvencia por las tareas administrativas. Quien anda en la brega geográfica sabe que Puerto Hurraco no está tan lejos de Titulcia y que del amor al odio hay la misma distancia que desde una ribera a la otra con río de por medio y matanza para navidad. La fiebre digital ha dejado casi en el olvido los modos de vida de la posguerra y aquel ruralismo en blanco y negro de amoríos y novias, animales domésticos y oficios imposibles; de su entorno manan algunos de los mejores cuentos. Prefieren una mentalidad sin prisas ni móviles, hecha del tiempo lento de los atardeceres castellanos.
  También la ciudad presta su marco escénico, no para exhibir ruinas arqueológicas, cascos monumentales y aceras de señorío, sino para deambular tras los muros sucios de la periferia y los contraluces del extrarradio, esos sitios propicios al club de alterne y a la vida humilde del trapicheo que se dan la mano en cuentos como  “El club británico”,
   El escritor se mueve con especial soltura en los relatos con identidades insólitas, esas presencias que ponen perejil al cotilleo comunitario y que tienen comportamientos dictados por impulsos elementales, que suelen trasparentar un rostro interior sin recodos. Suelen ser secundarios humildes a los que la fortuna deja entre las manos un vaso vacío, pero que luchan en la intemperie por ser coherentes con su forma de estar en lo diario. De esos personajes variopintos se nutren cuentos como “Dioni cogió su fusil o la próxima vez te levantas tú, figura”, o “Ya se lo olían las cotorras”.
   Los relatos de Solo hay una clase de monos que estornudan entrelazan memoria y sueño. Abren sus argumentos a una realidad construida desde la memoria, como si el pasado fuera siempre venero de claridad y experiencia. De allí surge un mundo casi ingenuo, con un tempo vital que todavía resiste la tentación de lo tecnológico para chatear en un bar a media tarde y oír las historias de los parroquianos contadas en voz alta, con un vaso de vino entre las manos y el chisporroteo de una lumbre cerca. Por si hay que pedir peras al olmo.










sábado, 25 de mayo de 2019

viernes, 24 de mayo de 2019

SOBRE EL LIBRO "A PUNTO DE VER"

A punto de ver
José Luis Morante
Prólogo
de
Susana Benet
Editorial Polibea / El Levitador
Madrid, 2019


DESDE EL HAIKU


   La parquedad expresiva del haiku encontró sitio en mis cuadernos Pateras (Santander, 2006), editado por Ultramar, con ilustración de cubierta de Emilio González Sainz, y en Nubes (Málaga, 2013), integrado en la colección Corona del Sur del editor Francisco Peralto. Ambos quedan como anticipos del libro A punto de ver (Polibea, 2019) donde vuelvo a utilizar de forma monocorde el esquema versal en cien textos escritos entre 2015 y los primeros meses de 2019; son fruto, por tanto de casi un lustro de escritura.
   En el misterio del haiku anida la idea de la existencia como viaje y camino iniciático. Una manera de palpar la esencia de ese deambular es preservar imágenes de los trayectos. En ellas cristaliza una visión fugaz que, sin embargo, permanece en el tiempo como indicio depurado de la contingencia. Ese es el carácter que tienen las fotografías de Javier Cabañero Valencia y por eso me acompañan en A punto de ver. La foto de cubierta está hecha en el laberinto de Toris rojos en el templo de Fushimi Inari, en Kyoto. Es del verano del 2014. Su color y armonía sugieren la eternidad momentánea de la contemplación; pero también la posibilidad de adentrarse en la distancia.  también las imágenes de las guardas tienen su historia particular. La foto en la que una mujer e de espaldas, está hecha en junio de 2016 en una playa australiana. Concretamente en Cape Tribulation, en el Estado de Queensland al noreste del continente. Cape Tribulation debe su nombre al navegante británico James Cook, el 10 de junio de 1770, después de que su barco se dirigiera a los arrecifes. Cook se alejó de la costa hacia aguas más profundas, pero el barco encalló. La nave se atascó rápido y gravemente dañada, y se necesitaron medidas desesperadas para evitar que se hundiera y que volviera a flote al día siguiente. Cook grabó "... el punto norte fue nombrado Cape Tribulation porque aquí comenzaron todos nuestros problemas". La fotografía de la guarda de cierre está hecha en el muelle de Sopot, cerca de la ciudad polaca de Gdansk, a orillas del mar Báltico. Fue hecha en agosto del 2017.
   El trabajo personal está precedido por un liminar de la poeta y antóloga Susana Benet, uno de las voces más representivas del haiku español contemporáneo, como refleja su libro La enredadera, edición de sus haikus publicada por la editorial sevillana Renacimiento en 2015. Estas páginas introductorias muestran un enfoque diferenciado. Susana Benet describe con emotiva objetividad los matices del haiku clásico: en la creación literaria japonesa la agudeza expresiva de los tres versos tiene en su esencia un carácter estacional, depurado, próximo a la intuición en su contacto con lo real. No le interesan las circunstancias concretas del ser biográfico. Su percepción opta por la imaginación incontaminada donde los ciclos estacionales son estampas que permanecen en la conciencia.
  El núcleo mínimo del haiku adquiere en los poemas de A punto de ver un encuadre más subjetivo y conceptual. Adquiere así una textura profundamente humana, que muestra un momento de iluminación del pensamiento. Aún entendiendo que la experiencia germinal del haiku está en lo concreto, las palabras del haiku crean y recrean la voz de la conciencia que descarga en el esquema versal su ánimo, los contraluces de su realidad interior.  Busco coordenadas de simetría; se trata de ser subjetivo sin dejar de ser objetivo.
   Prestigiada por la tradición, la ventana formal compone un marco de diecisiete sílabas con la distancia justa del 5,7,5 que he respetado al máximo; pero he añadido al trébol verbal un título, como si así la secuencia adquiriese un cerrado desarrollo argumental. Busco en los títulos más el indicio que el enunciado explícito.
   El sentido constructivo del haiku responde a un pensamiento poético, a través del cual el texto adquiere un refuerzo progresivo de su significado. Es afán se percibe en las anotaciones aforísticas integradas como coda del volumen. La convivencia textual mantiene una fuerza cohesiva entre el haiku y el aforismo como esquejes complementarios del decir breve.
   Concluyo con la esperanza de que la parquedad expresiva no cierre el taller literario y muestre su frescura mental ante el lector. Como intuyera la pupila estética de Juan Ramón Jiménez: “No le toques ya más / que así es el haiku”.



jueves, 23 de mayo de 2019

LA CIUDAD EN VÍSPERAS


Librería Nakama
(Calle Pelayo, 22, Madrid)


LA CIUDAD EN VÍSPERAS

  En medio de la campaña electoral prosigue el estridentismo ideológico en la periferia nacionalista. En una localidad vasca, algunos ciudadanos con disfraz, tras un mitin de otro partido, “gasean las aceras”. Qué manifiesta afinidad con los nazis. Otros en Cataluña revientan un concierto musical arrojando huevos. Aquí la afinidad es clarividente y apunta al gallinero. Ambos son gestos lóbregos que refrendan la necesidad del voto con serena tenacidad, para que nuestra democracia no sea escisión y desarraigo, frágil torre de cristal.
  Tampoco la constitución del Congreso y la jura de los diputados invitan a la esperanza: el espacio de diálogo y consenso está repleto de placas de hielo ideológicas que exigen al futuro una conducción temeraria.

   Recojo en Madrid los ejemplares de autor de A punto de ver (Polibea, 2019). La cubierta es una hermosa fotografía de Javier Cabañero, que tantas imágenes ha cedido para mi blog “Puentes de papel”. Juntos, mejor.

   Cuando saludo, hay abrazos árticos, donde el cuerpo aloja las formas de un iceberg.

  Desde la Edad Antigua existe el mecenazgo privado, perfectamente compatible con el cuerpo legislativo de Hacienda. Completamente a favor de las donaciones a Sanidad de Amancio Ortega, diga lo que diga la incontinencia verbal populista.

  Demasiados libros en el buzón. Exigen un esfuerzo crítico tan severo que apenas puedo leer ensayos esenciales. Debo trabajar más allá del día a día de la perspectiva crítica. No sé si la clarividencia de D. Miguel de Cervantes pensaba en mí cuando escribió en El Quijote: "Ël se enfrascó tanto en su lectura que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio; y así del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio..."

(Apuntes para un diario)


miércoles, 22 de mayo de 2019

JUAN PABLO ZAPATER. MIS FANTASMAS

Mis fantasmas
Juan Pablo Zapater
XLV Premio Ciudad de Burgos
Editorial Visor, Poesía
Madrid, 2019


ENCUENTROS Y AUSENCIAS


   Juan Pablo Zapater (Valencia, 1958), director de la revista literaria 21veintiún-versos y de sus colecciones Cuadernos y Plaquettes protagoniza un acercamiento muy personal a la literatura, con el ritmo pautado del goteo. Su obra auroral La coleccionista (Visor, 1990) consigue el Premio Fundación Loewe a la Creación Joven y excelentes palabras críticas de Octavio Paz, destacada voz del jurado. Era un tiempo de plena vigencia de la poesía de la experiencia en la que abren estelas muy significativas amigos del poeta como Carlos Marzal y Vicente Gallego, pero el caminar en solitario de Zapater opta por un largo intermedio de silencio que no se rompe hasta 2012, cuando publica  La velocidad del sueño en la editorial sevillana Renacimiento. Esta segunda entrega obtuvo al año siguiente el Premio de la Crítica Valenciana. Siete años después sale, tras conseguir el Premio Ciudad de Burgos, Mis fantasmas, un poemario de plena madurez, hecho de encuentros y ausencias.
   Antes de abordar el despliegue argumental del libro quiero resaltar la llamativa cubierta de la artista conceptual Carmen Calvo, que muestra una sugerente consonancia con el título en su entrelazado visual de realidad y onirismo. Como si fuese un reflejo especular, el yo pierde sus rasgos tras la máscara para cobijar en su interior un poblado núcleo de niebla e incertidumbre. Desde su compañía, la voz del hablante poético reflexiona: “Mis fantasmas no dan pavor alguno, nací y amé por ellos, y son parte del vuelo y las cadenas de mi vida”.
   El escritor compila los textos en tres epígrafes casi complementarios al definir la marea existencial como un vaivén que prolonga patrimonios afectivos y pérdidas. En “Apariciones” el recuerdo fundamenta la sensación de estar inmerso en una temporalidad que solo perdura un instante: “Inesperadamente / la juventud tomó cualquier camino / y se extravió de mí”. Así la identidad se va moldeando como si fuera barro hasta construir un espacio interior, un vacío en el que se van adormeciendo las vivencias y los afectos. En este tramo se cobija uno de los textos esenciales del libro “Relato fantasma” que, tras la cita de Gabriel García Márquez completa un homenaje al entorno familiar repleto de belleza y textura emotiva:” y me trae las ventanas luminosas / orientadas al este, / a mi padre sentado en su butaca / con traje azul marino / releyendo un periódico a la espera / de que obre mi madre ante el espejo / el sencillo milagro / de volverse más bella todavía”
   La sensibilidad del poeta abre una etapa de contemplación crepuscular, como si el discurrir fuera acercándose a un cauce de sombras que pone en la mirada una plástica de grises que anticipa el vacío. La luz del día, casi inadvetida, se va diluyendo. Y es necesario abordar el tiempo renacido como un don que nos da mediodías habitables: “Lo vital es el día, nuestro día, / ese vaso de luz que nos bebemos / y se vuelve  colmar cada mañana”.
  Bajo el aserto “presencias”, los poemas centrales describen la mirada testimonial de la contemplación. En torno al yo deambulan las calladas presencias que dialogan con el pensamiento y los sentidos: el amor,  con sus aleatorias circunvoluciones en el ánimo; la poesía como fondo de interrogantes, que tan plena expresión consigue en el poema “Otra cita con ella”; la belleza, siempre pulsión para abordar los mínimos elementos del entorno con las manos abiertas de la plenitud; o la presencia insustituible de los afectos que un día dejan las tazas vacías de la rutina para emprender en libertad el viaje existencial del yo consigo mismo.
   Juan Pablo Zapater hace un guiño a las tres heridas hernandianas –la vida, el amor y la muerte- para dejar como estación de llegada los poemas de “Visiones”, cuyo centro semántico es la disolución: “cada día que vuela / es un pájaro menos”. Así va llegando el final de ruta que siembra en el ánimo un poso de tristeza y una cartografía de soledad callada: “Os hablo de la muerte, de ese baile / sin música y sin pasos ensayados, / un vals al que los guantes del vacío / te invitan cualquier día y ya no puedes / excusarte en los giros que te quedan / por dar entre los brazos de la vida”.
   Mis fantasmas plantea una indagación en el camino de ser con la magia de las palabras. Desde esa libertad de la escritura los poemas adquieren una textura meditativa, que enfoca la condición humana como un abrazo de vivencias y recuerdos que nos lleva a ese momento íntimo en que el hombre se mira en el espejo y descubre su retrato cumplido, la aceptación de quien se descubre inmerso en ese sueño que es vivir.

             

martes, 21 de mayo de 2019

EL MISMO SUEÑO

Minimalismos
Imagen de
Marcel Breuer
(WordPress.com)



ASCETISMO

Necesitaba poco.
 Y lo poco que necesitaba
tampoco era necesario

  Su senectud fosilizó una menguante sucesión de hábitos. Limó necesidades hasta respirar un ascetismo extremo, en el filo cortante de la renuncia. Tampoco la noche  alteraba costumbres. Cuando dormía, vencido por el cansancio, su imaginación buscaba un hueco propicio y en él alojaba siempre el mismo sueño.

(De Cuentos diminutos)





lunes, 20 de mayo de 2019

HAROLD BLOOM. POEMAS Y POETAS


Poemas y poetas
El canon de la poesía
Harold Bloom
Traducción de
Antonio Rivero Taravillo
Editorial Páginas de Espuma
Madrid, 2015


MISCELÁNEA CRÍTICA


   Catedrático de Humanidades durante varias décadas en la Universidad de Yale y autor de más de treinta libros de pensamiento crítico, Harold Bloom (Nueva York, 1930)  es una autoridad  esencial en el  replanteamiento de valores estéticos del legado occidental. Su quehacer intelectual aporta hitos como El canon occidental, Cómo leer y por qué, Anatomía de la influencia y monografías decisivas sobre W. Shakespeare, Yeats o Blake.
   En Poemas y poetas argumenta genealogías desde el enfoque implicado del lector. Los incesantes viajes a la biblioteca han modelado un conocimiento implícito y apasionado. Lejos del tópico historicista que condiciona la praxis literaria a la historia social, su estudio analiza la plural tradición angloamericana y los nombres clásicos que han dejado una destacada herencia en las raíces poéticas del ser contemporáneo. Al cabo, la poesía personifica un crecimiento natural que se fortalece a expensas de poetas y  poemas.
   La exhaustiva lista se abre con Petrarca, una excepción procedente del mapa creador italiano, que se justifica por las advertidas conexiones con W. Shakespeare, devoción obsesiva y máximo valor literario de Harold Bloom. Casi todos los elegidos comparten el inglés como lengua creadora, estableciendo así un patriarcado lingüístico, una dislexia voluntaria que borra las contribuciones de otros ámbitos comunicativos occidentales como el francés, el alemán y el castellano. Las excepciones son contadas. En el litoral francés están Baudelaire, Arthur Rimbaud y Paul Valéry, y solo Octavio Paz y Pablo Neruda  son austeras presencias de la lírica hispanoamericana; otros ámbitos, como el portugués o el alemán se ocultan en un sensible vacío.     
   La lista de autores  constituye un eje de coordenadas que mantiene su perseverante influencia hasta el ahora. Conforma un continuo de modelos con significado inalterable que casi nunca pierde el equilibrio en las derivaciones del gusto estético. La secuencia organizativa pretende aislar las cualidades singulares y su naturaleza representativa. La aportación crucial en muchos casos quedó inadvertida en su tiempo para reivindicarse después y pasar al primer plano de las influencias por su poder de asimilación y por su fuerza representativa.
   Harold Bloom explora el talento expresivo de estos predecesores obligados adentrándose en el análisis de sus poemas fundamentales. En ellos registra los elementos claves, clarifica el hilo argumental, comenta el proceso de creación y medita sobre afinidades y confrontaciones. El resultado de este deambular reflexivo es un recorrido que favorece abiertas relaciones entre lecturas y las convicciones confluyentes en la  personalidad imaginativa.
  Frente al temor lejano y reverencial con el que muchos lectores se acercan a la tradición, convencidos de que se necesita un patrimonio de claves interpretativas para recorrer el laberinto de la escritura, los postulados de Harold Bloom, traducidos por Antonio Rivero Taravillo con precisión, mirada poética y naturalidad expresiva, hacen de la lectura una costumbre, una tierra común por la que camina su intelecto con verbo celebratorio. En el profesor americano las figuras principales de las bibliotecas son una pasión natural que casi siempre habla con el tono feliz de la elegía y con acento inglés.


domingo, 19 de mayo de 2019

AFORISMOS DE TANTEO

Simetrías de óxido



AVANCES POR TANTEO


El independentismo impone el desarraigo; convierte la casa en tierra extraña.

Lleva un bulto inerte en la cabeza. Lo llama inteligencia.

Suele arropar sus mensajes con la vaga bruma de la sinceridad.

Al caminar, ser dueños también en el extravío.

Solo es poeta cuando calla.

La demagogia denomina vía verde a un camino de óxido.

Cuando me ducho, en el espejo humedecido soy vapor.

(Aforismos Inéditos)









sábado, 18 de mayo de 2019

EN TIERRA HÚMEDA

Siembra


TIERRA HÚMEDA

Yo sigo escribiendo sobre lo ordinario
porque para mí es la casa de lo extraordinario,
la única casa.

PHILIP  LEVINE


Húmedo brilla
el surco removido.
Una lombriz.

                                ( De A punto de ver)



viernes, 17 de mayo de 2019

EL YO Y EL OTRO

Agua para dos
Imagen del archivo
 de
Pixabay


HETERÓNOMOS


Dentro de mí conviven, abocados
a una inmensa rutina sedentaria,
el yo que pienso y otro, el que parezco.
Un pacto, que firmaran con los ojos,
les conmina
a respirarse en cierta tolerancia,
y ambos han sido absueltos
de mencionar, siquiera,
cuál fue la última causa
que les diera la vida.

Cada uno tiene ya su enclave exacto:
el yo que pienso
habita, día y noche,
la intimidad de estas cuatro paredes.
Es semejante a un niño que olvidara crecer,
y por lo mismo
nada en el mar de una sabia ignorancia.
(“Acaso sea el invierno…
es razón suficiente para explicar el cosmos “)
Y balbucea. Ríe.
Se pierde en los espejos. Gesticula.
Colecciona recuerdos como si fueran conchas
que ha enterrado el olvido.

A veces llora y viste el jersey gris
de la melancolía;
entonces toma un folio,
donde  inicia el galope un sentimiento
y se hace reo de pertinaz tristeza,
hasta que traspapela la mirada
y descubre, cansado,
que afuera cae la lluvia
y mojan su perfil
unas livianas gotas de mi nube.

El que parezco
está en la calle de continuo.
Todos le conocéis
pues con todos comparte ese pan y esta sal
que, bajo el brazo, trae la vida;
las cotidianas dosis
de angustia existencial, trabajo y ruido.
Con él tropiezo,
una tarde cualquiera,
al doblar una esquina,
y tras justificarme torpemente
(“hallé la puerta abierta
y me aburría…”)
me despido gozoso y luego marcho
-el paso lento, sepultadas las manos
en los amplios bolsillos del vaquero-
a ver, sin más, el mundo por mis ojos.

                     (De Rotonda con estatuas, 1990) 



                                         


jueves, 16 de mayo de 2019

ANA Mª GARRIDO PADILLA. ACASO EL ESPEJISMO

Acaso el espejismo
Ana Mª Garrido Padilla
Coleccón Poesía, Diputación de Cáceres
Premio Flor de Jara" de Poesía 2017
Cáceres, 2018


EVOCACIONES

   La presencia literaria de Ana Mª Garrido Padilla (Madrid, 1966), Licenciada en Ciencias de la Información y activa presidente de la Asociación Cultural Verbo Azul, integra la participación en antologías y cuadernos colectivos y una senda personal que aglutina las salidas Traigo en vilo los ojos y las ganas, Noticias del Asombro y Acaso el espejismo. Son entregas que dan visibilidad a un perfil reconocido con premios como el “Poeta Mario López”, “Luis Feria” y el ya citado “Flor de Jara”, entre otros.
   Las citas de salida recurren a dos poetas básicos del quehacer lírico contemporáneo, Francisco Brines, acaso el poeta elegíaco más persistente de la generación del medio siglo, y Raquel Lanseros, autora de Matria y Premio de la Crítica 2019. Ambos aportan fragmentos líricos que contienen un fuerte componente simbólico, una de las constantes de un poemario que hace del enfoque metaliterario su columna central. De ahí que el título Acaso el espejismo pueda entenderse como definión de ese destello imaginativo que proporciona el lenguaje y la manera de construir con palabras una realidad auroral, vinculada más con los sentidos interiores que con la cercanía visual del entorno.
   Como argumenta el poema de arranque “La escritura es el riesgo”. Vincula su quehacer a un origen especulativo que se va moldeado en ese recorrido de la vida al paso. En ese transitar aleatorio la voz poética se mueve entre contraluces para protagonizar un proceso de búsqueda, para incidir en la naturaleza de la luz y sus máscaras. Es uno de los enfoques que define al poema: “Como los que se buscan todavía / bajo la transparencia de unas pocas palabras, / llegamos a la luz, atravesamos / sin miedo / nuestro propio paisaje, / el nombre de las cosas que a pesar de los ojos / se han vuelto imprescindibles”.
  El camino prosigue en soledad con la plena conciencia de vivir un tiempo de incertidumbre y frío, un estar transitorio que apaga en su quehacer rastros de lumbre. En él las cosas recuerdan su fugacidad, ese carácter prescindible que abre puerta a la pérdida; los signos de la renuncia y de la incertidumbre.: “Primero fue la luz, el ruido de los frutos, / la canastilla blanca de las celebraciones. / Después la servidumbre de las voces vacías, / la hoguera sin cubrir, el espejismo”. Las palabras no postulan certezas, se mueven a diario en un borde de niebla que acrecienta la oscuridad de los significados, como si solo construyeran una reducida cartografía intimista, iluminada por humildes indicios de luz que dan fe de un discurrir lento en el que son extraña compañía los matices del frío, la nieve sedentaria que acaricia las horas y la angosta memoria del pasado.
   En Acaso el espejismo Ana Mª Garrido Padilla aborda la incapacidad del lenguaje para habitar certezas. Nos deja una voz reflexiva y evocadora, cuajada de melancolía, que escucha en el silencio de las cosas su condición perecedera. El poema se hace símbolo, recuerda un árbol germinal cuya raíz avanza contra el suelo para sostener una memoria herida por los días, en la que se cobija el peso de la luz.   





miércoles, 15 de mayo de 2019

APARICIONES

Cambiar de chaqueta
Fotografía de
Sock Depositphotos

APARICIONES

Yo soy el lugar de sus apariciones

JUAN JOSÉ ARREOLA

   Como si necesitase propagar las nociones del miedo, el contraluz oscuro de su imagen regresa de improviso. Se cambia de chaqueta. Recuerda un destello diluido que va perdiendo intensidad. Hay en su gesto un estar apocado. Conjetura que no me proporciona ningún pánico porque estoy en ese tiempo en el que los fantasmas no son pesadillas sino compañía.

(De Cuentos diminutos)








martes, 14 de mayo de 2019

BODEGÓN DE AFORISMOS

Bodegón habitado

OBJETOS PERSONALES



Cualquier soledad está repleta de encuentros.


En la superficie verbal de una pancarta caben todos los eufemismos. En una campaña electoral también.


Sonidos estrictos de una voz; suena a cuartel;  es un toque de queda.


Detrás de una reivindicación esa irracionalidad colectiva que cierra la marcha con saqueos y vandalismo urbano. Hablan de rebeldía y demanda ideológica. El sonrojo asiente.


Trajes cerebrales vacíos, obcecados en quebrantar la paz social.


Derrumbar es ocupación de dinamiteros;  reconstruir oficio de arquitectos y preservar labor para artesanos.


En ella todo es falso; salvo los ojos sucios del rencor.


Para la confidencia íntima, personal, directa, un tono de voz sobrio alejado del aspaviento.


Aprendizaje. Esa larga senda entre la biología y el ser cultural.

(Del libro Mejores días)





lunes, 13 de mayo de 2019

PROVERBIOS, CINISMO, JUGLARES Y CINTAS DE VÍDEO

Catedral de Segovia
Fotografía
 de
Adela Sánchez Santana



PROVERBIOS, CINISMO, JUGLARES Y CINTAS DE VÍDEO

El hombre real, el que piensa y vive, tiene su reflejo especular en la identidad onírica, en ese ser atemporal que protagoniza los sueños y del que se nutren algunas parábolas de Antonio Machado. Vuelvo al magisterio del poeta con la sensación de que todavía Proverbios y cantares suenan a cantautor. En las páginas encontramos al poeta moralista, a la observación reflexiva que alcanza su perfil más definido en el ideario ético de Juan de Mairena. El yo poético de Campos de Castilla (1912) difunde concordancias y disonancias consigo mismo y con el entorno cercano, airea preocupaciones y vuelve la vista hacia los rasgos comunes de un ser colectivo que se expresa a través de la oralidad popular, el romancero y la fértil tradición rural de consejas y refranes. Cada poema es síntesis, esqueje filosófico, esperanza y escepticismo en la pautada senda que nos tiende la realidad.

Asisto en Madrid a la presentación del Premio de Poesía Javier Lostalé que impulsa la editorial Polibea. Sala llena, muy buen ambiente entre los poetas y meritoria lectura de Gema Palacios, la ganadora, presentada por Ariadna G. García. Como ocupo la última fila y se oye mal, me levanto para seguir el acto de pie, apoyado en la pared final. Desde allí, me llama la atención la actitud de una pareja entre el público que se pasa la hora del evento consultando el móvil y cuchicheando; con su actitud es difícil mantener la atención y seguir la cadencia del poema. Al final del acto los dos aplauden con frenético entusiasmo. Jalean. Encabezan las felicitaciones en voz alta a la poeta… El cinismo reescribe su caligrafía a diario.

Lectura en la mañana del domingo en una localidad segoviana. En el yermo horizonte de Castilla, reflejo de aspereza, silencio y austeridad, la primavera dibuja una luz nueva de campos verdecidos y brotes en árboles y arbustos. Un paisaje callado para el poema.

Volver a Castilla es un regreso lleno de emociones dispares. Cuando retorno viaja conmigo la sensación del trasterrado, los ojos del extraño que está fuera y no encuentra sitio dispuesto ni en los afectos ni en el reconocimiento personal.  Sé que ambas circunstancias formar el entrelazado de intereses que hace de la vida literaria un laberinto de sombras. Seré discreto; no diré mucho más, seré un innominado juglar sin voz, fuera de sitio. Mostraré la cortesía correcta de esas cintas de vídeo que dan fe de una ciudad hecha de asombro arquitectónico, sin máculas y sin calles en obras.

 

  

sábado, 11 de mayo de 2019

MARÍA ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ. DIECISIETE ALFILES

Diecisiete alfiles
María Ángeles Pérez López
Abada Editores
Madrid, 2019


PUNTOS DE FUGA


   En el proceso creador de María Ángeles Pérez López (Valladolid, 1967) la poesía tiene amplio cultivo y está representada en varias antologías, como las recientes Algebra de los días y Jardin€s excedidos. El libro Diecisiete alfiles (2019) es su primera entrega monográfica dedicada al haiku. Así lo constata el liminar “La vida muy urgente” que escribe Erika Martínez. La poeta, aforista y profesora aborda el acercamiento a la senda cultural japonesa desde la superación de actitudes excluyentes de purismo y cautela. Hay un contacto directo con el minimalismo del trébol verbal en el que la palabra toma cuerpo para mostrar carácter matérico y el perfil peculiar de su endogamia. Esa energía interior no anula el subjetivismo sino que lo transforma en pulsión que deja sitio a la paradoja y al magma conceptual.
  Como si los enunciados poéticos obedecieran a indicios aurorales, Diecisiete alfiles alumbra un amanecer transformado en espacio germinativo. Así se percibe en la serie de inicio en cuyos puntos de fuga resalta también el recurso de la rima asonante que deja en los textos otro signo personal, ajeno al legado clásico: “Luz que levanta / su proa, su rompiente / su espuma blanca”. También la subjetividad se vislumbra en el rigor orgánico; la escritora yuxtapone treinta y dos series que reiteran la misma cantidad de textos y los itinerarios circulares en torno a un concepto.
  Frente al despliegue sensorial, la realidad postula un terreno cuajado de elementos visuales, texturas y formas. Su estatismo aparente emite señales que la conciencia en vela transforma en cadencias de ánimo e hilvanes emotivos. Leemos en “Haikus de la soga”: “Esparto ronco / que agita entre sus hebras / la flor del odio”; “Corcel torcido / del que caen las palabras / y los mendigos”. Pero, no se trata de describir ni de hacer del entorno un mirador al alcance de un testigo anónimo, sino de conexionar emociones y pensamientos para dar voz al lenguaje. Se subraya, de este modo, el afán metaliterario que formula una cumplida poética: “Ser verso suelto / lumbre que desordena / cada destello”.
  Esa apelación a los objetos como presencias que certifican la condición perecedera del yo, convive con uno de los núcleos básicos de la tradición del haiku: el viaje. El discurrir biográfico es tránsito, desplazamiento, senda que convulsiona el interior del hablante lírico. Es un modo de redescubrir el espacio e iluminar sus matices, como en las piezas de “Haikus de los apeaderos”: “Meseta sola. / El tren que nunca pasa. / Raíl de sombras”.
  Como si asistiera al gotear del tiempo, el haiku se hace cadencia; caligrafía al mismo tiempo la contemplación y la entrega, con la conciencia del paseante implicado:”Jornal menguado. / Expoliación, centella, / miedo y resguardo”; “Sol extramuros. / Esquinada certeza  / contra lo oscuro”. La flexible estrofa no olvida tampoco el eco bibliográfico, esa voz que resuena en el mar de la lectura: Emily Dickinson, Robert Frost, Rosario Ferré, Gloria Fuertes; o la poetización de lo cotidiano, como se muestra en el haiku que llena de belleza el gimnasio y que busca el asombro de las palabras en una bicicleta estática: “Niña del aire / que quedó condenada / a ser anclaje”; “En su estructura / de viento y de aluminio / duermen las dunas”.
   La escritora justifica algunas claves de esta incursión en el arte de la modestia con un epílogo final, donde comenta que la incansable belleza tripartita invita al tanteo y a la disidencia, amover pieza en el tablero de la experimentación. Y tiene razón: es otro tiempo y otro espacio. El exotismo se ha remansado y es ahora un elemento más, capaz de dialogar con la soleá y otras formas poéticas breves. Los haikus de María Ángeles Pérez López nacen de un afán expresivo austero y esencial, pero nunca exento de inquietud cognitiva y epidermis sentimental. Su estela mínima muestra un despliegue argumental en el que se integran destellos vivenciales y el discurrir estacional del tiempo, la interrogación metapoética y el enfoque solidario de la convivencia social. En los contados pasos de Diecisiete alfiles se hace fuerte una íntima indagación, una inmersión en los rincones de la identidad que siempre deja en los espejos del poema el vuelo existencial. La conciencia y los signos de una biografía interior que busca expresarse con palabras mudas. 


  



viernes, 10 de mayo de 2019

EL LECTOR DE FRANZ KAFKA

Franz Kafka (1883, Praga- 1924, Wiener Wald)

KAFKA Y YO



La comprensión de que la vida es absurda
no puede ser un fin, sino un comienzo

ALBERT CAMUS  

   Leo a Franz Kafka con frecuencia alevosa. Para entender el mundo. Para entenderme yo. Para interiorizar que el absurdo forma parte de lo cotidiano y hay que respirarlo con sosegada cadencia, sin apremios, sin pánico. La situación política, la idiocia nacionalista y su retaguardia militante, los asesinatos, los atentados contra la dignidad y la beligerancia de quienes manosean el sentir colectivo en los medios de comunicación son asuntos que me llevan a sus libros.
   La biografía del escritor parece disentir de su obra. Fue un modesto judío de Praga cuyo itinerario vivencial estuvo regulado por la rutina de horarios funcionariales que no pueden interpretarse en clave literaria.Sus relaciones con los demás fueron pobres, como si permaneciera en el umbral del otro o detrás de un cristal que asegurara su confinamiento. Fue el representante típico de una interioridad aislada, que sin embargo observa el entorno con profundo interés. Lo que sucede fuera le desconcierta porque la azarosa relación de acontecimientos diarios legitima el caos, un absurdo convertido en seña de identidad colectiva. Por eso leo a Kafka.